Capítulo XVI - ¿Quién está ahí?
Claramente, había alguien que los estaba observando. Los jóvenes se dieron cuenta al escuchar los ligeros ruidos que producía aquella persona al esconderse. El joven Henderson fue el primero en notarlo y dijo, asustado:
—Hay alguien cerca.
—¿Qué? —dijo Iker, sorprendido.
—Escuchen —contribuyó Peter, quien también se dio cuenta de lo extraño que ocurría cerca de ellos.
Todos se quedaron en silencio; nada se percibía hasta que una voz se escuchó no muy lejos.
—Somos nosotros —indicó una joven al salir de entre unos arbustos. Era Esther, acompañada por su hermano.
—¿Qué hacen acá? —quiso averiguar Bren.
—Los vimos salir del colegio y queríamos saber qué estaban planeando —afirmó Michell—. Además, también nos preocupa. No queremos ser asesinados.
—Podían habernos dicho que estaban ahí desde un principio —comentó enojada Natasha—. Me asustaron.
—Primero queríamos saber al dedillo qué estaban haciendo.
Ahora que lo sabemos, queremos ayudar —explicó Esther.
—Muy bien, más gente es más seguro —mencionó Bren.
—Saben que esto es una locura, ¿verdad? —dijo Daniel, angustiado.
—Es una locura, pero debemos hacerlo. Tenemos que conseguir esas pruebas y llevarlas a las autoridades —argumentó Peter, y luego preguntó—: ¿Quién está conmigo?
Bren fue la primera en decir "yo", luego fue Natasha, seguida por Peter, los hermanos Esther y Michell, y, al final, Daniel, que dudaba.
—Muy bien, hagámoslo —dijo Bren, confiando en que todo saldría bien y que podrían contra aquel sujeto que atormentaba la ciudad.
—Pero ¿cómo haremos para entrar en tu casa? ¿Esperamos a que tus padres se vayan? —le preguntó Peter a la joven.
—Nuestros padres no regresan hasta las seis de la tarde, siempre estamos solos. Podemos investigar desde la una de la tarde —resolvió la muchacha.
—Me parece perfecto.
Era una esperanza para los jóvenes de aquella ciudad; parecía que llevarían a cabo esta misión tan importante, y de ello dependían las vidas de los que vivían en aquel sitio. Quedaron en que el próximo día irían para empezar a buscar pruebas. Todos estuvieron de acuerdo con esa idea, excepto Daniel, quien seguía con sus dilemas, pero en el fondo sentía mucho miedo. Iker tampoco estaba tan de acuerdo con el plan, pero no era por miedo; tal vez sí, pero el mayor temor que tenía era que algo le pasara a ella. Por ello, mientras caminaban hacia la salida del bosque, Báez le preguntó:
—¿Estás segura de esto?
—¿Del plan? —dijo confundida.
—Sí, es muy arriesgado.
—Debemos hacerlo, es importante. Pero si tienes miedo y no quieres ir, lo entenderé.
—No es eso.
—¿Qué es lo que te atormenta?
Por un momento, el muchacho no pudo articular ninguna palabra, hasta que se animó a decir la verdad, lo que sentía en realidad:
—No quiero que nada malo te pase; me estás empezando a importar.
—Eso no lo sabía; lo aprecio, Iker, pero nada me va a pasar, te lo prometo. Al igual que a ti, nada te pasará también —le dijo, apoyando su mano en el hombro del chico.
—Eso espero —fue lo último que dijo el joven, ya que a unos metros estaba la salida.
Tenían en mente volver a la institución, pues era tiempo del receso y era una gran oportunidad de entrar. Los maestros no dirían nada al verlos afuera de las aulas, ya que era el recreo y la mayoría de los alumnos estarían en el patio. Entraron por uno de los muchos agujeros que tenían las rejas del colegio, en la parte de atrás del patio. Algunos de esos jóvenes se fueron a sus respectivas salas; solo faltaban cinco minutos para volver a ingresar. Pero antes de eso, Peter preguntó:
—¿Dónde será el punto de encuentro?
—Cerca de la entrada al bosque por el cual entramos, ¿qué les parece? —propuso la joven Henderson.
Todos estuvieron de acuerdo; no quedaba tan lejos de sus casas. No era problema para ninguno, así que solo quedaba esperar.
