Capítulo 4
Tres días después cuando entro al despacho Meredith vuelve a entregarme un paquete. Lo cojo de sus manos. Sorprendida. Es sospechosamente parecido al paquete que recibí el lunes.
- ¿Otra deuda? -me dice curiosa.
-No, esta vez es un paquete que he pedido yo -No he pedido nada, pero es más fácil así.
- ¿Y por qué lo has pedido aquí y no a tu casa?
-Porque sabía que aquí estarías tú y en casa nunca estamos por la mañana. -Dejo el paquete sobre mi mesa.
- ¿No lo vas a abrir?
-No. Ya lo abro en casa.
-Qué pena. Tenía curiosidad por ver lo que era.
-Eres muy curiosa tu...-Yo también tengo gana de ver lo que hay dentro -. No es nada interesante. Solo un jersey que compré por internet. Me lo verás puesto cualquier día de estos.
Llego a casa casi a la hora de la cena después de pasar toda la tarde con Meredith escribiendo y enviando invitaciones para una fiesta benéfica que va a organizar.
Lidia no está. Creo que tenía una cita o algo así. Stormy ha decidido no hacer uso de ninguna de las camas que le compramos y duerme plácidamente en el sofá. La acaricio entre las orejas y me acomodo a su lado con mi paquete entre las manos. Rasgo el papel con cuidado. Una camiseta de calentamiento del Aston Villa con una nota:
No he podido conseguir nada mejor ya que no jugué. Esta no creo que me haga mejorar pero sí que sume un poco. Al menos no está muy sudada.
PD. A la siguiente ronda.
Leo la nota con una sonrisa en los labios. Dejo la nota sobre la camiseta que descansa en mi regazo.
Abro la aplicación de instagram en mi móvil. Escribo en el buscador: Kai Havertz. El tic azul que indica que es el real. Sin pensar mucho le envió un mensaje:
No me has dicho de quién es la camiseta, así no sé cuántas posiciones moverte en mi lista.
Bloqueo el móvil sin mucha esperanza de recibir una respuesta. Probablemente reciba cientos de mensajes al día que no lee, quizá ni siquiera es él quien gestiona sus redes sociales.
Dejo el móvil sobre el sofá y me dirijo a la cocina a prepararme la cena. Estoy a punto de llegar cuando oigo una notificación. Desando mis pasos, más ansiosa de lo que me gustaría.
Carney Chukwemeka. Cuando sea una estrella valdrá dinero esa camiseta.
No tengo ni idea de quién es esa persona. Busco en Google su nombre para comprobar que exista y sea un futbolista del Aston Villa.
2003. como mis hermanos mellizos. Que vieja me siento.
Notificación.
Lo has buscado para comprobar si mentía.
Efectivamente.
Respondo.
Esta vez no he salido de la conversación cuando llega su respuesta
Un emoji de una cara triste. Seguido de otro mensaje.
Que mala imagen tienes de mí. Tendré que seguir trabajando en eso.
Me río bajito leyendo el mensaje.
- ¡Hola! -grita Lidia desde la entrada.
Me sobresalto provocando que se me caiga el móvil de las manos
- ¡Hola! -respondo.
- ¿Has cenado? -asoma la cabeza y me ve parada al lado del sofá.
-No. Iba a hacerlo ahora mismo.
-Pide lo que te apetezca a domicilio. Yo pago. Estoy muerta de hambre.
- ¿Y tú cita? ¿No has ido a cenar?
-No. No era esa clase de cita -La miro con expresión confusa -. Era una cita casual. Solo sexo.
-Por eso el hambre.
Se echa a reír.
-Sí. Por eso el hambre. Me voy a dar una ducha mientras vas pidiendo.
Y desaparece escaleras arriba sin darme tiempo a contestar. Lidia ha olvidado que llevo viviendo aquí dos semanas y no se ningún restaurante en el que pedir a domicilio. Ni la comida que le gusta. Cuando la he visto comer siempre han sido precocinados o la comida que yo había cocinado para mí. Además de la comida que sirven en la cafetería del colegio.
Me decanto por la pizza. A todo el mundo le gusta la pizza. Busco el google pizzerías en la ciudad. Cercanas preferiblemente y que tengan servicio de reparto a domicilio. Llamo a una que tiene buena pinta.
Llaman a la puerta. Me levanto para ir a abrir. Pero Lidia se me ha adelantado. Llego a la entrada justo a tiempo para ver al repartido comerse con la mirada a mi compañera que ha abierto la puerta con solo una toalla cubriéndola.
-Pizza cuatro quesos -dice el chico sin mirar precisamente los ojos de Lidia.
-Gracias -Lidia suelta una de las manos de la toalla. Los ojos del chico se abren aún más que antes.
-Ya cojo yo la pizza -digo adelantándome. No queremos darle un espectáculo nudista gratis al repartidor -. Muchas gracias y buenas noches.
Lo último que veo al cerrar la puerta es la mueca de decepción del chico. Que pervertido.
- ¿Por qué has bajado sin ropa?
