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Parte 66



Damián se comió la comida cuando termino de comer le pregunto a Sergio.

¿En donde vamos a dormir.

En la siguiente habitación, los hombres se pararon y entraron al cuarto Damián los siguió, este paseo la vista por el lugar este carecía de muebles solo había unas hamacas que colgaban del techo y nada más Damián le preguntó a Sergio.

-¿Donde están las camas?

-Como ve no hay camas vamos a dormir en las hamacas.

-¿Pero se ha vuelto loco yo no puedo dormir en esa inmundicia.

-Como guste.

Y diciendo esto se subió a su hamaca se volteo hacia el otro lado y se dispuso a dormir, a Damián no le quedó más remedio que hacer lo mismo, aunque casi no durmió por los fuertes ronquidos y el olor nauseabundo que se respiraba, Damián no sabía cuál de los olores era más fuerte, el olor que despedían los pies de los hombres o los gases, que salían de sus traseros.

Al día siguiente muy de madrugada los hombres se dispusieron a salir, Damián pregunto.

-¿Dónde están los caballos?

-Ya se los llevaron nosotros vamos a seguir a pie, los caballos ya no pueden seguir, por si no se ha dado cuenta, estamos en la selva y los caballos no pueden seguir, pero no se preocupe ya es el último tramo.

Hasta ese momento Damián se dio cuenta que efectivamente para donde quiera que paseara la vista, solo se veía árboles y maleza, los dos hombres estaban listos llevaban al hombro una cantimplora con agua y en la mano un machete para abrirse paso en la maleza, Sergio le dio a Damián la cantimplora con agua y un machete.

-Tenga y no desperdicie el agua porque no vamos a encontrar en mucho tiempo, el machete es para que se defienda si le sale al paso un animal.

Sin darle tiempo de nada Sergio se unió a los hombres caminado muy cerca de ellos diciéndole a Damián.

-No se quede atrás, que aquí es muy fácil perderse.

Damián pensaba; maldito imbécil que te has creído, pero en cuanto volvamos a la civilización, te voy a despedir maldito, caminaba con mucho trabajo, con el peso de la cantimplora y el machete en una mano y con la otra el bastón ya que sin él no podía caminar, su condición física le cobro la factura el bastón se le enredaba en la maleza aunque quería seguir el paso de los hombres no podía pronto se fue quedando muy atrás, el terror lo invadió, empezó a gritar.

-¡Esperen, no les puedo seguir el paso!

-Pero no recibió respuesta, unos metros adelante uno de los hombres le dijo a Sergio.

-¿Señor lo esperamos?

-No sigamos adelante, tenemos que dejar que el terror lo enloquezca sólo así confesara que asesino a mi padre.

-Como usted mande señor, nosotros hacemos lo que usted nos diga, cuando nos dijo que iba a venir en compañía del asesino de su padre y cuando vi a ese hombre mitad monstruo y mitad humano me dieron ganas de matarlo con mis propias manos.

-Calma Jerónimo esa muerte es muy benévola para él, tiene que sufrir, tanto físicamente, como mentalmente, mira allá se ve la vivienda de la tía chona, ella es la más indicada para lo que tenemos pensado, vamos ya casi llegamos.

-Mientras tanto Damián era presa del cansancio se recargo en un árbol y se sentó respiraba fatigosamente, sentía sueño pero no quería cerrar los ojos, pero el sueño era más fuerte que su voluntad, en medio del sopor cerró los ojos de pronto sintió que algo lo mordió y le apretaba la cintura cuando abrió los ojos hecho un grito de terror, frente a él mirándolo fijamente a los ojos estaba la cara de una serpiente anachaca real, una víbora de las más venenosas que hay en la selva chiapaneca, el instinto de conservación lo hizo reaccionar y rápidamente tomo el machete y le voló la cabeza, poco a poco sintió liberada su cintura, retiro el reptil de su cuerpo y siguió caminando siguiendo el camino que los hombres dejaban a su paso.

