Capítulo cuatro.
—Así que... Hoy es nuestro último día juntos hasta vete a saber cuándo.
Asiento, desganado. Me rodean los hombros con un brazo de manera amistosa, y me revuelven el pelo con efusividad. Me dejo mientras miro hacia el frente. Veo a Lucas correteando de un lado a otro porque intenta atrapar a una mariposa entre sus manos.
—Anímate un poco. No tiene que ser algo malo, ¿sabes? Y tampoco es como si fuésemos a perder el contacto.
—Lo sé, Matias... Pero sigue sin gustarme esta idea. A mis hermanos no les afecta tanto como a mí —le respondo mientras él deja mi pelo en paz—. Roxanna y yo estábamos en el mejor momento.
—Ah, así que solo te importa lo de Roxanna.
se separa un poco de mí y se lleva una mano al pecho con falsa molestia. A pesar de que se le da muy bien actuar y de por sí es serio y reservado, yo le tengo calado desde que somos niños. Sonrío débilmente, dándole una colleja en la nuca.
—Sabes que te voy a echar de menos a ti también, y demasiado. Eres imbécil —miro al cielo colorido por el atardecer. Es el momento favorito del día de Matias, por eso, salimos al porche y lo vemos la mayoría de las veces que él viene a mi casa—. Pero es que Roxanna me gusta. Que no me responda a los mensajes me hace replantearme si fue recíproco alguna vez.
—Quizá tengas que pararte a pensar en cómo se siente ella —coge una goma de pelo de su muñeca y empieza a hacerse una coleta baja sin cesar de hablar—. Yo puedo hacerme a la idea.
—Son casos diferentes —replico, un poco ofendido por la comparación. Matias es mi mejor amigo, no le gusto yo. Se supone que a Roxanna sí—. Además, ¿es que ella no puede pensar en cómo me siento yo?
—Sí, claro. Yo no la estoy justificando del todo. Solo te digo que no te enfoques en ti mismo, Iván.
Veo como frunce los labios en señal de molestia, también. Cabeceo y me levanto del porche, pero justo en ese momento, Lucas aparece dando saltitos y sonriendo ampliamente. Tiene sus manos de tal manera que forma una pequeña jaula.
—¡Matias, Matias! ¡Iván! ¡Mirad, atrapé una mariposa muy bonita!
—¿Y? Estamos teniendo una conversación de adultos. Pírate.
—¿Me la enseñas?
Miro a Matias como si estuviese loco. Él ni se digna a corresponderme la mirada, sino que mira a Lucas manteniendo su rostro serio aunque sus ojos se muestren amables. Lucas asiente y se aproxima a él, acercándole el hueco al rostro. Matias se inclina y suelta una suave risa que hace que mi hermano abra la boca.
—¿¡Qué!?
—Es que me acordé de que, en el mundo de los sueños, las mariposas representan que va a haber una evolución bastante favorable en tu carácter.
Se encoge de hombros, apartándose de la mano de Lucas.
—Ualaaaa. ¿De veras? ¿Voy a ser mejor que Iván?
—Sigue soñando —refunfuño, avistando sonrisa mínima en el rostro de Matias.
Está disfrutando. Lo sé. Es muy extraño que él sonría, y si lo hace, la mayoría de las veces lo hace conmigo. Incluso, le asiente a mi hermano, que me saca la lengua y se lleva índice al párpado inferior, bajándoselo a modo de burla... Aunque el que se ríe soy yo cuando la mariposa sale volando.
—¡Aaaaaaaah, noo! ¡La mariposa! —pone tal puchero que da la sensación de que en cualquier momento se va a poner a llorar.
—Eso te pasa por creerte mejor que yo.
—¡Mamáaa! —solloza, corriendo hacia la entrada de la casa para ir a buscarla.
Entre Matias y nosotros se hace el silencio cuando dejamos de oír a mi hermano, que probablemente, ha subido a la segunda planta en busca de mi madre. Como sigue sentado, me pongo frente a él. Le observo mientras me cruzo de brazos.
—¿A qué vino esa gilipollez de los sueños?
—Lo leí en internet —me responde vagamente, levantándose. Alzo la vista para seguir mirándole a los ojos, pero vuelve a revolverme el pelo cuando hago eso—. No quiero que te vayas de aquí molesto conmigo. Eres la persona que más me importa en la vida.
