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•Tus manos en las mías

[Hoseok]

Bajé del auto casi corriendo en la urgencia de volver a verlo. Podía ver su cabello rosa desde lejos y las ansias de tenerlo en mis brazos me carcomieron entero. Su sonrisa, al verme descender del auto, era el mejor de los premios. Lo levanté por la cintura y su risa, que alborotaba a las aves y a mi corazón por igual, fue el remedio que necesitaba para sanarme por completo. Ya no había lágrimas de nostalgia, ni palabras hirirentes que pudieran vencerme. No cuando esa sonrisa me esperaba.

Reparé en su herida en el pómulo, pero supuse que ya me contaría, pasé el pulgar por su mejilla y lo besé.

—Hola, bonito mío —sí, estaba hecho un manojo de sensibilería cursi.

Sus brazos se aferraron tras mi cuello y soltó una risita feliz.

—Estoy feliz —dijo con una de esas sonrisas que podían detener guerras—. Te extrañé mucho.

Me agarró el rostro entre sus manos y me volvió a besar. Mi cabeza estaba dando vueltas de felicidad.

—Y yo a ti. ¿Quieres que entremos o quieres que salgamos a pasear por ahí?

—Me gustaría ir a un lugar tranquilo. Sé que anoche no pudimos salir a cenar —se llevó una mano al rostro y rozó el corte con los dedos.

—¿Quieres contarme qué pasó? Aunque creo saberlo.

Movió la cabeza de forma negativa y volvió  sonreír.

—Ya no tiene sentido que nos preocupemos por eso.

—No quiero que vuelvas a ese lugar, bebé.

—Justamente de eso quería hablarte.

Esta vez el que hizo un ruido feliz fui yo.

—¿Eso significa que hay buenas noticias?

—Bueno... primero vamos a tomar algo. Estoy un poco nervioso y algo dulce me vendría bien. Conozco una cafetería muy buena cerca de aquí.

Hice una pequeña reverencia y con una flortitura teatresca, le indiqué que subiera al auto.

—Sus deseos son órdenes, mi príncipe.

Movió sus hermosos ojos castaños y ocultó el rostro entre las manos. Ese hombre me estaba matando de amor lentamente.

Una vez en la cafetería, donde fue recibido como el rey que era por las chicas que trabajaban en el lugar, nos sentamos.

—Bien —dije con impaciencia— soy todo oídos.

Entrelazó las manos con las mías sobre la mesa y me miró.

—Bueno, sabes, hace poco que estamos conociéndonos...

Hice una mueca alarmada.

—Oh, oh... ¿vas a dejarme?

Su ceño se frunció y pestañeó, algo confundido.

—¿Qué? Oh, no, Hoseok, ¿cómo puedes pensar eso? Es todo lo contrario.

Suspiré aliviado y apreté sus manos.

—Lo siento, continúa.

—Entonces, te decía que hace poco que estamos juntos y realmente me gustas. —No pude evitar sonreír y sentirme plenamente halagado—. Y sé que nuestras vidas son algo complicadas, pero jamás me sentí amado desde que mi mamá se fue... Y yo, quiero decirte gracias —mis cejas se alzaron—. Gracias por hacerme sentir cosas que no creí ser capaz de sentir. Me enamoré de ti...

No pude aguantarme más las ganas de besarlo así que me incliné sobre la mesa y lo hice. Hubo un pequeño murmullo y algunas risitas del otro lado del mostrador y las mejillas de mi chico se encendieron hasta parecer dos fresas recién nacidas.

—Me encantas, todo —dije sinceramente—. Me enamoré de ti apenas te vi esa mañana en el tren y vuelvo a enamorarme cada vez que te veo y me matas con esas sonrisas que tienes.

Su sonrojo iba en aumento y se llevó ambas manos a las mejillas para cubrirlas. Me reí de su ternura.

—Puedes seguir hablando. Me estaba gustando lo que decías —dije con picardía.

Se rió y sacudió la cabeza.

—Bien, estuve hablando con la señora Oh y ella tiene razón. Tengo que empezar a volar. Mi madre también hubiera querido eso para mí. Que cumpliera mis sueños...

Asentí. Por supuesto que estaba dispuesto a cumplirle todos y cada uno de sus deseos.

—¿Sabes? Nunca salí al mundo. No conozo nada fuera de mi casa y de la casa de los sueños. Y creo que ha llegado la hora de cambiar eso.

Me sentía ansioso por alguna razón, pero no quería alertarlo.

