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Capítulo 9 - El Día Ha Llegado.

El sol entraba por la ventana de la habitación, las lluvias habían dejado todo mojado y el muchacho abrió sus ojos. Había tenido un sueño reparador, se levantó con fuerzas renovada y lo primero que le vino a la mente fueron las palabras que, irónicamente, dejó a decir para si mismo: ¡El día, el maldito único y grandioso día!

No tardó en levantarse e ir al baño, lavarse los dientes y tomar una ducha relajante, pues, él solo haber pensado que ese día tendría que sacar los restos de Lis, le tensó los músculos de los hombros y sentía como si tuviera un elefante encima, debido al estrés que le ocasionó dicho pensamiento. Recibió una llamada de José, el cual le atendió con mucho entusiasmo y cariño.

— José, amigo mío, ¿¡cómo has estado!?
— Hola Luis, bien, gracias a Dios. Y tú ¿qué tal dormiste? —Preguntó José con cariño.
— Bien hermano. Justo acabo de salir de la ducha. —Respondió Luis con una mezcla de entusiasmo y nervios.
— Me alegro de que estés bien... ¿Hermanito que vas a hacer por fin?
— Hoy... Hoy lo haré José.
— Mucho cuidado Luis, pues, soñé que morías tratando de sacar los restos de Lis. —La voz de José se sentía angustiada.
— No te preocupes José, no me dejará morir, creo.
— Espero verte bien. Hablamos amigo.
— Te llamo mañana, José, cuenta con eso.
— Estaré esperando amigo.

La llamada le había dado optimismo a Luis, pues, la respuesta que éste le había dado a José, estaba clavada en lo profundo de su corazón. El joven estaba totalmente convencido de que Lis lo necesitaba vivo, pero también le atemorizaba un poco el recordar que los espíritus oscuros no iban a permitir que quemaran la calavera de su novia y temió por la vida de Ana.

Entre angustiado y tranquilo, salió en la camioneta alquilada a dar una vuelta por el cementerio, para planificar bien donde aparcarla en la noche, exactamente al lado de la tumba, pero por la parte de afuera donde solo separa al campo santo de la calle una pared de 1.50 mts. Era el lugar ideal para poder dejar la caja con la calavera en la pickup y no tener que andar con la caja por el medio del lugar de reposo de los difuntos.

La puerta del cementerio no era más que un portón que quedaba abierto siempre, incluso de noche, pues, los vigilantes eran eficientes en su trabajo, pero solo hasta las 11:00 pm, a esa hora se acostaban a dormir y caían rendidos, como si nada más en la tierra existiera.

Lo tenía ya casi todo planificado. Llegaría y estacionaría la camioneta al lado de la tumba de Lis, pero del lado de la calle, caminaría hasta la puerta sur donde entraría sigilosamente al cementerio y allí realizaría el espantoso trabajo.

Pará su suerte, la tumba de Lis quedaba a unos 500 metros de la caseta de vigilancia del cementerio, facilitando así el tener que ahogar el ruido que provocaría romper la loza de la tumba. Pensó en decirle a Ana que lo esperara en la camioneta para que metiera el esqueleto en la caja, para que no tenga que bajar el ataúd improvisado que había construido el día anterior.

Luis encendió la camioneta y se dirigió a la tienda de Ana para planificar, o más bien, darle instrucciones a Ana de la primera parte de la labor en el campo santo, pues, la segunda labor era Deshacer el pacto a través del fuego, es decir, quemar la calavera. Llegó a la tienda de Ana y pasó, encontrándola en una especie de trance, donde escuchaba que Ana pedía algún tipo de protección. De vez en vez, Ana se estremecía, negaba con la cabeza y la bajaba. Al finalizar su sesión, abrió sus ojos y vio a Luis.

