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Parte / 6




Pasaron los meses, se acercaba la navidad de ese mismo año, Don Gonzalo con el afán de sacar a su a su esposa de la tristeza que la embargaba desde que supo de la muerte de su hijo se propuso hacer algo.

—Adán, Adelina requiero de su ayuda.

—¿Díganos señor en que le podemos ayudar?

—Quiero que me ayuden a adornar el árbol de navidad, tal como lo adornaba mi hijo, mañana que mi mujer tiene su reunión con las damas de la caridad van a traer el árbol natural y nosotros lo vamos a adornar, para que cuando llegue mi esposa esté listo.

—Yo Voy a sacar los adornos del tapanco señor para que mañana en cuanto llegue el árbol apurarnos a adornarlo.

—Está bien, se pueden retirar.

—Con permiso señor.

Al siguiente día Emilia salió de la casa, para reunirse con sus amigas, a los pocos minutos llegó el árbol, era muy alto y frondoso, inmediatamente Don Gonzalo con la ayuda de todos los empleados, lo adornaron, quedó tal como lo adornaba su hijo, cuando Emilia llegó, su esposo la tomó del brazo le tapo los ojos y la condujo hasta la sala de la casa.

—Ay Gonzalo pareces un crió.

—Calma Blanca ya vamos a llegar.

—¡SORPRESA!

—Oh, pero que bonito, tal como lo adornaba Gonzalito.

—Por favor, Blanca imagina que fue nuestro hijo el que adorno el que lo adornó y que en estos momentos él se encuentra aquí con nosotros.

—Gracias mi amor, ahora toma el teléfono y llama a nuestros amigos más cercanos invítalos a compartir la cena de navidad, con nosotros.

Por darle gusto a su esposo se dispuso a llamar a sus amigos, estos aceptaron encantados, ella se sintió reconfortada, y recordó unas palabras que el padre Zermeño le dijo, cuando perdió a su hijo.

—Nuestros seres queridos no nos abandonan, siempre están con nosotros.

Llegó la noche del veinticuatro, convivieron alegremente, con sus amigos por esa noche lograron olvidar un poco su pena.

El tiempo pasó, doña Blanca se mantenía ocupada, en sus obras de caridad, y, poco a poco se fue reconfortando, se imaginaba que su hijo seguía trabajando ejerciendo su oficio de doctor ayudando a muchas personas, pero la calma, solo duro tres años.

Una mañana a doña Blanca le extrañó que su esposo no se levantara, él era muy estricto en sus horarios, ella melosamente se acercó besando su frente al momento exclamó.

—¡Pero por Dios Gonzalo estas ardiendo en calentura!

—No es nada mujer es solo un resfriado, ayer me sorprendió la lluvia me moje un poco.

—Voy a llamar al doctor inmediatamente.

El médico llegó reviso al señor, prontamente le receto medicamentos. Pese a que Gonzalo siguió las instrucciones del doctor la fiebre no cedió la afección se complicó y finalmente murió víctima de una pulmonía.

Curiosamente esa madrugada del día que murió el señor, Adán escuchó las campanadas de la capilla él hombre le comento a su esposa.

—Ay Adelina se avecina otra desgracia, volví a oír tocar la campana.

—No se te hace extraño que sólo tú oyes repicar esa campana.

—No lo sé, pero hay que estar preparados, por si acaso tengo razón.

No bien había terminado de decir esas palabras cuando escucharon el llanto desgarrador de la señora Blanca corrieron hacia la recamara de los señores y, allí abrazada al cuerpo sin vida de su esposo se encontraba la señora, lo único que acataron hacer fue mandar a Porfirio el chófer por el padre Zermeño, en estos momentos él era el único que podría consolar a la mujer en estos momentos tan críticos y dolorosos para ella.

El sacerdote cuando llegó, logró calmar a doña Blanca, con su ayuda y algunas amistades, la señora arregló todo para velar a su esposo, estaba desolada, ella había sido hija única, sus padres hacía tiempo que habían fallecido su único familiar era su esposo, ya no quedaba nadie, sólo una hermana de su marido que actualmente vivía en España con su marido y dos hijos.

El sepelio pasó y las misas del novenario, doña Blanca cayó en una fuerte depresión, los primeros días fue muy visitada por muchas personas, aún desconocidas que iban a dar sus condolencias, recibió cartas de muchas partes del mundo de personas importantes, que de alguna u otra forma tenían negocios con el fallecido.

Al paso del tiempo las visitas fueron escaseando sólo sus amigas más íntimas la visitaban, ellas trataban de animarla para que saliera y retomara su vida, pero ella estaba metida en su dolor, poco a poco también ellas se fueron alejando, sólo recibía la visita de su amiga Laura y el padre Zermeño, que pacientemente la escuchaban.

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