El resto del día transcurrió normalmente. La muerte de Manuel y la desaparición de Richard y Theo serían divulgadas en las siguientes horas, en la televisión y la radio. Pero era extraño, puesto que la desaparición de Luis y varias víctimas más nunca fueron dichas públicamente; lo mantenían en secreto. Esta vez lo hicieron; tal vez la televisión, al igual que la radio, estaban pensando que Josh estaba detrás de todo esto. Los hermanos Henderson, al llegar a su casa, tuvieron miedo, pues, ¿quién estaría tranquilo viviendo en una residencia así? Con esa historia detrás, era horrible, era estremecedor. La noche se avecinaba y las primeras estrellas en el cielo se observaban.
Toda la familia estaría en su hogar disfrutando de unos momentos juntos. Pasaron unas horas más y ya eran las ocho. La familia estaba cenando, y el padre les preguntó a sus hijos:
—¿Qué tal fue su día?
—Nos fue bien— respondió el hijo.
La actitud de los adolescentes era muy anormal, pero los padres no se dieron cuenta de esto. Al terminar la cena, la madre se levantó para recoger los platos junto a Bren, y ocurrió lo siguiente: se produjo un apagón en toda la ciudad. Todo estuvo oscuro y el miedo aumentó, pero algo peor estaba ocurriendo a unas cuadras.
Julia era una de las sobrevivientes de aquella noche de la fiesta. Nunca fue la misma desde aquel susto; la imagen de aquel caníbal se implantó en su mente. Esta muchacha fue la misma que Los Henderson y compañía se cruzaron aquella fatídica noche de la fiesta. Aquella noche, los padres de ella irían a una junta de trabajo y les pidieron a Jennifer y Aarón que cuidaran de su hija. Los jóvenes aceptaron esta petición, y justo a la hora del apagón, los tres estaban viendo una película en la casa de la muchacha, con los padres ausentes.
—¿Te gusta la película? —fue la pregunta de Jenny a Julia unos segundos antes de la oscuridad.
Cuando todo se oscureció, Aarón dijo:
—¿Qué estará pasando?
Jennifer se acercó a la ventana y pudo observar que ningún vecino tenía luz.
—Tal parece que no hay electricidad en la ciudad —dijo la muchacha—. Tendremos que encender las velas.
—¿Puedes decirnos dónde están las velas? —le preguntó el chico, pero ella ya no se encontraba en el lugar en el cual estaba.
Con la ayuda de la linterna, intentó buscarla por toda la habitación, pero no la hallaba.
—¿Qué pasó con ella? —preguntó Jenny.
—No lo sé; hace un momento estaba sentada en el sillón — afirmó el joven.
—Ve a buscarla en la otra alcoba —ordenó la chica.
Transcurrieron unos minutos; Aarón seguía buscando por la casa, pieza tras pieza, pero no la encontraba. Pronto empezaron a caer las primeras gotas de agua, y la intensidad de la lluvia iría aumentando con el correr de los minutos. El muchacho caminaba por el pasillo con la linterna apuntando hacia adelante, diciendo:
—Julia, dime dónde estás.
Pero ella no respondía; tal vez se encontraba en otro sitio. El chico se acercó al cuarto de los padres de la muchacha. Al girar el picaporte y abrir la puerta, alguien le tocó la espalda, haciendo que la linterna se cayera al piso. Era Jennifer, quien aún no encontraba las velas.
—Me asustaste —le dijo Aarón.
—Perdón.
Hay momentos que pueden marcarte de por vida, ya sean felices o tristes; también existen esos en los cuales desearías no estar ahí. El miedo es indefinible y la desesperación descomunal. Este es uno de esos momentos... Jennifer y Aarón estaban afuera de la alcoba, pero dentro de la habitación se escuchó algo: era el llanto de una mujer. No era un llanto muy fuerte, apenas se escuchaba, pero era suficiente para causar temor. Podemos agregar a esto que todo estaba oscuro y no se podía ver de quién se trataba. La muchacha preguntó lo siguiente:
—¿Julia, eres tú?
Al terminar de decir aquello, la mujer dejó de llorar. ¿Qué estaba pasando? Pasaron unos segundos más y la muchacha seguía preguntando lo mismo.
—Vámonos de este lugar —dijo el muchacho, muy asustado.
El resplandor de un relámpago iluminó toda la habitación. En la cama estaba sentada la chica, mirando hacia una esquina, donde se encontraba Brown con el hacha en la mano. Se quedaron atónitos, sin poder mover ningún músculo. Pero eso debía cambiar, puesto que el caníbal empezó a moverse en dirección hacia ellos. El muchacho agarró el picaporte de la puerta y la cerró, manteniendo la fuerza para que no la abriera.
—¡Ayúdame! —le decía a su amiga que aún estaba paralizada por lo que sus ojos habían visto.
Tras ver que intentaba abrir la puerta y la desesperación de su amigo, ella también sujetó el picaporte para evitar un destino cruel, atroz y monstruoso.
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