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Capítulo 6


Mei esperó hasta verse sola a la mañana siguiente para finalmente revisar el periódico. No quería ni pensar en que su madre la descubriera con las manos en la masa y por eso apenas ella se fue a trabajar, le puso seguro a la puerta y corrió a encerrarse en su cuarto. Una vez allí sacó el papel de su escondite bajo el colchón y lo extendió sobre la cama.

La primera plana estaba ocupada completamente por la fotografía de un hombre rubio con pinta de extranjero que ella nunca había visto. El desconocido sonreía mirando a la cámara y detrás se veía lo que parecía ser un parque. La foto tenía un pequeño lazo negro añadido con edición y Mei no supo lo que significaba hasta que leyó el titular: "Hombre joven es encontrado muerto en parque infantil", rezaba en grandes letras negras. Debajo, en menor tamaño, ponía: "El ciudadano, identificado por los forenses como James Martin, había sido reportado como desaparecido dos noches atrás por su esposa. El cuerpo fue hallado en la madrugada de hoy casi completamente quemado y aún se analiza si fue el propio fuego la causa de su muerte."

Aquello era horroroso. ¡Y había pasado en aquella misma ciudad! Mei no se imaginaba una muerte peor que ser quemado vivo. Esperaba que las pruebas demostrasen que la causa no había sido esa. ¿Qué le habría ocurrido a aquel hombre para terminar así? Revisó el resto del periódico en busca de más detalles, pero todo eran suposiciones; aún los forenses y la policía no habían hecho ninguna declaración, solo decía que se estaban haciendo averiguaciones sobre el caso. Miró la fecha: era de hacía dos días, lo que significaba que probablemente ya tenían novedades que dar a aquellas alturas. 

Necesitaba buscar un diario más reciente, el problema era en dónde. No sabía si la Abuela Feng compraba prensa y... ¡Claro! La idea llegó a ella como un relámpago en el cielo despejado: ¡El señor Hoa! ¿Cómo se le había podido olvidar que él vendía precisamente periódicos? ¡Qué tonta!

Riéndose de su despiste, tomó unas cuantas monedas de las que su madre le dejaba para chucherías y se apresuró a ir en busca de sus preciadas noticias.

El negocio del señor Hoa no tenía clientes cuando ella llegó y el hombre la saludó con una sonrisa, al parecer feliz de tener a alguien con quien entretenerse.

—¿De nuevo por aquí? —le dijo—. ¿Cómo es que pierdes tu mañana con este viejo en vez de estar jugando con chicos de tu edad?

—No hay chicos de mi edad por aquí —era cierto; al inicio le extrañó eso, pero luego la Abuela Feng le explicó que en la zona donde vivían la mayoría de los residentes eran adultos y los niños eran todos pequeños. Para conocer a alguien de su edad tendría primero que salirse de las manzanas en que su madre le había autorizado a deambular, así que ya se había resignado a hacer amistades más jóvenes cuando comenzaran las clases. Dejó vagar la vista por las estanterías en busca de los diarios.

—Espero que te hayas olvidado de ese asunto de los zorros —comentó el vendedor con cautela.

—Por el momento... ¿Tiene algún periódico que hable sobre el hombre quemado?

—¿Tu madre te dejó leer eso? —el señor Hoa la miró a través de sus gafas con el ceño fruncido—. Eso no es material para niños.

—Tengo doce años; no soy tan niña. Y además traigo dinero —mostró sus monedas—. ¿Me va a vender el periódico o debo ir a otra tienda?

—Ya, ya, tampoco te pongas espinosa por eso —dijo él en tono apaciguador—. Solo no estoy de acuerdo con las cosas que te cuentan; yo no habría hecho eso con mis nietos... A ver, ¿cuál periódico quieres?

—"El Dragón Vigilante."

—Ese no lo vendo; poca gente lo lee en esta zona... Aunque supongo que cualquier otro de la prensa local te servirá, ¿verdad? No se habla de otra cosa en esta ciudad.

