Wind está sentando en el borde entre su casa y el patio, el césped esta recortado y los viejos olmos podados.

El sol se oculta y los colores del cielo se mezclan como en una paleta de tonos acuarela, entre amarillo pastel, azul y rosa claros.

Acaricia entre las orejas a uno de los pastores belgas de su madre, Wind lo ha renombrado Richie y a su análoga femenina Margot.

—Winnie The Pooh—exclama una voz que viene de la casa, Wind puede escuchar el traquetear de zapatos de tacón contra el empedrado del camino que lleva al jardín.

Nada más escuchar aquel timbre de voz el perro huye y se pierde entre los hierbajos acompañado de su fiel pareja.

Wind en cambio hecha la cabeza hacia atrás y suspira sonoramente. Lo primero que alcanza a atisbar de su primo son sus zapatos, lleva los estrambóticos Gucci que Mackinley le regalo para su vigésimo cumpleaños.

—Pensé que tendrías mejor gusto—sisea Wind poniéndose de pie y tendiéndole la mano para saludarle; a pesar de ser mucho más alto que Jude, este aun le levanta la mano al saludar.

Una risita inocente pero sobreactuada le hace caer en cuenta de la presencia de la incómoda acompañante de su incauto e insufrible pariente.

—Sigues siendo un pringado—tararea Park, su voz de terciopelo le resulta molesta.

—Me refería al gusto de mi primo en zapatos señorita Lane, no en mujeres.

Park tuerce la boca teñida de escarlata.

—Claro el gusto en mujeres de Jude y el tuyo no es muy diferente que digamos, después de todo, a ambos les ha gustado mi melliza.

—Hablando de Alana, ¿Donde está tu hermana?—pregunta Wind, Jude no le quita la vista de encima y  haciéndole sentir  irritado, mira hacia ambos lados como si buscara a la morocha.

Park no lo soporta más, su piel se torna roja como la ira pura, parece que dentro de poco se tornara más bien verde duende y explotara.

Aprieta fuerte el brazo de donde está colgada y espeta:

—Está en casa bullendo en fiebre, no podíamos traer enfermos con nosotros. Vamos a una fiesta—y agrega aún más veneno a sus palabras, asegurando de modo espontáneo—. Hace semanas que lidia con esa gripa infernal, ya fue al médico y ha tomado las pastillitas mágicas, así que si se muere o no, no es responsabilidad mía.

Wind se tapa la boca con la mano izquierda y la vuelve a bajar para abrirla, solo para ser empujado por Jude, que lo hace a un lado y le pasa el brazo con dificultad por los hombros.

—No seas un bebé llorón primito, el preocuparse así no es típico de un gígolo como tú o yo...

—Guarda silencio, ¿Quieres? No me interesa escuchar tus monólogos repletos de mezquindad—Wind le aparta el brazo—. Iré a verla, solo para asegurarme de que esté bien.

Se dirige hacia al empedrado, Park chilla  y sin importar que lleva tacos altos, corre a por el, cuando está lo suficientemente cerca lo jala del brazo y lo detiene.

—¿Qué está mal contigo?—brama, su rostro esta rojo hasta las orejas y le entierra las uñas en el antebrazo al joven.

—No entiendo a que te refieres...

—¡Cállate! No creo que seas tan tarado como para no entender, incluso Jude te lo ha objetado, ¿Por qué te preocupas así por ella?

Wind la mira por primera vez a los ojos, Park los contempla enternecerse y lo comprende todo, la ha golpeado de repente como una cachetada, él solo la usaba para darle celos a su hermana, jamás fue el primer plato, solo un hombre de paja.

—Porque quizá estoy enamorado—Wind suspira, Park suelta su brazo y deja caer los suyos a sus costados.

Wind huye al tiempo que Jude recita:

—Bienaventurados los enamorados que de ellos es el reino de los cielos por estar tan idiotizados.

Mientras Park mira al hombre que creyó haber amado partir y las lágrimas de rímel se le acumulan bajo los ojos, Jude la cubre en un abrazo.

—Eres especial Park Lane y sin embargo quien ame a tu hermana no podrá amarte y a la inversa, lo que tiene la una, la otra lo desea, es un círculo vicioso, córtalo preciosa—los sollozos de la pelirroja se pierden en el viento—. El amor es una gilipolles sobrestimada cariño, incluso tu hermana lo sabe y lo tuyo solo era un capricho.

Wind toma un taxi, sus padres jamás le dejarían usar uno de los autos. Lo primero que ve al llegar es la figura mortecina de su amada al otro lado de la ventana.

Llama a la puerta un sin número de veces, Alana tarda una eternidad en bajar las escaleras, se siente torpe sobre sus pies, agarra su nuca con fuerza, apenas y alcanza a abrir la puerta antes de desvanecerse.

Wind la coge al vuelo, es la primera vez que la tiene entre sus brazos, es pequeña y tersa, pálida, sus cabellos son espesos y nocturnos, prácticamente no tiene pestañas y posee una cicatriz cerca del pterión.

A Wind le parece perfecta.
Pero no puede abstraerse más de un minuto, llama a la ambulancia.

Y pronto está perdido entre luces rojas y azules, y ella está otra vez fuera de su alcance.