Parte / 13
—Buenas tardes señorita, me dice mi empleado que viene a solicitar el puesto de costurera, pero perdone mi impertinencia, pero usted no tiene aspecto de necesitar el trabajo, creo que no sería justo quitarle la oportunidad a una mujer más necesitada que usted.
—Disculpe señora si la incomodé, pero le ruego que me escuche y si después de oírme elige no darme el empleo lo comprenderé.
—Muy bien señorita hable usted.
—Mi nombre es Ana Victoria Valverde Andrade, soy casada y tengo un hijo de pocos días de nacido.
Ana Victoria le contó a doña Blanca la tragedia que estaba viviendo, mientras escuchaba el relato de la mujer, la señora comprendió al instante que esa era la mujer que andaba en boca de todas sus amigas, la misma que había sido echada vergonzosamente de su mansión, por ser tan crédula y haber confiado en un hombre sin escrúpulos.
La mujer que según algunas de sus amigas se habían atrevido a pedir su ayuda, la cual le fue negada, porque ella ya no pertenecía al círculo social del que, ella tanto se avergonzaba la clase alta, ella no comprendía como llevaba amistad con esas mujeres egoístas y vanas que hacían leña del árbol caído.
—Cuanto siento su desgracia amiga mía, cuente con el trabajo, mañana la espero a las diez de la mañana para que les tome medida a las niñas, me urgen quince uniformes para el dos de septiembre, ya estamos a quince de agosto, cree usted que los tendrá listo para esa fecha.
—Are todo lo posible, no la voy a defraudar.
—¿Tiene máquina de coser?
—No, pero un buen amigo de la familia me ayudó con un dinero, ahora mismo voy a la mueblería a comprar una.
—No, por favor no gaste su dinero, deme su dirección, voy a ordenar que le lleven una máquina y todo lo necesario a su casa, mañana la espero.
—Gracias señora es usted un ángel.
—No vuelva a repetir eso por favor.
Ana Victoria llegó contenta a la casa que compartía con Clara, se dispuso a alimentar a su hijo y a contarle las buenas nuevas a su nana. No pudo contener las lágrimas cuando le contó del trato que había recibido de los que hasta hacía pocos días creía sus amigos, pero también sonrío cuando recordó a doña Blanca, ella le había tendido la mano cuando todos la habían rechazado.
—Me da gusto porque la señora confió en mí, no hubo necesidad de mencionar al padre Zermeño.
Cristina Dueñas Arias.
Los señores Damián Dueñas y Laura Arias, están reunidos en la iglesia del Sagrado corazón, junto con varios invitados el motivo de la reunión es el bautizo de su querida y única hija CRISTINA, fungiendo como madrina la señora Blanca Robledo y el señor Cástulo Dueñas como padrino, el encargado de oficiar el sagrado sacramento es el padre Zermeño, después de la ceremonia religiosa se dirigen a la casa de los señores Dueñas Arias, para conmemorar el momento con una cena amenizada con música suave, el evento terminó con un abrazo de los nuevos compadres, comprometiéndose los padrinos a velar por su ahijada en caso de que los padres fallecieran, con la frase, a falta de padres padrinos.
En cuanto el sacerdote termino de bautizar a la niña Cristina, se dispuso a impartir el sacramento del bautismo a otro niño, los pocos acompañantes que acudieron al evento eran personas vestidas sencillamente, el niño tampoco iba elegantemente vestido, pero no lo necesitaba el padre quedó impactado por la belleza del niño, tan impactado quedó que se lo pidió a la madre prestado para que fungiera como niño Dios, en las posadas que ya se aproximaban.
Ese niño era el hijo de Ana victoria, llamó a su hijo Damián como a su padre el abuelo del niño, que fue un hombre recto y bondadoso, rompió las reglas, por lo general el primer hijo lleva el nombre del padre del niño, pero por los antecedentes del mismo, su hijo no merecía llevarlo, aunque el apellido si lo iba a llevar, cuando Ana victoria llevó al niño al registro civil, llevo su acta matrimonial, para que el niño no figurara como niño bastardo, El nombre del niño fue; Damián Gil Valverde.
Candelaria y su esposo figuraron como padrinos del bebe, con ese acto quiso recompensar a la mujer por toda la ayuda que le había brindado cuando ella más la necesito, los acompañantes eran algunos vecinos, todos se veían como una gran familia, entre todos se cooperaron para que el evento no pasara desapercibido, e hicieron una gran fiesta en el patio comunitario.
La señora Blanca volcó su amor en esa pequeña niña, hacía apenas algunos meses que había perdido a su esposo, y unos años atrás a su único hijo, la niña venía a llenar un poco el vació que la perdida de sus seres queridos había dejado en su alma.
La niña no era una belleza, más bien era feita, ni la fina ropa ayudaba para que se viera algo bonita, pero a falta de belleza física la niña era muy agradable, tenía una mirada cálida y una sonrisa bella, que apocaba lo poco atractiva que era, las personas sentían el impulso de cargarla.
Doña Blanca y Laura se hicieron muy buenas amigas, cuando su hijo murió y tres años más tarde su marido, Laura fue la única amiga que no se desesperó, siempre la escuchó pacientemente, hasta que poco a poco se fue resignando.
Fue por eso que cuando nació Cristina ella le pidió que le concediera el gusto de ser la madrina, a lo que Laura accedió gustosa, para ella era un gran honor que una persona tan importante y, sobre todo, llena de bondad fuera la madrina de su hija, cuando Blanca le expuso su deseo de poner un asilo para niños ella fue una de las primeras que la animaron a poner en práctica la idea siendo una de las principales colaboradoras.
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