— ¡Luis, estás aquí!
— Si, Ana. Vine a invitarte a almorzar, hay cosas que tenemos que conversar.
— ¡Diste en el clavo! —Balbuceo la mujer con una gran sonrisa.
— ¿Tienes hambre? — Dijo Luis de manera jocosa.
— ¡Siempre! Quisiera decirte que no, ¡pero si! —Ana soltó una pequeña carcajada —, y también quiero conversar algo.
— ¡Perfecto! —Respondió Luis con energía.

Luis y Ana se llegaron a un restaurante donde vendían pollo a la brasa que estaba a unos pocos metros de la casa de Luis, de allí se veía la entrada al claro en el bosque donde harían la gran fogata. Llegaron y el chico pidió una botella de Borgoña, para aliviar el estrés y tener una buena digestión. Estos comenzaron a conversar.

— Ana, ya tengo todo planificado.
— A ver Luis, cuéntame.
— Pienso estacionar la camioneta al lado de la tumba de Lis -Luis había sacado un bolígrafo y había comenzado a hacer una especie de croquis en una servilleta —, por el lado de la calle y tú me esperarías allí, de manera que cuando logre sacar la calavera te la paso por encima de la pared y la metes en la caja. —Ana palideció un segundo.
— Ok Luis, ¿y luego?
— Luego vendremos a mi casa. Colocamos la caja con la calavera en la mesa, encima de los libros que están en la mesa del patio, tomo los leños que están en la puerta trasera, el combustible y los fósforos, luego nos llevamos todo a ese claro que está en ese camino —, dijo Luis señalando hacia el bosque y la entrada que se veía desde donde ellos estaban.
— Ok Luis, ¿algo más?
— Por ahora, ese es el plan.

Ana respiro profundo y soltó un suspiro y prosiguió:

— Luis he tenido una visión: en el momento que nos dispongamos a deshacer el pacto, los espíritus del inframundo tratarán de impedirlo.
— Pero, ¿por qué Ana? ¿Qué tiene de especial importancia para que eso pase?
— Es que lo que Lis busca es traer el mismísimo infierno aquí a la tierra y hacer las obras del mismo lucifer.
— Ahora entiendo el porqué Lis decía que estaríamos juntos por la eternidad. —La mirada se le sumergió en el horizonte.
— Si Luis, Lis te usaría para que fueras quien la rescatará de la muerte y así sería el medio por el cual ella traería la oscuridad que vendría a esta tierra. Pero lo que más me atemoriza es que vi una muerte -, Ana bajó su rostro y entristeció. Levantó su cara poco a poco diciendo de forma dramática —: Una muerte habrá Luis, al momento que trates de quemar la calavera.
— Pero Ana, ¿hay manera de evitarlo?
— No Luis, así debe ser —, Ana bajó su mirada, secó sus lágrimas y se incorporó.
— Ana, entonces déjame hacerlo solo, no quiero que mueras.
— ¡No! Así debe ser. Posiblemente, el Dios del cielo nos ayude, pero lo haremos juntos.

Luis sintió un poco de pesar, pero también sintió el apoyo que necesitaba. Luis también pensó si Ana podría sola con la calavera o si él solo podría realizar el trabajo, pero ya estaba todo planificado y así se haría. No permitiría que pasara un día más de pesadillas, raros encuentros o muertes.

Luis y Ana almorzaron y bromeaban, como para darse ánimos el uno al otro y charlaron sobre cómo podrían ser las cosas después de esa noche.

Luis se quedó mirando un programa que pasaban en la TV del restaurante y vio cuando un hombre hablaba sobre profecías, esto le llamo la atención, sobre todo por una frase que resaltaba en la pantalla: "las profecías y las visiones generalmente son malinterpretadas y no pasa como el intérprete la expone..."

Luis vio a Ana y le dijo inmediatamente:

— ¿Por qué dices que habrá una muerte?
— Luis vi mucha sangre, y un cuerpo en el suelo.
— La profecía o la visión pueden ser malinterpretada, el cuerpo y la sangre no precisamente puede ser una muerte —, dijo Luis señalando hacia la TV.
— Luis, las visiones nunca han fallado.
— Pero ojalá esta vez fallen, Ana.

