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Había buscado las maneras más inverosímiles de llegar a él.
Solía recargarme sobre su espalda y me abrazaba a su cuello pero a él parecía no importarle.
Más de una vez me empujó haciendo que yo cayera fuerte golpeando mi espalda contra la pared.
Y lo escuchaba reír frente a mi decepción.
Hice de todo y más. La indiferencia del otro agota, demuele los ánimos y pisotea las esperanzas.
Así fue que de un día para el otro, yo, Park Jimin, dejé de perseguir y de «acosar» al travieso chico, dueño de aquellos enorme ojos negros hipnotizantes.
Éramos niños en aquel momento y a la distancia sigo viendo mis acciones como la de un crío caprichoso que solo quería atención. Que por cierto nunca obtuve porque él, Jeon Jungkook, me ignoró de todas las formas posibles.
El tiempo pasó rápido y aquello quedó en el olvido.
Hoy, a mis veintisiete años me siento fuerte y muy conforme con quién soy en estos momentos. Pude graduarme con honores en la escuela de arte y soy primer bailarín de la compañía de ballet más importante de mi país.
Recorro el mundo en giras interminables que me llevan a conocer gente, idiomas, costumbres y culturas diversas.
Casi diría que soy feliz. Si no fuera que me siento solo y vacío.
¿Qué es ser feliz?
¿No me basta lo que tengo? Fama, dinero, éxito, hombres y mujeres a mi disposición…
No. No me basta.
Quiero más. Quiero amar. Que me amen. ¿Es mucho pedir?
Ya llegará, me digo a menudo, mientras espero.
Radicado por diez años en el extranjero, decidí regresar a mi país. Las palabras de mi madre me taladraron la mente desde que mi carrera despegó:
«Nadie es profeta en su tierra» —decía siempre.
Pero yo había roto esa creencia. Logré ser reconocido en mi Corea natal y brillaba tras mis pasos por donde quiera que fuera.
Mamá murió hace años pero ella pudo ver mi triunfo, y se despidió de este mundo, orgullosa de su pequeño niño bailarín.
La llegada a Seúl fue eufórica, todos los medios cubrieron mi arribo y me fue difícil concentrarme en otra cosa que no fuera dar entrevistas y cumplir con la parte de la carrera que menos me gusta. Mi representante sabiendo mi límite, me estrujó hasta que no di más y después de eso, fui libre de mis tiempos y mis días para hacer lo que deseara.
Cargué el auto con provisiones, tienda de campaña, cañas de pescar y emprendí viaje a las montañas.
Me habían recomendado un sitio muy alejado pero de paisajes increíbles, y hacia allí partí.
Llegué, no armé el refugio porque me gusta hacer vivac, así que, extendí la tienda de campaña sobre el suelo, sin armarla, para contar con una capa extra y más superficie limpia sobre la qué acostarme. Sobre ella desplegué el saco de dormir y casi anocheciendo me arrojé boca arriba a disfrutar del cielo abierto.
Las estrellas parecían titilar a cierto ritmo y me invitaban a bailar.
Y eso hice, no pude evitarlo, es más fuerte que yo. Mis pies le sonreían al pasto fresco y el olor que la menta me regalaba cuando bailaba sobre ella, me transportó, sin frenos, a un éxtasis de sentidos.
—¡Soy feliz, con tan poco, soy feliz! —Me dije antes de caer exhausto sobre la manta.
Tantas emociones no me habían permitido darme cuenta que mi aroma había cambiado y comenzaba ahora mismo a sentir un fuego que me quemaba desde adentro.
Entonces, cuando la luna brilló oronda, blanca y enorme, fue cuando mi lobo susurró a mi oído…
—Estoy listo para salir, Jimin, déjame a mí también, bailar contigo.
Sonreí al escuchar su demanda.
Cuando ambos entramos en sintonía y no tomo supresores, él gana y mi animal salvaje se manifiesta hermoso y feroz.
—Esta noche será tuya, lobo mío, sé tú mismo —confesé y dejé que me poseyera.
Mi celo no me permitía pensar en ninguna otra cosa que no fuera la necesidad de morir entre las piernas de un omega que me embriague con su dulce sabor y me permita hacerlo mío.
Danzamos con mi lobo y aunque estábamos solos, pudimos saciar nuestros deseos el uno al otro, como lo hemos hecho los últimos años a esta parte.
—Nunca conseguiremos un omega, si continúas escondiéndome, Jimin. ¿Cómo se supone que ella o él lleguen a nosotros si no me permites existir?
—Basta, Krasnyy, deja de quemar mi cerebro. El mundo donde me muevo no está listo para saber lo que soy.
—Somos —recalcó mi lobo.
—Está bien, somos. Pero basta por hoy. Mañana será otro día, iremos de paseo, podemos ir a pescar y a com...
—Jimin, déjame ser —Me interrumpió— Déjame existir o moriré triste y abatido en tu interior.
Una lluvia nocturna lo sorprendió dormido al aire libre y a Jimin no le quedó más alternativa que levantar campamento y salir a buscar un refugio decente donde pasar el resto de la noche.
Luego de varias horas de andar y casi a punto de amanecer, llegó a un hermoso hotel y en el palier del hospedaje solicitó una habitación donde arrojar todo sus pertenencias que se habían mojado y estaban notoriamente en mal estado.
