11. Invierno Carmesí
—¿Scott?—pronunció mirándolo fijamente, sus ojos no podían creer lo que veían. Al instante, el sujeto de las quemaduras estalló en carcajadas.
—¡Diablos!, ¡Si eres tú! —exclamó entre risotadas— ¿Cuánto ha pasado? ¿Quince, dieciséis años? —en sus palabras podía sentirse claramente una gran y profunda locura.
—Dieciséis años, sí —todos miraban completamente confundidos aquella escena.
—Mírate, no has cambiado nada. Dime, ¿no estás algo grande como para venir y arreglar los problemas de los demás? —preguntó mirando a Noah y Cleir.
—Arreglé algunos tuyos... no veo por qué no mantener la tradición —pronunció dejándolo callado, Scott lo miró seriamente, solo para volver a reír.
—Oh, siempre me hacían reír tus chistes, y aún lo hacen —dejó de reír y lo miró profundamente—. Aunque no pudiste arreglar esto, ¿no es así? —ilustró pasando su dedo por su rostro, haciéndole ver las quemaduras.
Sam abrió los ojos como platos y apretó fuertemente la empuñadura de su arma. Todo lo que sucedía confundía mucho más a ambos grupos, hasta que Scott decidió hablar.
—¡Es cierto, no les he explicado que ocurre aquí, resulta que el buen Sam y yo, solíamos ser muy buenos amigos—exclamó mirando a su grupo— O al menos lo éramos... hasta que me abandonó en una casa en llamas, dejándome a morir —aseveró lamiendo sus labios agrietados
—Scott, escucha, lo-lo que ocurrió esa noche...
—¡Scott, murió esa noche, y de entre las cenizas nació El Destripador! —gritó sacando su machete. Nuevamente Sam apuntó su arma hacia él— Parece que sigues sin confiar en mí, soy yo quien no debería de confiar, ¡me dejaste en una maldita casa en llamas! ¡Me dejaste solo para morir! ¡Hiciste enojar a cada estúpida criatura en esta puta ciudad! —lentamente comenzó a sonreír con locura una vez más—. Pero aún así te dejaré ir...
Todos sus hombres lo vieron completamente confundidos, como si de un instante al otro se hubiera transformado en otra persona.
—Pero esto si te diré... ¡no vuelvas a mi ciudad!, ¡Pues de ahora en adelante nos pertenece!
—¿Quiénes son ustedes?
—En algún momento a alguien se le ocurrió el fantástico nombre de los Cráneos —tembló al escuchar dicho nombre, era como si las sombras del pasado regresaran para atormentarlo una vez más—. Claro, antes de que yo llegara y pusiera las cosas en su lugar. Ahora, he rebautizado a este nuevo grupo como Los Cazadores —gritó y su grupo le secundó en un extraño festejo.
Uno de sus hombres se acercó.
—Señor, ellos viven en Fort Hope —levantó una ceja y miró con una maquiavélica sonrisa a Sam.
—¿Eso es cierto? —susurró en el oído de Noah. No respondió nada— Te diré algo sobre Sam... él parecerá un gran amigo, pero es un bastardo traidor que te apuñalará por la espalda, para garantizar su supervivencia, no lo dudes.
—Púdrete, imbécil, él es mi hermano —Scott suspiró.
—Sí, Desafortunadamente también fue el mío, pero yo conocí quién es en realidad, pero tú, tú no tendrás tanta suerte... —dijo y se puso de pie— ¡¿Es verdad que tú y tu gente viven en Fort Hope, eh Sam?!
Cerró sus ojos, después los abrió con temor y observó a Noah.
—Sí —asintió finalmente.
—¡Mal-di-ción! Así que sigo sin equivocarme, si bien lo recuerdo, muchos de mis hombres murieron a lo largo de estos años, por culpa de los habitantes de Fort Hope, y más de uno reportó haber sido atacado por un grupo liderado por un imbécil rubio, ¡¿tenías qué ser tú?! —concluyó enfurecido.