-Esta mañana he tendido la colada en el patio, aprovechando el inusual día soleado y caluroso. Mi pijama esta tendido -dice con naturalidad -y no estoy sin ropa. Llevo bragas.
-Voy cortando la pizza mientras te acabas de vestir. Espero que te guste.
-Me encanta -Me dedica una sonrisa -. Ya me vas conociendo, nada de comida sana para mí.
Comemos prácticamente en silencio con la tele de fondo. Yo como, Lidia engulle. Sí que ha sido buena su cita.
-Está buenísima -dice tras acabarse su último trozo -. Vamos a tener que pedir más a ese sitio.
-El repartidor seguro que está encantado de venir.
-Yo tampoco me quejaré si viene.
-Lidia, era un cerdo. No ha parado de mirarte las tetas babeando.
-Lo triste sería que si le abro medio desnuda me mire la cara.
-Tienes una carita preciosa llena de pecas. Debería ser lo que cualquier hombre mirase nada más verte.
-No me hables de mis pecas -frunce el ceño -los españoles tenéis una obsesión rara con las pecas.
- ¿Cómo que tenéis? Tenemos querrás decir.
-Yo en eso soy más de mi parte escocesa que española. No las veo tan relevantes.
- ¿Tienes una parte escocesa?
-Mi padre es escoces -Lo dice como su fuese algo obvio.
-Meredith no me lo dijo. Ahora entiendo tu inglés.
-Aunque tampoco es nativo, hasta los dieciocho nunca había pisado Reino Unido. Mi madre es española y mi padre vive allí desde antes de que yo naciera.
- ¿Nunca has ido a escocia?
-No, mi padre no tiene relación con su familia y nunca ha querido volver. Aunque yo siempre he tenido curiosidad.
-Si algún día te animas yo te acompaño -ofrezco.
Hace un gesto que me parece afirmativo pero su cambio de tema indica de forma clara que no quiere seguir hablando del asunto.
- ¿Quieres que veamos una peli y nos hagamos mimos en el sofá? -mi cara se contrae en una mueca de desagrado inconsciente - ¿O una serie? - Si ha visto mi expresión ha preferido ignorarla.
Me encojo de hombros. Empezar una serie con alguien implica compromiso, que esa persona será duradera en tu vida. Puede sonar ridículo pensar así solo por una serie pero para mí es complicado, una de mis series favoritas se quedó a medias al irse de mi vida la persona con la que la veía.
- ¿Qué tipo de series prefieres? -sigue hablando al no recibir respuesta por mi parte.
-No sé. Me da igual, supongo.
- ¿The Mandalorian? -Arrugo la nariz - ¿Juego de tronos?
-Ya la he visto.
Sigue bombardeándome con nombres de series sin desanimarse ante mis parcas respuestas y evidente poca ilusión.
-Voy a encontrar una serie que ver juntas, aunque sea lo último que haga en la vida. Pero si pones de tu parte no me voy a quejar -me lanza una mirada suplicante.
Al final su emoción se me está empezando a contagiar y hay una serie que ronda mi cabeza.
-Vikings. Siempre he querido verla pero nunca encontraba el momento. -Él no quería verla conmigo.
-Perfecto. -Mi compañera aplaude.
- ¿Tú la has visto? Si las has visto vemos otra que te apetezca. A mí me da igual.
-No, no la he visto. Será nuestra serie, nunca podremos verla la una sin la otra. -Me muestra una sonrisa radiante -. Voy a por algo de postre ¿Quieres?
- No, gracias. -Nunca podremos verla la una sin la otra. Justo en el centro de mi miedo.
Me acomodo en el sofá. Mi presencia molesta a la gata que abandona su posición para subirse en mis piernas y volverse a dormir. Menuda vida lleva. Lidia se acomoda al otro lado con dos natillas y el mando de la tele.
Miro mi móvil. Con la llegada revolucionaria de Lidia olvidé contestar al último mensaje. Empiezo a escribir una respuesta cuando el aparato desaparece de mis manos. Miro arriba estupefacta.
-Nada de móviles mientras vemos la serie. -Tiene los brazos en las caderas como una madre enfadada.
Yo abro la boca para empezar a discutir.
-No protestes. No nos morimos por estar menos de una hora sin móvil -dice severa. Puedo ver a la temible profesora de matemáticas que mis alumnos describen y que hasta ahora tan poco me cuadraba con la chica pecosa que vive conmigo.
-Lidia no soy una niña. No puedes confiscarme el móvil.
-Yo diría que sí puedo
-Lidia -digo exasperada
-Oh Porfa. He renunciado a los mimitos, no me hagas renunciar a esto también -dice haciendo pucheros.
Me la quedo mirando con una mezcla de incredulidad, enfado y por qué no decirlo, diversión. No la conozco suficiente para asegurar que no me esté tomando el pelo con esta actuación pero parece realmente sincera.
Niego con la cabeza. Ya me estoy arrepintiendo de haber aceptado su propuesta.
-Vale, nada de móvil.
Deja los dos móviles sobre la mesa de café. Vuelve a acomodarse en el sofá y le da al play.
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