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•Me alquilo para soñar

Cuando HyungWon abrió los ojos ya era un día nuevo. Se restregó los ojos y bostezó. Miró hacia su costado y, por suerte, ese lado de la cama estaba vacío. Se levantó y tomó un poco de agua, ya que se sentía un poco mareado. Luego se paró frente al espejo. Tenía algunas marcas en el cuello, pero nada para alarmarse. Revisó su pecho y reprimió una mueca de asco. La puerta se abrió y una chica en bata lo saludó.

—¿Cómo has amanecido? —preguntó acercándose a él para comenzar a lavarlo.

—Me siento un poco mareado, debí dormir profundamente.

La chica le sirvió un poco de agua y se lo pasó.

—Tuviste una noche agitada, pero debes sentirte contento, hiciste una buena suma.

HyungWon sonrió y se dejó conducir a los baños donde otras dos chicas se encargaron de bañarlo y mimarlo. Luego se vistió con su ropa y salió de su habitación. La mujer rubia estaba sentada en un diván, comiendo algunas frutas.

—Buen día, angelito —lo saludó y le estiró un sobre abultado—. Esto es tuyo. Come algo antes de irte.

HyungWon asintió y se sentó sonriendo.

—¿Cómo te sientes?

—Ahora estoy mucho mejor, me desperté un poco mareado.

—Entonces bajaremos un poco la dosis para esta noche. MinHyuk pidió que lo llamaras esta tarde.

—Está bien —agarró un pedazo de manzana y se levantó—. Ahora debo irme. Nos veremos esta noche.

—Por supuesto, cariño. Descansa. —La mujer se puso de pie y besó sus mejillas.

HyungWon salió de la casa y se sentó al costado de la fuente. Sacó el sobre y contó el dinero. Había sido una buena noche. Sacó algunos billetes y los ocultó en sus medias. Luego saludó al guardia que estaba de día y caminó despacio hasta la estación para esperar su tren en silencio. Hoy no lo esperaban golpes ya que llevaba bastante dinero y eso dejaría contentos a sus padres. Viajó contemplando el paisaje y cuando bajó se desvió de su camino habitual. Caminó algunas cuadras hasta una tienda de flores.

Era una tienda pequeña, pero muy bonita. A HyungWon le encantaba pasar por allí.
La campanita sonó cuando él abrió la puerta.

—¡Wonnie! —exclamó una chica que salió de una puertita rosa al costado del mostrador.

—Hola, Chuu. Veo que hicimos algunos arreglos —dijo mirando alrededor—. Se ve todo muy hermoso.

—Me gustaría decir que fui yo, pero sabes que no tengo ojo para lo estético. Fue obra de mi primo, Kiki.

—Pues felicítalo de mi parte. Hizo un buen trabajo.

—Se lo diré. Se pondrá como un pavo real, ese enano es muy sensible a los halagos
—dijo la chica riendo mientras preparaba un arreglo.

Cuando terminó se lo presentó a HyungWon.

—Es muy bonito, me gusta el papel. ¿Es nuevo?

—Así es. Mi primo parece tener buen ojo. Podría dejarlo trabajar más seguido aquí.

—Mientras tú no te vayas, yo estaré contento.

—Eres un ángel —dijo ella regalándole una rosa castaña que HyungWon se llevó a la nariz.

—Gracias, princesa. Ahora debo irme. Tengo una cita —levantó el ramo y le dejó un billete sobre el mostrador.

—Déjale mis saludos a la hermosa dama.

—Lo haré —HyungWon le guiñó un ojo y salió del lugar.

Cuando llegó a su destino, sonrió apenas y se agachó para dejar las flores en el pedazo de mármol que ahora era el lugar de descanso de su madre. Una pequeña foto redonda era el único adorno en la placa.

—Hola, mamá, ¿cómo has estado? Siento no haber venido estas últimas semanas, he estado algo cansado. Papá está bien, así que no te preocupes por él. Cuida bien de mí. Te traje las flores que tanto te gustan, tulipanes rosas y azules. Chuu agregó algunas más. Creo que se ven muy bonitas. Está algo celosa porque su primo tiene mejor gusto que ella —rió—, pero ella sigue siendo mi favorita. Te manda saludos. Hoy he tenido un buen día en el trabajo. Si sigo así pronto podré costear la universidad y poder cumplir mi sueño. ¿Crees que algún día pueda ir al Louvre? Creo que sería genial. Sabes que soy un poco loco de las obras de arte. Lo heredé de ti. Todos dicen que me parezco mucho a ti. ¿Tú qué crees? Te extraño todos los días, espero que donde sea que estés, seas feliz. Yo intentaré serlo también. Te amo, mamá. Vendré pronto.

Dejó un beso sobre la foto y partió hacia su casa.

Su madrastra estiró la mano apenas abrió la puerta. HyungWon le dio el sobre y ella contó el dinero.

—Bien hecho. Hoy puedes elegir lo que quieras para comer. ¿Qué te gustaría?

—Comeré lo que tu quieras. Está bien para mí.

La mujer lo miró y sacudió la cabeza. El muchacho se parecía demasiado a su madre y eso la desquiciaba.