Ésta lo vio, sonrió y se encogió de hombros. Terminaron de comer y Luis la llevó a su tienda.

— Paso por ti a las 10:00 pm.
— Buena hora Ok, o como dices tú: "perfecto"
—Perfecto —Dijo Luis, guiñándole el ojo.

Los dos rieron y se quedaron viendo con ojos nostálgicos, como que pensando preguntarse: ¿moriré esta noche?

💀💀💀

Luis se fue a su casa y de camino pasó a llenar el tanque de la camioneta de gasolina y aparte, un bidón de veinte litros para la tarea de deshacer el pacto sangriento que traería la oscuridad a la ciudad. Llegó a su casa y vio la hora, 3:00 pm. Pensó en recostarse y dormir un rato, para relajar la mente, y en medio de la ducha pensaba en lo conversado con Ana.

Meditó en la muerte, en el mal que vendría a la ciudad si no deshacía el pacto y se estaba quedando dormido en la bañera, pero el teléfono lo hizo estremecerse de forma violenta.

Se dispuso a salir de la ducha, se secó y fue a revisar el teléfono, en ese momento sonó nuevamente.

— Luis, ¿cómo estás hermano?
— José, ¡amigo, muy bien! ¿Y tú?
— Bien, ¿Luis, lo harás hoy?
— Si, hermano — Dijo Luis con tono preocupado.
— Voy a ir contigo, ¡y no acepto un "no" como respuesta!
— Amigo, pero hay mucho riesgo de muerte.
— ¿A qué hora Luis? —Dijo José ignorando el riesgo.
— 10:00 pm —, dijo Luis firme, con pesar y soltando un profundo suspiro.
- Listo, antes de esa hora estoy por tu casa.

comenzó a inquietarse, pues, temía que el siguiente muerto fuera su amigo y compañero de labores. Apretó los ojos y golpeó la mesa, pensó en que porque habría dicho que sí. Pero lo cierto era que estaba por pasar todo lo que Lis había dispuesto en su negro corazón desde un principio.

José se preparó un té y se sentó a ver el paisaje invernal que se mostraba por su ventana, eran las 5:25 pm, y el sol ya no se veía debido a las grises nubes cargadas de agua, pensó para sí que no debía llover, pues, dificultaría el trabajo. Luis veía fijamente el cielo y tuvo otra visión:

De un momento a otro se encontró en la fila para entrar a aquella exposición de cuerpos humanos y estaba con Vince, Lis y la prima de ella. Lis ve a Luis y le dice:

— Por fin mi amor.
— ¿Qué es esto, donde estoy?—, Pregunta el muchacho asustado.
— Dentro de poco estaremos juntos por siempre, Luis. Seremos imparables.
— Lis te amé tanto, ¿por qué me hiciste esto? —Los ojos se le llenaron de lágrimas, estaban a punto de desbordar de llanto.
— ¿De qué hablas amor?
— De mi alma Lis, si lo que hice fue amarte.
— ¡Tú dijiste que harías cualquier cosa por mi! —, la cara de felicidad de la chica.comenzaba a transmutarse.
— Pero nunca dijiste nada sobre pactos ni muertes.
— Luis, lo importante es que estaremos juntos por siempre.

Besó a Luis, lo abrazó y de repente se encontró en otro ambiente. Estaba en un jardín hermoso, lleno de personas y con esmoquin negro, habia un cura y aparece Lis, vestida de novia, hermosa, caminaba hacia él con un caballero que iba a entregarla, ¡estaba en su boda! Al momento que le entregan a Lis vuelven a aparecer en el apartamento de Lis y esta vuelve a hablarle.

— Las cosas que has visto pueden hacerse realidad mi Luis.
— Lis, pero ¿por qué las muertes?
— Eres mío, ¡nadie te separará de mí! —, contestó la chica de forma Imperativa.

