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Capítulo 10 - La Batalla

Poco antes de las 11:00 pm, Luis, José y Ana estaban aparcados justo al lado de donde se encontraba la tumba de Lis, pero del lado de la calle. Luis tenía todo calculado, las herramientas necesarias para la labor final estaban en la camioneta alquilada y los nervios estaban de punta, pues, no era nada fácil de digerir, abrir una tumba, robar una calavera, llevarla al claro del bosque para quemarla y, aparte, saber que estarían los espíritus oscuros impidiendo a toda costa que el maleficio se rompiera.

Era toda una experiencia que entre mezclada terror, misticismo, locura, maldad y esperanza.

El muchacho y sus amigos no decían nada, solo pensaban que en pocos minutos las luces de la caseta de vigilancia se apagarían y comenzarían a realizar la labor tan esperada por Lis desde el abismo y por Luis para recuperar su alma, su tranquilidad, su vida, pero no era sino más que el cumplimiento de una "inocente" promesa hecha por amor sin antes detenerse a pensar las consecuencias que pudieran traer y que de hecho las trajo.

Chequeo el reloj que estaba en el reproductor de música de la camioneta y marcaba las 10:59 pm, vio cuando los guardias de seguridad del campo santo regresaban de dar su última ronda y se encontraban en la puerta de su lugar de trabajo y se preparaban para encerrarse y dormir, pues, los muertos no hacían nada, no molestaban ni se despertaban.

Unas luces azules y rojas se acercaron a la camioneta donde estaban los personajes, era una patrulla policial la cual se les acercó y sonó una voz por un altavoz:

—Buenas noches, ciudadanos, ¿qué hacen por aquí a estas horas de la noche?

Luis no hallaba que responder y vio a los guardias cerrar la puerta de la caseta y se le ocurrió decir:

—Estamos esperando a uno de los guardias que va a su casa, se siente mal y espera un relevo.
—¿y por qué no esperan en la entrada?
—Porque pronto entrarán algunos materiales para las reparaciones que van a hacer.

El oficial puso en parking el auto y cuando iba a proceder a realizar un registro del auto y de los documentos de Luis, recibió una llamada por radio sobre un código 35, este trataba de un asalto en proceso y el oficial salió casi disparado sin dejar de dar aviso de que si volvía a verlos allí de manera sospechosa serían detenidos por las averiguaciones de tráfico de estupefacientes.

Luis, Jose y Ana respiraron profundo, abrieron las puertas de la camioneta, se bajaron y se reunieron en la parte trasera de la camioneta, allí repasaron el plan de trabajo:

—Ok, Ana te quedas acá en la camioneta, José y yo iremos a rescatar la calavera y cuando estemos de regreso sostienes la bolsa para meterla en la caja.
—José, tú vas conmigo a la tumba, cuando abra el féretro me ayudas a sacar la Osamenta y a trasladar la bolsa hasta la caja, coloco la bolsa encima de la pared y tú ayudas a Ana a colocarla en la caja que estará en la camioneta.
—Que Dios nos ampare y nos dé las fuerzas —, Comentó José tomando un suspiro largo y profundo.
—Luis no te preocupes, ahorita, no habrá ningún riesgo, recuerda que para eso estás, vas a rescatarla—, Añadió Ana que, con un guiño de ojo, dio a entender a Luis que el problema vendría luego.

El atormentado chico y José tomaron el martillo, el cincel, las palas, la bolsa grande y pasaron la media pared que separaba la calle del cementerio y entraron cayendo exactamente a 3 metros de donde se encontraba la tumba de Lis. Inmediatamente, pudo ver la inscripción con el nombre de la chica, no había cruz en ella, no había flores, la tumba estaba limpia y cuidadosamente arreglada, pero con una apariencia místicamente aterradora.

Luis y José se vieron, asentaron con su cabeza y se dispusieron a caminar hacia la tumba, los pájaros nocturnos cantaban desesperadamente, como si alertaran de que un mal grande podría acercarse. En un segundo el cielo pinto un paisaje que no podía ser más dramático para la ocasión.