Por delante de Jimin había llegado otro vehículo y el propietario del mismo hizo igual pedido que él haría.
Jimin, ni siquiera se detuvo a observarlo, pero su lobo se retorció por dentro.
—Míralo —Le dijo una y otra vez— Por favor, Jimin, míralo.
Él volteó su rostro y observó al omega a su lado, cuyo aroma, por ósmosis comenzaba a fundirse con cada una de sus células sin ninguna autoridad.
—¿Su nombre, señor? —dijo la recepcionista.
—Jeon Jungkook —pronunció y Jimin creyó que le daría una embolia cerebral.
No sabía bien si era felicidad o vergüenza por encontrarse «con su amor de infancia a quién él acosaba»
¿Felicidad o vergüenza?
Su lobo sabía la respuesta pero él lo bloqueó.
Hizo lo que pudo para no llamar su atención y permaneció detrás de Jungkook con toda la intención de no ser visto.
—¿Y su nombre, señor? —dijo la recepcionista.
—Ya le dije, soy Jeon Jun... —reiteró Jungkook.
—No, no usted —Lo interrumpió— al señor que viene con usted.
La recepcionista señaló con él mentón hacia donde intentaba, sin éxito, ocultarse, Jimin.
—¿Qué? No, yo no vengo con nadie, estoy solo —pronunció el alfa, saliendo de su escondite.
Y Jungkook giró para ver a quién habían confundido como su acompañante.
—Soy Park Jimin —A esta altura ya estaba jugado, le importó muy poco si el fornido hombre a su lado lo reconocía o no. Él ya no era el niño que buscaba ser querido. Era ahora un hombre exitoso y lleno de magia.
—Jimin —Se escuchó a Jungkook repitir tras lo dicho por Park.
Jimin lo miró directamente y sostuvo su mirada. Su lobo interno parecía estar acariciándolo por dentro, para evitar que el chico lo bloqueara como siempre hace ante un omega. Pero este no era cualquier omega. Y su lobo ya se había dado cuenta.
—Jimin ¿el mismo Jimin de nuestra infancia? Cielos, hace años que no nos vemos. He sabido de tu éxito…
Jimin sonrió mientras firmaba la hoja de ingreso que la dama le había entregado.
—Hola, Jungkook, es verdad, ha pasado una vida entera.
Koo se inclinó casi noventa grados para saludarlo y Jimin imitó el gesto.
Una ráfaga de viento que provenía de la puerta principal los hizo girar y como tornado hizo entrada una criatura de unos cinco años que se colgó en brazos de Jungkook y a los gritos de «¡Papá!» interrumpió el silencio incómodo que empezaba a generarse entre ellos.
El sonido estruendoso que el lobo de Jimin sintió, no era otra cosa que las ilusiones destrozadas de su humano contra el suelo. Allí fueron a parar las tácitas ilusiones que en escasos diez minutos él había vuelto a construir en torno a JK.
—Una hija. Tiene una hija.
—No sabemos si es su hija, Jimin.
—Le dijo papá ¿Eres sordo, Krasnyy?
—No, pero no nos adelantemos…
.
.
.
—Jimin, te presento a Paloma. Mi niña.
—¿Ya ves, lobo?
¿Siempre tengo que tener razón?
—Hola Paloma —La saludó con su mejor cara.
Hola señor. Mi papá y yo nos perdimos, pero mi mamá nos guió hasta este lugar. Desde las estrellas, en el cielo… —agregó.
Otro sonido estruendoso, esta vez fue su corazón.
—¿Tu-u tu mamá? ¿En el cie-lo?
—Deja en paz a Jimin, hija. Perdón Jimin. Es muy pequeña y aún no sabe cuándo guardar silencio.
—¿Su mamá?
—Si. Su mamá se fue de nuestro lado hace algunos años. Ella siente una conexión muy especial con su madre.
JM intentaba procesar la información pero la voz de su lobo interno que no paraba…
—No hay alfa de por medio.
—musitó el lobo dentro de Jimin que ahora danzaba sin reparos.
—¿Estás solo, Jimin? ¿Por cuánto tiempo te quedarás?
—Hasta que amaine la tempestad, supongo y sí, vine solo.
—Es muy atrevido de mi parte si… No, no yo… ehh, olvídalo.
—No te entiendo… ¿Qué cosa sería atrevido?
—¿Preguntarte si querrías cenar conmigo esta noche?
Jimin y sus ojos de medialuna, aceptaron su invitación.
—¡Una cita!
¡Gritó Krasnyy!
—¡Tenemos una cita!
—¡Quieres callarte por favor!
—¿Cómo?
—No. No te decía a ti, Jungkook. Es… es...
—¿Es tu lobo quién te habla?
—¿Perdón?
—¿Estás callando a tu lobo, Jimin? Porque el mío me está aturdiendo y solo espero llegar a la cabaña para regañarlo como acabas de hacer tú.
No esperó respuesta, se agachó para levantar en brazos a su pequeña niña y cuando se irguió, Jimin pudo ver en su rostro, la sonrisa de conejito que tanto amaba cuando eran pequeños. Allí estaba de nuevo ese sentimiento olvidado golpeando su ser, por segunda vez en su vida.
—Sí, es mi lobo —respondió el alfa, mientras se alejaba dándole la espalda, para dirigirse hacia los ascensores.
