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Jimin entró al cuarto. Acomodó los objetos dañados por el agua, prolijamente frente al fuego. Recorrió palmo a palmo cada rincón del lujoso espacio y fue directo a la enorme cama. Se sentó al borde con su mirada perdida en el follaje que la ventana le ofrecía. Observó cada charco que aún quedaba como testimonio del vendaval nocturno y se preguntó si esa lluvia era cómplice de que él y Jungkook se encontraran después de doce años de no verse.

Él había acallado a su lobo porque necesitaba estar a solas y Krasnyy, en ocasiones, era demasiado invasivo.

Hizo un racconto mental por aquellos días siendo un púber y no pudo evitar sentirse avergonzado por sus actitudes frente al chico que le gustaba y como este, sistemáticamente lo había rechazado una y otra vez.

Jimin se alejó de Jungkook cuando entendió que el pequeño moreno de hermosa sonrisa nunca sentiría lo mismo que él.

Su madre, consciente de lo que Jimin era bailando, escuchó los consejos de la profesora de danzas que lo entrenaba en ese momento y decidió migrar a Seúl para que su hijo se formara en el mejor instituto de danzas contemporáneas del país.
Y ese fue el último contacto que Jimin y Jungkook tuvieron.

Cuando Jimin se presentó como omega ya estaba bien lejos de su Busan natal, y aún más del chico que en aquellos momentos le quitaba el sueño.

Cuando Jungkook se presentó como alfa, ya había tenido más de una experiencia con algunas de las chicas que le gustaban. Pero había quedado en su memoria al pequeño Jimin intentando seducirlo y más de una vez se sintió triste por ser incapaz de aceptar que el niño rubio, le gustaba. No pudo evitar sentir culpa por la forma cruel que él lo trató.

Cuando en las redes y en todos los medios, resonó el nombre de aquel joven que se manifestó ante el mundo como el eximio bailarín al que Corea del Sur, posicionó frente al mundo como su mejor producto de importación, Jungkook supo que Jimin lo había logrado.

Él y su talento abrieron barreras idiomáticas y conquistaron mercados internacionales como ningún otro artista en esa disciplina.
Y Jungkook comenzó a seguir y a admirar sus logros que se hacían virales al minuto de ser publicado.
Así que, la mañana que ellos se reencontraron, Jimin estaba en desventaja sobre un Jungkook que conocía cada paso que el artista había dado en su carrera, mientras que Jimin desconocía todo acerca de Jungkook.

Pero obviamente pudo distinguir que Jungkook, se había presentado como alfa porque la exótica esencia a absenta que éste desprendía, le había arrebatado el sistema cual cachetazo a él y a su inquieto lobo, que de manera desordenada e impulsiva, lanzó sus feromonas, haciendo presente el dulce aroma a manzana y canela que el hermoso bailarín portaba.

Pero Jimin reprimió sus olores para no alertar ni a betas ni a alfa, no deseados. Sobre todo porque él se encontraba en período de celo y de no haber sido por el obstructor que se tragó a media noche después de darse placer junto a su lobo, ya estaría enredado entre las piernas del primer alfa que se le presentara y que… ¡Oh casualidad!… Ese era su antiguo amor no correspondido.

Jimin había caído en sueño profundo después de dejar secando ropas y elementos personales que el diluvio se había encargado de estropear.
Había acallado a su lobo por las malas, ya que este no paraba de hablarle y tanto ruido en la cabeza le había provocado sueño y dolor. Se tomó el supresor de celo antes de que su condición no le permitiera hacer vida normal.

Pero eso no ayudó. Su celo que se había presentado la noche anterior, se vio convulsionado con la presencia de un alfa cuyos olores se le habían metido hasta lo más profundo de su organismo.

Intentó por todos los medios y le rogó a todos los santos lobunos que el celo quedara opacado para poder acudir a la cena a la que Jungkook lo había invitado. Pero su lobo parecía un loco y no quería ser amansado a fuerza de drogas. Así que desde el interior del chico, Krasnyy no paró de hacerle sentir que lo único que calmaría ese ardor, sería precisamente el intenso absenta del que era dueño Jeon Jungkook.