La luna estaba llena, pero entre tapada con nubes densas que hacían que el satélite natural se viera de un color grisáceo y se viera a la mitad, corría una leve brisa que silbaba entre algunas de las tumbas y los rayos se veían venir debido a la tormenta eléctrica que se acercaba.

José fue el primero en llegar a la tumba y notó que estaba llena de césped verde, pero exactamente donde estaba la inscripción que una vez fue iluminada con el sol, tenía marcas como de arañazos y el pedazo de lo que una vez fue una cruz en el suelo.

Luis, al ver el lugar de reposo del cadáver de su media naranja rosa, que al final se había convertido en una de las principales causas de su casi locura, pensó que todo pasaría cuando rescatara el esqueleto y lo llevara a la hoguera. Pensó para sí también que no sería nada fácil, pues, la lucha espiritual que se liberaría allí podría llevarse la vida de uno de sus amigos, incluso, la de él mismo.

Luis sacudió su cabeza, como para sacudir sus pensamientos, y tomó el martillo grande. Los rayos en el cielo se comenzaron a intensificar siendo más fuertes y más continuos. Respiró profundo, miró al cielo y golpeó la loza, esto lo hizo varias veces hasta que esta comenzó a resquebrajarse, golpeó más y más hasta que se partió completamente. Apartaron los escombros y tomó una pala y Junto a José comenzaron a escarbar la tierra.

—Amigo— comentó Jose—, te juro que no sé que pueda pasar, pero si muero estaré contento de haberte ayudado a recuperar tu vida.
—No, ni lo pienses. Tú no morirás hoy, de eso debes estar seguro —, Luis decía esto para darle ánimos a su amigo e incluso a él mismo, pues, sabía que si había mucho riesgo de muerte.
—Si muero, sé que estaré finalmente con mi esposa por siempre.
—Pues debes vivir y cuidar de la vida de Ana.

José al escuchar el comentario sonrió y siguieron la excavación.

Al cabo de unos 35 minutos estaban llegando a los 3 metros y una de las palas choco contra algo duro, sí, era la urna donde estaban los restos de Lis.

Los rayos se intensificaron en el cielo, la luna ya no se veía, la brisa había aumentado su velocidad y los truenos eran ensordecedores. Encima de la tumba de Lis había un árbol muy grande, en ellos se posaron varios cuervos que cantaban de vez en vez un escalofriante y ensordecedor "rrrraaa - rrrraaa", como si estuvieran celebrando la victoria de la joven que había arrebatado en alma del noble Luis.

Ana, por su parte, estaba esperando desesperada en la camioneta, revisando la hora, asomándose cada vez por encima de la media pared, esperando ver a José y a Luis con la caja, pero nada, la brisa la hacía temblar y los truenos junto con el funesto paisaje le asustaba, pero estaba decidida a terminar con lo que había comenzado.

Dentro de sí, Ana pensaba que si lograba salir de esta con vida tomaría otro tipo de vida, tal vez había encontrado un posible amor en José, quien la veía con ojos de flechado cuando estaba con ella. Pero también cayó en cuenta que no era el momento, ni el lugar para hacer esos planes, por lo menos no en esta noche cargada de adrenalina y temor.

Ana vio, a lo lejos, una pequeña luz que se acercaba dentro del cementerio, pero no pudo identificar que era, se quedó viendo fijamente, entrecerró sus ojos y lo supo, era el oficial uniformado que caminaba en dirección a donde se encontraban los jóvenes y pensó que debía hacer algo.

El joven oficial caminaba haciendo una ronda que nuca había hecho, pero que ese día salió a cerrar una llave de agua con que regaba el césped, cerro la llave y le pareció raro ver una pequeña luz que estaba en una de las tumbas, era la luz con que Luis y José alumbraban para realizar el "trabajo". Ana lo notó y pensó correr a avisarle a los muchachos, pero por suerte, o cosas de los espíritus, dos cuervos se lanzaron contra el joven asustándolo tanto que no le quedo más que correr y volver a encerrarse en su caseta.

El oficial al entrar a su sitio decidió apagar la luz y se dispuso a dormir, pensando en que el día siguiente revisaría para saber dónde estaba el nido de cuervos, porque para su lógica mente, era que los cuervos defendían sus crías que estaban cerca, sin saber que era mucho más ilógico, místico, aterrador y dramático de lo que podía imaginar.