Jungkook no pudo obviar la belleza en la que Jimin se había convertido. Su lobo le dejó muy en claro que ese alfa era "su" alfa y que no se irían de ese sitio sin conquistarlo.
—Estás soñando, Sialuk, Jimin no podrá ser nuestro. Él ahora, es demasiado importante como para fijarse en un simple maestro de música.
—¿Que tienen que ver tus magras decisiones profesionales con mis instintos, Jungkook?
—¡Sialuk! Quédate callado un rato, por favor. Me volverás loco. A mí también me gusta Jimin. Pero eso no alcanza para que él se interese por mí.
—Estaba loco por ti.
—Eso fue hace muchos años, éramos cachorros
—Sí. Y no se habían presentado.
—No, pero siempre supe que él se presentaría como alfa. Era demasiado avasallante, fuerte. En aquellos momentos yo me portaba como un patán y ahora… ¡Cómo quisiera revertir todo aquello!
—Pasaron muchos años, pero el primer amor nunca se olvida, JK.
—Eso fue hace mucho, Sialuk, no podemos saber qué siente ahora.
—Quedándote inmovil como un tonto no lograras nada.
—Deja de regañarme, lobo.
Él aceptó mi invitación, así que tan tonto no soy.
—¿Estás loquito de amor?
—¿Jajaja, estás delirando? ¿Cómo voy a estar loco, si apenas he vuelto a hablar con él después de mil años?
—¿No confías en tu lobo? Perdón… pregunta tonta. Claro que no lo haces. No me hiciste caso cuando te uniste a una alfa que no era tu destinada.
—Basta.
—Es duro escuchar la verdad…
—Basta, Sialuk.
—Sí, mejor me callo. Si no vas a escucharme, prefiero convocarme a silencio.
—¿Él es mi destinado?
El lobo se mantenía en silencio.
—Sialuk, respóndeme…
—Me dijiste que me callara
—Dime si Jimin, es mi destinado.
—Descúbrelo por ti mismo…
Jungkook gruñó.
Jimin entró a la cabaña. Acomodó prolijamente frente al fuego, los objetos dañados por el agua. Recorrió palmo a palmo cada rincón del lujoso espacio y fue directo a la enorme cama. Se sentó al borde con su mirada perdida en el follaje que la ventana le ofrecía. Observó cada charco que aún quedaba como testimonio del vendaval nocturno y se preguntó si esa lluvia era cómplice de que él y Jungkook se encontraran después de doce años de no verse.
Él había acallado a su lobo porque necesitaba estar a solas y Krasnyy, en ocasiones, era demasiado invasivo.
Hizo un racconto mental por aquellos días siendo un púber y no pudo evitar sentirse avergonzado por sus actitudes frente al chico que le gustaba y como este, sistemáticamente lo había rechazado una y otra vez.
Jimin se alejó de Jungkook cuando entendió que el pequeño moreno de hermosa sonrisa nunca sentiría lo mismo que él.
Su madre, consciente de lo que Jimin era bailando, escuchó los consejos de la profesora de danzas que lo entrenaba en ese momento y decidió migrar a Seúl para que su hijo, se formara en el mejor instituto de danzas contemporáneas del país.
Y ese fue el último contacto que JM y JK tuvieron.
Cuando Jimin se presentó como alfa ya estaba bien lejos de su Busan natal, y aún más del chico que en aquellos momentos le quitaba el sueño.
Cuando Jungkook se presentó como omega, ya había tenido más de una experiencia con algunas de las chicas que le gustaban. Pero había quedado en su memoria al pequeño Jimin intentando seducirlo y más de una vez se sintió triste por ser incapaz de aceptar que el niño rubio, le gustaba. No pudo evitar sentir bronca por la forma cruel que él lo trató.
Cuando en las redes y en todos los medios, resonó el nombre de aquel joven que se manifestó ante el mundo como el eximio bailarín al que Corea del Sur, posicionó frente al mundo como su mejor producto de importación, Jungkook supo que Jimin lo había logrado.
Él y su talento abrieron barreras idiomáticas y conquistaron mercados internacionales como ningún otro artista en esa disciplina.
Y Jungkook comenzó a seguir y a admirar sus logros que se hacían virales al minuto de ser publicado.
Así que, la mañana que ellos se reencontraron, Jimin estaba en desventaja sobre un Jungkook que conocía cada paso que el artista había dado en su carrera, mientras que él, desconocía todo acerca de Kook.
Pudo distinguir que Jungkook, se había presentado como omega porque la intensa esencia a manzana y canela que éste desprendía, le había arrebatado el sistema cual cachetazo a él y a su inquieto lobo, que de manera desordenada e impulsiva, lanzó sus feromonas, haciendo presente el exótico aroma a absenta que el hermoso bailarín portaba.
Pero Jimin reprimió sus olores para no alertar ni a betas ni a omegas, no deseados. Sobre todo porque él se encontraba en período de celo y de no haber sido por el obstructor que se tragó a media noche después de darse placer junto a su lobo, ya estaría enredado entre las piernas del primer omega que se le presentara y que… ¡Oh casualidad!… Ese era su antiguo amor no correspondido.
Jimin había caído en sueño profundo después de dejar secando ropas y elementos personales que el diluvio se había encargado de estropear.
Había acallado a su lobo por las malas, ya que este no paraba de hablarle y tanto ruido en la cabeza le había provocado sueño y dolor. Se tomó el supresor de celo antes de que su condición no le permitiera hacer vida normal.