—Sabes que en el fondo, los cabreos que tenemos se me pasan rápido. Aunque no siempre me enfoco en mí mismo.
—Te gusta hablar de ti mismo todo el tiempo y ser el centro de atención. Claro que no te enfocas siempre en ti mismo, los demás no te dejan.
—No empecemos...
—Anda, dame un último abrazo —hace un gesto con la cabeza para señalar al cielo—. Ya es casi de noche. Tengo que volver a casa.
Me aproximo a él y rodeo su torso con mis brazos. Él, aprovechando la altura que me saca, apoya su mentón sobre mi cabeza y me da un achuchón. Nos quedamos así un buen rato hasta que me da palmaditas en la espalda.
—Adiós, Iván.
—No es un "adiós", sino un "hasta pronto" —le aseguro, separándome de él y sonriéndole.
Él me sonríe mínimamente, asintiendo, conforme. Lleva las manos a los bolsillos y se dirige a la puerta trasera de mi jardín para poder atajar y llegar cuanto antes a su casa.
—Es un hasta pronto.
Me despierta el sonido de una alarma que retumba en toda mi habitación. Me echo hacia delante con el corazón acelerado, pero cuando las persianas empiezan a levantarse, ese sonido para. Gruño por el mal despertar y me froto los ojos. Si planeaba mirar el panfleto nada más despertar, ahora que estoy alterado, no pienso hacerlo. Si todos mis despertares van a ser así, creo que tirarme por la ventana sería la mejor opción para aliviar dolores de cabeza.
Me levanto y cojo un conjunto aleatorio que ni siquiera sé si queda bien, pero me da igual. No paro de pensar en el sueño que acabo de tener... Y que apenas recuerdo. ¿La típica sensación que se tiene de que has soñado con alguien, pero no recuerdas lo que ha pasado? Eso me sucede a mí. Solo sé que en el sueño estaba Matias, mi mejor amigo. Nada más y nada menos.
Decido no pensar en ello y salgo de la habitación. Veo a Lucas asomado a la ventana, pero deja de estarlo cuando me ve salir. Me sonríe con una energía que, sin lugar a dudas, yo no tengo en el cuerpo.
—¡Buenos días! Estaba esperando a que salieras para ir juntos a desayunar.
—¿A ti también te suena... La alarma esa horrible?
—Sí, pero es que tú la tienes muy alta... La he oído hasta yo —se queja con un mohín.
—¿Cómo se baja el volumen? Me ha dado un susto de muerte.
—Luego te enseño... Vamos, anda —hace una señal con la mano para ir a la puerta.
La abre y antes de salir, dirijo mi vista hacia la ventana. Aún no me he asomado... Es otra de las cosas que tengo que dejar para después, siempre y cuando no sea muy de noche o no lo apreciaré bien dada la reacción de Lucas ayer.
...
Tras terminar de desayunar (esa vez me han dado un cuenco de cereales y una pieza de fruta), sigo a Lucas por el pasillo de la planta cuatro. Según él, los primeros cinco edificios son los únicos que carecen de división entre A y B, por eso los pasillos son más anchos y dan la oportunidad de dar giros hacia la derecha o hacia la izquierda, no como el de la zona de las tiendas o viviendas, que vas únicamente recto hacia uno de los dos lados. Aun así, el ascensor sigue ubicándose en el centro del edificio.
—No nos vamos a ver hasta la hora de comer... Jo, ojalá poder estar más contigo. ¡Esta noche nos contamos todo todito! Quiero saber cómo es tu primer día, Iván.
—Cotilla.
—Citilli —me imita en un tono infantil, señalando un cartelito—. Esa es tu clase. ¡Hasta luego!
Y él se aleja de mi vista rápidamente. Debe de ser porque llega tarde, pues son las diez menos cinco de la mañana según un reloj digital de pared. Abro la puerta 43C y tres pares de ojos se fijan en mí. Solo una persona con una mueca aburrida en su rostro parece no percatarse de mi presencia.
—¿Eres el chico nuevo? —me pregunta una de las chicas del lugar.
—Sí.