—Estoy de acuerdo con eso. Te mereces todo lo mejor del mundo.

—Yo sé que quizás me estoy excediendo en mi codicia pero... Hoseok, me gustaría que empezáramos una vida juntos —mi corazón rebotó en mi pecho—. Yo sé que tú tienes una esposa...

—Sí, acepto —dije en voz demasiado alta. La rápidez de mi respuesta lo tomó por sorpresa.

Sus ojos miraron alrededor y luego los posó en mi rostro.

—¿En... En serio? Pero aún no te he dicho todo...

—No me importa. Quiero todo eso que dijiste. Lo quiero todo contigo. Cumpliremos nuestros sueños. Juntos.

Su boca perfecta se ensanchó en una sonrisa que casi me cega con su hermosura.

—Nos iremos. Lejos de aquí. A Francia, a Italia. Te llevaré a recorrer el mundo, HyungWon. He estado adormecido de tristeza tanto tiempo hasta que tú llegaste a mi vida. Quiero hacerte feliz.

Una lágrima cayó de sus ojos y apretó mi mano.

Me había tomado nueve largos años darme cuenta de que yo también merecía ser feliz. Cuando Yeon se fue, su partida dejó un hueco insondable de tristeza en mi corazón. Uno que no creí capaz de sellar nunca. Nada ni nadie podría ocupar su lugar. Eso pensaba yo. Lo había aceptado. Había aceptado ser del bando de las almas infelices. De esas de las que tanto hablan las historias de amor y se vanaglorian de mostrar. Yeon me había amado y yo lo había amado a él. Lo había amado con un amor joven e inexperto. Con una pasión urgente e inmadura.

Me había sentido perdido en la soledad que había dejado el que había sido mi primer amor. En la memoria, Yeon había sido la única luz en mi oscuridad. Pero ahora podía empezar a sanar, a enfríar las cenizas para volver a prender la llama de una nueva vida y de pronto me encontré mirando a mi alrededor para toparme con la sorpresa de un mundo completamente diferente. HyungWon. Mi mundo.

Mi hermoso y perfecto chico de cabello rosado. Con su sonrisa perlada y sus ojos hechiceros. Esa noche sellamos nuestro destino con besos incendiarios y promesas de amor eterno. Nuestros caminos se habían encontrado para ayudarnos a caminar juntos. Para superar la tristeza uno en los brazos del otro. Para dejar de escondernos en el dolor y empezar a reír. Me habían enseñado a avergonzarme de lo que sentía. HyungWon había llegado para limpiar las manchas de mi vida y para llenar mis días con su nombre.

Tantas noches soñándolo, mirándolo dormir, imaginándome en sus sueños. En una casa llena de ángeles dormidos y sueños esperando a ser realizados. En ese lugar mágico y a la vez, tan real. En ese lugar estaba la llave que abriría el candado oxidado de lágrimas que era mi alma. Él, con su ternura eterna y sus ojos enormes. El de las risas que asustaban a las palomas y su inocencia que hacía que mi corazón revoloteara enamorado hacia el suyo.

En ese lugar encantado encontré el amor. En la casa de los sueños.

Bienvenido a mi casa de los sueños. 

✘ Se permiten caricias, muchas, infinitas.

✘ Están permitidos los besos en esos labios que hacen palidecer a las rosas.

✘ No intentar despertar al durmiente. Porque cuando está dormido, es un privilegio poder velar por sus sueños.

✘ Y por último la regla más importante de todas. Hacer feliz al bello durmiente.

좋은 꿈 꿔 Dulces Sueños🦋

FIN🦋

Y así llegamos al final de esta pequeña no tan pequeña historia. Gracias a todas las personitas que día a día se suman a leer mis historias. Como puse en la descripción, esta historia está basada solo en su idea principal, en el libro 'La casa de las bellas durmientes' del gran Yasunari Kawabata. Si no lo leyeron, espero en algún momento lo hagan porque es un libro maravilloso, como todos los de este genial autor. No tengo más que palabras de agradecimiento para todas ustedes que se toman el tiempo de leer lo que escribo, de dejarme sus votos, sus comentarios, sus mensajitos y sus palabras de aliento. Son geniales. Gracias por estar. A mis hermosas/os fieles lectoras/es que siempre están ahí con cada nueva historia que subo. A las nuevas personitas que van sumándose. A todos, mil gracias. Sé que no soy la mejor y a veces, hasta dudo de seguir escribiendo, pero todas las historias están hechas con mucho amor. Gracias bellezas.

Kiddo.

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