Cara de pepinillo: Insulto clásico.
—¿Así que lo rechazaste?—apenas abría la puerta y ya le estaban hechando la bronca, cuando no era su hermana, era su madre o la silla o el lava platos, el caso era hacer la vida de Alana miserable... Bueno quizás Alana estuviera exagerando un poco, pero tener a su madre enfrente con los brazos en jarras dispuesta a atacar, le daba ganas de volver a cerrar la puerta y nunca regresar.
—¡Aja!—dijo Alana con desgana—. ¿Me vas a dejar pasar?
—Vino a la casa a buscarte, te trajo tulipanes, estaba casi llorando...
Alana pasó de largo sin escuchar el resto.
Algo que destetaba en un chico (y básicamente en toda la sociedad) era que fueran a quejarse con terceros, de problemas internos.
El problema era con ella, debía resolverlo con ella, no ir llorando a su casa, a quejarse con su loca-lunática madre.
•••
Alana entraba a trabajar en la pastelería a las tres de la tarde.
Wind la estaba esperando desde la una, y en todo el tiempo que llevaba esperando no había logrado terminarse más de la mitad de un cheescake.
Estuvo apunto de no verla entrar y la joven a punto de huir.
En cuanto la chica lo vio en la mesa más cercana a la puerta, con una copia de Ulises de James Joyce entre sus huesudas y pálidas manos de muerto, levantó la pierna teatralmente, puso los brazos en posición de correr y volteo la cabeza, apuntando a la salida.
Por suerte para Wind, atinó a atisbar una pequeña sombra vestida de blanco con el cabello hecho un nido de pájaros.
Por desgracia para Alana, la sombra resultó ser ella y mientras empujaba la puerta, Wind atinó a jalarla por el brazo.
—Viniste.
—Es mi trabajo—Alana se cruzó de brazos—. Esto es lo que me hace ser una SISI (si trabaja y si estudia), no como tú, que eres casi, un NINI (ni trabaja, ni estudia), medio inútil, que vive del sueldo de papá y mamá, en una casa de muñecas donde todos bailan al son que tocas, pero como yo no quiero bailar al son de nadie más que de el mío, me toca trabajar.
—No entendí nada—de trompicón y sin previo aviso la atrajo hacia su pecho—. Para mí que tú secretamente me amas, eres una fíerecilla domada.
—Soy indómita y libre, ¡Así que ya quítame tus sucias manos de encima, cara de...—la dueña del local se acercaba, no podía decir palabras altisonantes enfrente de ella—. ¡Pepinillos en Salmuera!
—¿¡Qué?!—exclamó Wind, mirándola perplejo,
—¡Qué...!—chillo Alana—. ¡Señorita Shepard, este chico me está acosando!
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