Luis y José limpiaron la tapa de la urna, quitaron la tierra y abrieron por los costados para que la puerta del ataúd pudiera abrir.

Luis tomó el cincel y el martillo pequeño, y le pregunto a José si quería estar allí, y este dijo que lo esperaría arriba del hoyo para ayudarlo a meter la calavera en la caja. Luis asintió y José salió del hueco.

Luis tomó un respiro, cerró sus ojos y entre la grieta de la puerta y los laterales del ataúd golpeó con el cincel una, dos, tres, cuatro veces y se escuchó cuando se abrió la compuerta. El olor a muerte salió por la rendija, y un susurro pasó por encima de ellos pronunciando el nombre de la chica. José se heló de miedo y Luis con la piel de gallina decidió abrir definitivamente la tapa de la urna, se amarró una sudadera en su cabeza como capucha de manera que tapara la nariz y la boca, levantó su lámpara, pero con la cara volteada, pues, tenía pánico, terror de ver en su interior.

José, por su parte, al sentir el olor de carne humana putrefacta y escuchar el susurro en los aires, habían decidido sentarse a un metro del hoyo a esperar que Luis le llamara y con la esperanza de que la osamenta, ya metida en la bolsa, no se dejara ver, pues, Jose pensaba que no resistiría ver esa escena dramáticamente horripilante.

Ana, esperando en la pickup, pensaba por qué su destino la había llevado a estar en una calle sombría, en un desierto campo santo a la media noche, rodeada de coronas fúnebres, de imágenes de santos que personificaban un pequeño apocalipsis con espíritus oscuros rodeándola.

Ana se arrepintió en ese momento de haber elegido mal su camino cuando niña, pero allí estaba con el conocimiento de que eso no le ayudaría en ese momento; Más bien pensaba, la batalla será dura, pero al terminar la noche solo abra una sola historia: Luis recupera su alma, su vida, su futuro, y una muerte, un sacrificio como pago por deshacer el pacto.

El brillo de luz provocada por un rayo acompañado de un ensordecedor trueno le dio el valor a Luis para ver en el interior de la urna, y lo que su lámpara le permitió ver, lo congeló por completo, palideció, tuvo náuseas, cayó preso del terror, bajó un fugaz ataque de pánico, pero estaba allí, al fin, la calavera de su novia.

Una Ráfaga ardiente de gusanos se la habían tragado lentamente, de sus hermosos y brillantes ojos, quedaban dos grandes huecos, y de su apasionada boca que tanto besó, solo quedaba una fría, terrible, eterna y oscura carcajada.

—¡OH No! —, dijo Luis en un cortado grito y faltandole el aliento.
—¿Amigo estás bien? —, preguntó José, pero sin asomarse a averiguar que pasaba.
—Si... Es decir, no... La verdad no sé.
—Apura, hermano, recuerda que hay que ir...
—Oh Lis, este amor fue bello, pero hoy es mi dolor. Es una eterna lucha entre la locura, la cordura y la razón.

El sorprendido y aterrorizado joven veía a quien fue el amor de su vida, no era más que un esqueleto vestido con la ropa que un día llevó puesto en una de sus tardes románticas. Los truenos parecían estar enojados y los relámpagos alumbraban dramáticamente el interior del ataúd dejando ver un cuadro tétrico que dejaría petrificado a cualquiera. Metió su mano por la espalda del esqueleto, levantó un poco y metió parte de la bolsa, luego bajó su mano hasta la lo que un día fueron las hermosas piernas de Lis y terminó de meter la calavera en la bolsa. Cuando volteo hacia la cabeza para meterla en la bolsa y cerrarlas, encontró con los huecos donde estaban los ojos de Lis que parecían que lo miraban fijamente y con esa "sonrisa" de la muerte. Tomó la bolsa, la colocó en su hombro llamó a José, quien atendió al llamado y tomó la calavera. Los dos individuos echaron rápidamente la tierra en el Hueco, lo cerraron y cargando la osamenta se fueron a donde estaba la camioneta.