Pero eso no ayudó. Su celo que se había presentado la noche anterior, se vio convulsionado con la presencia de un omega cuyos olores se le habían metido hasta lo más profundo de su organismo.
Intentó por todos los medios y le rogó a todos los santos lobunos que el celo quedara opacado para poder acudir a la cena a la que Jungkook lo había invitado. Pero su lobo parecía un loco y no quería ser amansado a fuerza de drogas. Así que desde el interior del chico, Krasnyy no paró de hacerle sentir que lo único que calmaría ese ardor, sería precisamente la deliciosa manzana y canela del que era dueño Jeon Jungkook.
Cuando a la hora de la cita, Jimin no se presentó en el salón donde acordaron verse, Jungkook se sintió triste. Había dejado dormida a Paloma, al cuidado de su nana y cuando estuvo bañado, perfumado y vestido de riguroso negro, caminó firme y seguro hacia una cita que lo llenaba de expectativas y ansiedad.
Pero Jimin, no llegó. Podía entender que el alfa siendo una celebridad, llena de fama, fortuna y éxitos, hubiera elegido no verse con él, pero aún entendiendo y aceptando ese hecho, le dolió. Él deseaba con todo su corazón poder hablar con el bello bailarín sobre aquellos días en que él se había comportado como un idiota. Y aparentemente no tendría esa oportunidad.
Después de esperar por una hora, entendió que era tiempo suficiente para aceptar que lo habían dejado plantado. Fue directo a la barra del bar y ordenó un whisky con miel.
Aunque se sentía triste sabía que no tenía derecho a reclamar ni exigir nada de Jimin. Así que decidió que esa noche se permitiría beber un par de tragos sin culpas ya que su niña bonita estaba bien cuidada y no lo requería de momento.
Un piano cercano tarareaba melodías en manos de un bello pianista que acariciaba las teclas con dedos de seda. Él se acercó y se acomodó en una butaca cercana y disfruto de cada nota que el beta tocó. Y JK cantó. Su bella voz envolvió la sala completa. Él había olvidado que cantar le hacía sentir bien.
Con intención pero sin reales ganas, dejó salir sus feromonas, y el beta reaccionó. Dejó de tocar y con pasos felinos se acercó a donde estaba JK. Sialuk bostezaba desde adentro ante un beta que ni siquiera emitía olores. Él se paró delante del músico y cuando estiró su mano para recibir la que el beta le ofrecía, sus sentidos fueron golpeados por el aroma embriagador a absenta, que la piel de Jimin emanaba, a escasos metros de ellos.
Enfundado en un traje color obispo y una cinta negra alrededor de su cuello, el chico rubio se detuvo detrás de ambos y con clara actitud de "Decide quién sobra, Jungkook" lo miró directo a los ojos antes de llevar sus manos a los bolsillos.
El omega tartamudeó varias veces antes de ofrecer su mano a Jimin, rogando por dentro, que él la aceptara.
El beta miró de arriba a abajo al recién llegado y cuando Jimin tomó la mano de Jungkook y lo atrajo hacia su cuerpo, fue cuando el omega le comunicó al pianista:
—Disculpa, mi cita ha llegado.
El músico volvió sus ojos a Jimin, para ahora devorarlo de arriba a abajo.
—¿Eres Park Jimin? Dioses, eres lo más hermoso que mis ojos hayan visto.
JK arrugó su nariz y gruñó ante lo dicho por el beta.
Jimin sonrió y Jungkook se descubrió odiando al pianista que hasta escasos minutos atrás él se había visto tentado de conquistar.
—¿Me darías un autógrafo, Jimin?
—Sí, claro.
Firmó un papel que salió quién sabe de dónde, y antes de retirarse le entregó su tarjeta personal.
—Están mis datos y mi teléfono. Me llamo Min Yoongi, soy productor —dijo y se retiró rápidamente antes de que Jungkook volviera a gruñir.
Jimin reía por lo bajo mientras agendaba en su móvil, el teléfono del beta.
JK observó a Jimin de pies a cabeza y negó un par de veces…
—¿Qué? ¿Por qué me miras así?
—Te admiro.
—No me admires aún. Lo físico no importa a la hora de conocer a una persona ni da cuenta de lo que uno es en realidad.
—Es verdad. Aunque, nosotros ya nos conocemos.
—Eso tampoco cuenta, Jungkook, los años llegan con cambios, y tú y yo hemos cambiado, obviamente.
La frase tan terminante había hecho sentir un poco inseguro a Jungkook y eso lo retrotrajo a aquellos momentos en que Jimin se comportaba de manera exigente con él. Pero sabía que aquel Jungkook niño, que reaccionaba violentamente a las demandas de un Jimin jovencito, había crecido dando paso a un omega seguro de sí mismo… Hasta que Jimin con esa frase dejó entrever que él ahora era un alfa sin las necesidades que tenía años atrás y eso, mal que le pesara era tristemente real.
—Obviamente —repitió el omega tratando de no sonar desanimado.
Ya en la mesa reservada a sus nombres, Jimin le consultó si le gustaría beber champagne con frutillas. JK no bebe jamás, de más, pero esta noche se permitiría saborear ese delicioso trago esperando que las burbujas no se le subieran a la cabeza.
La cena transcurrió entre risas y miradas cautivadoras de parte de ambos.
