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15. El Matadero

Al abrir los ojos, Sam quedó consternado, al inicio no reconoció la habitación en donde durmió, pero al voltear y ver un bello rostro de ojos cafés recordó todo. Lizz comenzó a despertar, giró y lo miró.

—Hola —dijo con voz suave y tierna.

—Hola —respondió con la misma sonrisa con la que ella lo miraba.
Ambos se miraron durante un largo tiempo, hasta que se escuchó un fuerte golpeteo en la puerta.

—Por Dios, debe ser Joseph —exclamó completamente asustada.

—¿No dijiste que no iba a volver? —respondió igual de neurótico, salió de la cama y comenzó a buscar rápidamente su ropa.

—Dije que no estaba!, ¡no que no iba a volver —habló con voz baja y enojada. Se puso una camiseta y salió de la habitación.

—¿Qué haces? —inquirió histérico, pero sin elevar la voz. Ella apuntó varias veces a la ventana con un rostro enojado pero sin decir una sola palabra. Caminó hacia la puerta y la abrió.

—¿Tyler...? Hola, ¿qué-qué haces aquí? —preguntó bastante extrañada y a la vez aliviada.

—Hola, lamento molestarte tan temprano, pero es hora de irnos, ¿podrias llamar a Sam? Él es nuestro líder después de todo —comentó completamente despreocupado.

—¿Sam? —abrió los ojos de par en par, al instante trató de disimular —Él... no está aquí.

—Sí... no soy idiota, y no sabes mentir, no te preocupes, Joseph no se va a enterar, ¡ya escuchaste, Sam, nos vamos en cinco! —gritó al interior de la casa. Hubo silencio.

—¡Está bién! —respondió finalmente, Lizz miró apenada como Tyler sonreía.

—Buen día —terminó y se fue de la casa.
Poco tiempo después, Sam se encontraba junto a su equipo preparando todo para la misión.

—¡Oye soldado! —exclamó Lizz antes de que se subiera al auto junto a su equipo. Volteó a verla, ella le sonrió—Vuelve —que lo único que dijo. La miró unos instantes más, quería guardarla en su memoria, entonces asintió y entró a su auto.

El viaje a la ciudad fue mucho más rápido que la última vez, pues ahora tenían muy en claro qué iban a hacer.
Conducieron durante largo tiempo buscando algún indicio del escondite de Los Cazadores. Hasta que el sonido de un motor sobresalió entre el inquietante silencio de la ciudad.
Un automóvil blindado atravesó la línea de visión de todo el equipo.

—Tras ellos —alertó Sam y se pusieron en marcha. Tuvieron que tomar rutas alternas para no llamar su atención, afortunadamente el día estaba bastante nebuloso, lo cual les hacía andar con mucha más discreción, siguieron su camino hasta los límites de la ciudad y un poco más, nuevamente se encontraban en carreteras abiertas.

—¿A dónde nos llevan? —dudó Marcus, lleveban buen rato de seguirlos, si seguía mucho más, el combustible acabaría por acabarse.

—Justo ahí —respondió Tyler.

—¿Qué es eso? —el automóvil blindado entró en los comienzos de una comunidad. Frente a ellos se alzaba una fábrica, que había sido amurallada con altas placas de madera y metal.

—Los encontramos —aseguró Sam.

—¿Cómo sabes qué son ellos?

—Una corazonada —respondió entregándole unos binoculares e indicándole donde ver. Marcus observó detenidamente y se encontró con tres cuerpos dezollados colgando de la parte superior de la fábrica. El auto frenó en los límites de los árboles, donde aún podían ocultarse.

—¿Cómo entraremos? Es casi una fortaleza —dudó Tyler.

—Miren, no hay guardias cuidando en los alrededores, al parecer no son muy organizados, además la fábrica les proporciona mucha protección. Podemos entrar por ahí al anochecer, sin guardias vigilando y con la noche a nuestro favor, podremos acabar con ellos con sigilo.

—Es arriesgado —contestó Marcus.

—También es nuestra única opción.

La oscuridad se adueñó del día al cabo de unas horas, todo el equipo bajó sigilosamente, pendientes de que nada llamara la atención de Los Cazadores. Se escabulleron entre el bosque y entre las sombras, hasta que llegaron a los comienzos de la comunidad.

—Por aquí —indicó Sam, lo siguieron, las murallas ni siquiera cubrían todo el perímetro, habían secciones que estaban resguardadas con automóviles apilados o con estacas a modo de muralla. Escalaron la pila de automóviles hasta que pudieron entrar al lugar.
Siguieron juntos, los alrededores del lugar, más que ser una comunidad, parecían una zona de caos, había basura en los callejones, gente en pésimo estado y borrachos dormitando en las esquinas, casi parecía un basurero.