Cuando a la hora de la cita acordada, Jimin no se presentó en el salón donde quedaron en verse, Jungkook se sintió triste. Había dejado dormida a Paloma, al cuidado de su nana y cuando estuvo bañado, perfumado y vestido de riguroso negro, caminó firme y seguro hacia una cita que lo llenaba de expectativas y ansiedad.

Pero Jimin, no llegó. Podía entender que el omega siendo una celebridad, llena de fama, fortuna y éxitos, hubiera elegido no verse con él, pero aún entendiendo y aceptando ese hecho, le dolió. Él deseaba con todo su corazón poder hablar con el bello bailarín sobre aquellos días en que él se había comportado como un idiota. Y aparentemente no tendría esa oportunidad.

Después de esperar por una hora, entendió que era tiempo suficiente para aceptar que lo habían dejado plantado. Fue directo a la barra del bar y ordenó un whisky en las rocas.
Aunque se sentía triste sabía que no tenía derecho a reclamar ni exigir nada de Jimin. Así que decidió que esa noche se permitiría beber un par de tragos sin culpas ya que su niña bonita estaba bien cuidada y no lo requería de momento.
Un piano cercano tarareaba melodías en manos de un bello  pianista que acariciaba las teclas con dedos de seda. Él se acercó y se acomodó en una butaca cercana y disfruto de cada nota que el beta tocó. Y Jungkook cantó. Su bella voz envolvió la sala completa. Él había olvidado que cantar le hacía sentir bien.

Con intención pero sin reales ganas, dejó salir sus feromonas, y el beta reaccionó. Dejó de tocar y con pasos felinos se acercó a donde estaba JK. Sialuk bostezaba desde adentro ante un beta que ni siquiera emitía olores. Él se paró delante del músico y cuando estiró su mano para recibir la que el beta le ofrecía, sus sentidos fueron golpeados por el aroma embriagador a manzana y canela que la piel de Jimin emanaba a escasos metros de ellos.

Enfundado en un traje color obispo y una cinta negra alrededor de su cuello, el chico rubio se detuvo detrás de ambos y con clara actitud de "Decide quién sobra, Jungkook" lo miró directo a los ojos antes de llevar sus manos a los bolsillos.

El alfa tartamudeó varias veces antes de ofrecer su mano a Jimin, rogando por dentro, que él la aceptara.

El beta miró de arriba a abajo al recién llegado y cuando Jimin tomó la mano de Jungkook y este lo atrajo hacia su cuerpo, fue cuando el alfa le comunicó al pianista:

—Disculpa, mi cita ha llegado.

El músico volvió sus ojos a Jimin, para ahora devorarlo de arriba a abajo.

—¿Eres Park Jimin? Dioses, eres lo más hermoso que mis ojos hayan visto.

JK arrugó su nariz y gruñó ante lo dicho por el beta.

Jimin sonrió y Jungkook se descubrió odiando al pianista que hasta escasos minutos atrás él se había visto tentado de conquistar.

—¿Me darías un autógrafo, Jimin?

—Sí, claro.

Firmó un papel que salió quién sabe de dónde, y antes de retirarse le entregó su tarjeta personal.

—Están mis datos y mi teléfono. Me llamo Min Yoongi, soy productor —dijo y se retiró rápidamente antes de que Jungkook volviera a gruñir.

Jimin reía por lo bajo mientras agendaba en su móvil, el teléfono del beta. Siempre es útil tener contactos que se dediquen a la música.

Jungkook observó a Jimin de pies a cabeza y negó un par de veces…

—¿Qué? ¿Por qué me miras así?

—Te admiro.

—No me admires aún. Lo físico no importa a la hora de conocer a una persona ni da cuenta de lo que uno es en realidad.

—Es verdad. Aunque, nosotros ya nos conocemos.

—Eso tampoco cuenta, Jungkook, los años llegan con cambios, y tú y yo hemos cambiado, obviamente.

La frase tan terminante había hecho sentir un poco inseguro a Jungkook y eso lo retrotrajo a aquellos momentos en que Jimin se comportaba de manera exigente con él. Pero sabía que aquel Jungkook niño, que reaccionaba violentamente a las demandas de un Jimin jovencito, había crecido dando paso a un alfa seguro de sí mismo… Hasta que Jimin con esa frase dejó entrever que él ahora era un omega sin las necesidades que tenía años atrás y eso, mal que le pesara era tristemente real.

