Aquiles fue a ver a Artemisa aquel día para hacerle una petición no menos que importante para él, ya que sin duda sería la que podría darle la felicidad.

-Es un honor conocer al famoso guerrero aqueo, Aquiles. ¿Qué puedo hacer exactamente por ti?- Preguntó Artemisa.

Aquiles se arrodilló y dijo, casi suplicante. -Amo tanto a Atalanta y estoy aquí hoy porque me gustaría pedirle a su hija que se case conmigo. ¿Me dará tu bendición, mi señora? -Preguntó Aquiles.

-Atalanta me hizo un juramento de virginidad. -Recordó la Diosa al héroe.

-Estoy más que dispuesto a hacer todo para que me des tu bendición, mi señora.

-No te preocupes por eso...ya la tienes.

-¿En serio? -Aquiles abrió los ojos de la sorpresa, teniendo los ojos brillantes. -N-no pensé que esto fuera a funcionar.

-¿En serio? -Atalanta, de igual manera, se sorprendió mucho.

-A cambio, permítanme amamantar a sus bebés hasta que alcancen la edad de cuatro años. -Artemisa añadió, sonriendo con cariño. (Que ofertón)

-No puedo creerlo, dijiste que sí. -Protestó Atalanta, cruzándose de brazos y frunciendo ambas cejas.

Artemisa le dio una palmadita en la cabeza a Atalanta. -Hija mía, ¿no ves que éste hombre está locamente enamorado de ti? Es serio y un tipo decente comparado con los otros héroes que has conocido en tu vida pasada. (Seguuuuuuuuro) Es capaz de hacerte feliz. Esta vez, no te niegues a ti misma la felicidad.

-Ahora que tengo la bendición de tu madre... vamos a hacer bebés maravillosos. -Sugirió Aquiles. (Ese es mi gallo 😎😎😎)

Atalanta suspiró.