—Sí, cualquiera que hable sobre eso —Mei se guardó de decir que ella recién se había enterado de aquello esa mañana. Entendía que su madre no le hubiera dicho nada; ya estaba acostumbrada a sus secretos, pero no se esperaba que la Abuela Feng también le ocultase cosas... Aunque tal vez no lo había hecho a propósito; quizás había pensado que ella ya estaba informada y simplemente no le interesaba hablar del tema.

El señor Hoa le dio un periódico de ese mismo día con otra foto de James Martin en primera plana, esta vez con una mujer y un niño sonriendo a su lado, y le cobró. Mei le dio las gracias y por el camino de regreso fue leyendo lo que ponía en la primera hoja:

Continúan las investigaciones por la muerte de James Martin

James Martin, médico prácticamente recién llegado a la ciudad, fue hallado muerto el pasado miércoles en el parque infantil "Castillo de Sueños" por un joven que paseaba a su perro. El cuerpo presentaba quemaduras críticas en toda su superficie y solo fue posible identificarlo con tanta rapidez gracias a los documentos encontrados en la escena. Ayer en la tarde se pudo corroborar su identidad con una muestra de ADN y se dictaminó que la causa de muerte fueron las múltiples quemaduras.

Al respecto la policía local... (continúa en la página 4).

Mei se apresuró a buscar la página indicada y casi cayó al suelo del vestíbulo al tropezar con el escalón de entrada al edificio. Una leve risita llamó su atención hacia donde barría el encargado de mantenimiento, al parecer muy divertido con su tropezón. Mortificada, dejó la lectura para después y subió las escaleras mirando con mucha atención dónde pisaba.

En el piso de arriba se encontró con la Abuela Feng, que iba saliendo de su apartamento toda arreglada, con un vestido largo y esmeralda muy elegante. Al notarla de pie ante ella dio un respingo y su rostro palideció un poco.

—¿Abuela...? —dijo Mei, extrañada por su reacción.

—Me has dado un buen susto, niña —le dedicó una sonrisa que no alcanzó a sus ojos—. ¿Qué haces ahí parada?

—Nada. Iba subiendo... ¿Segura de que estás bien? —la palidez, en vez de abandonar su rostro, parecía incrementarse.

—Claro que sí. ¿A qué viene esa pregunta? —adoptó un tono defensivo que ella no entendió.

—A nada... Estás elegante.

—Voy a tratar unos asuntos de espíritus.

—Ah, ya... —se quedaron unos segundos en incómodo silencio hasta que Mei decidió despedirse: —. Bueno, nos vemos luego... 

—Hasta luego.

La mujer avanzó hacia las escaleras y bajó sin dedicarle una segunda mirada. A Mei le pareció ver que su espalda se relajaba mientras más se alejaba y supuso a que algo similar estaría pasando con la palidez de su rostro. 

La Abuela nunca había actuado de un modo tan extraño con ella; era como si hubiera visto un fantasma, o como si no quisiese estar un minuto más de lo necesario en su presencia. ¿Acaso la pelea que tuvo con su madre tenía la culpa de todo aquello? Definitivamente tenía que averiguar hasta el más mínimo detalle de lo que había hecho su madre y que a la Abuela no le había gustado ni un poquito.

Llegó al apartamento y volvió a ponerle el seguro a la puerta antes de encerrarse en su cuarto. Allí finalmente pudo dedicar toda su atención a la continuación del artículo:

(viene de la página 1)... ha emitido hoy una rueda de prensa en la cual ha narrado la reconstrucción de los hechos.

Se dice que Martin había salido en busca de helado para su esposa, quien actualmente se encuentra embarazada de su segundo hijo. Cuando pasaron las horas y él no volvió, la señora Martin decidió llamar a la policía. Sin embargo, el protocolo dicta que deben esperarse al menos cuarenta y ocho horas antes de declarar a una persona oficialmente desaparecida, razón por la cual no se le dio curso inmediato al reporte.

