20. Winchester
Abrió los ojos, fue como entrar a la realidad de un golpe, después de mucho tiempo de estar en la oscuridad, finalmente despertó, con el mayor dolor que en su vida hubiera podido sentir, esta vez se podría decir que su cuerpo estaba hecho trizas. Solo miraba hacia arriba, y contemplando un techo de madera, tantas preguntas inundaban su mente en ese instante, pero la más grande era ¿quién era el que estaba respirando en su oído?
Lentamente volteó la cabeza, y con lo primero que se encontró, fue con unas grandes fauces llenas de colmillos afilados. En un impulso, intentó levantarse rápido, pero ni siquiera pudo levantar su torso, cuando un dolor increíblemente fuerte se apoderó de su espalda. Nuevamente cayó y empezó a gritar entre dientes.
—Si fuera tú, no volvería a intentarlo.
—habló una voz frente a él. Sam nuevamente elevó la cabeza, y observó a un avejentado hombre de piel oscura y cabello cano frente a él.
—Veo que ya conociste a Orión, no te preocupes, le caes bien, es solo que no te había visto despierto —volvió a decir con comoleta calma, mientras preparaba lo que parecía ser un estofado.
—¿Dónde estoy? ¿Q-quién eres? ¡¿qué está pasando aquí?! —exclamó sin dejar de ver al gran lobo negro que no dejaba de gruñir.
—Muy bien —se levantó—. Responderé tus preguntas, pero debes calmarte, estás asustando a mis cachorros. Me llamo Marcell, te encontré, o mejor dicho, Orión te encontró, a un lado del arrollo, estabas herido de gravedad, te ibas a morir. Pero te rescate y logré curar la mayoría de tus heridas.
—¿Qué me ocurrió? Recuerdo que me dispararon... —estaba severamente confundido.
—Pues debió de ser el disparo de un cañón, cuando te traje aquí, perdiste casi medio litro de sangre, tenías tres costillas fracturadas y además tenías decenas de cortes y golpes por todas partes. La pérdida de sangre ayudó a que no sintieras tanto dolor a la hora de curarte. Pero eso no evitó que gritaras como una niña durante casi media hora, claro, aún así te desmayaste otra vez —respondió con una sonrisa, comenzó a servir estofado en un plato.
—¿Dónde estamos?
—En una pequeña cabaña bastante lejos de cualquier pueblo o distrito. Toma, come un poco —le acercó una cuchara llena de caldo y carne.
—¿Qué es eso? —apartó su rostro de aquel plato.
—Escucha, se que estás confundido, pero no soy un psicópata —no dejó de verlo con demasiada desconfianza —¿No crees que si yo fuera un psicópata ya te hubiera comido vivo, en vez de haberte sanado e intentar darte un maldito estofado de conejo? —preguntó sarcástico.
Logró levantarse un poco, con sus débiles manos sostuvo el plato y le dio un sorbo, abrió los ojos con sorpresa y lo terminó de un tragó. Pasó el dorso de su mano y limpió los restos que quedaron sobre sus labios y mucho más tranquilo miró a Marcell.
—¿Tienes más de esto?
Tiempo después, Marcell y Sam comenzaron a charlar de forma más tranquila y civilizada, comprobando que ninguno de los dos estaba loco.
Sam miraba incrédulo como ese gran lobo descansaba a su lado sin siquiera pensar en atacarlo, y también miraba con atención al pequeño cachorro de color blanco grisáceo que dormía plácidamente en su regazo.
—¿Vas a preguntar? ¿O es qué quieres cargarlo?
—Tengo dos preguntas que aún no me has respondido, ¿cómo es que no te atacan? ¿Y cómo supiste curarme? Con trabajo yo sé colocarme un vendaje.
—Bueno, yo era veterinario en un zoológico, y una tarde me trajeron a Orión, cuando a penas era un cachorro, se había tragado algo y no podía respirar, yo logré sacar el pedazo de plástico que tenía en la garganta y desde entonces nunca me ha lastimado, creo que ambos nos tenemos un gran respeto —rascó su cabeza.
—¿Y el pequeño de dónde salió?
—Orión tuvo una familia en el zoológico, mucho antes de que el fin llegara, y el más pequeño de todos y el único que logró sobrevivir: fue el pequeño Apolo —acarició la cabeza del cachorro, a éste pareció gustarle.
Sam observó detenidamente al cachorro, entonces abrió los ojos por completo.
—¡Adam! —gritó y con todas sus fuerzas intentó correr. Pero al salir de la cabaña se resbaló con la nieve, y cayó fuertemente al piso. Dejó escapar un estruendoso lamento.
—¡Sam! Aún no te has recuperado, debes descansar, sino podrías empeorar tu estado —rápido lo ayudó a levantarse.
—¡¿Cuánto?! ¡¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?!
—Casi dos semanas —nuevamente abrió los ojos de par en par, intentó caminar, pero estaba completamente débil para siquiera colocar un pie sobre el suelo y no temblar. Cayó de rodillas y comenzó a llorar—. ¿Qué te ocurre?
—Mi familia, mi hijo, mi hijo está allí afuera, le prometí que volvería a estar con él —Marcell bajó la mirada y pensó durante un instante.
—Si quieres volver a estar con los que amas, necesitas descansar, y reponerte, al menos lo suficiente para poder volver a pelear.
