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La carrera a pie se vuelve mortal conclusión

-Caster, había un montón de lugares en la tierra que pudiste elegir y aún así eliges ese lugar como la línea de meta. Eres un enfermo.- Semiramis comentó

Semiramis se refería a un estadio donde hay una convención de anime...Sí, vaya que al dramaturgo no se le había podio ocurrir algo peor. 

Aun con esas, Caster se reía mientras escribía, teniendo un leve rubor en sus mejillas. -¡¿No crees que es maravilloso?! Dos héroes corriendo. Uno por el amor y la otra por la resistencia del amor. ¡Estoy emocionado de cómo pueda terminar ésta historia romántica!

-Ya veo. Ahora tiene sentido. Estás esperando que una tragedia caiga sobre ellos. O...la tragedia para aquellos que se ven atrapados en la carrera. -Comentó Lancer.

Y es que sí, hasta ahora, la carrera ha causado daños en casas, carreteras y puentes y vehículos robados por el pélida, que se las apeñaba para seguir el curso de la carrera infernal en la que se había transformado una propuesta de matrimonio.

-Menos mal que hay muchos cosplayers en la convención de anime. Así, por lo menos, nadie sabrá que Archer y Rider son Servants. -Comentó Shirou, llevándose una mano a la nariz a la vez que negaba con la cabeza.

Atalanta, dejándose llevar por la ira y la desesperación, había pasado a su estado Berserker, liderando así la carrera, la cual llevaba ya gran rato así.

Aquiles, en vista de que perdería la carrera, se vio en la obligación de convocar nuevamente su carro de guerra para llevarle el paso a la heroína.

Justamente en la convención, y precisamente por la rapidez a la que ellos iban, nadie notaba su presencia en un sentido estricto, a lo mucho verían un destello negro y otro verde, siendo una ilusión extraña que no entendían.

Por esa misma velocidad, y siendo Atalanta casi la ganadora del duelo que tenían en ese preciso momento, ella sonreía, pensando en las mil maneras de desquitarse con Aquiles por hacerla pasar por aquello. 

Malamente, especialmente para ella, y justo antes de llegar a la meta, pasó de largo a una niña, no tuvo mayor problema...pero ella no era la única que cruzaría por ahí.

Aquiles estaba conmocionado. No logró conseguir que su carroza se desintegrara para no causar daños. No había manera posible de que pudiera detener su carroza a tiempo. Incluso si lograba evitar a la niña, su carro iba a llevarse de largo a otras personas en la calle.

Atalanta, a pesar de estar a pocos metros de la victoria, se dio la vuelta y logró alcanzar a la pequeña. La protegió con su cuerpo antes de que fuera arrollada, poniéndose a sí misma para que ella misma recibiera el impacto de la carroza de Aquiles, salvando así la vida de la pequeña.

-¡¡¡Atalanata!!! -Aquiles gritó, completamente aterrado. 

Sin apenas esperar un segundo más, el desobligado jinete se bajó de su carroza y se fue al lado de su amada.

la forma de Berserker de archer empezó a revertirse, volviendo a su color amarillo y verde natural. -Rider... -Atalanta lo llamó con una voz débil, se notaba en su rostro que no estaba para nada bien.

-Estoy aquí. -El pélida Aquiles tomó a Atalanta entre sus brazos. 

-¿Está bien? -Preguntó, preocupada por la vida de la niña, la que le recordaba a sí misma.

-La pequeña está a salvo gracias a ti. -Respondió Aquiles, sonriendo.

-Me alegra oír eso. -Respondió Atalanta con igual una sonrisa en su rostro antes de perder la conciencia.

Aquiles miró a la niña. No pasaría de los tres años de edad. Ésta lo miró fijamente, no teniendo ni la más remota idea de qué había pasado.

-Sé una buena niña. -Aquiles le dio unas palmaditas en la cabeza a la niña. Sin más, llevó a Atalanta, despidiéndose de la pequeña. Unos minutos más tarde, naturalmente, llegó una multitud. Todos quedaron completamente desconcertados por lo que acababa de pasar. La niña ni siquiera logró darles una respuesta.

Jardines Colgantes de Babilonia.

Aquiles esperaba pacientemente afuera del cuarto de Atalanta, ella era tratada por cierto cura que, curiosamente, también era médico. 

No se sentía para nada tranquilo a pesar de la enorme calma que traía consigo el Jardin (me recuerda a la escuela de Epicuro :V), el sonido del viento, de las aves que se colgaban del propio Jardín, incluso de ver la fuente y la zona de práctica siendo bañada por la luz del atardecer.

Shirou salió de la habitación, dando un suspiro de cansancio, tronándose el cuello.

-¿Cómo está Anee-San? -Preguntó Aquiles con un tono de preocupación, levantándose de donde se había sentado.

-Ya está curada con la ayuda del sello de comando. No la despiertes, deja que su mente descanse un poco. Estar en forma de bestia le da fuerza, pero también pone a prueba su cordura. -Shirou se llevó una mano a la barbilla. -Aunque puedes cuidarla si quieres. -Respondió.