Según el vocero de la policía, ante la insistencia de la señora Martin y dado el hecho de que aquel era un comportamiento inusual en su marido, se decidió comenzar la búsqueda a las veinticuatro horas después de la desaparición. Se designaron oficiales que investigaron el área circundante a la casa del matrimonio, así como los lugares a los que podría haber ido. Un testigo que han mantenido en el anonimato les comunicó haberle visto menos de una hora después de su desaparición, a pie y llevando una bolsa de compras en la calle Flor de Loto. Se presume que poco después de ese avistamiento Martin decidió tomar un atajo a través del parque infantil donde fue hallado.

A raíz de las pruebas encontradas en la escena del crimen, la policía cree estar en lo correcto al afirmar que Martin se encontró con su atacante por casualidad mientras atravesaba el parque. Aún no existe nada que demuestre que el mismo lo estaba esperando a él, o si era alguien más el objetivo y Martin simplemente se encontraba en el lugar y momento equivocados. 

Se encontraron signos de lucha y sangre de la víctima, lo que permite afirmar que se defendió y posiblemente fue herido e inmovilizado antes de morir. Sin embargo, no se detectaron huellas del atacante y aún se maneja la posibilidad de que fueran más de uno.

El motivo del asesinato todavía es desconocido y aunque hay varias pruebas que llevan a pensar en un robo, el hecho de que hayan quemado el cadáver parece indicar que fue algo premeditado. 

Al respecto el equipo forense expresó que aún se encuentra investigando el tipo de combustible empleado, pero la forma en que eliminaron toda evidencia del incendio a excepción del cuerpo, demuestra que el o los asesinos sabían lo que estaban haciendo y su actuar no respondía a un impulso del momento, sino a un plan detallado. Podrían tratarse incluso de pirómanos o sádicos, pues se ha podido demostrar que James Martin se encontraba vivo y consciente al momento de su muerte.

El artículo continuaba con algunas declaraciones de los familiares y otras personas que lo conocieron, pero Mei no siguió leyendo más allá. Su mente se había quedado atascada en la confirmación de que había sido quemado vivo. Aquello era terrible y no entendía que un ser humano fuese capaz de hacerle algo semejante a otro, a un esposo, a un padre... ¿Sería así como había muerto su propio padre?

Se horrorizó ante la idea. No, eso no podía ser. Aunque...

Su madre nunca le había hablado de su muerte. Sí, decía que había sido el mejor hombre del mundo y le contaba miles de anécdotas graciosas donde él era el héroe, pero cuando Mei le hacía preguntas más profundas, preguntas que iban más allá de cómo se veía o las costumbres que tenía, preguntas que implicaban hablar sobre la época en que lo perdieron, se encontraba de frente a un muro insalvable de silencio. Ni siquiera sabía la fecha exacta de su muerte, solo que fue antes de que ella cumpliese su primer año.

De pronto se dio cuenta de que adondequiera que mirase en su vida, habían secretos, todos mantenidos por su madre y rodeados de prohibiciones tan estrictas como absurdas. La justificación para que ella no preguntase siempre era que lo sabría cuando fuera grande, que era demasiado pequeña para entenderlos. Pero ya tenía casi trece años; no era ninguna niña pequeña. De hecho, en la escuela ya le hablaban de varios temas de adultos. ¿Por qué su madre seguía entonces escondiéndole cosas? Y lo peor es que eran cosas que tenían que ver directamente con ella, cosas que tenía derecho a saber.

No podía seguir así. No después de haber escuchado la discusión con la Abuela Feng, y por supuesto que no ahora que esta duda tan terrible sobre su padre había surgido.

El momento había llegado. Hablaría con su madre y le exigiría que revelase todos sus secretos. Tenía que entender que ya no podía seguir manteniéndola en la oscuridad.

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