Avanzaron entre las callejuelas llenas de tuberías y contenedores metálicos hasta que encontraron una entrada a la fábrica, la cual estaba custodiada por un guardia. Tyler sacó un cuchillo, se aproximó silenciosamente y raudo le cortó la garganta. Abrió la puerta lentamente y todos entraron.

El lugar se encontraba en penumbras, a penas la luz de la luna iluminaba las secciones altas de la fábrica, alzaron sus armas y comenzaron a andar. Cuando las luces del lugar se encendieron, como los reflectores de un escenario los cubrieron, cegándolos momentáneamente. Entonces contemplaron como decenas y decenas de Cazadores los observaban desde arriba, riendo y gritando. Alzaron sus armas, pero estaban completamente rodeados.

—¡Mira nada más, parece que tenemos algunos invitados no deseados! —el Destripador apareció, mostrando su desagradable rostro ante todos— Sam, amigo, creo que recibiste mi mensaje.

En ese momento entró en pánico, las luces sobre su rostro, el ambiente lleno de risas de demencia y rostros malévolos lo hacía sentir ganas de gritar. El aire comenzó a faltarle, miró a su pequeños grupo, todos estaban aterrados.

—Hay que darles la bienvenida, ¿no creen, muchachos? —nuevamente hubo risas y gritos, como si estuvieran viendo a un rebaño de corderos a punto de ser sacrificados en el matadero.
Scott dio una señal, entonces una puerta se abrió, y de ésta emergieron decenas de infectados, todos recientes.

No perdieron la oportunidad y comenzaron a disparar, las carcajadas incrementaron. Sam disparaba con su ametralladora, quiso abrir fuego contra Los Cazadores y en especial contra Scott, pero ellos ya empezaban a marcharse, los habían dejado para morir.

—¡Por aquí! —gritó Greg, se abrió paso entre algunos muertos y llegó hasta una puerta, los demás le siguieron. Destrozó la puerta con una ráfaga y la abrió, finalmente entraron. Tyler y Jeff se quedaron a contener la puerta mientras Sam y Marcus movían un refrigerador para sellarla, lo hicieron.

—¿En dónde está Joseph? —miró a su alrededor, ya no estaba. Ninguno lo había visto— Mierda.

—Esto fue un error —dijo Jeff.

—Tranquilo —Marcus intentó hacerlo calmar, pero él ya estaba en pánico. No fue hasta que un grotesco aroma a putrefacción les hizo ver dónde estaban.
Era un cuarto lleno de cadáveres en descomposición, colgados en ganchos, mutilados en el piso, extremidades en una esquina. El lugar era digno de una película de terror. Más de alguno no logró contener las ganas y vomitó como nunca, deseando no haber visto eso.

—¡Ey! —gritó una voz alertando a todos. Apuntaron sus armas e iluminaron el lugar, y en una celda, yacía un hombre, de piel caucásica y cabello marrón bastante largo, tenía un aspecto sucio, pero no lo suficiente para opacar sus ojos verdes.

—¿Quién mierda eres? ¿Qué demonios haces aquí? —inquirió Tyler, bastante agitado.

—Oye, tranquilo, vas a hacer que te escuchen, me llamo Nathan, ahora sáquenme de este asqueroso lugar —respondió agitando los barrotes.

—¿Qué haces ahí? —preguntó Sam. Algo en la forma en la que actuaba le hacía saber que no formaba parte del grupo.

—¿A caso importa?

—Sí, al menos si esperas que te saquemos de aquí.

—Amigo, estoy esperando mi turno para ser comido vivo, ¿ya, felíz? —respondió neurótico.

—¿Como sabemos que no nos matarás para que perdonen tu vida?—se escuchó que entraban al lugar.

—Escucha... sácame de esta celda y yo los saco de aquí.

—Sam, debemos irnos —gritó Tyler resguardando la puerta. Sam observó detenidamente a ese sujeto, pensando si en realidad debía creer en su palabra.

—Solo confía —los muertos estaban a punto de entrar.

—Para atrás —disparó en la cerradura de su celda, y como si nada, se abrió.
Completamente sorprendido Nathan salió de su prisión.

—Gracias —pronunció bastante incrédulo, caminó hacia una mesa donde habían restos mutilados y tomó un machete—. Síganme.