Al teléfono de Jimin no dejaban de llegar mensajes que él en lugar de ignorarlos, interrumpía su charla con el omega para contestar. Sonreía mientras lo hacía y Jungkook comenzaba a sentirse incómodo.
En una oportunidad, en que el teléfono volvió a vibrar sobre la mesa, él alcanzó a ver en la pantalla, que el mensaje provenía de Min Yoongi.
La incomodidad se instaló en su cuerpo y supo en ese segundo que estaba perdiendo su tiempo.
Mientras el rubio contestaba el mensaje, él sacó dinero de su billetera, lo dejó cerca de su plato, se levantó sin decir palabra y se alejó de allí, lo más rápido que pudo.
Jimin de reojo, vio lo que ocurría y corrió tras Jungkook, antes de solicitarle a la camarera que anexara lo consumido a su habitación.
—Jungkook espera. Detente por favor.
Lo vio subir al ascensor y cuando las puertas casi se cerraban, Jimin interpuso su mano para abrirla e ingresar.
—¿Qué pasó?
Tomó su mano y lo obligó a tomar el dinero que había dejado en la mesa.
—¿Por qué te fuiste así, Jungkook?
—¿No es obvio? no quería interrumpir tu cita telefónica…
—Jungkook, no seas bebé…
—No soy un bebé, Jimin, tengo veintiséis años y soy fuerte. Y no me gusta que me hagan perder el tiempo ni que me falten el respeto…
—Yo-- yo, no, no quise faltarte el respeto. Perdóname por favor, pero no sé lo que hice mal…
—Sigue tu charla con el beta, Jimin, yo regresaré con mi hija…
—No, no, espera… ¿Qué beta?
—Lamento tener buena vista. Pude ver su nombre en los mensajes emergentes que te llegaban…
Jimin volvió a abrir su teléfono y allí se encontraba un mensaje de Yoongi que él ni siquiera había leído.
—Mira por favor… mira mi teléfono… Nunca leí su mensaje.
Jungkook no miraba la pantalla.
—Por favor, mira una sola vez y te prometo que me iré de aquí y no volveré a molestarte después de eso..
Kook bajó sus ojos con indecisión y vió que el chat con Min solo tenía un mensaje que decía «Hola», y permanecía sin abrir.
—No estaba hablando con él, Jungkook. Soy un desastre en miles de cosas pero jamás haría algo tan idiota como para hablar por chat con un desconocido, teniendote a ti, frente a mí…
—¿Qué significa eso?
—Que tú me importas.
Hablaba con mi amiga y confidente. Solo le contaba cosas tuyas y lo bien que te han sentado los años… Ella quería que te tomara una foto y se la enviara y me dio gracia que fuera tan indiscreta…
Lee todo el chat con ella, por favor. Verás que no miento.
Le entregó su teléfono pero él no lo aceptó
—No, Jimin, está bien, te creo.
Jungkook seguía serio y sin hacer contacto visual.
—Me disculpo por haber arruinado la jornada y hacerte sentir mal… ¿Puedes perdonarme, por favor?
JK, lo observó relamer sus labios gruesos y creyó que se desmayaría allí mismo.
Presionó el interruptor del ascensor que se detuvo entre pisos.
Acercó su rostro al de Jimin, pasó su lengua por la boca del rubio y volvió a erguirse dejando al alfa jadeante y con los ojos cerrados.
Jimin aproximó su cuerpo al del omega y se puso en puntitas de pie.
Jungkook admiraba la elasticidad del bailarín pero ni en puntas, llegaba a su altura.
Sonreía viendo el esfuerzo del alfa de llegar a su boca cuando este bufó…
—¿Puedes dejar de ser tan alto? En vez de reirte de mi fracaso, baja a mí y besáme... por favor.
Jungkook se inclinó y sus caras quedaron cercanas.
Jimin sujetó el rostro del omega con sus dos manos y lo besó con pasión. Comió su boca y sus lenguas se entrecruzaron en un ritmo acompasado y necesitado.
El supresor de celo de Jimin luchaba a puño partido con él mismo para dar rienda suelta a lo que el rubio quería hacerle a ese hermoso omega de casi dos metros.
—Dios, todo lo que te haría…
—¿Que me harías, Jimin…?
—¿Lo dije en voz alta?
Mordió el labio inferior de JK, se separó lo suficiente para clavar sus ojos en los del chico pero regresó a hablar sobre su boca…
—Te haría mío, Jungkook… aquí mismo, en este maldito ascensor, he deseado tu boca por tantos putos años… No puedo creer que te esté besando.
El hechizo sensual en el que estaban se rompió cuando Jimin se separó abruptamente, ante los ojos asombrados de Jungkook.
Acomodó sus ropas y levantó la cabeza para observar al hombre que le robaba el aliento desde hacía décadas.
—Sigue allí —murmuró su lobo casi dormido— Tu amor por este omega sigue intacto.
Jimin puso a andar nuevamente el ascensor y permitió que la incomodidad entre ambos fuera más intensa que el beso que se habían dado.
—¿Qué está pasando, Jimin? ¿De qué me perdí?
—No es nada, Jungkook, no te preocupes, solo soy yo y mis continuas auto-represiones.
—No te entiendo, Minnie.
¿Minnie? Esa manera cariñosa de llamarlo que hacía años que no escuchaba lo estremeció.
—Minnie —repitió Jimin con la cabeza gacha.
