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10. Peligro inminente

Un temblor involuntario se apoderaba de las manos de Sam, siempre le ocurría al presenciar la muerte de cerca. Y en el nuevo mundo en el que vivía no había tiempo en el cual sus manos no temblaran.
Los pocos sobrevivientes que quedaron de su escuadrón estaban alojados en el mismo estacionamiento del edificio donde aparcaron los automóviles al llegar a la ciudad. La búsqueda del nido había sido solo una excusa para que los infectados recibieran otra dosis de alimento, fue una masacre, tan solo el recordar como sus amigos perecían ante sus ojos lo hacía sentir arcadas. Y para su mala fortuna, el grupo de Noah aún no aparecía.

—Ya debieron de haber vuelto —habló Gregory, sin dejar de caminar de un lado a otro como un lunático.

—Tranquilo, ya pronto volverán, solo debemos ser pacientes —le respondió Amy,  recargando todas las armas. Siguió llendo y viniendo sin dejar de morderse las uñas, bufó y lo miró bastante preocupado.

—Sam, se honesto con nosotros. ¿Crees que volverán? —levantó la mirada y contempló sus ojos de preocupación, por primera vez en su vida no estaba seguro de qué pasaría.

—Noah es muy fuerte, además es un líder nato, por supuesto que creo que volverán —asintió sin estar muy convencido de sus propias palabras.

—¡Un auto! —anunció Marcus mientras vigilaba el perímetro con un rifle. Esas palabras le devolvieron el alma a Sam, inmediatamente se levantó y llegó hacia él.

—¿Cómo que un auto?

—Una camioneta se aproxima.

Todos se acercaron a la pared por donde Marcus vigilaba, y efectivamente observaron una camioneta negra dirigirse hacia su posición. El vehículo frenó a media calle, justo en frente del edificio.

—La puerta se abrió, están bajando algo...

—¿Qué? —volvió a preguntarle.

—Parece... un cuerpo, n-no es de los nuestros —sentenció en un escalofrío.
Tal como Marcus dijo, la camioneta símplemente soltó un cuerpo a media calle y con rapidez se marchó.
Todos bajaron para ver qué había sucedido. Se acercaron con cautela y sin bajar la guardia hasta aquel cuerpo. El cuál estaba amarrado de pies y manos, y con una bolsa en la cabeza.
Sam dirigió su mano hasta la bolsa, la tomó y la retiró. Quien yacía en aquella camioneta era Tyler, al verlo, fue una completa conmoción, estaba severamente golpeado y lleno de sangre, pero lo que en verdad desplegaba terror, fue una hoja de papel clavada en su pecho.

Si quieren ver a los demás con vida sigan las instrucciones...

Poco después de haberlo rescatado, Tyler se encontraba en estado de shock bebiendo sin parar el café que rápidamente preparó Amy. Él estaba completamente fuera de sí, solo susurraba que deseaba volver a casa,
Sam se puso en cuclillas para estar cara a cara con él y comenzar a hablarle.

—Tyler, ¿qué ocurrió? ¿Dónde están los demás? ¿Quién te hizo esto? —habló con suavidad, sus ojos siguieron clavados en la nada, siguió temblando y susurrando cosas sin sentido.

—Sam —Amy colocó una mano sobre su hombro—. No creo que preguntar todo tan rápido sea efectivo, deja que...

—No lo sé... —al fin respondió, entrecortado y agitado, pero ya hablaba siquiera—Lo-lo único que recuerdo es haber salido de la alcantarilla. Simplemente salí de ahí con rapidez, no presté atención, y fue cuando algo muy duro me golpeó en el rostro, caí boca abajo, alguien me tomó por los brazos y me cubrió los ojos, de-después golpearon un buen rato, cuando se detuvieron; sentí como me levantaban y subían a un auto, ahí fue dónde quedé inconsciente.
Me despertaron a punta de golpes otra vez, para cuando reaccioné alguien me-me repetía cosas, como instrucciones.

—¿Qué? ¿qué te dijo? —no podía con el suspenso.

