Parte / 42
Para doña Blanca la aparición de Elodia lo atribuía a una sola cosa un milagro, Dios había escuchado sus ruegos, por fin había aparecido su muchacho, la luz de su vida.
-Por favor señora, le suplico que en este momento me lleve con mi hijo, no sabe la alegría que me da saber de él, Dios escuchó mis ruegos.
-A todo esto, cuál es su nombre, pregunto Elvira nada convencida del cuento de Elodia.
-Mi nombre es Raquel Acosta Gonzalez, perdón por no haberlo dicho antes.
-No se preocupe Raquel ahora lléveme por favor con mi hijo.
-Perdóneme señora, pero yo no puedo hacer eso, Damián nunca me lo perdonara, como le dije yo tomé la decisión de traer a mi hijo, por mi propia cuenta él no sabe que he venido.
-Perdóneme Raquel pero usted no me puede dejar así, yo necesito ver a mi ahijado.
-Mire Raquel déjese de teatros y llévenos inmediatamente a ver a Damián para corroborar que no le está mintiendo a mi cuñada, si no acepta llevarla en este momento le llamó a la policía para que la detengan por farsante.
-No, no señora, yo estoy diciendo la verdad, no soy ninguna farsante.
- Pues entonces andando, suba al coche y llévanos, dijo Elvira con coraje.
-Está bien señoras vamos.
-Elodia las llevó a una colonia remota de casas muy humildes, llegaron a una calle muy angosta donde el carro no pasaba.
-Nos tenemos que bajar aquí, y caminar a pie, es más adelante.
-Está bien bajemos y caminemos.
-Espera Blanca, como sabemos si no es una trampa y esta mujer tenga un cómplice y nos quieran hacer daño.
-No desconfíes Elvira, mi corazón me dice que la señora Raquel nos está diciendo la verdad.
-No se preocupe señora Elvira, yo las acompaño; dijo Porfirio.
-Vamos pues, venga con nosotras Porfirio.
Caminaron unos metros más y por fin llegaron a la vivienda, se trataba de una vecindad, la señora Blanca pensó.
-Por amor de Dios esta vivienda está peor que la vecindad donde vivía con Ana Victoria antes de ir a vivir a la casa azul.
Entraron, solo era un cuarto, con una desvencijada cama, en unos clavos colgaba la ropa de los dos, un bracero, dos botes que servían de sillas y una pequeña mesa igual de desvencijada que la cama, dos platos una cazuela, una olla, pero Damián no estaba.
-Te lo dije Blanca, que todo era un ardid de esta mujer, tu ahijado no se encuentra.
-No se encuentra porque todavía no llega de trabajar, pero ya no tarda en llegar a comer y si ustedes me permiten voy a prender el bracero para hacerle unos huevos, fritos es lo único con lo que contamos, pueden sentarse a esperar en la cama si gustan.
-No, no se moleste Raquel en prender el bracero ahorita en cuanto llegue Damián nos vamos a ir directamente a la casa.
-Pero señora, no creo que Damián acepte ir con ustedes él tiene mucha pena.
-No, te preocupes yo me encargo de convencerlo.
Damián estaba escondido no lejos de ahí, vio cuando las tres mujeres y Porfirio entraron a la vivienda, dejó pasar un tiempo razonable empezó a caminar con pasos cansados.
-Creo que aquí llega, Dios me ampare; dijo Elodia.
Cuando Damián entró doña Blanca se arrojó a sus brazos y empezó la actuación.
-Pero madrina que está haciendo aquí, tú tuviste que ver en esto le dijo a Raquel iracundo.
-Perdóname Damián, pero lo hice por el niño, él no tiene la culpa yo, yo...
Damián ya no la dejó hablar.
-¿Dónde está el niño? -Te lo advertí, Raquel, que no quería que mi madrina supiera nada, ¿por qué me desobedeciste? Yo no soy digno de mi madrina, les falle a ella y a Cristina no soy capaz de verla a la cara, yo sé, que con mi sueldo miserable de maestro, no puedo pagar más que esto, pero prefiero vivir en estas condiciones a que mi madrina me recrimine, eso no lo puedo soportar.
-Pero hijito yo sería incapaz de recriminarte, si tan solo me hubieras dicho la verdad.
-Pero madrina no ve que no puedo volver a su casa, ya no me puedo casar con Cristina, me tuve que casar con Raquel, para poder registrar a mi hijo, no quiero que aparezca como hijo bastardo, además el necesita estar al lado de su madre y de su padre, todavía recuerdo la falta que me hizo él mío, recuerde que el murió cuando yo era casi un bebé, no quiero que mi hijo sufra lo mismo que sufrí yo.
-Hijo eso que hiciste es muy loable de tu parte , eso habla muy bien de ti, estoy segura que Cristina lo va a comprender ahora hijito vamos a casa.
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