𝕍𝕖𝕚𝕟𝕥𝕚𝕦𝕟𝕠
De verdad, ¿qué le pasaba?
Nunca antes se había fijado tanto en su imagen como ese día.
Izuku llegaría en unos minutos y él estaba ahí frente al espejo de su camerino alistándose para lucir bien frente al pecoso.
Le enseñaría a tocar la batería, nada más. No es como si fueran a tener una cita.
Porque claro, enseñarle a tocar la batería al chico que te gusta cuenta como cita. Claro que no.
Había amenazado a los extras que no los quería ese día en el estudio, eran capaces de molestar y robarse al pecoso.
Y eso no lo iba a permitir, ese aguacate andante era suyo por ese día. No iba a dejar que cualquiera se lo robara.
—No esperaba verte así.
Volteó a ver a su amigo pelirrojo, el cual había entrado a su camerino. Por los nervios no se había percatado del sonido de la puerta.
—No digas mierdas.
—No las digo amigo, simplemente comentó lo que es. Desde que te conozco, jamás esperé verte así. Nunca te habías preocupado tanto por tu imagen, ¿es por Midoriya verdad?
—Tú que sabes mierda —le soltó con rabia.
—Qué manera tan rara tienes de ligar —comentó con simpleza.
El cenizo casi le gruñía por su comentario, pero se lo ahorró.
—Me gustaría ver como se desenvuelven los dos, pero tengo una cita.
—Mejor para mí.
—Escucha Bakugou, Camie estará aquí con sus amigas.
—¿Y eso a mí qué? —preguntó desinteresado.
No le importaba lo que hiciera la castaña, desde hace tiempo que había dejado de importarle, tenía cosas más importantes en las cuales sí que debía de pensar.
Como por ejemplo, un par de ojos verdes y cabello rizado.
—Sabes que a Camie no le agrada Midoriya, no dudara en hacerlo sentir mal en cuanto lo vea solo. Y a lo que sé, Midoriya es de todo, menos alguien que le gusten los conflictos.
—No le hará nada, ni siquiera sabe que Izuku vendrá. Los demás extras lo verán claramente, pero tienen prohibido hablar sobre eso. Saben que no doy advertencias en vano.
—Me sorprende que Aizawa, siendo la mayor autoridad en el estudio, permita que tú des las órdenes. Aunque bueno, no es para menos si tu madre es la CEO del estudio.
—Digamos que fue un acuerdo que tuvimos, él lidiaría conmigo y yo lidiaría con los extras. Si fuera por la vieja yo no tendría ninguna autoridad.
—Mamá Bakugou se apiado de ti.
—Cállate.
—Bueno, te dejo para que te sigas preparando para tu cita, niño grande —le dijo burlón para retirarse del camerino mientras se reía.
Katsuki casi se quitaba el zapato para lanzárselo en la cara, esa era la parte que le molestaba de mostrar interés en alguien. Las constantes burlas que se recibían después de eso, le tocó verlo en múltiples ocasiones.
Rato después le llegó un mensaje a su celular de Izuku, en el cual le decía que ya había llegado al estudio, por lo que salió para buscarlo y llevarlo hasta la habitación en donde estarían ensayando.
Llegó hasta la recepción y ahí lo vio, hablando animadamente con la recepcionista. Verlo así le causaba un sentimiento de satisfacción, esa sonrisa alumbraba todo a su alrededor.
Le gustaba como Izuku brillaba.
—¡Kacchan! —lo llamó feliz.
Katsuki elevó la comisura de sus labios en una diminuta sonrisa, casi nunca sonreía. Las veces en las que había sonreído por voluntad propia estaban contadas con los dedos de una sola mano.
Y en ese momento, se sumaba un dedo más.
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¿Cómo debía sentirse?... Enojado.
Se suponía que estaría con el nerd y que solamente serían ellos. Hasta que llegó Aizawa y le pidió a Izuku acompañarlo hasta su oficina para hablar a solas sobre algunas cosas. Le tuvo que decir que estaría esperando en una de las salas. Izuku le pidió disculpas y le prometió que no se tardaría mucho.
Katsuki estaba recostado en una de las mesas de la sala, normalmente se utilizaba como área de descanso. Extrañamente la mesa se sentía cómoda.
Pero no era un buen momento para tomar una siesta, no cuando le prometió a Izuku enseñarle a tocar la batería.
Escuchó unas risas y voces, pero ninguna pertenecía al pecoso, por lo que no se levantó ni hizo algún movimiento que indicara que estaba prestando atención.
De repente sintió unos dedos tocar su cabello y escuchó la voz de Camie, pero si era sincero consigo mismo, no quería levantarse.
—Vamos por un café Katsuki, la cafetería de la esquina es muy buena.
En la puerta de entrada se encontraban dos de sus amigas dándole apoyo y viendo como su amiga intentaba tener una cita con aquel cenizo.
Izuku llegó unos segundos después, procesando la reciente plática que había tenido con Aizawa. No había sido nada malo, pero aún habían muchas cosas que tenía que pensar.
Cuando estuvo cerca de la entrada vio a ambas chicas ahí las cuales tenían sus miradas puestas en algo, algo completamente interesante por lo atentas que estaban.
Por lo que asomó para ver que era lo que estaban viendo, hasta que vio que Katsuki estaba siendo tocado por una chica de cabello castaño. Aunque Katsuki no hacia ningún intento de hacerle caso.
Algo se removió en su interior y lo impulsó a llamarlo.
—Kacchan.
Al llamarlo, las chicas que estaban en la entrada se sorprendieron al verlo. Camie ignoró ese llamado y siguió acariciando el cabello de Katsuki.
Hasta que éste al escuchar su nombre salir de la voz de Izuku, se levantó. Camie se sorprendió al verlo levantarse, pero se sorprendió más al ver como era ignorada. Katsuki se acercó con aquel chico de pecas, le acarició la cabeza y ambos se fueron. Mientras que en el rostro de Izuku había una sonrisa de satisfacción.
No le gustaba que nadie más tuviera ese tipo de contacto con el cenizo.
—¡Amiga!
—¿Estas bien?
Camie estaba furiosa y celosa, prácticamente había sido ignorada por Katsuki, gracias a aquel chico de pecas.
Y era nada más y nada menos que Midoriya Izuku, su enemigo en la industria musical. Creía que había sido algo de un momento y que nunca más se volverían a ver. Ella no era tonta, sabía que no eran amigos de la infancia ni nada por el estilo.
¿Entonces cuál era la razón por la que todavía se seguían viendo?
No, no iba a dejar las cosas así. Ella misma se encargaría de arruinar a Izuku, si no logró hacerlo en el pasado, lo haría ahora.
Y empezaría escarbando en su pasado.
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