Ana, al ver la bolsa tembló, sintió el putrefacto olor a muerte, abrió la caja y metió, junto con José, la calavera en la improvisada urna, la que Luis había construido. Amarraron la caja en la parte trasera de la camioneta para que no se moviera y entraron en ella.

José entró y respiró profundo, Ana suspiró como dando a entender que solo era el comienzo de la pesadilla, y Luis, el pobre Luis se sentó al volante y se quedó viendo por el retrovisor el cementerio por espacio de 2 minutos, cerró sus ojos y salieron dos lágrimas. Este golpeó el volante y maldijo, maldijo el día que pasó todo, las muertes recordó a la pobre Sara... En fin, después que se desahogó retomo la compostura, pidió perdón por el comportamiento y arranco la camioneta hacia su casa.

💀💀💀

Luis estacionó la camioneta en la puerta de su garage y rápidamente se bajó con José a bajar la caja. Ana abrió la puerta y estos dos entraron, colocaron la caja encima de la mesa, sobre unos libros y corrieron a sacar el combustible, la leña, y lo llevaron al claro en medio del bosque.

Estos dejaron las cosas en medio del bosque y Regresaron a buscar la caja con la calavera de Lis mientras Ana preparaba el lugar donde prenderían fuego a la osamenta.

Luis y José entraron y sacaron la caja de la casa de Luis y se dirigieron al Claro, pero a mitad de camino 2 figuras negras tomaban forma, preparadas como un animal que acecha a su presa, eran los espíritus oscuros que ya se habían percatado de lo que Luis, Ana y José pretendían hacer.

Ana al juntar la leña y poner el combustible cerca, notó como los dos entes se le presentaron y esta al verlos, guardo la cajita de madera en su blusa, seguido por un grito de pánico que fue escuchado por Luis y José, los cuales apuraron el paso y tras varios minutos llegaron al claro, agotados y pusieron la caja en el suelo.

Lo primero que Luis notó fue que la madera estaba apilada, lista para encenderla, dispuesta de manera que la calavera entrará perfectamente y el bidón de combustible cerca, pero no vio a Ana.

Escucho unas ramas resquebrajarse y un Grito de dolor entre cortado se dejó colar.

—¡Por allá! —, gritó José apuntando hacia unos árboles que dejaron ver a Ana colgando en el árbol a unos 2 metros de altura, llorando y con la ropa arañada un poco ensangrentada, a lo que alcanzó decir:

—No paren, continua... —, la médium comenzó a sofocarse, pero Ana sacó de su blusa como pudo la cajita de madera y sacó un pequeño amuleto, un pequeño frasco con un líquido transparente y cito unas palabras en un idioma extraño para los dos muchachos que no comprendían, pues, estaba siendo ahorcada por los espíritus oscuros, pero al terminar de balbucear las palabras el ente que ya había tomado forma, la misma que había asesinado a Charles, a Sara, a los Jóvenes en la isla, a la hija del chamán, la soltó, dejándola caer de la altura que estaba y cayó Ana, se escuchó un golpe seco y quedó allí tirada, como un bulto inerte, inconsciente sin presentar ninguna reacción.

—¡Ana no! —, Grito José, quien fue a buscarla, y el ente se abalanzó sobre José, pero antes de llegar una gran luz lo detuvo, era la luz que irradiaba la gran fogata que Luis había encendido mientras pasaba el evento con Ana en el Árbol.

El espíritu oscuro se lanzó sobre Luis, iba contra él, pues no iba a dejar que quemara la calavera y recuperará su alma, y se le parió en frente, a centímetros de distancia y con voz polifónica le dijo:

—Eres mío, no te escapará Jamás.

Luis, preso del pánico, solo alcanzó decir con rostro sincero y con mirada profunda:

—Lis te amo. Te amé tanto que di mi vida, mi alma, el todo, solo por ti.

El ente se detuvo de ipso facto y desde allí lo veía, de manera curiosa, como si tratara de adivinar el pensamiento de Luis, más este prosiguió:

—Te dije que siempre haría lo que fuera por ti, y lo hice, rescaté tu calavera, allí está en esa bolsa.