—¿Puedes decirme, por favor, qué está pasando? Primero me comes la boca y ahora me ignoras como si no existiera… ¿Hice algo mal?
—No eres tú, soy yo. No puedo explicarte ahora, bebé.
—No soy un be...
—... «bebé, tengo veintiséis y soy fuerte» —Jimin completó la frase.
Sonrió hasta con sus ojos.
—Ya lo sé, Kook, tienes veintiséis, eres fuerte y hermoso. No volveré a llamarte así si te incomoda…
—No, no, perdón, dime como desees. Es que…
—Jungkook, «bebé» se borra de mi vocabulario en este instante. Y punto.
Él sonrió con su gesto de conejo y le tocó la punta de su nariz. Jimin sintió cómo sus defensas daban un triple salto mortal para estrellarse elegantemente contra el piso.
—Ay Dios. Qué lindo eres.
Jimin acomodó algunas mechas de los cabellos oscuros del omega, detrás de la oreja y Kook giró su rostro para besar su manito. En ese pequeño gesto ambos se habían dicho mucho más que todo lo hablado en la noche.
—No me ignores, Jimin… ¿Qué ocurre?
—Kook, estoy en celo. He tomado tantos supresores que no sé cómo sigo en pie. No puedo permitirme seguir jugando este juego. Si volvemos a besarnos no podré dominar mis instintos. Mi lobo me está matando por dentro…
—Jimin, yo …
—Kook, te deseo tanto en este momento que si vuelves a acercarte a mí, estoy seguro que no voy a contenerme y te haré mío de todas las formas posibles…
Aléjate por favor.
—Jimin, quiero ser tuyo.
—Deja de decir esas cosas, no es posible. No nos vemos desde hace una década, no sería correcto…
—Pero te deseo...
—Basta, Kook… basta.
Lo atrajo hasta su cuerpo, acarició la erección del alfa de manera sensual y demandante…
—Si pudieras tocarme por debajo de mi ropa, Jimin, sabrías que estoy mojado y que te necesito.
Los ojos rojos de Jimin gritaban peligro y él rugió sobre el cuello de Jungkook en el preciso momento en que las puertas del ascensor se abrieron y por detrás de ellos, una voz resonó entre las cuatro paredes del inoxidable acero circundante…
—Señor Jungkook —sollozaba la nana de Paloma— por fin lo encuentro. Por favor venga, la nena tiene fiebre y está temblando.
Otro salto ornamental emocional se dió paso para que toda la lujuria quedara hecha polvo en el pequeño habitáculo.
Corrieron a la habitación de Paloma, que convulsionaba en un charco de vómito. Jungkook corrió a sostener su cabeza, colocó a su niña de costado y le hablaba dulcemente mientras su cuerpito se sacudía con violencia. Protegió su cabecita con sus enormes manos y ordenó a la nana que llamara a emergencia y en cuestión de minutos los paramédicos estaban trasladando a Paloma al nosocomio más cercano.
Jimin fue detrás de la ambulancia que llevaba a la nena y al papá. Él permaneció en la sala esperando que Jungkook saliera de la junta con los médicos con alguna novedad. Cuando este regresó pudo distinguir por su cara, que las noticias eran buenas.
—Está bien. La estabilizaron.
—¿La fiebre alta provocó la convulsión?
—Tal vez, pero no se sabe, ella tiene epilepsia, está medicada pero, bueno… a veces sufre estos episodios de mierda…
—Oh, Kook…
—Me siento tan culpable. La dejé sola y mientras ella sufría yo me comportaba como una perra…
—Sshh, no, no. ¿Qué estás diciendo? Jungkook ni tú ni yo no tenemos culpa de nada.
Kook sollozaba por lo bajo y cuando Jimin lo abrazó él se largó a llorar sobre su hombro.
—Perdón, Jimin… Esta noche debía ser de reencuentro y de alegría y no he parado de darte malos momentos.
—¿Los besos y caricias fueron malos para ti?
—¿Qué? No, no, Jimin, esos besos, Dios, aún te saboreo en la boca.
—Entonces no te arrepientas nunca de lo que nos pasó. Por favor. Odiaría sentir que vuelvo a ser un error en tu vida…
—¿El señor Jeon Jungkook? —interrumpió el pediatra requiriendo su presencia.
—Sí, sí, soy yo…
Miró a Jimin que se había levantado al lado de Kook.
—¿Son los padres de Paloma?
Jungkook dirigió una mirada pícara a Jimin cuyas mejillas se habían tornado escarlata.
—No, dijo Kook, solo yo.
—Ok, acompañarme al consultorio, señor, por favor.
Tomaron asiento.
—Paloma duerme.
—Sí, después de cada episodio duerme por horas.
—Así es, No ha sufrido contusiones y se encuentra estable. Así que podrá llevarla en breve. No necesita estar aquí.
Jungkook sintió gran alivio tras lo dicho por el médico.
—¿Ella está medicada por su epilepsia?
—Sí. Toma anticonvulsivantes desde los tres años que tuvo la primera crisis.
—Bien. Entonces usted ya sabe cómo actuar en estos casos. Haga consulta con su pediatra personal cuando regrese a su hogar. Pero por ahora, déjela descansar y después, vida normal. Procure que esté bien hidratada, que descanse, que duerma bien, y por favor, nada de pantallas por los próximos días.