-Gracias, sacerdote. -Dijo Aquiles, acentando con la cabeza en forma de agradecimiento.

Shakespeare fue felizmente a verlos a ambos.

-Por fin, tengo otro trabajo que... -Antes de que Shakespeare pudiera si quiera terminar lo que estaba diciendo, un buen golpe de Aquiles terminó en su rostro. -¡¿Pero qué osadía fue esa? -Se quejó Shakespeare, sorprendido.

-Por lo que le pasó a Atalanta. -Aquiles respondió con sus ojos prendidos en fuego.

-Hum, ¿Acaso te tengo que recordar que tú eres responsable de su actual estado? -Shakespeare se acomodó la nariz, que se le había desviado.

Aquiles apretó los dientes y sus puños para hacer de  Shakespeare su saco personal de boxeo, golpeándole hasta que se le fue el aliento.

Al día siguiente, Atalanta se despertó de su letargo de males, sorprendiéndose bastante e incluso enterneciéndose de ver a Aquiles durmiendo mientras le tomaba la mano con una especial suavidad.

Sintiendo el moverse de las sábanas, claro que el pélida se despertó, viendo con ojos cansados a su amada, sonriendo ampliamente sin abrir la boca.

-Oh, por fin te has despertado. ¿Cómo te sientes, Anee-san? -Aquiles la saludó.

-Qué tonto eres, Rider. -Respondió Atalanta, desviándole la mirada. Aquiles se sorprendió a mal. -Deberías haber ido a la línea de meta. -Añadió.

-Fue mi culpa lo que te pasó, no podía dejarte a tu suerte. -Aquiles respondió.

-Estoy sorprendida. No esperaba que me quedara cordura alguna tras mi transformación. Fui capaz de salvar a la pequeña. -Dijo Atalanta, un poco sonrojada y emocionada.

-Fue por tu amor a los niños. Aunque hayas perdido la cordura en aquel momento, ese amor siempre estará contigo, en tu corazón.  -Explicó Aquiles, dándose dos pequeñas palmadas en el pecho, justo en el corazón.

-¿Cuál es tu plan ahora? Si es posible quiero que nuestra boda sea sencilla. -Suspiró Atalanta.

Aquiles abrió los ojos como platos, sorprendiéndose muchísimo.

-¿Qué dijiste Anee-san? -El héroe aqueo seguía más que sorprendido para bien.

-Por favor, trátame bien. Haré todo lo posible por ser una buena esposa para ti.  -Respondió Atalanta, apenada.

-¡Espera un momento! Pe-pero no gané la carrera. -Protestó Aquiles, sonrojado de la molestia y de la pena.

-No hay manera de que pudiera ganar la carrera, no después de ser atropellado por cierto conductor irresponsable. -Explicó ella, negando con la cabeza e inflando una mejilla.

-¿Me estás diciendo que gané la carrera? ¡No, espera! ¡No puedo estar orgulloso de esto! -Su contraria iba a decirle una cosa más, pero él se lo impidió. -Hagamos otra carrera.

-Desafortunadamente, Rider. No hay lugar donde podamos tener una carrera pacífica. Hemos hecho tantos daños y casi matamos a alguien.  -Respondió Atalanta.

-Pero Anee-san...

-Rider, yo también tengo mi orgullo. Se aliviarán mi mente y mis sentimientos si aceptas que has ganado. -Respondió Atalanta.

Rider se quedó en silencio. Se le notaba a creces en su cara que había conflictos en su interior

Entonces...

-Si eso alivia tu mente y tus sentimientos. Bien. Me tragaré mi orgullo. He ganado la maldita carrera. -Aquiles se rindió, finalmente. Ella sonrió débilmente. -No obstante, también aliviaré mi mente y mis sentimientos. -Añadió el aqueo, sorprendiendo a su contraria.

Aquiles tomó la mano de Atalanta y le planto un suave beso al dorso de la misma. Luego, la vio directamente a los ojos. -Te juro como héroe y como guerrero, que te haré la mujer más feliz del mundo.

A Atalanta no le conmovieron demasiado las palabras de Aquiles. Él conocía su desastrosa historia de amor.

-Con que me trates bien me será más que suficiente. No voy a pedir nada más. -Respondió Atalanta.

-Haré que te enamores de mí. Así que prepárate, Anee-san. -Entonces Aquiles besó de repente a Atalanta en la mejilla, haciendo que a ella se le erizaran la cola y las orejas de gata.

-¡¡¡Tú!!! -Farfulló Atalanta, reaccionando.

-Acostúmbrate. Vas a ser mi esposa de todos modos. -Entonces Aquiles se rió.

Lo siguiente que pasó es que ella se trató de levantar de la cama para tratar de ahorcarlo, no lograndolo, pues el héroe la envolvió en sus brazos, riendo un poco más feliz de lo que ya estaba. 

Ambos se abrazaron, Atalanta lo hizo con un gesto de enojo en su rostro, pero cedió, después de todo.

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