Capítulo trece.
Al igual que ayer, nos pasamos la gran parte del tiempo en silencio, contemplando la serie. Vamos tan avanzados que temo acabármela para dentro de dos fines de semanas con Wow. ¡Quiero disfrutarla mejor! Me da la sensación de que estoy viendo sin analizar mejor los pequeños datos que se sueltan sobre la historia o los personajes.
—Eh.
Wow me arrebata el mando cuando voy a poner el siguiente episodio.
—Qué —giro la cabeza lentamente para mirarle, con el ceño fruncido.
—Hagamos un trato. Tú me cuentas cosas sobre tu pasado, y yo te cuento del mío.
—¿Qué bicho te ha picado?
Viniendo de él, esto está al mismo nivel que cuando comparas una anécdota de un asesinato con la de una comida. ¿Cómo no voy a pensar que tiene algún trastorno psicológico? No puede ser que actúe así solo para vacilar.
—¿No te gustaría hablarme de ti? Venga. Se te ve en la cara.
—Yo estaba viendo la serie tan tranquilo, no sé cómo se me puede notar en la cara eso.
—Aggh, si insistes, empezaré yo... —canturrea, encogiéndose de hombros.
—No —digo al instante—. Primero yo. ¿Qué quieres que te diga?
Porque sé tan poco de mí mismo, que muy pocos datos puedo decir. Así que, prefiero que él me diga lo que más interés le da respecto a mí, y ya elijo yo si responderle en serio, inventarme algo, o decirle que no recuerdo.
—Y a mí qué me cuentas. Di algo y punto.
—Tengo un hermano pequeño que se llama Lucas, y un hermano mayor del que no recuerdo rostro ni nombre...
—Ese seguro que está muerto, si no, sabrías de su existencia —hace un ademán con la mano, frívolo. Se nota que no le interesa lo de mis hermanos—. A ese Lucas lo he visto. No es que os parezcáis mucho.
—Yo creo que sí nos damos un aire —manifiesto, encogiéndome de hombros.
—Vale, ¿y qué más?
—No recuerdo mucho más...
No puedo decirle a nadie que tengo sueños en los que mi mejor amigo me dice que está aquí. Tampoco que soy consciente de que me gustaba una chica, pero que no sé nada más sobre ella.
—Qué aburrimiento, entonces —dice tras un rato de silencio.
—No estoy aquí para entretenerte —replico, contrariado, cruzándome de brazos a la par—. ¿Y tú qué?
—Soy huérfano. Antes de la catástrofe no tenía padres —se apoya en el respaldo del sofá, poniendo manos tras su cabeza, al estilo cojín—. Viví en un orfanato que tenía unas creencias bastante... Peculiares, si se le puede decir de alguna forma, en España.
—¡Pero entonces...!
—No tiene nada que ver, tonto —me corta, rodando sus ojos con desdén—. El italiano sigue siendo mi idioma materno. ¿Que sé decir cosas en español? Obviamente. Pero no me siento cómodo.
Ya que se está abriendo, no volveré a entrar en la discusión de que él, realmente, está hablando en español y no en italiano. Parece recordar mejor su vida pasada que yo, y es bastante... Íntimo que esté hablándome de ello por voluntad propia.
—Iba a decir que tiene sentido que estés solo en este apartamento —miento.
—Fingiré que te creo si eso te hace sentir mejor —dice, vacilón. Suelta suspiro pesado y continúa—. No tengo hermanos. No de sangre, al menos.
—Imagino que los demás niños huérfanos se sentirían como hermanos adoptivos... ¿Falsos?
—Esto no es lo tuyo, eh —clava sus ojos en mí, impasible—. Atender a lo que decimos los demás porque quieres ser el centro de atención.
—Si tuviese que hacer caso a la mayoría de cosas que dices, creo que me...
Todo pasa muy rápido. Wow se abalanza sobre mí, dejándome tumbado bocarriba en el sofá mientras él queda a horcajadas sobre mis piernas, inclinando su rostro demasiado al mío con una expresión enfadada. Pone su dedo índice en mi cuello, presionando sutilmente con la yema.
—Si tuviese una daga o un cuchillo, ya estarías muerto.
—¡Quítate de encima!
Llevo mis manos a su costado y le empujo hacia el suelo, pero se mantiene inmóvil. Tiene más fuerza que yo.
—Escúchame bien —aparta el dedo, pero sigue inclinado. Me mira a los ojos con furia—. A partir de ahora, si realmente crees que estoy loco, olvídate de todo lo que te he dicho y de que te hable. No sé para qué me molesto.
—Te voy a acabar denunciando ante alguno de los Trece Grandes —amenazo, aunque en realidad, dudo hacerlo.
—Ah... Que crees, acaso, que me importa que hagas eso y... Que me vas a asustar —se muerde el labio inferior y empieza a sollozar falsamente, llevándose una de las manos al rostro—. ¡Oh! ¡No, por favor! ¡Te pido clemencia! ¡No le digas a alguno de esos bastardos que he dicho locuras sin sentido! —tras eso, vuelve a recuperar semblante intimidante—. Me importa una mierda lo que hagas.
—¿Actúas así porque la persona que te importa, aparte de ti, no está aquí? ¿Es eso?
Es apenas imperceptible, pero que le haya dicho eso, le ha conmocionado. Se aparta de mí tras unos segundos y empieza a reír. Al principio, suave, como si quisiera contenerse... Pero acaba desbordado y, cuando llega a la ventana para abrirla y asomarse, se ríe más fuerte.
—Yo actúo como me da la gana porque puedo permitírmelo.
—Estás loco.
