Parte/ 7
Se acercaba la navidad, el sacerdote le aconsejo a doña Blanca.
—Doña Blanca porque no invita a sus amigas a cenar esta noche buena, para que no se la pase tan sola, a su hijo y a su esposo no les agradaría que usted la pase sola.
Fue tan convincente el padre que ella termino aceptando, le inyecto entusiasmo y en cuanto el padre se fue, ella empezó hacer llamadas, para su sorpresa recibió puras negativas, algunas de sus amigas ya tenían compromisos y otras iban a salir de viaje, quedo devastada.
Llegó la noche buena, Adelina le pregunto.
—¿Señora cuantas personas van a venir a la cena?
—No Adelina no va a venir nadie, va a ser un día normal, me voy a acostar temprano.
—Como usted ordene señora.
Adelina sintió mucha pena por la señora, le llamó al padre Zermeño.
—Hay padre siento mucha pena por la señora, fíjese que ninguna de sus amistades acepto venir a cenar con ella, volvió a deprimirse mucho.
—Gracias Adelina por avisarme, a cenar no puedo ir, porque tengo que oficiar la misa de gallo, pero la voy acompañar a comer.
—Está bien padre, lo esperamos.
Su amiga Laura pasó un rato antes de la comida a desearle una feliz navidad.
Blanca cuanto lo siento por no poder aceptar tu invitación a la cena, pero como ya lo sabes esta noche buena me toca pasarla con mis suegros, sólo vengo a desearte una noche buena y una feliz navidad.
—Gracias amiga, no esperaba menos de ti.
Se fundieron en un gran abrazo.
Laura sacó un pequeño presente y se lo entregó a su amiga diciéndole.
—Espero te guste, anímate y ven a pasar la noche buena en casa de mis suegros ya sabes que eres bienvenida.
—Gracias amiga, pero tengo un compromiso con el padre Zermeño.
En ese momento se escucharon unos golpes en la puerta principal, la empleada dijo.
—Señora Laura su esposo la espera en el coche.
—Gracias Estela, me tengo que ir, en cuanto llegue de la hacienda de mis suegros te visito querida amiga.
—Que Dios los acompañe, espera amiga, esto es para ti, Feliz navidad.
—Gracias.
Doña Blanca quedó encantada, con la compañía del sacerdote, cuando terminaron de comer, siguió una larga sobremesa al sacerdote le daba pena despedirse, por lo tanto, le dijo.
—Doña Blanca por qué no sale, vaya al templo camine por la ciudad, está llena de vida, todo luce muy bonito, con esos hermosos adornos navideños.
—Tiene razón padre voy a seguir su consejo.
—Bueno me tengo que retirar, hoy por ser noche buena hay varios pendientes en la iglesia.
—Muchas gracias padre, siempre disfruto su compañía, enormemente.
La señora Blanca siguió el consejo del sacerdote, esa tarde le dijo a su chófer.
—Por favor Porfirio lléveme al centro de la ciudad.
—Si señora como usted ordene.
—Que bella esta la ciudad, por favor Porfirio pare el coche, voy a caminar.
—Está bien señora, a qué horas la recojo para llevarla de regreso a la casa.
—No Porfirio, regrese usted, deje el carro en la casa y vaya a cenar con su familia, yo me regreso en un coche de sitio.
—¿Está segura señora?
— Si, tenga este sobre se lo iba a dar pasado mañana, pero creo que ahora lo va a necesitar más.
—Gracias señora Blanca.
—Lo veo pasado mañana.
La señora bajo del coche y empezó a caminar, se metió al primer templo que vio rezó unas oraciones, y salió empezó a caminar admirando los aparadores, llegó hasta una plaza que estaba plagado de vendedores.
—Señito, cómpreme la última piñata que me queda, llévesela a sus nietos.
—No, señora yo no tengo nietos, pero mire se la voy a comprar, y se la regalo para sus hijos, ¿Cuánto cuesta?
—Sólo cinco pesitos.
—Tenga los cinco pesos, y estos otros veinte para que les compre fruta y dulces para que le ponga a la piñata.
—Gracias Señito, Dios la bendiga, que pase una feliz navidad.
—Gracias señora, usted también pásela feliz junto a su familia.
A pocas calles de allí, tres niños caminaban por la calle solitaria, el más pequeño dijo.
—Ardilla, tengo mucho frió, ya me cansé de caminar ¿en dónde vamos a dormir?
—Donde veamos un portón grande, nos ponemos en bolita así no tendremos tanto frío.
—Mira allí está un portón grande y tiene la puerta metida pa dentro.
—Vamos allá antes de que otros niños nos ganen.
—Los niños corrieron hacia la casa, cuando estuvieron sentados el niño al que llamaban ardilla dijo.