Luis dijo esas palabras y abrió lentamente la mencionada bolsa y dejó ver la calavera.

El ente vio la calavera, vio detenidamente a Luis y tomó otra forma: Si la de Lis.

—¡Luis!
—¡Lis!—, Soltó Luis en medio de un suspiro sollozo y un grito de sorpresa.
—¡Lo hiciste, cumpliste tu promesa!
—Claro que si mi media naranja rosa.

Lis, o lo que estaba allí con forma de Lis, abrazó a Luis, y este hizo seña a José sin que esta se diera cuenta para que siguiera con el plan.

—¡Estaremos juntos por la eternidad!
—Si Lis, por siempre, que es mucho tiempo...
—¡Si! Así es, lo acepto.
—Acércate, bebe, quiero sentirte, abrazarte y decirte lo mucho que te amo al oído.
—Claro que si mi Luis, dímelo, por favor, necesito escucharlo, te extraño demasiado:

El ágil muchacho comenzó a recitar estas palabras en forma de susurro y apretó fuerte a Lis, o al demonio que estaba allí haciéndose pasar por ella. De manera dramática, dijo:
—Te amo demasiado, por eso... Por eso te digo —, Luis apretó fuerte al demonio, la entidad, a Lis, lo que fuera:

—Mi amor hoy te digo... quedó libre del pacto de sangre que hice contigo, maldito engendro de mal, púdrete en tu mismísimo infierno...

El ente que tenía forma de Lis empujó al muchacho y lo tiró lejos pegándole de costado contra el tronco de un árbol que se había caído, comenzó a descomponerse y a gritar de odio, pero Luis prosiguió:

—Cumplí mi promesa...
y hoy la deshago por fuego, mi alma está libre".

El demonio allí presente volteo y vio cuando José, con una risa de triunfo, echó la calavera en el fuego y el espíritu oscuro, dio un grito ensordecedor que hizo que José y Luis cubrieran con sus manos sus oídos.

El fuego comenzó a arder más y más, y fue donde Luis y lo arrojo nuevamente ocasionando un fuerte dolor en el costado izquierdo de Luis, este se retorció de dolor y cuando abrió los ojos vio cuando el demonio que había tomado forma de Lis estaba ahorcando a José y lo había levantado como si fuera una hoja de papel, pero en ese momento lo soltó, pego otro gran chillido y se echó a un lado y de sus harapientas vestiduras salía humo, y otro chillido y más humo.

Cuando Luis pudo recomponerse vio que era la médium, Ana, herida, pero viva, Le echaba el líquido que había traído en el frasquito junto con su amuleto recitando unas palabras extrañas que Luis apenas podía oír y cada vez que el líquido tocaba al ente este se retorcía, gritaba de una manera espeluznante y Luis, como pudo, se levantó, y tomó el bidón de combustible y lo lanzó a la fogata repitiendo las frases que había dicho antes:

—Maldita bruja, ¡hoy quedó libre del pacto de sangre que hice contigo, cumplí mi promesa y hoy la deshago por fuego, mi alma está libre"! Escuchaste bien, "está libre".

Y el bidón al derretirse dejo expandir el combustible e hizo un gran hongo debido a la explosión, el fuego comenzó a absorber al ente que gritaba y trataba de agarrar a cualquiera de ellos diciendo:

—¡Malditos, malditos sean los 3, maldita toda la humanidad.Nunca podrán parar esto, el fin de su mundo viene y no se salvarán, nadie lo detendrá! —, y cuando estuvo a punto de ser vaporizado agarro a Luis por la franela que tenía puesta, y Luis grito por el dolor en su costado, lo arrastró a las llamas y cuando estuvo casi quemándose José lo toma por su pierna y Luis con mucho dolor intenso en su costado, echó los brazos hacia adelante y la franela le salió, como quien se quita un calcetín.

Ana levantó a José, quien estaba tosiendo debido a que casi lo ahorca. Luis estaba retorcido por el dolor, pero vivo, y Ana, la Médium se desplomó.

Allí quedaron, tres cuerpos, al parecer, sin vida, pero con una gran hazaña, el mundo libre de un infierno terrenal y un Luis con el alma salvada de las garras del mismo infierno.

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