—Ah... Confundes locura con sabiduría —pone sus manos sobre el alfeizar, aferrándose fuerte, y saca medio cuerpo por la ventanilla. Silba—. Con lo fácil que sería acabar con esto, Dios...
—Tírate si tantas ganas tienes —le incito con la esperanza de que no lo haga.
Para mi alivio, vuelve a meter mitad del torso y cabeza dentro del edificio, pero sigue mirando hacia fuera.
—Todos estamos aquí por una razón. Cuando llegue mi momento, créeme. Saltaré.
...
Ni Rebeka ni Tissia se han pasado para darnos la cena, así que, cuando dan las diez, dejo a un Wow que probablemente no pueda alimentarse hasta mañana en completa soledad y me voy a mi apartamento. Hoy me han dado los mismos puntos que ayer, que al menos, compensan el mal trago de antes.
Para cuando llaman a la puerta de mi apartamento, yo ya estoy vestido lo más formal posible. Me siento extraño, pero no me veo para nada feo... Aunque cuando abro la puerta, la que no está fea, sin lugar a dudas, es Tissia. Lleva un vestido largo y liso de color rojo, sin tirantes y con escote en forma de V. Su pelo lo lleva recogido en una coleta-trenza alta, dejando mechones rosas sueltos por delante de la oreja.
—Vas muy guapa —digo, tendiéndole el brazo.
—¡Gracias! Qué vergüenza —sonríe, aferrándose. Ambos empezamos a caminar hacia el ascensor—. Tú vas genial, también.
—Pero yo suelo ir genial siempre, ¿no crees?
—Lo de conjuntar no se te da del todo bien —se burla—. ¿Y Lucas?
—Supongo que en la fiesta... No estaba cuando llegué hace media hora.
Y en parte, me dio un poco de pena, pues quería verle en privado y comentarle lo que me había pasado con Wow. Aunque a decir verdad... También puedo decírselo a Tissia.
—Debe de estar ya con Sorn, claro...
—Sí. Que oye, Tissia... —la puerta del ascensor se abre, y como, por fortuna, estamos solos, pulso el botón mientras continúo hablando—. Wow se comporta demasiado extraño. No sé si contigo es así, pero me irrita.
—¿A qué te refieres? —pregunta en tono sorprendido, aunque por su cara, da la sensación de que se imagina a qué puedo referirme.
—Me dijo que tiene un propósito, que en algún momento saltaría por la ventana... Creo que deberíais medicarle, o tratarle con algún psicólogo.
—Bah. Tú no le hagas caso, Iván. Lo hace porque se aburre estando bajo arresto domiciliario...
—Me da igual si habla en serio o lo hace para entretenerse —respondo con cierto deje molesto—. Si no fuese por Suhaila, no estaría en esa tesitura. Y me da igual ganar los puntos que gano.
—Hablaré con él, no te preocupes —me asegura, suspirando pesadamente—. Se lo tiene demasiado creído porque es mi protegido.
—Sigo sin entender por qué lo es. Podrías cambiarme a mí por él.
Mi sugerencia, a pesar de que es con buena intenciones, solo provoca una sonrisa triste en Tissia. Una que no dura demasiado tiempo, pero que aun así, es perceptible para mí.
—No puedo, aunque no estaría mal —se pone de puntillas y me da un beso en la mejilla segundos antes de que la puerta del ascensor se abra otra vez y podamos salir—. Sígueme.
Se suelta de mi brazo, pero busca coger mi mano. Le permito la unión, puesto que no me importa en absoluto que lo haga, y tira suavemente de mí hasta que me coloco a su lado. Desde donde estamos se escucha a un barullo de gente hablar y reír, y mientras avanzamos, vemos a personas trajeadas alejándose de la zona más iluminada para dirigirse a una zona menos concurrida e iluminada del pasillo, quizá para besarse, quizá para discutir cosas entre ellos.
Cuando llegamos a la zona de la fiesta, apenas puedo ver bien cómo está decorado el jardín interior del edificio, y eso me fastidia. Un montón de gente está riendo y comiendo junto a unas mesas de bufé que tienen cualquier cosa de picoteo de todos los países que puedas imaginarte y que se recargan de manera automática cuando se acaban por alguna extraña razón que no creo ser capaz de entender. En el techo hay un proyector, dando la sensación de que estamos, ahora mismo, bajo el cielo estrellado nocturno. Hay varios bancos a lo largo del gran lugar, ocupados, y hay incluso árboles no muy altos, flores y arbustos si te adentras más en la sala, que se ven a lo lejos.
Y probablemente, hayan más cosas que no soy capaz de ver. Estoy seguro de que no estoy ubicando bien las zonas del extenso jardín de interior por culpa de la gente que hay. Si no fuese porque aún sujeto la mano de Tissia, probablemente, hasta me hubiera puesto de los nervios ante tanta multitud. ¡No porque me molesten! Sino porque no puedo apreciar bien un lugar desconocido y que tardaré en volver a pisar por mi "fantástico" trabajo.
—¿Podemos comer algoo? —pregunto, alzando la voz para que me oiga.
—¡Sí, claro! —mira hacia los lados con expresión agobiada—. Pero no veo nada, ¡guíame tú!
—¡Estoy viendo una mesa bufé justo enfrente! —camino hacia allá, esquivando a la gente como puedo—. Permiso... Déjennos paso, por favor.
A pesar de lo cerca que está, tardamos unos tres minutos aproximadamente en llegar, ya que, tras pedir muchas veces que nos dejen pasar, he acabado dando codazos y empujones. Para celebrar, cojo un trozo de queso y me lo llevo a la boca. Voy a coger otro trozo más, cuando alguien me toca el hombro y me giro.
—¡Eres un mentiroso!
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