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Capítulo I - 1987

Las noches de Nueva Londres se cernían sobre la ciudad como una manta pesada de oscuridad, apenas rota por la tenue luz de la luna llena. Las calles vacías parecían susurrar secretos olvidados, y el viento traía consigo un aire helado que cortaba la piel. Este municipio cayó en un abismo de horrores indescriptibles por mucho tiempo. La historia de un hombre y el terror que desencadenó quedó grabada en la memoria colectiva, resistiendo el paso de los años.
   Todo comenzó en un día que se grabó en la memoria de los que lo vivieron: el 5 de febrero de 1987. La fecha se convirtió en un rumor de terror que resonaría a través de generaciones. En aquel tiempo, la ciudad era un lugar donde las risas de los niños solían llenar las calles y los olores de las comidas caseras salían de cada ventana. Pero aquella noche, algo se filtraba en el aire, un presagio que solo unos pocos podían sentir.
   Josh Brown, un hombre que a simple vista parecía normal, guardaba un oscuro secreto. Un guardia de cementerio de 43 años, su vida diaria consistía en vigilar los repositorios de almas en un antiguo cementerio que parecía haber sido olvidado por el tiempo. Sin embargo, la soledad que acompañaba su trabajo lo había llevado por un camino sin retorno. En su mente, un monstruo crecía. La noche de aquel fatídico día, una neblina espesa cubría la cabaña de guardia donde se refugiaba, y la luna, que una vez trajo luz, ahora se asemejaba más a un ojo vigilante que a un faro de esperanza.
    El eco de un grito rompió el silencio en la noche, una llamada de auxilio que se desvaneció tan rápidamente como había llegado. Nadie en la ciudad lo escuchó; sus habitantes estaban demasiado absortos en sus propias vidas. Sin embargo, en el silencio del cementerio, Josh sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era el tipo de sensación que había aprendido a ignorar, pero que se hacía cada vez más insistente, como un murmullo que se negaba a ser acallado.
    Aquella noche, el aire se volvió más denso, casi palpable. A medida que se adentraba en sus pensamientos, recordaba los rostros de aquellos que había perdido, las risas que una vez llenaron su hogar, ahora reemplazadas por un vacío que solo podía llenar de una manera. El susurro de su nombre se convertía en una repetición en su mente: "Josh, Josh..."
     Pero la policía pronto irrumpiría en su mundo, buscando respuestas a una serie de desapariciones que habían aterrorizado a la ciudad. Mientras los oficiales se acercaban al cementerio, el hombre sabía que su tiempo se agotaba. Sin embargo, en lugar de sentirse aterrorizado, una oleada de euforia lo invadió. El momento había llegado, y todo lo que había anhelado estaba al alcance de su mano.
    Cuando la policía bajó al sótano de su cabaña, encontraron algo que cambiaría el curso de la historia de Nueva Londres. Al abrir la puerta, se toparon con un horror indescriptible: múltiples cadáveres se apilaban en aquella habitación, cada uno mutilado, como si alguien los hubiera despojado de su humanidad. La escena era digna de una película de terror, pero para él, era solo otro paso en su viaje hacia la oscuridad.
    Los cuerpos, despojados de su carne y dignidad, eran testigos silenciosos de sus actos. La repulsión que la escena provocaba en los
oficiales era una mezcla de horror y asombro, incapaces de procesar lo que veían. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Qué había pasado en su mente de para llevarlo a este extremo?
    Nadie sabía lo que ocurría; nadie comprendía por qué esas personas estaban ahí y quién les había hecho eso. Nada parecía cuadrar, hasta que encontraron algo: una pequeña carta en la mano del cuerpo inerte de un individuo que se encontraba tendido en el suelo frío de la cabaña sin vida. Esta carta decía lo siguiente:

    «Lo siento por no conocernos en persona y adecuadamente. Mi nombre es Josh Brown. Tal vez te estés preguntando qué les pasó a todos esos cuerpos que están en el sótano. Déjame ponértelo simple: me los comía. Sé que te sonará raro y terrorífico, pero era lo que hacía y lo que me satisfacía. Cada cuerpo nuevo que llegaba al cementerio era un nuevo manjar para mí, y preferiblemente me gustaban más frescos, porque la carne era más deliciosa. También maté a mi esposa. Con mis 43 años, no me arrepiento de los cuerpos que me he comido. Es más, me gustaría poder comerme la piel de una persona ahora mismo, pero nada es para siempre; incluso mi vida, que parecía nunca acabar, aunque deseaba que no se terminara porque aún quedaba mucho por hacer.
    Fue un gusto conocernos y espero que disfruten de la comida que queda para ustedes».

Atentamente, Josh Brown

   Esta carta dio a entender a las autoridades lo que realmente ocurrió; era algo, como dije, sacado de una película de horror. Aunque el gobernador y los oficiales quisieron ocultar este hecho, no pudieron hacer nada ante el inminente escándalo que se avecinaba. Múltiples demandas llegaron sobre la desaparición de cadáveres, y todo apuntaba a que era culpa de las autoridades, y que estos debían ser castigados por la ley. El gobernador no tuvo otra opción que mostrar las fotos y las pruebas de lo ocurrido, y pronto el hombre caníbal, como lo conocían, sería conocido por todos. La gente se volvió loca al saber esto; muchos de ellos habían abandonado la ciudad, puesto que creían que aún seguía por ahí. Muchos pensaron que el lugar estaría maldito y que el terrible ser aún seguía por el cementerio en busca de carne humana. Las personas obligaron a los líderes a destruir el lugar donde él había muerto, ya que todos creían que estaba maldecido. Por un tiempo, nadie hizo nada; se quedó tal y como estaba, pero la presión social obligó al gobernador a demoler el camposanto, que no era tan grande y trasladarlo a otro lugar. Construyeron encima de él una nueva calle. Pero nadie quería vivir ahí; nadie debía hacerlo. Se construyeron casas para que pareciera un lugar normal y todo aquello se olvidara con el tiempo. Había catorce en total, pero una de ellas era la más inquietante, ya que le decían "La Casa 206", y el suelo donde se construyó esta fue donde el famoso caníbal había sido enterrado. Los rumores sobre ese lugar habían comenzado a circular. Una casa construida sobre la tierra de un antiguo cementerio, donde las almas de aquellos que habían partido parecían aún vagar, buscando la paz que nunca encontrarían. La gente decía que el lugar estaba maldito, que aquellos que entraban jamás volvían a ser vistos.
    Desde aquí comienza la historia de la Casa 206, todo lo que ocurrió en el año 1997.

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