Cierro la puerta tras de mí, ya que estaba anteriormente así, y me siento en un pupitre que está justo en el centro de la sala ya que es el único que está libre. Hay solo cinco pupitres de madera que incluyen un cajón para guardar los libros y libretas que usemos. Meto las manos solo para poder saber cuál es la profundidad de aquel cajón, pero me encuentro con la sorpresa de que está lleno. Saco un libro en el que pone "Historia" de color naranja con un dibujo de un globo terráqueo. Lo abro para poder ver qué pone en la primera página, y veo que está mi nombre escrito.
—Luego tienes que pagarlos con los puntos —oigo decir a la misma voz que me ha preguntado si era el nuevo.
—Tissia, eres una maldita pesada. Ya lo averiguará por sí mismo.
—Pero Dresa, puede que aún no haya hablado con la profesora Halum.
Siguen hablando de mí como si yo no estuviera, aunque no le doy mucha importancia. He empezado a sacar todos los libros para poder ver qué asignaturas vamos a dar, pero acabo guardándolos de nuevo excepto el de "Física y Química", un libro de color verde oscuro con dibujo de pociones y gafas de uso científico, ya que también tengo un horario pegado en la esquina de la mesa y pone que esa es la primera asignatura del día.
Las cuatro personas restantes están sentadas en pupitres en diagonal. El mío es el nexo entre los cuatro. La chica que está sentada en primera fila a la derecha tiene el pelo negro con mechas rosas a partir de la mitad de su cabello liso. Sus ojos azules se encuentran observando los de la chica que está detrás de ella. Pelirroja caoba de ojos verdes... No, de ojo verde y azul, nota que la estoy mirando y me fulmina con la mirada, como si preguntase con sus ojos que qué miro.
En el asiento de delante izquierdo se encuentra una chica pelinegra que está enfocada en su libro, así que no puedo verle el rostro. Y detrás de ella se encuentra el chico de mueca aburrida, que al percatarse de mi presencia, me observa con una indiferencia que congela.
—¡Eh, chico nuevo! ¿Cómo te llamas?
—Iván Rosales —me presento a la chica de mechas rosas, que es quien me ha preguntado
Escucho un ruido tras de mí y el chico se pone frente a mí. Apoya sus palmas en mi mesa y se inclina, encontrando su rostro con el mío. Me sonríe, como si solo por haberme presentado hubiese convertido una situación aburrida (como es la de asistir a clase) en algo más interesante.
—"Mi basterà avere le palle di fare giuste scelte se sbaglo posti e gente" —me dice en un perfecto italiano, alejando su rostro poco a poco. Yo le observo sin saber muy bien qué decir o hacer. No le he entendido—. Wow.
Se aleja y se vuelve a sentar como si nunca se hubiera levantado, aunque esa vez se le puede apreciar algo más alterado y alegre que segundos atrás.
—Es la forma en la que le llamamos —me explica la chica de las mechas rosas. No tarda en lanzarle una mirada apurada al chico, que por lo que aprecio, la ignora totalmente—. Wow, no hables en italiano forzosamente. Así no te vamos a entender.
—El día que os deis cuenta de que no es normal que me entendáis en general, os daréis cuenta de lo que sucede aquí.
—Gilipollas, te hemos dicho mil veces que no sucede nada —gruñe la pelirroja.
—Eh, chico, estoy seguro de que tú eres español. ¿Verdad?
—Sí —respondo.
—Pues lo dicho —Wow se recuesta en su silla y saca su libro de "Física y Química" de mala gana.
Se hace el silencio en el aula. Uno bastante incómodo. Si estoy forzado a permanecer en este lugar más de dos horas, sé que acabaré volviéndome loco de la hostilidad que se siente en el ambiente. La chica de las mechas rosas parece que se va a poner a llorar en cualquier momento.
—¿Y tú cómo te llamas? —le pregunto, ansioso de cortar ese silencio... Aunque sea por unos instantes.
Ella me sonríe y se coloca un mechón de pelo tras la oreja. En sus ojos veo que está agradecida de que le haya preguntado, pero, ¿qué voy a hacer si no? A la pelinegra total parece importarle bien poco lo que ha pasado. A la borde pelirroja prefiero no hablarle, y al chico ese... Ni siquiera le daría la hora si me la pidiese.
—Tissia Lucis, la miembro más joven de los Trece Grandes.
Y es entonces cuando me doy cuenta de que le falta un dedo en la mano izquierda; el anular.
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