Sam apretó los puños y respiró, asintió varias veces y observó directamente a Marcell con sus ojos llenos de lágrimas.
—Ayúdame...
Tras eso, los días transcurrieron mucho más lentos que ningún otro, Marcell sometió a Sam a una rigurosa rehabilitación, tanto física, como mental, con cada día que pasaba un nuevo reto llegaba, pero los esfuerzos de Sam estaban dando frutos.
Progresivamente sus fuerzas volvían, su cuerpo lentamente comenzaba a sanar. Y no solo eso, al estar tanto tiempo fuera de acción, Marcell decidió ayudarlo a ponerse en forma nuevamente, prácticamente lo sometió a un entrenamiento de combate, siendo un sobreviviente casi innato, su entrenamiento y toda su ayuda fue excepcional.
Al final Sam había vuelto, incluso preparaba sus cosas para marchar en busca de su familia.
—¿Dónde está tu familia Sam? —preguntó Marcell observando el fuego de su chimenea, el cachorro reposaba en su regazo.
—En Fort Hope, mi familia está allí —admitió con seguridad, colocó el último cartucho en su pistola y la guardó en el bolsillo de su abrigo.
—Sabes, Apolo sabe que te irás, ha estado muy triste —Sam miró al lobo, ciertamente algo había en sus brillantes ojos que lo hacía ver nostálgico.
—Tal vez debería venir conmigo —soltó mirándolo seriamente, Marcell pareció confundido—. Vengan conmigo, mi comunidad está en medio de una lucha, alguien como tú nos sería de gran ayuda, además, es lo menos que puedo hacer, luego de que salvaras mi vida.
—No puedo, mi lugar es aquí, la gente... ahora es muy difícil, puedes darle la espalda a alguien en un segundo, y te apuñalará, lo sé —recordó amargamante.
—No toda la gente es así. En mi comunidad nos cuidamos entre nosotros, y mi grupo, mi familia —repuso—. Mi familia te acogerá como uno más.
Antes de que alguien dijera algo más: Orión comenzó a gruñir en dirección a la puerta, y el pequeño Apolo comenzó a aullar
—Algo no va bien —soltó Marcell.
Sam se dirigió a la puerta y al abrirla: una lluvia de balas cubrió el lugar. A penas logró lanzarse para evitar el ataque. Marcell se arrastró hasta llegar a un baúl, lo abrió, y de éste sacó un rifle de cazador, el cual pasó deslizando a Sam.
Lo tomó rápidamente, y en una esquina de la ventana, sin llamar la atención, observó a sus atacantes. Un grupo de hombres que bajaron de una camioneta rodeaban la cabaña. Todos dispararon sin compasión, Sam nuevamente guardó cobertura, pero cuando la mayoría necesitó recargar, actuó, disparó directamente a la cabeza de un hombre calvo. Volteó ligeramente el cañón, y le disparó directamente al pecho de un hombre de aspecto desagradable y enfermizo. Siguió disparando, hasta lograr asesinar a otros tres, pero en ese instante, su rifle se atascó.
Marcell se deslizó a un lado de él, sin asomar la cabeza por la ventana.
—¿Alguna idea? —preguntó lanzando el rifle lejos.
—Matarlos.
—Me gusta la idea, lástima que no tenemos con qué —en ese instante Marcell le entregó una revolver Smith Wesson de cañón largo. Después, él sacó un hermoso y casi intacto rifle Winchester calibre 22.
Marcell se levantó rápidamente y en medio de la puerta disparó, demostrando su increíble puntería. Los dos hombres más cercanos terminaron en el suelo gracias a la potencia del Winchester. Después Marcell salió de la cabaña completamente al descubierto y sin miedo, no dejó de disparar. Un sujeto bastante joven, y con mirada de psicópata salió de entre los arbustos empuñando un cuchillo, Marcell volteó, y Sam le disparó justo en el pecho.
—¡De nada! —exclamó y volvió a disparar. El lugar comenzó a volverse un escándalo, y ya muchos muertos empezaban a cubrir el lugar.
Los hombres que aún seguían con vida, subieron a su camioneta, pero no con la intención de huir. El que conducía aceleró directamente hacia la cabaña, y uno de los de atrás, se levantó y lanzó una granada molotov, la cual se estrelló directo en el techo de la cabaña.
Marcell se enfureció, y disparó incesantemente hacia el parabrisas de la camioneta, pero ésta no frenaba su andar, ya estaba a casi dos metros de arrollarlo, hasta que Sam saltó y lo quitó del camino. Al estrellarse, la camioneta, creó una gran explosión, que dejó o cabaña de Marcell como una gran hogera.
—Malditos... —dejó escapar, miró como su hogar se transformaba en una hoguera.
—Ey, tenemos que irnos —propuso Sam.
—Está bien, al fin y al cabo ya me iba a mudar — Revisó el cadáver del chico que había asesinado Sam, y encontró una botella de Whisky. Le dio un gran sorbo y volvió a mirar el lugar, aquel bosque era iluminado por la gran hogera, y los muertos se aproximaban. Miró abajo, y sonrió al ver a sus dos amigos peludos intactos, solo Orión tenía el hocico lleno de sangre ajena.
—¿Qué me dicen, chicos, una aventura más?
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