Nathan cruzó la habitación y llegó hasta una puerta, los demás lo siguieron, avanzaron entre algunas secciones de la fábrica hasta que llegaron a una salida. Y no solo eso, habían llegado a una sección de la comunidad donde guardaban los vehículos, se apresuró hasta llegar a un automóvil, rompió el vidrio y abrió la puerta. Los demás miraban en todas direcciones mientras él trataba de encenderlo.

Entonces escucharon como alguien corría, voltearon con sus armas en alto solo para ver como Joseph salía a toda prisa de un callejón. Jadeando llegó junto con ellos, prácticamente lo habían dado por muerto.

—¿En dónde estabas? —preguntó Greg. Tardó un poco en responder.

—Eso no importa... hay que irnos, ahora.
En ese momento el auto se encendió, comenzaron a entrar, cuando un sujeto saltó encima de Sam e intentó apuñalarlo, forcejeó con el hombre hasta que la afilada hoja del machete lo asesinó.
Lanzó el cadáver y miró a Nathan.

—Pareces novato —soltó extendiéndole su mano, él la aceptó y se levantó—. ¿Eres Sam, cierto?

—Sí. Gracias, te debo una —antes de que Nathan pudiera responder, una serie de disparos impactaron en el auto.

—¡Váyanse! —al instante se cubrió tras otro, sus compañeros esperaron unos segundos—. ¡Ya!
Joseph corrió hasta llegar junto a él, los demás aceleraron finalmente, rápidamente Sam entró en el auto y buscó en la guantera, milagrosamente encontró las llaves, Joseph se escabulló hasta entrar como copiloto. Colocó las llaves y arrancó finalmente. Aceleró a fondo y comenzaron a andar por la comunidad, hasta que salieron por una sección del muro hecha de madera, finalmente regresaron a la carretera.

En el camino no se encontraron ningún percance, de hecho fue bastante tranquilo, incluso tomaron un atajo por las vías más boscosas y elevadas del lugar para así despistar a un posible perseguidor. Ninguno dijo nada, hasta que el frente del auto comenzó a echar humo sin control, el automóvil acabó por detenerse a la mitad de la carretera.

—Está cosa ya no arranca —comentó tomando su arma. Una Colt 45 con el cargador lleno, lo único que le quedó después de la emboscada—. Tendremos que caminar —salió del auto.

—Excelente —agregó Joseph, poco agraciado con la situación—. Eso nos dará tiempo para charlar.

—¿Charlar? —preguntó indiferente comenzando con la caminata.

—Sí.

—¿Sobre qué? —preguntó mirándolo de reojo. Logró ver que sujetaba su arma de una manera peculiar y temblorosa.

—Sobre Lizz... —al escuchar eso, Sam se detuvo en seco.

—¿Lizz qué tiene que ver en esto? —inquirió disgustado.

—Tiene todo que ver, no soy imbécil, sé que tú y ella tienen algo. Pero eso no importa, ya no durará mucho.

—¿A qué te refieres? —cada pregunta que le hacía lo notaba más y más nervioso.

—Me refiero, ¿qué tal si Los Cazadores ya están allá?

—No lo sé, ¿lo están? —Joseph no dijo nada, levantó el arma y le apuntó, Sam bajó la mirada hasta clavarla contra la nieve—. ¿Por qué? ¿Por qué nos traicionaste?

—Eres un maldito imbécil, tú eres la persona que más desgracia me ha traído, desde que llegaste, no has hecho otra cosa que destruirlo todo —rugió con ira. Sam se giró al instante.

—¿Yo que mierda te he hecho?

—Asesinaste a mi hermano, tú y solo tú eres el causante de toda esta muerte, ¿crees a caso que podrán ganarle a ellos? No, si no puedes con el enemigo, mejor únete.

—Podemos arreglar esto, baja el arma, pretenderemos que nada de esto pasó —intentó razonar con él.

—No se puede arreglar nada, ¿en verdad crees que bajaré el arma y todos felices! Ese es tu problema, el mundo cambió para siempre, ya solo los malditos seguimos con vida, puedes pelear contra la oscuridad, o hundirte en ella —haló el martillo, Sam levantó las manos.

—Está bién Joseph... solo... —rápido tomó el cañón del arma, ambos pelearon por sostenerla, y entre toda la disputa, el arma se disparó...

Ambos quedaron con los ojos abiertos, el tiempo prácticamente se congeló, Joseph bajó la mirada y observó una gran mancha de sangre alojada en el estómago de Sam...
Éste, tambaleante intentó hacer algo, pero en cuanto vio que Joseph volvería a disparar, con sus últimas fuerzas se arrojó directamente a un risco a su derecha, perdiéndose entre la nieve y los árboles.







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