°El cristal que no brillaba
Entorné un poco la puerta y asomé la cabeza. Mi chico estaba acostado, con la mirada perdida en la ventana.
—¿Puedo pasar? —pregunté tímidamente. Una pequeña sonrisa escaló a su rostro y asintió.
Me acerqué despacio, intentando formar oraciones en mi cabeza, pero su belleza seguía quitándome el aliento.
—¿Cómo estás? —le pregunté parándome a su lado, con las manos al frente. Porque estaba muriéndome por tocarlo.
—Linda manera de pasar mi cumpleaños
—dijo con una risita. Quise besarle la frente como había hecho tantas veces en las noches que compartimos.
—Pronto podrás irte —le dije a modo de consuelo. Asintió y juntó los labios en una línea.
—Gracias —dijo. Lo miré—. Si no hubiera entrado al baño, probablemente todavía estaría desmayado en el piso.
Sacudí la cabeza, no queriendo imaginarme semejante escenario.
—No digas eso. Estuve hablando con el médico.
Su expresión se ensombreció.
—Los sedantes los uso para estudiar.
—Se atajó. Ambos sabíamos que mentía.
—Debes dejar de usarlos, tu cuerpo te acaba de alertar de algo que a la larga podría ser fatal.
Soltó un suspiro y juntó sus manos. Sus dedos largos y dorados. Sus ojos se humedecieron y vi que estaba aguantándose el llanto.
—Lo sé... —su voz se quebró. A veces pensaba que sólo yo sufría. Aunque ahora se había sumado una razón más a mi larga lista de penas.
—HyungWon... —dije no sabiendo muy bien cómo abordar el tema que más me preocupaba—. El doctor habló de algunas lesiones...
Esta vez su reacción fue más exagerada
Sus ojos grandes mostraban miedo.
—Yo... Soy algo torpe. No es nada...
—No me mientas, ambos sabemos que eso no es cierto.
Frunció el ceño.
—Mire, realmente agradezco su preocupación, pero no me gusta que nadie se inmiscúe en mi vida. Y usted ya hizo demasiado por mí.
—No tienes que volver a tu casa si no quieres —no podía soportar la idea de que volviera a esa vida de golpes y humillaciones. No cuando yo estaba dispuesto a darle el mundo.
Limpió rápidamente una lágrima de su mejilla y negó con un pequeño movimiento de cabeza.
—Usted no lo entiende.
—¿Qué es lo que no entiendo, HyungWon? No eres feliz.
—¿Quién lo es? ¿Usted es feliz?
Su pregunta me tocó la fibra más sensible. No. No lo era. Hacía mucho que había dejado de serlo. Ahora sólo eran destellos de esa felicidad que se había ido con Yeon. Y sólo eran los momentos en los que yacía a su lado. Pero no podía decirle eso. No podía decirle que la única razón por la que me levantaba cada mañana era por él.
—Quiero ayudarte —me aventuré a tomarle una mano. No la quitó. Sólo se quedó mirándolas.
—¿Por qué? Usted ni siquiera me conoce.
Estaba en lo cierto. No lo conocía, pero ya no me importaba porque desde que lo ví aquella mañana en el tren supe que ya no querría a nadie más a mi lado. No me importaba contra quién tuviera que luchar para hacerlo sonreír, estaba dispuesto a librar todas las batallas del mundo en su nombre si con eso lograba ahuyentar la tristeza de su vida.
—Por favor —supliqué— déjame hacerlo.
Sus ojos se fundieron en los míos. Ahí era mi lugar. Levantó una mano y la apoyó en mi mejilla. Cerré los ojos buscando su tacto tibio. HyungWon...
[HyungWon]
Estaba aterrado. No podía estar pasándome eso a mí. Nunca antes había tenido problemas con los sedantes. ¿Qué iba a hacer si no podía volver a la casa de los sueños? ¿Cómo iba a mantener a mis padres alejados de mi si no llevaba dinero? Podía echar mano a mis ahorros, pero eso estaba destinado a cumplir otros sueños, lejos de todo. Sólo debía aguantar un poco más. Sólo un poco más. Un golpecito en la puerta hizo acallar mis pensamientos. Levanté la mirada para verlo a él. Mi hombre perfecto.
—¿Puedo pasar? —su voz suave sumada a la timidez que mostraba me hizo derretir por dentro. Asentí.