—Vamos a comernos el pan que nos dio el panadero, está un poco duro, hay que remojarlo en la leche que nos dio el lechero, tuvimos suerte que estuviera solo, porque a su mujer no más nos ve y nos corre, siempre nos dice.
—Sáquense por allá muchachos mugrosos, a echar pulgas a otra parte.
Mientras en la casa Adelina está muy preocupada, por la señora.
—Adán ya es tarde y la señora no regresa, se habrá perdido.
—No te preocupes Adelina, ella le dijo a Porfirio que va a tomar un carro de sitio para regresar.
—No se Adán como que tengo un mal presentimiento.
—Ay mujer, no empieces con eso, mira si en media hora no llega, saco el coche y vamos a buscarla, ¿Dónde la dejo Porfirio?
—La dejo en el centro de la ciudad, y me da pendiente porque en estas fechas hay muchos rateros.
—Tienes razón, en media hora salimos a buscarla.
Mientras tanto en el centro.
Unos hombres de muy mal aspecto caminaban por las calles atestadas de personas.
—Qué mal nos fue, cada día la gente se pone más abusada con su dinero, no pudimos desplumar a nadie, nada más al viejo ciego que pedía limosna, pero eso nada más nos sirvió para echarnos unos tacos a la panza.
Mientras tanta doña Blanca se había extraviado en las calles de la ciudad.
—Pero que tonta soy, di vuelta en esta calle y ya no se regresar a la avenida, ya caminé bastante, las calles se terminan son cerradas, ya me estoy poniendo muy nerviosa.
Los dos hombres la miraron con una mirada de codicia.
—Mira compa, lo que nos trajo el niño Dios, esa ruca (anciana), se ve que esta forrada en lana, (dinero), ahorita que se adentre más en el barrio le caemos y la desplumamos (Robamos) mira ya se metió a ese callejón, tenemos suerte no hay ni un alma.
Doña Blanca.
—Dios mío ayúdame, este callejón está muy oscuro, allá se ve una persona, le voy a preguntar si me puede orientar para salir a la avenida, oh, son unos niños, pobrecitos con tanto frió.
—Niños, niños.
—Ay Señito, pero que anda haciendo por estas calles tan sólita, no ve que estas calles son muy peligrosas hay muchos rateros.
—Ay niños, estoy perdida, ¿me pueden ayudar a llegar a la avenida por favor?
—Sí, Señito venga, nosotros la acompañamos.
—Pero mira nada más, como estas temblando de frío criatura, deja que te ponga mi suéter.
Hombres.
—Mira Ruperto la vieja, está platicando con esos escuincles metiches, vienen para acá hay que escondernos.
—No, nada de escondernos este es el lugar perfecto para desplumar a la vieja, y si los mugrosos se interponen, aquí tengo con que quererlos, les voy a hundir este filoso puñal, esos mugrosos no tienen quien los reclame son unos infelices que ni sus propios padres quieren, son viciosos, rateros los echan a la calle porque les estorban, si los matamos le hacemos un favor a la sociedad, jajaja.
—Tienes razón, les vamos hacer un favor, ya no van a sufrir de hambre ni de frío abusado que ya se están acercando.
Adán y Adelina seguían buscando a doña Blanca.
—Ya hemos dado muchas vueltas por el centro y la señora no se ve por ningún lado.
—Mejor hay que regresar, la señora ya debe de estar en la casa.
—No Adán, tengo un mal presentimiento, nada más vamos a dar una vueltita por esa calle solitaria, a lo mejor se perdió, mira vamos y si no la encontramos nos regresamos a la casa.
—Está bien, mujer vamos.
—Ay que obscuro están estas calles.
—¡Mira Adán! creo que viene con esos niños, hay no esos hombres, los van atacar, uno trae un puñal en la mano.
—Déjame echarles las luces en la cara para que se asusten.
Los hombres al pegarles la luz en sus caras se asustaron.
—Ya nos cayó el chahuistle, vámonos, antes de que le hablen a la policía, maldita vieja se nos fue viva.
—¡Adán, Adelina que gusto me da verlos!
—Pero señora que anda haciendo por estos callejones tan obscuros, si no llegamos a tiempo esos dos hombres le hubieran hecho mucho daño.
—Sí, lo sé, pero caminando por el centro no me fije y di vuelta por esta calle y ya no supe salir a la avenida, si no fuera por estas criaturas, me hubiera adentrado más en estos callejones.
—Suban niños al coche los voy a llevar a su casa.
—No, Señito pos eso no se va a poder.
—¿Pero por qué niños? ¿Acaso no tienen casa?
—Así como usted lo ha dicho, no tenemos casa, íbamos a dormir en donde nos encontró.