—Decía... dile a tu gente que si quieren volver a ver a los demás con vida, que vayan al cementerio Los Ángeles —terminó, temblando de miedo. Como si el solo hablar de lo sucedido lo transportara nuevamente ahí.

—¿Qué hacemos ahora? —dudó Marcus, se notaba el miedo en sus palabras, y no era el único 

—Debemos salvarlos... —aseveró sin poder contener el temblor en sus extremidades.

—Sam, esto es obviamente una trampa, solo harás que los maten y a nosotros también —intentó hacerlo reaccionar Gregory.

—Tal vez... pero Noah me ha salvado tantas veces que ya no puedo ni contarlas, estoy completamente seguro de que él haría lo mismo por mí.

—Tiene razón, no podemos dejarlos —comentó Amy.

—Entonces, ¿cuál es el plan? —a pesar del miedo, sabían que no podían dejarlos a su suerte.

—Regresen a Fort Hope, yo iré al cementerio —se puso de pie.

—Eso jamás. Te acompañaré — añadió Marcus.

—Yo también —dijo Amy. Gregory suspiró.

—No tengo nada que perder, así que iré.

—Muy bien, tomen lo que necesiten, nos vamos en veinte minutos.

Desde el automóvil se podían apreciar las miles de lápidas y esculturas sepulcrales que llenaban aquel cementerio. Todas llenas de nieve y tan deterioradas que ya ni siquiera se podía ver quién descansaba en ellas.
El automóvil al fin frenó, todos se dedicaron una larga y profunda mirada, y Sam, apretó fuertemente el volante, pensando en que le esperaría al entrar.

—Ya es hora...

Todos, excepto Tyler, bajaron,  empezaron a caminar entre las lápidas, buscando alguna señal de los secuestradores, no les tomó mucho tiempo encontrarlos. Veinte metros adelante de ellos, estaba un grupo de diez personas, fuertemente armados, acompañados con un par de autos, visualmente no lucían amistosos, vistiendo ropajes cubiertos en sangre fresca y con rostros que denotaban que no eran precisamente amables. Eso, y que Noah y Cleir yacían completamente golpeados y puestos a sus pies.

—¿Quién es su líder? —preguntó uno de los secuestradores antes de que pudieran acercarse más. Durante unos instantes lo meditó, suspiró brevemente y alzó la voz.

—Yo, Yo soy el líder —respondió Sam—Escuchen, podemos llegar a un acuerdo, nadie tiene que salir herido.

—¡Cierra el boca, idiota! —exclamó el desconocido hombre, algunos de su grupo incluso rieron— ¡Conmigo no es con quien debes hablar! —mostró una peculiar sonrisa.

—¿E-entonces, con quién hablo? —elevó la voz.

Aquel hombre bajó de la tumba en la que hablaba, los demás parecieron ponerse bastante nerviosos ante algo. Al instante, Sam supo que algo malo iba a pasar.
De uno de los autos, bajó una persona, vestía con ropas oscuras y una capucha que le cubría el rostro, aquella persona subió encima de la tumba y se colocó en medio de Noah y Cleir, después desenfundó un largo y afilado machete, entonces lo colocó en la garganta de Noah.
Rápidamente Sam, y todos los demás apuntaron sus armas contra a aquella persona. Su grupo hizo lo mismo contra ellos.

—¡Tranquilo vaquero! —exclamó aquel chico de ropas negras, después guardó su machete.— ¡¿Ves?! Su garganta sigue intacta —rió un poco—, tranquilo, hombre, estamos muy tensos, hay que presentarnos para aligerar el ambiente.
Dijo al momento en que se retiraba la capucha. Dejando al descubierto un rostro lleno de grotescas quemaduras, que le daban un aspecto verdaderamente atemorizante, sonrió, sus dientes estaban amarillos.

—¡Me llaman El Destripador!—hizo una reverencia tras presentarse ante el grupo, rió un poco y miró a todo el grupo, para finalmente fijar su mirada directamente en Sam, abrió los ojos por completo— ¿Sam... eres tú?






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