18. El lobo
—¡Sam! ¡Sam, despierta! —gritaba una voz eufórica—. ¡Sam, despierta, ya es Navidad!
Comenzó a abrir los ojos lentamente, no fue fácil, la noche anterior estuvo en vela debido a la fiesta de Noche Buena. Al lograr abrirlos se encontró con el rostro blanco y puro de su hermana, su felicidad era inconmensurable y la emoción que sentía, podía percibirla en cada poro de su piel.
—¡Vamos, quiero abrir mis regalos! —lo tomó de la mano y completamente cansado lo llevó abajo.
—¿No podías esperar quince minutos más? —preguntó tallando sus ojos con cansancio. Ella lo ignoró por completo al ver un grupo de cajas envueltas en papel de colores puestas debajo del árbol.
—Vaya tenemos un par de madrugadores —exclamó Jonh al ver a sus hijos frente al árbol abriendo los regalos.
—Ey, sonrían —habló su madre tomando una hermosa fotografía para el recuerdo—. Genial —sonrió de oreja a oreja.
—¡Mira! ¡Es justo lo que pedí! —exclamó alegremente al ver un gran oso de peluche. La pequeña Jessica abrazó el peluche con un cariño inmenso, mientras reía, pero en un segundo, las risas fueron interrumpidas por un horrible ataque de tos. La pequeña no dejaba de toser de una manera alarmantemente, e incluso empezaba a ponerse pálida.
—Ey, Jessie. ¿Estás bién? —preguntó su padre acariciando su espalda.
—Creo que sí...
Aquella imágen pareció desvanecerse como el polvo tras ser azotado por una brisa de viento salvaje, el panorama cambió.
—Papi, ¿puedes contarme una historia? —preguntó la pequeña después de acomodar su respirador.
—Por supuesto cariño, ¿qué historia quieres que te cuente? —preguntó con una sonrisa mientras acariciaba la pequeña cabeza calva de su hija. Sam miraba a su padre desde el sillón, con una mirada triste, pero intentando sonreír a pesar de los acontecimientos. Después miró la pared y encontró un par de radiografías, mostraban unos pulmones que alojaban unas manchas enegrecidas en su interior.
—Jonh, ¿puedes venir por favor? —el difuso doctor irrumpió en la habitación.
—Sam, cuida a tu hermana, en un momento regreso, hermosa —besó la frente de su pequeña y salió. A paso lento Sam se acercó a la puerta, y con la mayor discreción la abrió un poco. Pudo observar como el doctor le decía una palabras a Jonh y a su madre, Sam no logró escuchar lo que le dijo el doctor, pero al escucharlas, Amanda, su madre, estalló en lágrimas, mientras que Jonh quedó completamente atónito.
Después de haber dormido un par de horas, Sam despertó en el mismo sillón, y vio a su madre dormir abrazando a su hija. Nuevamente se acercó a la puerta y volvió a mirar, en el suelo, recargado en la pared: yacía su padre llorando. Sam no supo cuales fueron esas palabras que el doctor le dijo a sus padres, lo único que logró escuchar, fue el llanto de su padre, que después de esa noche, no dejó de oír.
Nuevamente aquella escena se fue, y otra apareció.
—Papi —pronunció la pequeña con una voz cansada y suave.
—¿Si, mi vida? —apretó sus manos y la observó con sus ojos brillosos.
—¿Puedes contarme una historia? ¿Una nueva historia? —su respiración era débil, y forzosa —soltó una lágrima, pero igual sonrió.
—Claro, princesa. Esta no es una historia común, es la historia de una pequeña, una pequeña niña hermosa, que por una mala jugada del destino, se perdió, y terminó sola, en un bosque grande y oscuro, lleno de sombras que merodeaban entre los árboles. La pequeña tenía mucho miedo y mucho frío, y al estar tan sola, se puso a llorar.
Todas las sombras en el bosque comenzaron a acercarse a ella, pero entonces algo la ayudó, un lobo. Un gran lobo negro y feroz, corrió hacia ella, y ahuyentó a las sombras. Desde ese día, el lobo y la niña se convirtieron en mejores amigos, no había un momento en donde la niña estuviera sola, pues simpre estaba su gran amigo el lobo para acompañarla. Hasta que un día, la niña encontró un túnel, un túnel lleno de luz al final, la pequeña supo que ese era el camino para volver a su hogar, la pequeña niña caminó por el túnel, hasta que se dio cuenta que el lobo no la seguía, en ese momento, entendió de que la tarea del lobo había sido completada, el lobo la ayudó a encontrar el camino a casa —retuvo las ganas de llorar—. Muy triste se puso la niña al saber que no volvería a ver a su amigo, pero en el fondo, ella sentía, que el lobo siempre estaría con ella, protegiéndola de las sombras, y ayudándola a ver la luz, siempre —la pequeña cerraba sus ojos con delicadeza, y su padre volvía a llorar, antes de verla partir le dijo—. Recuerda, el lobo siempre estará ahí para ayudarte —tomó la fría y pálida mano de su hija, hasta que escuchó como el monitor cardíaco dejó de sonar.
Entonces, despertó, cubierto de sangre, y con el frío más espantoso que hubiera sentido jamás. Estaba en medio del bosque, su mente divagó entre recuerdos, pero eso solo lo confundía más.
Intentó levantarse, pero al hacer el mínimo esfuerzo, la herida de su estómago lo devolvió al suelo. Gritó con todo el dolor del mundo.
Al igual que un animal, comenzó a arrastrarse por la nieve, cada movimiento que hacía era una completa tortura, no avanzó ni dos metros cuando una ventisca comenzó.
Cada segundo que pasaba ahí, más sangre perdía, y él no era el único que lo notaba, algo, merodeaba ente los árboles. Con un esfuerzo sobre humano se puso boca arriba, dejando salir alaridos que rasgaban su garganta como dagas.
Contempló el cielo, aquel cielo oscuro y carente de vida. Sin más fuerzas, comenzó a cerrar los ojos y a perderse en la oscuridad.
—Ey, ey Sam, no te duermas —habló Noah chasqueando sus dedos en su cara—. No te duermas amigo, tienes compañía —un errante zombie caminaba a paso lento hacia él. Nuevamente comenzó a arrastrarse con todas sus fuerzas—, eso es amigo, no te detengas.
Más y más muertos comenzaban a rodearlo, y para entonces Sam ya comenzaba a ver borroso y a costarle trabajo respirar.
—Sam —pronunció una voz serena y tranquila. Volteó a ver y la vio, Jessica, tan hermosa como antes—. No te rindas, aún tienes que acabar con esto.
—No... mo puedo seguir... —dijo, impotente y llorando—. Jessie... quiero estar contigo, quiero volver a verlos —ahora toda su familia lo veía y eso solo lo hacía llorar sin control—, quiero estar con ustedes otra vez... Estalló en llanto. Su hermana lo tomó de la mejilla.
—Tienes que seguir peleando.
—Estoy... muy cansado —empezó a cerrar sus ojos—. Tengo frío... estoy... solo...
—No, no lo estás —se acercó a su oído, y en un susurro dijo—: El lobo te ayudará.
Finalmente sus párpados cedieron, solo bastó con un parpadeo para verlos desaparecer. Los muertos se aproximaban, ya sin más fuerzas, se recostó totalmente en la nieve, alcanzó a ver algo entre los árboles, una figura oscura se acercaba a él.
—El lobo...
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