—¿Cómo estás? —se acercó a mi lado y llené mis pulmones con ese perfume que ya extrañaba. Era el olor de mis sueños.
—Linda manera de pasar mi cumpleaños
—dije con pena. Estaba algo avergonzado de que me hubiera encontrado en ese estado.
—Pronto podrás irte —me dijo con su mirada cálida que me hacía sentir adorado.
—Gracias. Si no hubiera entrado al baño, probablemente todavía estaría desmayado en el piso.
—No digas eso. Estuve hablando con el médico.
Oh. El médico. Había pasado por alto que quizás el doctor les había comentado lo que pasaba. Los sedantes estaban matándome de a poco.
—Los sedantes los uso para estudiar. —Y por la forma en que me miró supe que ya sabía todas mis mentiras.
—Debes dejar de usarlos, tu cuerpo te acaba de alertar de algo que a la larga podría ser fatal.
Estaba genuinamente preocupado por mi, su rostro mostraba una aflicción que me perforó el alma. Nadie, además de mi madre, se había interesado por mí de esa manera.
—Lo sé... —la garganta me ardía porque estaba intentando dilatar el llanto que estaba a nada de soltarse.
—HyungWon... —lo vi dudar y luchar con las palabras—. El doctor también habló de algunas lesiones...
Sus ojos grandes mostraban miedo. Me había olvidado de los moretones. Una vergüenza aún mayor se apoderó de mí y sentí miedo.
—Yo... Soy algo torpe. No es nada... —usé la excusa más vieja del mundo y la menos creíble de todas.
—No me mientas, ambos sabemos que eso no es cierto.
No quería derrumbarme. No podía hacerle eso a él. Si lo dejaba sabía que iba a intentar impedir que siguiera exponiéndome a los maltratos. Hoseok era una buena persona. Yo no podía sumarle más problemas. No a él. Él se merecía sólo cosas bellas y brillantes. No una joya que había perdido el brillo y las ganas de sonreír. Tomé aire, conteniendo las ganas de abrazarlo. Sus brazos habían sido mi consuelo y anhelo las últimas noches. Era casi tortuoso no poder acurrucarme en su pecho y olvidarme de todo.
—Mire, realmente agradezco su preocupación, pero no me gusta que nadie se inmiscúe en mi vida. Y usted ya hizo demasiado por mí.
Mis palabras me dolieron demasiado una vez que las dejé salir. Pero necesitaba alejarlo de mí. Yo sólo podía apagar esa sonrisa.
—No tienes que volver a tu casa si no quieres.
No, no podía dejarme convencer con sus palabras aunque era exactamente lo que quería.
—Usted no lo entiende —dije y me apresuré a limpiar una lágrima.
—¿Qué es lo que no entiendo, HyungWon? No eres feliz.
No. Por supuesto que no lo era. La felicidad había tocado mi puerta hacía solo unas semanas. Él la había traído consigo.
—¿Quién lo es? ¿Usted es feliz?
Sus ojitos se velaron un momento. No quería ser cruel. Pero también sabía que él no era feliz, quizás menos que yo. Sólo que él todavía mantenía intacta la esperanza.
—Quiero ayudarte —dijo y tomó una de mis manos entres las suyas. Me quedé mudo, mirando nuestras manos entrelazadas. Y se sintió tan bien...
—¿Por qué? Usted ni siquiera me conoce
—murmuré. Él sólo estaba cegado por mi apariencia como muchos otros lo habían estado antes. No podía saber lo roto que estaba yo por dentro.
—Por favor —su voz casi no se escuchaba— déjame hacerlo.
Mis ojos viajaron a los suyos. ¿Habría alguna esperanza para nosotros? Si le permitía entrar a mi vida, ¿quién me aseguraba que iba a hacerlo feliz? ¿Y si no podía? No podría soportar ser el motivo de su desdicha. Pero esos ojos no mentían así como no lo hacían los míos cuando lo miraba.
Sin siquiera pensarlo me vi acariciando su mejilla. Y él simplemente se deshizo en mi mano. Cerró sus hermosos ojos y su semblante se relajó.
Quizás si había una esperanza después de todo.
—Sólo te pido un poco más de tiempo
—susurré sin dejar de acariciar su piel cremosa con el pulgar—. Yo lo resolveré, Hoseok. Te lo prometo.
Y quizás podamos estar juntos...
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