El moisés
En el seno de su gruta,
alfombrada de anémonas marinas.
Julián del Casal
Ileana pasa todos los fines de semana frente al timbiriche donde venden canastilla y observa el moisés vacío. No pregunta por el precio de nada, simplemente mira, mira y añora. No importa si es azul, rosado o amarillo. Observa el reflejo de su barriga plana en el cristal y culpa a Dios. Hace mucho que no habla con él. Se olvidó de ella hace mucho. Ya no puede entrar a la iglesia sin ser tratada como una enferma. Ya no es la niña que va a las misas. Ya no es la adolescente que visita bares y discotecas para personas con su padecimiento. Ahora es la extraña que se dedica a mirar canastilla.
En la tienda hay una muñeca que le recuerda una suya. De niña adoraba jugar con ella; hasta que en la preadolescencia fue cambiada por la imagen invertida, frente al espejo, del maquillaje, pintura para uñas, vestidos y tacones de la madre. Sueña tanto con la idea de serlo, pero Dios se lo prohíbe. Al menos del modo convencional.
Observa el moisés y se lo imagina con una colchita y muñecas tejidas a crochet. Si con lazo una almohada, con cinta de raso. Un bebé motivo de su desvelo. Se lleva las manos al vientre y sale a toda prisa del lugar.
Está dispuesta a hacerlo. Ha hecho la cuenta. Si todo sale bien, esta noche besará su destino... Su primer beso resultó de golpe y porrazo, no solo por robado, sino por lo indiferente. Fue como besar un trozo de goma.
--Pero si está buenísimo, Ileana. Además, está muerto contigo.
El segundo también fue robado a plena madrugada. Durmiendo en la beca. Una sombra se escabulle entre las cabezas tapadas que fingen dormir; y así, de golpe, se lo planta. Le gustó tanto que no la dejó escaparse. Hasta durmieron libre de ropas, bajo las sábanas que todo lo ocultan hasta que son lavadas.
--Caí con la menstruación.
--Aquí nadie nació ayer. Todas te vimos. ¿Por qué no me lo dijiste?
--No lo supe hasta ayer por la noche.
--Siempre tuve la sospecha. No importa. Te sigo queriendo igual.
No puede negarlo. La sombra es el amor de su vida, pero ya ha renunciado a tanto por ella. Al vestido de novia con el cual soñaba, a la iglesia, a sus padres, a la mayoría de sus amistades del pre... pero al moisés... Si enlazo una almohada, encinta de raso. ¿Traición?
Sentada en el parque ve los niños jugar y no sabe si reír o llorar. Con algo de suerte será solo por esta vez un trozo de goma recibiendo golpes y porrazos entre besos no robados, pero indiferentes.
Ileana pasa este fin de semana frente al timbiriche donde venden canastilla y observa el moisés, que sin importar el color, ya no está vacío.
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