—Obviamente —repitió el alfa tratando de no sonar desanimado.

Ya en la mesa reservada a sus nombres, Jungkook le consultó si le gustaría beber champagne con frutillas. Jimin no suele beber pero esta noche se permitiría saborear ese delicioso trago esperando que las burbujas no se le subieran a la cabeza.

La cena transcurrió entre risas y miradas cautivadoras de parte de ambos.

Al teléfono de Jimin no dejaban de llegar mensajes que él en lugar de ignorarlos, interrumpía su charla con el alfa para contestar. Sonreía mientras lo hacía y Jungkook comenzaba a sentirse incómodo.

En una oportunidad, en que el teléfono volvió a vibrar sobre la mesa, él alcanzó a ver en la pantalla, que el mensaje provenía de Min Yoongi.
La incomodidad se instaló en su cuerpo y supo en ese segundo que estaba perdiendo su tiempo.
Mientras el rubio contestaba el mensaje, él sacó dinero de su billetera, lo dejó cerca de su plato, se levantó sin decir palabra y se alejó de allí, lo más rápido que pudo.

Jimin de reojo, vio lo que ocurría y corrió tras Jungkook, antes de solicitarle a la camarera que cargara lo consumido a su habitación.

—Jungkook espera. Detente por favor.

Lo vio subir al ascensor y cuando las puertas casi se cerraban, Jimin interpuso su mano para abrirla e ingresar.

—¿Qué pasó?

Tomó su mano y lo obligó a tomar el dinero que había dejado en la mesa.

—¿Por qué te fuiste así, Jungkook?

—¿No es obvio? no quería interrumpir tu cita telefónica…

—Jungkook, no seas bebé…

—No soy un bebé, Jimin, tengo veintiséis años y soy fuerte. Y no me gusta que me hagan perder el tiempo ni que me falten el respeto…

—Yo-- yo, no, no quise faltarte el respeto. Perdóname por favor, pero no sé lo que hice mal…

—Sigue tu charla con el beta, Jimin, yo regresaré con mi hija…

—No, no, espera… ¿Qué beta?

—Lamento tener buena vista. Pude ver su nombre en los mensajes emergentes que te llegaban…

Jimin volvió a abrir su teléfono y allí se encontraba un mensaje de Yoongi que él ni siquiera había leído.
Giró el teléfono para que pudiera observar la pantalla completa.

—Mira por favor… mira mi teléfono… Nunca leí su mensaje.

Jungkook no miraba la pantalla.

—Por favor, mira una sola vez y te prometo que me iré de aquí y no volveré a molestarte después de eso..

Kook bajó sus ojos con indecisión y vió que el chat con Min solo tenía un mensaje que decía «Hola», y permanecía sin abrir.

—No estaba hablando con él, Jungkook. Soy un desastre en miles de cosas pero jamás haría algo tan idiota como para hablar por chat con un desconocido, teniendote a ti, frente a mí…

—¿Qué significa eso?

—Que tú me importas.
Hablaba con mi amiga y confidente. Solo le contaba cosas tuyas y lo bien que te han sentado los años… Ella quería que te tomara una foto y se la enviara y me dio gracia que fuera tan indiscreta…
Lee todo el chat con ella, por favor. Verás que no miento.

Le entregó su teléfono pero él no lo aceptó

—No, Jimin, está bien, no quiero hacer eso.

—Pero por favor, créeme, no hablaba con ese desconocido.

—Te creo.

Jungkook seguía serio y sin hacer contacto visual.

—Me disculpo por haber arruinado la jornada y hacerte sentir mal… ¿Puedes perdonarme, por favor?

JK, lo observó relamer sus labios gruesos y creyó que se desmayaría allí mismo.

Presionó el interruptor del ascensor que se detuvo entre pisos.
Acercó su rostro al de Jimin, pasó su lengua por la boca del rubio y volvió a erguirse dejando al omega jadeante y con los ojos cerrados.

