Capítulo 4
Aquella noche los pasillos se tiñeron de gritos quedos, sofocos de almohada que escondían placer. Agradeció contar con una habitación individual con cerrojo, pues los sonidos, lejos de resultarle excitantes, su cuerpo los rechazaba con atenazados escalofríos. Fue la primera noche que Enma no pudo dormir ante la idea de que todos aquellos monjes cadavéricos pudieran estar recorriendo los pasillos, oyentes y al acecho de una intimidad que no les correspondía.
En cuanto amaneció fue al lavadero, puso su ropa a remojo en el pilón y se distrajo regando las flores que rodeaban la estructura.
-Debemos fijar la fecha de la caza. -La voz provenía de sus espaldas, pero agachada como estaba tras la artesa no se dieron cuenta de su presencia. - Los rehabilitantes están cada vez más inquietos.
-Este año hay muchas novicias, esperaría a que el adoctrinamiento calase un poco más en ellas. De lo contrario la situación podría irse de nuestras manos. -Enma distinguió la voz del padre Ángel pero temió que si asomaba la cabeza para descifrar la segunda, pudiesen descubrirla. - He iniciado los preparativos. Pronto se conocerán ambos grupos.
-Eso espero. Porque de lo contrario la abadía se convertirá en un polvorín. Olvídate de las bonificaciones, si esto no sale bien, irán a por nuestras cabezas.
Las voces se alejaron, dejando a Enma sumida en un mar de dudas. Recogió sus bártulos y ocupó sus horas con varios trabajos voluntarios, más que por los puntos, para confrontar el aburrimiento. Siempre con el pensamiento en mente de encontrar un hueco para reunirse con Nayara. Tal vez ella pudiese aclararle algo.
Continuará....
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