—¡Escucha, Scott, fue en defensa propia, mi gente solo buscaba sobrevivir, pero te prometo que de ahora en adelante todo va a cambiar, jamás nos veremos a la cara, no volveremos a la ciudad, solo déjanos ir, solo... confía en mí! —nuevamente sus manos empezaron a temblar.
—Tienes razón, de ahora en adelante todo va a cambiar —bajó la mirada y observó detenidamente su reflejo en el machete, apretó la empuñadura y volvió a mirarlos lleno de ira—¡Acabaremos con Fort Hope, mataremos a sus hombres, violaremos a sus mujeres, devoraremos sin piedad a los niños... Pero tú, no morirás, tú vas a ver como tu hogar arde, verás como las personas a las que más amas en este mundo suplican por tu ayuda, y no podrás hacer nada al respecto, más que verlos morir frente a tus ojos, y entonces y solo entonces, tendrás mi permiso para morir! —rugió, mostrando al verdadero monstruo en el que se había convertido.
Rápidamente se colocó detrás de los rehenes, mirando a Sam con odio, y apretando el machete con fuerza.
—Muchas veces confíe en ti y solo conseguí sufrimiento y agonía, nunca más —alzó el machete y atravesó el pecho de Noah.
Todo pareció detenerse... nada alrededor se movía, parecía estar ocurriendo en cámara lenta, todo excepto la sangre que escurría por el pecho y la boca de Noah, la cuál pintaba las manos de Scott de carmesí.
—¡No! —emitió en un alarido de sufrimiento, al momento desenfundó su revólver y disparó repetidas veces contra él.
—¡Carajo! —exclamó al recibir el impacto de una bala en su hombro derecho. El Destripador cayó en la nieve, pero inmediatamente se levantó y se ocultó en un auto. Ambos grupos comenzaron un fuego cruzado en medio de aquel cementerio—¡Muchachos! ¡Vámonos de aquí, terminaremos esto después! —ordenó desde su auto.
Rápidamente los hombres que quedaban se ocultaron en sus autos, y después emprendieron la huída.
Una vez que el caos terminó, Sam corrió desesperado a socorrer a sus amigos. Llegó hasta la tumba en dónde yacía Noah desangrándose.
—¡Ey, ey, ey, amigo! —dijo en un intento por mantenerlo despierto, pero Noah gritaba de dolor mientras Sam le apretaba el pecho—E-escucha, solo... no cierres los ojos, te llevaré a casa —volvió a insistir mientras sus ojos se cubrían de lágrimas.
—¿A-alguna... vez pensaste que acabaría así? —articuló mirntras solitarias y cristalinas lágrimas emergían de sus ojos dilatados, Sam no encontró respuesta—. Siempre pensé que viviría lo suficiente como para poder ver un nuevo mundo, como para poder ver a mi hijo —estalló en un llanto desconsolado.
—Este no es el final... —le dijo tomándolo de la cabeza delicadamente.
—Lo es para mí —sonrió, su rostro estaba pálido, en un segundo volvió a gritar de dolor y a escupir sangre sin control.
—¡Ey, no cierres los ojos, me escuchas, no cierres los ojos! ¡No nos dejes! —regañó entre llantos— ¡Traigan el puto auto, ya!
Marcus salió de ahí, mientras los demás contemplaban la desgarradora escena.
—Quiero que me prometas que le darás a todos una esperanza, quiero que los salves... otorgale a mi hijo el mundo que yo no pude darle... —sujetó su brazo con fuerza, como si se estuviera aferrando el mayor tiempo posible a la vida.
—Lo haré. Lo prometo... yo cuidaré de tu familia y de todos — Noah y Sam se dieron un fuerte apretón de manos.
—Adiós, Sam... —pronunció, cerrando sus ojos lentamente y dejando de respirar. Así quedando completamente dormido en un sueño eterno. Sam abrazó fuertemente el cuerpo sin parar de llorar, dejó su frente contra la suya.
—Adiós, hermano...
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