—Bien, ahora sal de mi vista. No me gusta verte la cara si no es necesario. Vete a tu habitación.

—Necesito hacer una llamada por teléfono, ¿podría usar el tuyo un momento?

—¿A quién tienes que llamar? Tú no tienes amigos ni familiares.

—Es por trabajo. Hubo algunos cambios de horarios en la casa y quiero revisar que los míos estén correctos.

La mujer pareció pensarlo, pero al final accedió.

—Cinco minutos —dijo tirando el celular sobre la mesa.

HyungWon le agradeció con una inclinación de cabeza y caminó a su habitación. Una vez que cerró la puerta marcó el número de MinHyuk.

—Hola, Min. Soy yo.

—Hola, precioso. Quería saber si me acompañarías de compras.

—Emmm, no creo que pueda...

—¿Por qué no? Serán solo un par de horas, luego podremos ir juntos a la casa.

—Está bien, veré si puedo salir antes.

—Estupendo. Te veo en el estacionamiento del centro comercial. A las cinco.

Cortó la llamada y se dispuso a inventar una excusa para poder salir de la casa.

—Gracias —dijo devolviéndole el teléfono a la mujer—. Necesito permiso para salir a la tarde.

—¿Y eso?

—La señora Oh nos pidió que nos cambiáramos el look, los clientes a veces hacen peticiones que se ajusten a sus deseos. Necesito ir al salón... Eso retribuye más dinero.

Dinero. La palabra mágica.

—¡Por supuesto! —dijo—.  Puedes ir entonces. La señora Oh es una visionaria.

HyungWon esbozó una sonrisa y se volvió a meter en su habitación. Ahora debía cambiarse el look gracias a la mentira que se había inventado. No era algo trágico tampoco, Min lo hacía todo el tiempo después de todo. Se echó en la cama hasta que su madrastra lo llamó para comer. Había carne y otros platillos. Su padre se despertó de una de sus eternas siestas y miró hacia la mesa.

—¿Estamos de festejo? —preguntó sentándose a la mesa.

—Nuestra gallina de los huevos de oro hoy parió uno bien gordo —su madrastra le dio un beso a su padre—, así que merece una recompensa. ¿No crees?

Su padre lo miró y resopló con fuerza por la nariz.

—Bien, pero que esto de derrochar no se haga costumbre. Ahora come, niño. Estás muy delgado.

'Y tú muy gordo —quiso replicar HyungWon pero como siempre se limitó a bajar la cabeza y asentir. Odiaba a ese hombre. Desde que su madre había muerto, su padre se dedicó a hacer de su vida un infierno. Su madre aún estaba tibia en su tumba cuando ese hombre apareció de la mano de otra mujer. Y no cualquier mujer, sino una que había sido amiga de su madre. Una semana después ella ya estaba instalada en su casa y dándole órdenes. Él jamás se rebeló, sabía que solo le lloverían más golpes y más insultos. Para su padre, él solo era un niño flaco y demasiado melancólico. Su madrastra por otro lado lo odiaba porque le recordaba a su 'amiga' y al parecer siempre la había odiado en secreto y envidiado su belleza. Los golpes estaban a la orden del día y no había un motivo especial para que sucedieran. Los platos estaban demasiado sucios, los pisos demasiado brillosos, el día estaba gris, hacía mucho calor... Hasta que cumplió los dieciséis y su vida cambió. Una tarde su padre llegó a la casa y anunció que le había conseguido un trabajo y que desde ahora no debería hacer más los quehaceres de la casa. HyungWon era conocido en el pueblo por su hermosura. El chico era un festín para la vista y lo único que la gente lamentaba era que no se dejaba ver muy seguido por el lugar. HyungWon era un chico tímido y taciturno. Siempre arrastraba un aire de melancolía que la gente solía confundir con arrogancia. Pero al ser tan bello, todos estaban dispuestos a pasar por alto ciertos defectos de carácter. Sentía los cuchicheos de la gente a su alrededor, los murmullos de sus vecinos cuando entraba a alguna tienda, incluso algunas mujeres se le habían acercado para ofrecerle a sus hijas en matrimonio. A veces HyungWon se encerraba y no salía por meses hasta que su madrastra creía que estaba siendo demasiado remilgado y lo mandaba a hacer mandados a espaldas de su padre que prefería mantenerlo vigilado.

—Vas a trabajar en la casa de los sueños —dijo su padre aquella tarde que ya parecía tan lejana—. Al parecer, la dueña del lugar, la señora Oh, ha escuchado de ti y quiere conocerte. Le mostré una foto tuya y quedó encantada. Ya no volverás a limpiar un plato o mover un dedo. Sabía que tú ibas a sacarnos de pobres.

—¿Somos pobres? —preguntó su madrastra llevándose una mano al pecho.

—Ya no más. Gracias a Wonnie.

—¿Y quién va a limpiar este chiquero?

—Tú. O contrata a alguien. Ya no debemos preocuparnos por el dinero. Desde ahora Wonnie hará todo el trabajo.

Ni siquiera se molestó en averiguar qué debería hacer en esa dichosa casa de los sueños. Pero tampoco le interesaba. Ya sabía que no tenía voz no voto en su vida.

Una nueva etapa en su vida estaba por comenzar.

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