—Sí, sí. Está bien, Doctor, gracias.
—¿Señor Jeon? Con todo respeto ¿Me permite una indiscreción?
JK pensó que sería algo referido a su niña y antes de que él contestara el médico largó:
—¿El joven que está con usted, es Park Jimin, el bailarín?
Junto a la pregunta JK pudo distinguir el olor rancio y dulzón de las feromonas que el pediatra lanzó al pronunciar el nombre del alfa.
—Doctor esa es una indiscreción que no le permitiré. Y con todo respeto, guarde sus olores para otro alfa, este es mío.
Hizo una reverencia. Dio media vuelta y antes de retirarse y sin mirarlo, dijo:
—Gracias por atender a mi hija.
Salió de allí sorprendido por haber dicho que Jimin era «su alfa» ¡Pero en el fondo, le había encantado! Eso no impidió que bufara bajo, era el segundo hombre en la noche que se había «alborotado» ante la presencia de Jimin.
«No los culpo» —pensó. —«Yo estoy igual que ellos…»
Jimin estaba semi agachado, frente a la máquina expendedora de café brindándole una vista exclusiva de sus proporciones irreales.
Él se quedó observándolo a la distancia y no pudo evitar pensar:
«Ya estoy celoso de ti y no somos nada, Jimin. ¿La vida a tu lado sería así? ¿Con cada omega rondándote y babeando por ti? ¿Sería, yo, capaz de tolerar algo así?»
—¡Oh, Kook… estás allí!
—Ey… —Chasqueó sus dedos frente a Jungkook —¿Dónde estás? ¿Qué piensas?
—Nada. Nada especial.
—¿Qué dijo el doctor? ¿Está todo bien con Paloma?
Frunció el ceño al estar más cerca de él…
—¿Qué es ese olor?
JK blanqueó sus ojos….
—Del médico… me preguntó por ti y acto seguido me lanzó un bocanada hormonal… Supongo que eso provocas, Jimin. ¿Siempre alteras a cada omega cerca de ti?
—¿Estás insinuando que es mi culpa?
Jungkook no pudo evitar hacer un gesto que Jimin entendió como una protesta silenciosa.
—No me reclames nada, Jungkook, ni me culpes. Estoy en celo. Ya te lo he dicho. Es normal que esto ocurra debería estar encerrado en mi cuarto o mejor… se quedó callado.
—¿Mejor que? ¿Que ibas a decir…?
—Nada.
—Dilo.
—Mejor entre tus piernas, dentro tuyo, devorándote bocado a bocado.
Por segunda vez en la noche, el sensual momento se vio interrumpido por la enfermera que anunció que ya podían llevarse a la nena.
En cuanto le dieron de alta a Paloma, regresaron al hotel. La niña seguía durmiendo.
—¿Palomita está bien, por qué duerme tanto?
—Queda agotada después de una crisis. Pero mañana estará como si nada y haremos vida normal.
Jungkook con sus enormes ojos profundos miró a Jimin, y regresó la culpa que había sentido en el hospital.
—No me vayas a decir de nuevo que se arruinó la noche JK. No te lo permito.
El sonrió, porque era exactamente lo que estaba pensando.
—¿Quieres tomar algo conmigo en el balcón antes de irte?. Es temprano aún…
—Me encantaría, JK. Muero de sed.
—No sé que irá a pasar después de esto, Jimin, pero siento que todo mi mundo se ha movido bajo mis pies.
Yo... yo no he sentido nada por nadie, ni siquiera por la madre de Paloma… y llegas tú y pones mi mundo patas para arriba.
—¿Qué quieres decir?
—Solo eso… siento cosas aquí y mi lobo no para de gritarme al oído.
—Jungkook, yo-o, te-e juro que no estoy en condiciones de iniciar nada con nadie, pero mi lobo te reconoce, él está como loco.
—El mío también. Sé que es muy pronto para iniciar cualquier cosa, ni siquiera sabemos quién es quién en estos momentos y después de una década de no vernos. Tú no sabes quién soy y yo solo sé de ti, lo que leo en los medios y las redes… o sea, nada.
Clavó sus ojos en los de Jimin.
—Pero, créeme, sé que eres tú. Siempre fuiste tú.
—Realmente crees que nosotros…
—Jimin, yo solo quería pasar un rato a tu lado y poder expresarte todo mi arrepentimiento por lo idiota que fui de niño, haciéndote sentir mal frente a todos y despreciándote.
—Kook, eso fue hace mucho.
—Pero déjame decirlo por favor. Llevo esto clavado en mi pecho desde entonces…
—Dilo, te escucho, JK, dime ahora lo que llevas guardado hace años.
—No estaba capacitado para recibir lo que me dabas, Minnie. Era un niño. Tonto y feo que recibía las atenciones de un chico, no de una chica... y eso, no podía asimilarlo, ni aceptarlo.
—Feo no eras, eras hermoso…
—Para ti. Que no sé qué me veías…
—Quizás veía en ese niño el bello hombre en que te convertirías.
—Imposible, pero, como sea, después que partiste sin siquiera despedirte, comencé a darme cuenta cuánta falta me hacías. Extrañaba tu "acoso", te extrañé tanto que lloré cada noche por años enteros. Llegué a pensar que te habías ido por mi culpa.
Jimin tenía los ojos vidriosos. Él nunca, jamás esperó que JK se sintiera de ese modo.
