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•Extrañando los días a tu lado

[HyungWon]

Volver a mi casa fue caer en una realidad que ya no quería seguir soportando. No sé qué excusa les había dado la señora Oh para mantenerme una semana fuera de ese lugar, pero no me molestaron cuando volví ni me hicieron preguntas. Me senté en mi cama, pensando en Hoseok. Quería estar a la altura de su amor. Quería merecerlo, quería verlo sonreír, quería hacerlo feliz. Pero, ¿cómo iba a lograr eso si yo mismo no sabía qué era la felicidad? Había conocido pequeños destellos fugaces, atisbos de lo que podía llegar a significar esa palabra, pero lo cierto era que, desde que mi mamá había fallecido, ya no sabía cómo ser genuinamente feliz. Hasta ese día en que desperté en los fuertes brazos de mi amante, no había tenido la urgencia de averiguar si yo también podía conocer lo que era la felicidad. Es cierto, las circunstancias de nuestro encuentro, eran todo menos favorecedoras, pero Hoseok, con su dulzura, sus palabras, su preocupación por mí habían despertado mis ganas de salir de mi burbuja de infelicidad e insatisfacción. Él me había abierto la puerta para que saliera a conocer más que la desdicha que era mi vida. Iba a salir de ese encierro. Lo iba a hacer por él. Por nosotros.

—¿Qué estás haciendo aquí? —la señora Oh sacudió la cabeza ante mi testarudez—. Tienes que descansar.

—Usted sabe bien que en esa casa no puedo hacerlo. Siempre encontrarán la forma de hacerme la vida miserable. Al menos aquí puedo respirar tranquilo sin pensar en el siguiente golpe o lo que sea que sabe que me espera en esa casa.

Ela asintió y lo entendió.

—El señor Shin preguntó por ti.

Levanté la mirada y mi lenguaje corporal me delató ya que casi caigo de la silla por la prisa de averiguar más.

—¿S- sí? —por supuesto que no lograba engañar a alguien tan experimentado como la señora Oh, que, además, me conocía como a un hijo.

—Él está muy interesado en ti.

Bajé la mirada, no sabía qué decir ante eso.

—Hijo, ¿tú lo quieres?

Sacudí la cabeza, abrumado por las emociones, sentía ganas de llorar.

—Yo... Él no me conoce, no sabe que soy esto.

Ella se inclinó y tomó mis manos entre las suyas.

—Escucha, cielo. Eres un ángel, nunca dejes que nadie dude de eso. Sé que te han hecho daño, las personas que se supone deberían haberte cuidado, te han maltratado y créeme, en algún momento recibirán su merecido. Pero eres una buena persona, no dejes que apaguen tu brillo.

—¿Por qué me dice todo esto? Se supone que usted no debería alentar este tipo de situaciones. Él es un hombre casado.

—A veces sólo nos enfocamos en lo que se ve en la superficie. No sabemos qué tipo de problemas o tragedias tuvo que afrontar el señor Shin, pero no creo que tenga malas intenciones contigo. Se aseguró de que estuvieras bien mientras estabas internado y no cesó de preguntar por ti desde que saliste del hospital. ¿Él te gusta?

Me froté los ojos cansados de aguantar las lágrimas.

—Acabo de conocerlo —mentí. No podía dejar que la señora Oh supiera que había estado evitando tomar los sedantes sólo para ser consciente de su cuerpo a mi lado—. Parece un buen hombre...

La señora Oh tocó una campanita y al rato entró Yuna, cargando una bandeja con dos tazas y una tetera humeante. Le sonreí a mi amiga y ella me frotó el hombro mientras se encaminaba hacia la puerta.

—Estuve pensándolo —dije— y creo que debería volver a trabajar.

Ella me miró un largo rato y me señaló la taza. La tomé y le di un gran sorbo al té. Era delicioso.

—Le diré al señor Shin que has vuelto.

Me apresuré a dejar la taza y tomé su mano.

—No le diga, por favor. Si sabe que he vuelto, estará decepcionado... —frunció el ceño—. Yo le prometí no volver a poner en riesgo mi salud.

Asintió.

—Sabes... —se levantó de su asiento y comenzó a caminar por la sala— desde el primer momento en que te ví, un cariño intenso se apoderó de mí. Eres como mi hijo, todos ustedes lo son y quiero que tengan una vida llena de cosas hermosas. Me hubiera gustado poder hacer más por cada uno de ustedes...

—Usted siempre ha sido muy generosa y cariñosa con cada uno de nosotros —la interrumpí. Me sonrió y me acarició el rostro.

