La Calle de la Sensación
Un viento suave y austero se paseó.
La calle de la sensación dejó de ser la misma desde que varios huyeron de esta. Ni los que se dijeron "nosotros"; como tampoco los que llamaron los "otros", quedaron, al menos no la mayoría.
Mágicos y cultistas de diferentes moralidades se marcharon, algunos más temprano que otros. A su paso dejaron edificios y negocios callejeros sin dueño.
Algunos clubes siguieron su funcionamiento, pero, no era lo mismo que antes.
A plena luz del día, un hombre y una mujer se paseaban, bebían vino en celebración de diversos hechos exitosos.
—Lo logramos —dijo ella.
—Lo estamos haciendo. Las circunstancias se ponen a favor de nosotros —añadió él.
—Ahora solo queda esperar.
—Esperar y cumplir con la otra parte del trato. No podemos darle esto para expandir sus dominios, para las criaturas como él, no es una buena idea.
—Es muy sensato. ¿Qué tal si vamos a donde más queme el Sol?
—Vamos a probarlo. Pero no tiene que ser muy lejos de sus dominios originales.
—Hay mucho qué poder darle. Deja que me encargue yo. —La mujer habló llena de seguridad. La anomalía con forma de libro que le hombre llevaba en sus brazos, hizo ruidos iguales al de un animal hambriento.
—Espera tu turno. Sé que podríamos anidar la mente de una persona y darte su alma para que te alimentes.
En tanto el hombre y su mujer se fueron, la Calle de la Sensación los vio partir. La anomalía pronto volvería a estar activa.
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