El joven instalador cayó en cuenta que todo era una ilusión, un truco, un engaño mental para terminar de motivarlo a sacar la calavera y dijo:

— Cierto mi amor, ya estaremos Juntos nuevamente y haremos todo lo que queramos.
— Perfecto Luis, hasta ahora entonces. A través de la calavera te veré.

El muchacho volvió a encontrarse en su cuarto donde, lleno de rabia, abrió sus ojos y vio la hora, 9:00 pm, y sintió cuando tocaron su puerta, era José quien había llegado para ayudarlo con su faena nocturna digna de ser filmada para una película de terror. Le hizo pasar y comenzaron a montar en la camioneta la caja, el martillo grande, la manta, dos palas y un cincel con el que abrirían el féretro para sacar los restos de la joven bruja que fue profundamente amada por Luis, pero que hoy era más que despreciada, odiada por las cosas que había tenido que pasar el pobre muchacho.

Abordaron los dos la camioneta y se disponían a salir a buscar a Ana. Luis puso el motor en marcha y arrancó, pero a los pocos metros se detuvo, puso la camioneta en Parking y le comentó el plan completo a José.

— José, tengo que decirte que una vez que saque la calavera de mi novia, debo ir a quemarla a un claro que hay en el bosque que está detrás de mi casa.
— Ok Luis, ¿y eso por qué?
— Es la única forma de Deshacer el pacto.
— Bueno, entonces lo haremos.
— Pero hay un problema, amigo. Los espíritus de la oscuridad no permitirán eso, y hay un riesgo de muerte, eso dijo Ana. —Un profundo pesar y desesperación compensaba a inundar la mente de él decidido joven.
— Te aseguro que ese no seré yo.
— Bueno, espero amigo.

Y siguieron su camino hasta la tienda de Ana.

En la parte trasera de la camioneta llevaban todo lo que necesitaban para proceder a extraer la osamenta de Lis, pero lo que realmente faltaba era la tranquilidad y serenidad en ambos caballeros.

Mientras iban en la camioneta hacia donde Ana, no hablaron ni una sola palabra, Luis iba concentrado pidiéndole a Dios fuerza y valor para no quebrarse al abrir el féretro. José iba orando en el camino pidiendo que librará su alma de despertar algún tipo de maldición que lo fuera a llevar al mismo infierno.

El ambiente era tan tenso que podía cortarse como si fuera mantequilla, pero decididos el todo por el todo. Llegaron a la tienda de Ana, los dos hombres se bajaron y se acercaron a la puerta de la tienda.

Del interior de la misma se dejaba oler un aroma conocido: Incienso. Luis, asomándose vio a Ana, quien terminaba de recitar algún tipo de ritual con el que pedía protección. Terminó y dio media vuelta, se encontró con la cara de ambos caballeros y Ana se sobresaltó un poco.

— ¡Luis! ¿Cuánto tiempo tienes acá?
— Realmente acabó de llegar.
— Y ¿quién es tu amigo?
— Soy José —, dijo el hombre que al ver a Ana, los sentidos parecían desaparecer en la despampanante figura de la cuarentona de hermoso rostro.
— Ana. Soy amiga de Luis —, La médium había sentido un breve pinchazo al ver a José, es como si ambos habían sido tocados por la punta de la flecha de cupido, faltando una hora para realizar el descabellado acto de profanar la tumba de Lis para sacar sus restos.

Luis vio la química que se había activado en su par de amigos y dejó salir un comentario.

— Bueno amigo, es hora. Ya después tendrán tiempo para ustedes. Así que se me cuidan, pues, tienen mucho de que hablar. Quería decir que esperaba que a ninguno los agarrara la hoz de la muerte esa noche, pero ya era demasiado con saber a dónde se dirigían y a qué, entonces Ana sacó una cajita de madera de un estante y la metió en una pequeña cartera de mano que llevaba.

Los tres abordaron la pickup y se vieron a los ojos, dando a entender que ellos mismos sentían el mismo temor, pues, se enfrentarían al mismo infierno y no quería que ninguno de los tres pereciera en el intento de quemar la osamenta de la chica.

