•Cavilaciones
Cuando se despertó poco tiempo después, el hombre ya no estaba a su lado. No sabía bien cómo sentirse. En los años que llevaba en la casa de los sueños, jamás le había pasado algo así. ¿Sería porque señora Oh le había bajado la dosis del sedante por los mareos? No iba a decir nada, por supuesto. Esa noche iba a permanecer como su secreto. Sobre todo si tenía esperanzas de ver al hombre otra vez. Se quedó mirando el lado de la cama vacía y sintiendo su perfume. Incluso podía percibir el aroma del hombre en su bata. Reprimió un escalofrío. Noches incontables de sueños intranquilos, de no saber en qué brazos había estado todas las noches de los últimos años y al fin había encontrado un lugar donde se sentía seguro. Los brazos de una persona que no conocía pero que lo habían hecho sonreír. Una sonrisa que ya tenía olvidada. Nunca había tenido motivos para eso antes, no desde que su madre falleció.
—¿Te sientes bien? —la voz de la chica lo sacó de sus cavilaciones.
Se giró y se bajó de la cama.
—Si, solo tengo un poco de sueño.
—Vamos a prepararte, la señora Oh quiere hablar contigo.
Se dejó bañar y vestir como siempre y al final entró al despacho de la señora Oh.
—Hola, cielo. —Ella se levantó con su porte majestuoso y beso sus mejillas—. ¿Cómo has dormido?
—Muy bien. ¿Ha habido alguna queja por parte del cliente?
La mujer puso un taza de té humeante e hizo un gesto distraído con la mano.
—Nada de eso. Todo lo contrario. El cliente ha pagado otra semana por tu compañía.
HyungWon está vez casi se cae de la silla. El hombre había estado dejándole la misma suma de mil dólares cada noche y eso, por alguna razón, lo estaba empezando a hacer sentir incómodo. Él sólo dormía a su lado. Estaba seguro de que no lo tocaba más que para abrazarlo entre sueños. Era una locura.
—¿No dices nada?
HyungWon la miró, buscando algo diferente en esos ojos que ya conocía tan bien.
—No se qué deba decir.
—Otro en tu lugar me hubiera matado a preguntas. ¿No sientes curiosidad de saber algo más?
—¿Eso no va contra las reglas?
La mujer suspiró y recargó el peso de su cuerpo contra su asiento.
—Sabes, yo antes estuve en tu lugar —dijo fijando la mirada en su taza— era muy joven y tenía tanto miedo. Las cosas eran muy diferentes a como son ahora. No podíamos quedarnos con el dinero que ganábamos e incluso si no alcanzábamos cierta suma en la noche, nos golpeaban.
HyungWon había oído un rumor de que antes la señora Oh había sido una durmiente pero nunca lo había escuchado de su boca.
—¿Cómo es que acabó siendo la dueña?
—preguntó picado por la curiosidad.
La mujer sonrió.
—Un cliente se enamoró de mí y un día decidió que quería hacerme su esposa. Era un hombre de mucho dinero y mi jefe era muy codicioso. Al principio se negó a entregarme, yo era la durmiente más solicitada y por lo tanto la que más dinero le dejaba en los bolsillos. Pero este hombre tenía influencias y amenazó con cerrar la casa si no aceptaba entregarme. Así fue como salí de esta casa.
—¿Era el señor Oh?
Había oído sobre el esposo de la señora y hasta lo había visto una vez cuando recién empezaba su trabajo en la casa. Recordaba que era un hombre muy elegante y que tenía una sonrisa agradable.
—Oh, no. El señor Oh es mi segundo marido. Mi primer marido falleció a los dos años de habernos casado. Fue un buen hombre, después de todo.
—¿Por qué me cuenta todo esto?
La señora Oh se inclinó sobre el escritorio y agarró una de sus manos.
—Porque quiero creer que estoy haciendo algo diferente a lo que hacían conmigo.
—Usted nos trata bien y nos cuida.
—Lo sé. Y me preocupo por ti. Pero sé de las ilusiones que uno puede llegar a hacerse cuando recibe regalos y un cliente es amable con nosotros.
—No lo conozco —dijo secamente— no puedo hacerme ilusiones con una persona que jamás vi en mi vida.
—Claro. Está bien. Solo quería informarte que está persona pagó otra semana completa —sacó el sobre y se lo extendió—. Hoy tienes que ir a la universidad a buscar los horarios, ¿no es así?
HyungWon asintió.
—Pensaba ir ahora.
—Claro. Eres un buen chico. Estudia mucho y sal de esa casa.
—Gracias —se levantó y se dirigió a la puerta. Pero antes de abrirla se giró.
—¿Puedo saber el nombre de mi benefactor?
Ella negó con la cabeza.
—Sabes que no puedo hacer eso.
HyungWon bajo la mirada y sonrió apenas.
—Solo te diré que es un hombre casado.
'Es un hombre casado'
HyungWon apuró el paso y entro en el gran edificio donde empezaría sus estudios. Estaba algo ansioso por saber que empezaría a cumplir sus sueños. Había costado pero estaba un paso más cerca. Cuando salió de la universidad, caminó por las calles pensando en el hombre. Casado. No sabía por qué se sentía algo decepcionado. Estás pensando en un cliente, HyungWon. Ya perdiste la cabeza, se dijo a sí mismo. El hombre estaba engañando a su esposa con él. Aunque, por otro lado, ¿qué clase de matrimonio era si el hombre pasaba todas sus noches durmiendo en otra cama? Y con un hombre. En su país los matrimonios entre personas del mismo sexo estaba prohibido. Así que su hombre misterioso debía estar casado con una mujer. Entonces, ¿qué hacía amaneciendo en la cama de otro hombre? ¿Sería de esos gays que llevan una doble vida? Eso no le parecía tan disparatado. Si la felicidad no llegaba a veces había que ir a buscarla. Sintió una oleada de pena por su hombre. Debía de sentirse muy solo si iba a dormir con él, un chico que no podía verlo ni hablarle, solo yacer a su lado. Pero ni siquiera sabía su nombre. Solo había visto su rostro. Esa rostro hermoso pero que no podría apreciar más...
Pasó por el frente de una casa de arte y se quedó mirando un rato desde afuera hasta que decidió que no había nada de malo en disfrutar un poco de la mañana. Entró y estuvo un rato mirando las reproducciones que había en los exhibidores. Caminó un rato por el lugar y cuando estaba por irse un pequeño folleto llamó su atención.
Tomó uno y sacó su teléfono del bolsillo.
—Hola Min... Me preguntaba si tenías planes para el 15 de enero...
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