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En aquella calle dos seres se movían entre las sombras. Bajo la apariencia de un anciano y su esposa joven, dos anidadores pasaron por las afueras de un Club Nocturno; apenas se alcanzaron a ver dos puntos rojos que eran sus ojos. La presencia de ambos no podía ser alcanzada por las personas normales, a no ser que ellos se decidieran mostrar.
Entre el conjunto de personalidades que moraban, ellos dos eran de los pocos que sabían la verdad sobre todo lo que no salía a la luz tan fácilmente: cultos, sectas, mágicos de gran poder, satanistas que ayudaban a hacer pactos, y un objeto que no debería de existir.
Incluso formaban parte de uno de los cultos a una anomalía con la capacidad de revelar conocimientos prohibidos que se tomarían como mitos o leyendas a cambio de tomar vidas y almas humanas, sin embargo, eran los únicos dos existían entre los humanos, los otros estaban más allá de lo que se pudiese entender para los normales; los miembros antiguos, habían sido asesinados o se les borró las memorias para que no revelasen mucho.
— Ve más rápido. Salamer no esperará much0 por nosotros —dijo la mujer.
El hombre mencionado era un criminal; un mágico que había roto las reglas establecidas para los de su condición. Ahora él se ocultaba entre los humanos, haciéndose pasar por un mago que impresionaba a los incautos con sus trucos, y algunas veces, les robaba el dinero y las pertenencias.
Como él, había varios, fuesen brujas, hechiceros o magos, aunque los nombres eran distintos, compartían un rasgo en común: el uso de la magia de una manera tan similar y con métodos y resultados que podían variar según el nivel de habilidad que se tuviese.
La pareja de anidadores pasaba por los lugares más oscuros a través de las paredes o subiendo a los techos de los edificios, o haciéndose ver por los que no se inquietaran por su presencia.
Mientras tanto, los humanos, ingenuos de los peligros por los que podrían pasar, se divertían en medio de música alto volumen, alcohol y algunas sustancias ilegales. Los que eran más arriesgados, disfrutaban de hacerse leer la suerte o pasar tiempo con las personalidades que moraban la calle.
— Tendrá un ascenso en su trabajo, va a conocer al amor de su vida. —Fue la predicción que una lectora de la suerte le hizo a una mujer que se sentía sonreída por la vida.
Las dos oyeron unos objetos caer de los techos y algunos que pasaron en frente de ellas rodando, era una de las señales de que los anidadores estaban presentes.
La mujer de la suerte no se inmutó, pero la otra, pagó y caminando con zapatos altos de tacón aguja, tardó en salir, sólo para ver como otras dos mujeres cargaban con cadáveres humanos recién sacados de un cementerio. Entonces, ella tomó los zapatos para irse; en su cabeza la escena no se iría hasta dentro de mucho.
— Tonta. —Se jactó el hombre anciano de la humana que escapó.
Él y su esposa llegaron a una puerta de un edificio apenas iluminado por pequeñas bolas de colores, que custodiada por dos enormes hombres de músculos abultados. Aunque la ropa que vestían no era la mejor para la ocasión.
— Somos los custodiadores del secreto —dio la clave el hombre de barba blanca.
Los dos guardianes los dejaron pasar sin muchos líos. Luego de que ingresaran, olieron el humo de los cigarrillos y quedaran casi aturdidos por las luces de neón en colores azules y blancas, además del sonido fuerte de la música más popular del 2008, vieron al hombre que buscaban abrazar a dos hermosas y exuberantes mujeres en poca ropa.
— Llegaron a tiempo —dijo el mágico.
— Siempre intentamos cumplir nuestra palabra —respondió la mujer que llevaba vestimenta oriental.
— Tengo algunos asuntos para ver con ustedes y su poder, la noche será larga —Salamer fumó un poco de su porro, luego expulsó el humo al ambiente.
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