—Bueno entonces suban al coche vamos a mi casa a cenar.
—Pero señora como va a llevar a estos niños a su casa, así como los ve, son rateros, y malvivientes —. Le dijo Adán en voz baja a la señora.
—Calla Adán, estos niños se merecen pasar una noche buena felices, además van estar tú y Adelina, que me puede pasar.
—Cómo usted diga señora.
—Para aquí Adán vamos a comprar una piñata, dulces y fruta.
—Si señora.
—Mientras tú compras la piñata Adelina y yo vamos a ese almacén que todavía permanece abierto para comprarles ropa a estos inocentes, que suerte que este abierto a estas horas ya van a ser las nueve de la noche.
—Sí, señora en estas fechas las tiendas cierran hasta muy noche es cuando venden más.
—Vamos pues, vengan niños.
Cuando terminaron las compras, se dirigieron a la casa, los niños se bañaron se pusieron su ropa nueva, doña Blanca junto con Adán y Adelina que eran los únicos empleados que se quedaron en la casa, ya que no tenían familiares, doña Blanca a pesar de que eran parte del servicio los veía como parte de la familia, todos pidieron posada, rompieron la piñata, cantaron villancicos, cenaron, los niños estaban felices era la primera navidad que disfrutaban en su corta edad.
Casimiro les dijo a los niños.
—Ya es hora de que se vayan, ya es muy noche.
—Pero Casimiro tú lo has dicho bien ya es muy noche, como se van a ir estas criaturas a estas horas; esta noche se van a quedar a dormir aquí, dijo doña Blanca.
Adán bajando la voz le espetó a la señora.
—Pero señora, como va a permitir que estos niños se queden a dormir, le digo que son un peligro, en la noche pueden saquear la casa y simplemente desaparecer.
—No, Adán no tengo corazón de dejar a estos niños que salgan al frió de la noche, al amanecer se podrán ir, hay que confiar en Dios, Adán, él no va permitir que estas criaturas roben.
—Niños vayan con Adán y Adelina para que les digan dónde van a dormir esta noche, mañana se pueden ir, claro está, si ustedes quieren quedarse a dormir.
—¡Deberás Señito nos está invitando a dormir aquí en su casa!
—Claro niños, por esta noche se pueden quedar aquí, vayan con los señores.
—Miren chamacos condenados, la señora es muy buena persona, pero si le roban algo yo mismo los busco y los llevo a la jefatura de policía —, les dijo Adán.
—Oiga que le pasa, nosotros somos pobres, pero no rateros, nos ganamos la vida cargando canastas en el mercado de Jamaica.
—Bueno ya están advertidos.
—Al día siguiente doña Blanca desayunó con los niños, una rica comida que Adelina preparo cuando terminaron de comer se despidieron.
—Gracias Señito nadie nos había tratado como usted, si quiere revisarnos las bolsas del pantalón para que vea que no le robamos nada.
—Ay pero que dicen niños, yo sé que ustedes no son capaces de esa acción. Dios los bendiga cuando quieran pueden venir a visitarme.
—Señito, me deja darle un beso en la frente.
—Claro que sí, tesoro.
—Ay Señito, como me hubiera gustado tener una abuelita igualita a usted, aunque fuera igual de pobre que nosotros.
—Y a mí un nietecito como ustedes tesoros, por favor niños vienen el día seis de enero, para ver que les dejaron los reyes magos.
—En verdad Señito usted cree que los reyes magos nos van a dejar un regalo aquí en su casa.
—Claro que si niños ¿Por qué dudan?
—Lo que pasa es que los reyes magos nunca se acuerdan de nosotros.
—Pues yo me voy a encargar de que se acuerden de ustedes.
Los cuatro niños besaron la frente de doña Blanca esta les dio un sobre con dinero, y los tres niños salieron felices de la casa.
—Algunos días después el padre Zermeño se dio tiempo, para visitar a doña Blanca.
—Que gusto me da verlo, Feliz Navidad padre Zermeño.
—Igualmente doña Blanca, ¿Cómo pasó su noche buena?
—Muy bien padre, fíjese que...
Y doña Blanca le contó el encuentro que tuvo con los niños y lo feliz que la pasaron la noche buena.
—Ay doña Blanca, veo que esos niños la hicieron muy feliz ¿por qué no pone un asilo?
—¡Un asilo! pero yo no sé nada de eso, no es igual atender a cuatro que a muchos niños, verdaderamente no sabría cómo hacer eso.
—Calma doña Blanca, no lo haría usted sola, yo la pondría en contacto con instituciones que se dedican a eso.
—Déjeme pensarlo.
—Claro que sí, piénselo y después me comunica cuál es su decisión.
—Me despido de usted, doña Blanca, me da mucho gusto, que este mejor.
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