—No fue tu culpa, Jungkook, mi profesora de danzas vio potencial en mí y le aconsejó a mi madre que me llevara a estudiar a la mejor escuela de artes de Seúl. Y allí partimos mi madre y yo. Lloré el día de la partida porque no te vería nunca más, aún sabiendo que tú solo sentías rechazó por mí. Escribí una carta que debes haber roto en el mismo momento de recibirla.
—No fue así. La leí imaginando tu voz y esa noche lloré sosteniendo la carta en mi pecho. No sólo no la rompí, Jimin, esa carta va conmigo a donde quiera que yo vaya.
—Es mentira.
—¿Por qué mentiría?
JK sacó su billetera y extrajo de uno de sus bolsillos la carta doblada prolijamente en varias partes. Ajada, amarillenta y a punto de romperse toda.
Jimin miró el papel, lo tomó entre sus manos, reconoció su letra y formó un puchero con sus labios que Jungkook besó profundamente. Las lágrimas no dejaban de caer…
—Esta carta, Jimin, me mantuvo unido a ti todo este tiempo…
—Kook, yo… no sé qué decir.
—No digas nada. El destino o como quieras llamarlo, nos reunió en este paraje del fin del mundo y pudimos reencontrarnos. Por fin pude decirte lo que solo en sueños creí que te diría. Me siento liberado y feliz.
—Eres hermoso, Jungkook. ¿Puedo besarte?
—No, Jimin. La próxima vez que me beses será cuando estés seguro que soy tu destinado y cuando estés dispuesto a desgarrar mi cuello con tu marca. ¿Estas de acuerdo?
Sonrió y contestó…
—Estoy muy de acuerdo.
Se levantaron los dos, Jimin se dirigió a la puerta como para irse.
—¿Qué harás mañana a la noche, Jeon Jungkook?
—Mmm, mañana a la noche…
—Necesito escuchar que deseas estar conmigo —Lo interrumpió.
—Deseo con toda mi alma estar contigo, Jimin.
—Estaré esperándote, Jungkook, en mi cuarto y sin tomar supresores.
Kook y sus ojos redondos, él y su endiablada sonrisa de conejo, él y su cuerpo deseable… Jimin no podía seguir ocultando lo que le pasaba…
—Voy a besarte. Voy hacerte mío, mi lobo ya sabe que eres mi omega, solo falta que tú lo aceptes.
—Yo lo acepto, Jimin. Mi lobo también te reconoce como mi alfa.
—Esta vez no te dejaré ir, Jungkook.
Tú ya pusiste tus límites. No más besos si no hay marca, ¿Verdad?
—Sí.
—Pues… ¡Que así sea!
Se acercó peligrosamente a los labios de Jungkook y casi rozandolos le susurró...
—Le haré el amor a tu boca con la mía…
Se quitó del cuello la cinta negra y la ató en la muñeca de Jungkook. Kook pudo sentir el perfume de su alfa en la cinta y pensó que esperar hasta mañana se presentaba como la tortura más grande de su vida.
JM antes de ingresar al ascensor, lo miró y sentenció:
—Hasta mañana mi omega. Sé puntual.
—Hasta mañana mi alfa. Cuenta con ello.
Fin
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EPÍLOGO (cortiiito)
Antes de que las puertas del ascensor se cerrarán, el brazo tatuado de Jungkook lo impidió y con el otro tomó a Jimin de la cintura y lo sacó de allí.
—Kook...
—Jimin, retiro lo dicho. Retiro todos mis estúpidos límites...
—¿Qué dices?
—Digo que no quiero esperar a mañana para ser tuyo. Digo que puedes llamarme «Bebé» cuantas veces quieras, y mejor si lo haces cuando estés dentro mío y yo jadée sobre tu cuello.
Digo que me beses y me lleves a tu cama ahora mismo.
Prometiste hacerle el amor a mi boca con tu boca...
—Sí, mi amor.
—Pues, comienza ahora mismo, estoy que me muero...
Jimin lo tomó por la cintura y lo inclinó para llegar a su boca sin esfuerzo, y lo besó como si fuera la última vez en su vida.
Llegaron a la habitación de Jimin, prácticamente desnudos, porque la lucha entre sus pieles y la ropa había comenzado dentro del ascensor, testigo silencioso de toda esta historia.
Se amaron durante toda la noche. La marca profunda sobre el cuello de Jungkook, sangró con olor a manzana y Jimin entendió que todo el tiempo que estuvieron separados, valió mil veces la pena, solo por haber podido vivir ese momento junto a su hermoso destinado.
Jimin y su lobo creyeron que se morirían de placer, pero no, siguen vivo y gozando de cada gemido que el omega canta bajo sus cuerpos.
Krasnyy y Sialuk ahora son uno, y esto es para siempre.
Ahora sí...
Fin
Un cuento de Caracola.
Publicado el 13 de diciembre de 2022.
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Si les gustó, pueden pasar a leer una 2da historia con ellos de protagonistas.
Se llama TOKIO.
Snopsis: Jimin va enterarse por boca de Jungkook, su omega, que deberá pasar solo, las próximas fiestas. Él solito, sin su adorada y pequeña manada de tres. Eso traerá consecuencias y una tristeza profunda lo invadirá por completo.
¿Podrá, Jungkook, lograr que su alfa recupere la sonrisa?
One shot, finalizado.
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