Luis se encontraba sentado en una silla en la cafetería, que no era Capriccios, pues, le traía recuerdos dolorosos que prefería dejarlos donde estaban, es decir, en el olvido.

Pidió un café marrón grande con una porción de rollos de canela y fijó la mirada en la TV. En el se transmitía una película de acción: "Taken".

En la vida del muchacho, los tormentosos recuerdos de su sombría relación amorosa, que resultó ser una maldición, parecían mórbidos eventos ocurridos hace apenas un par de segundos y le causaban un dolor punzante en el alma, de esos que tardan casi una vida entera en sanar, provocando que el joven se encontrará sumergido en una batalla contra la depresión, cosa que le parecía la pelea más fácil y placentera en este mundo en comparación a lo acontecido en su vida.

A un par de mesas al lado de donde se encontraba Luis concentrado en sus pensamientos, un hombre le propone matrimonio a su novia y esta grita de emoción, sacándolo de concentración, giró su cabeza de golpe y sintió aún el dolor punzante en uno de sus costados:

— Ahg... ¡Qué dolor! Ese dolor en las costillas... Uff.

Él, al ver aquella conmovedora escena, inmediatamente recordó aquel capítulo, hora, minuto, segundo, ahora funesto para él, en el que una proposición nupcial fue la cuasi perdición de su vida, su alma y de su razón.

Todos los recuerdos comenzaron a pasar por su mente, revoloteando en su cerebro como aves de rapiña sobre el cadáver de un animal, como si estuviera viéndolo en directo, a través de un video proyector; una lágrima rodó sutilmente por su mejilla.

Suspiró, volteó al otro lado para ver por la ventana cristalina y al ver las luces del alumbrado público, los coloridos y vibrantes  anuncios en las pantallas LED en las vidrieras de la tienda de electrónica que estaba viendo en ese momento, recordó el susurro escalofriante que una vez escuchó que parecía venir del cielo y, que una vez lo llevó a la delgada y fina cuerda que existe entre la locura y la razón.

Luis pensó:

"Lamentablemente, para mí, nunca podré olvidarte, pues, los últimos eventos opacaron a los primeros momentos juntos; lo macabro a lo hermoso que existió entre nosotros y la muerte casi me arrebató el alma. Ciertamente, fuiste mi media naranja rosa, pero hoy doy gracias al cielo, ya todo pasó. Te amé como nunca había amado y creo que nunca más amaré de esa manera, pero hoy ya eres... No sé qué adjetivo colocarte... "

El muchacho, aun expectante, miró nuevamente al cielo reluciente a través de la ventana, temeroso; más bien a la expectativa, pues, nunca quería escuchar nuevamente aquel infernal susurro que un día casi lo manda al sueño eterno.