—Quiero que seas feliz. —Dijo parándose frente a la gran ventana que daba al hermoso jardín de la casa de los sueños. Nos quedamos en silencio un rato largo hasta que finalmente se giró con una media sonrisa. —Ve a prepararte. Si estás seguro de que esto es lo que quieres y te sientes bien, puedes empezar esta misma noche.

Me levanté y le agradecí. Yuna estaba esperándome fuera de la oficina y me abrazó apenas la puerta se cerró.

—¿Cómo estás? —preguntó mientras se colgaba de mi brazo para ir hacia los baños.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto?

—No sé hacer otra cosa. Y ustedes son mi familia.

No había necesidad de más palabras. Entramos al baño. Min y Jooheon se pusieron de pie cuando me vieron entrar del brazo de Yuna. Por un momento se quedaron preguntándose qué hacía allí tan pronto, pero luego de unos segundos de conmoción ambos corrieron a abrazarme.

Estaba en casa.

[Hoseok]

—Señor Shin, él ha vuelto.

Colgué la llamada y me recosté en mi asiento. Era lo que estaba esperando.

—¿Hay algún problema, hijo?

Mi padre se incorporó del sofá de mi oficina y se alisó el saco.

—No, no te preocupes, debo reunirme con Nomi.

Su semblante no cambió. El hombre nunca se alteraba por nada. ¿Qué diría si supiera que estaba viendo a un chico a escondidas? Probablemente no se sorprendería. Ya estaba acostumbrado a las decepciones de mi parte. Un hijo gay con un ex novio muerto, su único hijo vivo que ni siquiera podía darle un nieto, el hijo que sólo le recordaba que había perdido al hijo bueno en ese absurdo accidente.

—Sólo no se olviden que mañana debemos estar a primera hora en la casa de subastas.

Lo despedí con una inclinación de cabeza y  volví a mis cavilaciones que ya tenían nombre y apellido. Chae HyungWon.

Manejé hasta mi casa en un estado de euforia e incertidumbre. Quería verlo. Me había acostumbrado a dormir a su lado. A observarlo mientras yacía en otro mundo a mi lado.

—¿Saldrás esta noche? —Nomi me alcanzó una taza de café.

—Sí...

—Tu madre llamó, mañana es la subasta.

—Lo sé. Tranquila, estaré ahí. ¿Tú saldrás?

—Sólo a cenar.

Las charlas sobre nuestras noches separados se habían vuelto rutinarias y amistosas. Nomi había conocido a alguien y se la veía contenta.

—¿Sólo a cenar? Estás perdiendo el toque
—bromeé. Ella se rio y me golpeó el hombro.

—¿Y tú? ¿Ya saltaste a su cama?

—Podría decirse que sí... —respondí misteriosamente antes de meterme al baño para darme una ducha.

Mientras manejaba hasta la casa de los sueños iba pensando en todos los escenarios posibles. Estuve tentado a echarme hacia atrás por los nervios, pero mis ganas de verlo eran demasiado grandes para ignorarlas. La señora Oh me hizo pasar a su despacho.

—¿Cómo está él? —pregunté.

—Está bien. Pero antes de que lo haga pasar a su habitación, quiero saber qué es lo que quiere con él. Sé que me dijo que lo quería, pero debo asegurarme que no quiere jugar con él y luego descartarlo cuando se aburra. HyungWon es como mi hijo y ya ha sufrido mucho en su corta vida. No pienso permitir que nadie más le haga daño.

—No quiero hacerle daño.

—Usted está consciente de que él no tiene a nadie más que a nosotros —asentí. Podía entender eso.

—Lo sé y entiendo que desconfíe de mí, pero mi interés por él va más allá de sólo querer verlo dormir.

—Usted es un hombre casado.

—Mi matrimonio es una farsa —dije—. Ella y yo no somos más que amigos y ninguno piensa en seguir con este númerito por mucho tiempo más.

—¿Entonces usted quiere arriesgarse con él?

—Quiero hacerlo feliz. Sé que puedo hacerlo.

La señora Oh me miró largamente. Entonces se levantó y tocó un botón negro que había a un costado de su escritorio. La chica amiga de HyungWon que había estado el día de su cumpleaños en la galería entró a la oficina.

—Yuna, lleva al señor Shin a la habitación de HyungWon.

Ella abrió los ojos en señal de sorpresa, pero asintió y se giró saliendo de la oficina.

—Apagaré las cámaras esta noche. Por favor, hágalo feliz.

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