-Los hombres llegaron a la choza siendo recibidos por una mujer de aspecto descuidado cuando reía dejaba ver sus encías ya que carecía de la mayoría de sus dientes, vestía ropas con vivos colores, cubría su cabeza con una pañoleta roja formando una especie de turbante, de sus orejas colgaban unas grandes arracadas doradas al parecer de oro en su cuello traía varios collares, sus brazos estaban llenos de pulseras las cuales tintineaban cuando los movía.

-Pasen señores, sean bienvenidos, para haberse aventurado llegar hasta acá debe de ser algo muy grave los que los trajo hasta mi humilde morada. La mujer río con una carcajada que se escuchó por gran parte de la selva, llegando hasta los oídos de Damián, quién sintió un escalofrió por todo su cuerpo.

-La choza de la mujer era espaciosa de las paredes colgaban varios envoltorios con hierbas medicinales, al fondo tenía un altar donde se encontraba una santa muerte, a leguas se veía que la mujer se dedicaba a la brujería y a curar con hierbas medicinales, la mujer dijo.

-Y vamos a ver quién es el enfermo, o quién ocupa de mis favores.

-El hombre viene más atrás, necesito uno de tus brebajes para hacer que confiese sus crímenes, uno en particular el crimen de mi padre también el antídoto para la mordedura de serpiente.

-Muy bien señor, yo por usted hago lo que me pida se lo debo a su padre, voy hacer todo lo que este en mis manos para que ese asesino confiese su crimen, mientras tanto pasen a la mesa ahorita les sirvo algo para que coman.

-Gracias tía chona, se lo vamos agradecer, tenemos mucha hambre.

Mientras esperaban que la mujer cocinara algo para ellos, llegó Damián desfallecido con la ropa toda manchada de sangre de la serpiente que había matado con su machete, cuando la tía chona lo vio un grito de terror salió de su boca.

-¡Ave María Purísima¡- ¿eres de este mundo o del otro?

-Cállate vieja imbécil, claro que soy de este mundo, hazte a un lado déjame entrar.

-Quien te crees tú, con qué derecho me vienes a gritar a mi propia casa el imbécil eres tú.

-Por lo visto no sabes quién soy yo - ¿Verdad?

-Claro que no se ni me importa, esta es mi casa y yo decido quien entra y quién no, así sea el mismo rey del mundo.

-Pues para que lo cepas yo soy el hijo de doña Blanca Loyola de Robledo la dueña de todo esto y de tu vida misma.

-Mira, mitad engendro y mitad humano, yo no conozco a ninguna Blanca Loyola de Robledo, y la dueña de esta casa y de todo lo que tu vista recorra soy yo, te guste o no te guste.

Sergio salió al oír los gritos.

-Tía chona veo que ya conoció a nuestro invitado especial.

-Ya que usted viene con el señor Sergio, pase pero a mí no me venga con ínfulas de gran señor aquí todos somos iguales.

-Damián pasó, sin mirar a la mujer ya que por extraño que parezca Damián sintió miedo, aunque fue un sentimiento momentáneo.

-Damián se sentó en la mesa junto a los tres hombres se sentía demasiado humillado por compartir con los dos trabajadores, pero no le quedaba más remedio era más el hambre que sentía que las diferencias sociales, pero cada vez estaba más seguro de que llegando a la ciudad Sergio iba a recibir su merecido, por lo que le estaba obligando a hacer.

-La mujer tomo un pequeño frasco y lo vertió en el cuenco de sopa caliente de Damián era el antídoto no querían que muriera sin confesar su crimen además querían que sufriera en cuerpo y alma y morir de una mordedura de serpiente era una muerte muy benévola para él, este se comió la sopa sin siquiera saborearla simplemente quería saciar su hambre la mujer le dio otro cuenco de comida donde vertió un poderoso alucinógeno. 

-Al poco tiempo cayó la noche se dispusieron a dormir, Damián tenía que soportar otra noche al lado de los hombres y ahora también de la mujer.

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