Alana hizo crujir entre sus dientes una gran barra de chocolate amargo.
Wind observó con expresión recelosa como con aire gatuno, la joven se relamía los labios de fresa tímidamente cubiertos por el tizne marrón que corroboraba el paso de los pralines que había prácticamente fagositado, por este mundo adyecto.

Casi tenía un aire provocativo, dulce y aniñado que era opacado por aquella mirada de hielos perpetuos que la joven cargaba consigo a donde quiera que iba. 

—¡Vete al carajo!—se escuchó de improvisto, los ojos calculadores de la chica se movieron hacia la dirección de donde una pelea de pareja daba lugar, un chico rubio cenizo prácticamente vomitaba logorrea mientras su pequeña acompañante, una muchacha tan roja como su hermana intentaba clavarle un sopapo.

En el momento cúspide de su pelea de índole casi marital, el joven tomó la diminuta y delicada mano de la chica roja entre la suya más grande, y el aire se hizo pesado, el calor asendia hacia la atmósfera mientras una lujuria advenediza se colaba en las pupilas de los jóvenes amantes. La tensión fue en cresendo y las notas en re menor de la pelea se apaciguaron.

Roja como le había clavado Alana a la desconocida de cabellera carmín, se relamió los labios y con un gesto ambiguo invito al joven a robar el beso que anhelante deseaba ser ultrajado.

Alana apartó la vista con un dejó asqueado.

—Que gesto más nauseabundo, que lastima que no traje una bolsa para que puedas regurgitar esos marron glacé—siseo Wind, al tiempo que observaba a la pareja devorarse mutuamente, en el otro extremo del parque—. Supongo que el joven mozo a de tener ciertas tendencias hacia el canibalismo, por cómo la besa pareciera que va a tragársela entera como una boa a su presa.

Alana contuvo una arcada. Hacia años que no la besaban así. Concretamente tres, desde Jude, y ahora el solo recuerdo maltrecho de la lengua bífida de el mencionado le resultaba altamente vomitiva.

—Los besos son el acto más asqueroso de apareamiento de todo el reino animalia—dijo Alana y Wind le sonrió pícaramente.

—Es mera curiosidad y se bien que no es de caballeros preguntar, pero, ¿A cuántos hombres les ha permitido el honor de compartir su saliva, señorita Lane?

Alana le plantó el sopapo que Roja no le pego al rubito.

Pero después contesto.

—Solo me equivoqué al darle ese beneficio a Jude—luego apuñalo a Wind con la mirada—. Y con un idiota narcisista que me robó un beso en una fiesta.

—Perdón—murmuró Wind y su piel nacarada se sonrojó—. No estaba exactamente en mis cinco sentidos.

—Se notaba, sabías a cebada.

—Perdón...

La pareja que había dejado de lado el bardo, se acercaba a la banca y justo cuando pasaban por enfrente de esta, Roja se detuvo y con un gesto alegre exclamó:

—¡Pero si ustedes se ven tan lindos!, que novios tan kawaiiiii—Roja se puso aún más roja.

—No somos novios—dijeron Alana y Wind al unísono.

—Deja de ser tan otaku enfrente de todo el mundo Mary, incómodas a los demás—dijo el rubito sonriendo a modo de disculpa y jalando del brazo de su amada.
Mary o Roja sin embargo no se disculpó y añadió:

—Lo serán, lo veo en su futuro. Tanta atracción entre ustedes—les guiñó un ojo y arrastró al pobre chico con una fuerza bruta digna de Atlas—. ¡Sayonara!

—Adiós, Mary Jane—le gritó Wind divertido—. Si que está algo chiflada, ¿no lo crees, Lane?

Alana lo miró con cierta duda.
Y ladeó la cabeza, colocándola sobre el hombro de Wind.

Solo porque le gustaba tomarle el pelo, y también porque disfrutaba ver cómo su cuerpo se ponía rígido cuando ella se acercaba y los pómulos se le coloreaban.

—Antes nos interrumpieron... pero, de verdad, estoy arrepentido por haberte besado ese día, fue realmente ruin y descortés de mi parte, lo siento Alana. No volveré a besarte...

Alana lo miró confundida.
Realmente no podía decir a ciencia cierta que había sentido aquella noche, ante aquel contacto imprevisto, apenas y había podido espirar un suspiro y tomar la fuerza necesaria para golpear y noquear.