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Capitulo único.

Aquel pájaro de brillantes plumas rojas batió sus alas, descendiendo junto a esa hermosa flor azul.

Ignorando la lluvia, suavemente, depositó unas ramitas a su lado, comenzando a armar una pequeña choza con ellos en un intento de evitar que la lluvia destruyera la flor.

Para las personas, esta escena podría verse tierna, pero para aquellos que podían verlos...

— Te dije que no necesito tu ayuda —sentenció la flor, o mejor dicho, el espíritu de aquella flor.

El pájaro ignoró las quejas de la flor, trabajando con esmeró en la construcción del nido.

— ¿Por qué insistes en ignorarme? —gruñó el espíritu azul, el espíritu de aquella flor, el cual tenía el pelo corto y una figura femenina.

— Te ves linda cuando te enojas —sonrió el espíritu rojo, el espíritu de aquel pájaro rojo, con el cabello largo y una figura masculina.

El pájaro se acomodó junto a la flor, con cuidado de no dañarla y con cuidado de no dañarse con sus espinas.

— Ha estado lloviendo mucho —dijo él, mirando la llovizna que caía sobre ellos— No puedo volar con este clima.

— Espero que deje de llover pronto, así podrás irte de una vez.

El espíritu del pájaro, sin verse afectado por sus palabras crueles, siguió sonriendo.

— Cuando pare de llover, ¡Traeré ramitas aún mejores! —habló con mucha emoción, planeando como mejorar el nido.

— Eres un idiota.

— Gracias, yo también te quiero.

La flor se quedó ahí, notando como poco a poco la respiración del ave se volvía más lenta, más pausada, y poco a poco se iba acercando a ella.

— Estar juntos nos hará daño —dijo al notar como el pájaro se había dañado con sus espinas.

— Estoy bien, es sólo un rasguño —le restó importancia el pájaro, volviendo a su posición original.

No importaba cuanto le insistiera que fuera a vivir su vida como un pájaro, él sólo sonreía e ignoraba sus consejos, acompañándola sin importar que.

Estar juntos les haría daño.

Sus espinas evitaban que él se acercara, si llegaba a hacerlo se pincharía con ellas, si él era muy brusco podía romperla.

Además, cuando el verano acabara...

— Que hermoso día —dijo él, saliendo del pequeño nido.

— ¿Ya te vas? —preguntó.

— Nos vemos más tarde —se despidió el pájaro, batiendo sus alas.

Se quedó ahí, esperándolo.

No podía hacer otra cosa, mientras él podía recorrer el mundo, volar por el cielo y sentir el viento en sus alas, ella estaba atada al suelo, sin poder moverse.

Era un amor entre dos seres muy diferentes ¿Realmente había una manera de que pudieran estar juntos...?

La flor miró el cielo por horas y horas, hasta que pudo vislumbrar la figura del pájaro, que alegremente cantaba una armoniosa melodía, una que jamás había escuchado de otro pájaro en toda su vida.

"La canción de las cien flores", así es cómo él llamaba a su melodía tan única y etérea que la hacían un sonido tan único y hermoso que era imposible no detenerse a escucharla, era tan simple, tan cautivadora...

Él descendió, tan alegre como siempre, y depositó un regalo: una brillante piedra, y la dejó a su lado.

—...

— ¿Ocurre algo?

El pájaro ladeó la cabeza, confundido al no escuchar las quejas habituales al traer "basura".

— Si un día ya no quieres estar más aquí, yo estaría muy sola, supongo...

El espíritu guardó silencio un momento, realmente confundido, pero volvió a sonreírle.

— Eso no pasará, antes tendrán que matarme.

Un pequeño estremecimiento la recorrió, un recuerdo invadió su mente con esas palabras, el día en que lo conoció.

En ese momento, era apenas un brote, unos pájaros de vivos colores intentaron comerla, pero él se interpuso y terminó herido y sangrando al ser atacado por ellos en su intento de protegerla.

— ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué lo hiciste?!

— Tú te veías...realmente asustada.

Esa fue toda su excusa.

— Mi cuerpo sólo se movió por su cuenta.

Salió de sus pensamientos, escuchando su melodía.

No sabía bien el lenguaje de las aves, no ese dialecto al menos, pero pudo entender unos pequeños fragmentos "Encuéntrame", "Aquí estoy", o eso al menos era lo que podía entender...

¿Cuántas estaciones habían pasado desde la primera vez que escuchó esa melodía...?

El tiempo volaba cuando te diviertes...

— Quiero intentarlo, aunque me duela —lo escuchó decir.

— ¿Ah?

— No importa que estar juntos nos duela, quiero estar contigo.

Esas palabras le quitaron un peso de encima, un peso que no sabía que tenía...

— Esto podrá sonar desagradecido pero... no necesito regalos... —dijo ella, notando al instante que eso pareció afectarlo, pues se puso cabizbajo. Intentó arreglarlo— Más que piedras brillantes... Es tu presencia lo que yo más atesoro, así que... No te sobre esfuerces, vuelve conmigo sano y salvo.

— Lo prometo.

Ambos se acurrucaron juntos, lo suficientemente juntos para sentirse, pero no lo suficientemente cerca como para hacerse daño.

Ella se marchitaría cuando acabara el verano, pero sin importar eso, él se quedaría a su lado, sin importar cuando doliera. Pero siempre estarían juntos.

Todo iba a estar bien, sólo debían disfrutar el tiempo juntos...

— Los encontré.

El pájaro abrió los ojos al sentir cómo de pronto unas manos lo rodeaban, impidiéndole escapar de su agarre.

Él intento resistirse, pero lo metieron a una bolsa y lo encerraron. Ella sólo pudo mirar como esto sucedía.

— Es un hermoso amor, un amor que debería ser eterno, ¿No crees? —murmuró aquel hombre loco, antes de sacar una pala.

Cerró los ojos, escuchando los gritos de él de fondo.

Desde ese día, ya nada los volvió a separar, pudieron estar juntos para siempre, como uno solo.

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