Jimin aproximó su cuerpo al del alfa y se puso en puntitas de pie.
Jungkook admiraba la elasticidad del bailarín pero ni en puntas, llegaba a su altura.
Sonreía viendo el esfuerzo del omega de llegar a su boca cuando este bufó…

—¿Puedes dejar de ser tan alto? En vez de reírte de mi fracaso, baja a mí y besáme... por favor.

Jungkook se inclinó y sus caras quedaron cercanas.
Jimin sujetó el rostro del alfa con sus dos manos y lo besó con pasión. Comió su boca y sus lenguas se entrecruzaron en un ritmo acompasado y necesitado.

El supresor de celo de Jimin luchaba a puño partido con él mismo para dar rienda suelta a lo que el rubio quería hacer con ese hermoso alfa de casi dos metros.

—Dios, todo lo que haría…

—¿Que harías, Jimin…?

—¿Lo dije en voz alta?

Mordió el labio inferior de JK, se separó lo suficiente para clavar sus ojos en los del chico pero regresó a hablar sobre su boca…

—Dejaría que me hicieras tuyo, Jungkook… aquí mismo, en este maldito ascensor, he deseado tu boca por tantos putos años… No puedo creer que te esté besando.

El hechizo sensual en el que estaban se rompió cuando Jimin se separó abruptamente, ante los ojos asombrados de Jungkook.
Acomodó sus ropas y levantó la cabeza para observar al hombre que le robaba el aliento desde hacía décadas.

—Sigue allí —murmuró su lobo casi dormido— Tu amor por este alfa sigue intacto.

Jimin puso a andar nuevamente el ascensor y permitió que la incomodidad entre ambos fuera más intensa que el beso que se habían dado.

—¿Qué está pasando, Jimin? ¿De qué me perdí?

—No es nada, Jungkook, no te preocupes, solo soy yo y mis continuas «auto-represiones».

—No te entiendo, Minnie.

¿Minnie? Esa manera cariñosa de llamarlo que hacía años que no escuchaba lo estremeció.

—Minnie —repitió Jimin con la cabeza gacha.

—¿Puedes decirme, por favor, qué está pasando? Primero me comes la boca y ahora me ignoras como si no existiera… ¿Hice algo mal?

—No eres tú, soy yo. No puedo explicarte ahora, bebé.

—No soy un be...

—... «bebé, tengo veintiséis y soy fuerte» —Jimin completó la frase.

Sonrió hasta con sus ojos.

—Ya lo sé, Kook, tienes veintiséis, eres fuerte y hermoso. No volveré a llamarte así si te incomoda…

—No, no, perdón, dime como desees. Es que…

—Jungkook, «bebé» se borra de mi vocabulario en este instante. Y punto.

Él sonrió con su gesto de conejo y le tocó la punta de su nariz. Jimin sintió cómo sus defensas daban un triple salto mortal para estrellarse elegantemente contra el piso.

—Ay Dios. Qué lindo eres.

Jimin acomodó algunas mechas de los cabellos oscuros del alfa, detrás de la oreja y Kook giró su rostro para besar su manito. En ese pequeño gesto ambos se habían dicho mucho más que todo lo hablado en la noche.

—No me ignores, Jimin… ¿Qué ocurre?

—Kook, estoy en celo. He tomado tantos supresores que no sé cómo sigo en pie. No puedo permitirme seguir jugando este juego. Si volvemos a besarnos no podré dominar mis instintos. Mi lobo me está matando por dentro…

—Jimin, yo …

—Kook, te deseo tanto en este momento que si vuelves a acercarte a mí, estoy seguro que no voy a contenerme y me entregaré a ti de todas las formas posibles…
Aléjate por favor.

—Jimin, quiero poseerte.

—Deja de decir esas cosas, no es posible. No nos vemos desde hace una década, no sería correcto…

—Pero te deseo...

—Basta, Kook… basta.

Lo atrajo hasta su cuerpo, acarició la erección del omega de manera sensual y demandante…

—Si pudieras tocarme por debajo de mi ropa, Jimin, sabrías lo mucho que te necesito.

Los ojos rojos de Jimin gritaban peligro y él rugió sobre el cuello de Jungkook en el preciso momento en que las puertas del ascensor se abrieron y por detrás de ellos, una voz resonó entre las cuatro paredes del inoxidable acero circundante…











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