Vieron la hora y eran las 10:00 pm, al fin, había llegado la hora y Luis recapitulo el plan.

— José, tú Vendrás conmigo. Esperamos a que la luz de la garita se apague y entramos. Ana me esperas en la camioneta.
— Ok —, dijo Luis.
— Ok —, dijo Ana.

José añadió:

— Hermano, quiero hacer una oración antes de irnos allá y hacer el trabajo —. Ana y Luis asintieron. José Oró.

La medium llevaba en su cartera de mano la cajita pequeña con una especie de amuleto y una botella de agua.

— Bueno, muchachos —, Dijo Luis —: se acerca el momento que tanto ha esperado Lis. No quisiera tenerlos involucrados acá, pero sé que es la voluntad de ustedes. Por favor cuídense mucho, no quisiera que ninguno muriera por culpa mía.

Luis, José y Ana tragaron grueso, se abrazaron y se dispusieron a abordar la pickup alquilada con ruta al cementerio.

El reloj marcaba más de las diez de la noche cuando partieron a su labor y nadie emitía ninguna palabra, el silencio era interrumpido solo por el sonido del motor de la camioneta y en un momento a otro el invierno comenzó a montar el escenario más dramático que podía existir en ese momento, pues la luna se nubló haciéndola ver de color naranja oscuro, los relámpagos y truenos comenzaban a hacer apariciones intermitentes.

El trío que iba en la pickup vio que el paisaje combinaba con la ocasión, y suspiraron casi al mismo tiempo, dejando salir el aire de forma temblorosa. Ana, por su parte, cada vez que relampagueaba la tomaba desprevenida, ocasionando que pegara pequeños saltos en su lugar. José entrecerraba sus ojos y movía sus labios como si recitara dentro de sí alguna oración al Dios Padre. Pero Luis iba sereno, frío, con la vista perdida, solo imaginando como podría ser su vida después de esa noche. Estaba convencido de que todo saldría al pie de la letra, que se iba a deshacer del desdichado pacto de sangre y más aún, que recuperaría su alma.

Pensó, también, en la posibilidad de rehacer su vida si salía vivo de aquello, volver a su trabajo, compartir con sus amigos sin que exista posibilidad de muerte para alguno por fuerzas diabólicas, en Vince, en fin, pensó en tantas cosas que lo mantenían enfocado en desenterrar los restos de Lis.

El clima se mantenía, el joven pensó en encender la radio y escuchar las noticias del tiempo y así lo hizo.

Ana y José se mantenían callados tratando de relajarse y cuando vieron que Luis prendió la radio pensaron que fue buena idea.

En la radio sonaba un tema country, y a los treinta segundos la música acabó dando paso a algunos comerciales y luego las noticias.

Pasaban las informsciones nacionales, internacionales y a continuación las del clima. Los más resaltantes fueron que se atravesaba una tormenta eléctrica acompañada de fuertes vientos, pero sin probabilidad de lluvia.

Los truenos se intensificaban y los rayos iluminaban el cielo, era una majestuosidad natural lo que se veía desde la camioneta y después de 30 minutos de recorrido, Luis dobló a la izquierda, recorrió unos 100 mts, dobló a la derecha y allí lo vieron, estaban a dos cuadras del cementerio.

Luis pidió perdón al cielo, perdón a Dios por la profanación de la tumba de Lis, pero sin la menor intención de retroceder de su plan, aunque le parecía totalmente una insana perturbación a la morada de los muertos, pero más peso tenía el hecho de que más valioso era recuperar su alma, su vida, su tranquilidad.

Allí estaban, parados a un costado de la tumba de Lis, separados por una pared de 1.50 Mts. Esperando que se apagará la luz de la caceta de vigilancia a 500 mts. Eran solo minutos para cumplir la macabra última voluntad en vida de Lis.

Finalmente la macabra noche, la hora y el momento habían llegado, era ahora o nunca.

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