El día que las tomateras den cebollas
Esta historia comienza sin más en un lugar que no me molestaré en nombrar. La Reina Suprema de aquel lugar, una tía que por cierto estaba buenísima y que dentro de su territorio mandaba como loba alfa, o perra máxima, estaba tranquila escuchando música. Normalmente estaba tranquila, o lo parecía; simplemente estando, sin más. Salvo cuando ocurría algo. Y este algo pronto ocurrió. Mientras ella escuchaba música con los cascos que le había robado a su padre, de pronto, de súbito, el terrible suceso tuvo lugar: Spotify, plataforma en la que la mayoría de la gente escucha música, dejó de funcionar.
—¡Me cago en su puta calavera! —exclamó la Reina Suprema, quitándose violentamente los cascos y arrugando la nariz.
Pero no hubo remedio a la situación. No era cosa de Spotify, sino que se había ido Internet. Maldiciendo intensamente como solo ella sabía hacer cuando algo así ocurría, cerró la tapa del destartalado portátil y echó a andar sin rumbo ni destino. Y caminando por la hierba distraídamente, llegó al huerto, donde las resecas plantas aún estaban desde el verano. Las pochas tomateras tenían a los pies cebollas grandes y doradas. Evidentemente, unas tomateras con cebollas era normal. Lo no tan normal era lo que siguió.
La Reina Suprema empezó a murmurar algo por lo bajo. Podía estar cantando una canción en italiano o estar invocando a algún demonio. Sea por la invocación o por la canción o por algo que no tenía nada que ver, en el huerto apareció, no un demonio, sino un chaval. Os lo podéis imaginar alto, moreno, encantador y guapísimo (al fin y al cabo esto es Wattpad). La fémina lo miró directamente a los ojos, que por cierto ambos los tenían castaños, y el que había aparecido por arte de magia o a su llamada se arrodilló ante ella dócilmente. Algo que chocaba más teniendo en cuenta que era bastante más alto que ella, pero era la perra alfa.
—¿Y bien? —sonrió él.
—Vamos a dar una vuelta. Saca los caballos —dijo la fémina. Petición u orden, fue llevada a cabo por el chico mientras ella lo miraba tranquilamente con una sonrisa en la cara.
Aparte de un huerto con tomateras dando cebollas, había un maravilloso establo con unos maravillosos caballos, y de ahí salieron dos ejemplares: uno alazán, con ese tono rojizo brillante, ojos inteligentes y temperamento inquieto; y otro castaño oscuro con las crines negras, igual de listo y hermoso que el otro.
En un abrir y cerrar de ojos ambos estuvieron aparejados con lo esencial, y los dos humanos montaron en ellos; la alfa sobre el inquieto alazán y su compañero sobre el castaño. Salieron al trote y cabalgaron por el campo. Podía parecer que no iban a ninguna parte, pero de tanto correr terminaron llegando a terrenos distantes, y se encontraron frente a lo que parecía un castillo en miniatura, todo dorado, como si fuera la fantasía de alguna niña.
Al verlo, la Reina Suprema torció el gesto levantando la parte superior del labio en lo que era una clara muestra de desagrado o desprecio. Luego esa mueca fue sustituida por una sonrisa maquiavélica.
—¡¡HIJA DE PUTA, SAL QUE TE VEA!! ¿O ES QUE ME TIENES MIEDO? —voceó.
Como se aburría, pensaba jugársela a su contrincante, el enemigo, la competencia, el disgusto constante que estaba junto a su territorio, una reina rival y totalmente opuesta a lo que ella era. El compañero de la chica supo enseguida lo que pretendía, y efectivamente se unió a ella:
—¡¡Putaaaass!! ¡Venid si queréis saber lo que es bueno! Una buena tortilla con la patata bien hecha, en su punto perfecto de cocción, doradita por fuera y jugosa por dentro, sin llegar a estar cruda ni con el huevo cuajado, y obviamente con una buena dosis de cebollita bien hecha... Y un poco de jamón serrano de pata negra para acompañar.
—Estás desvariando, imbécil —dijo la perra alfa. Y soltó una estruendosa carcajada.
Al fin, del castillito dorado llegaron señales de vida. Se asomó al balcón la persona que rivalizaba con la Reina Suprema; realmente era un chico, pero llevaba un vestido rosa de princesa que podría haber estado en una tienda de disfraces para niñas.
—¡Ehhh, tú! Cara de ganso shockeado, ¿qué pasa?
—¡Cómo que qué pasa, estúpida degenerada! Que has venido aquí, a mi territorio, te plantas en mi castillo y te pones a molestar. ¿Qué quieres, declarar la guerra?
Otra vez, la estruendosa risa de la Reina se hizo oír. Mientras mantenía a su caballo quieto, alzó la voz hacia el energúmeno del castillo.
—¡Oh, vecino, si solo venía a por un poco de sal! Sabes que me encanta visitar tu mierda de castillo dorado que da cringe y que también adoro venir a hacerte visitas para ver tu careto de imbécil que pretende rivalizar conmigo.
—¡¡Pues toma!! —chilló el otro al borde de la histeria, y desde el balcón llovió un salero que podría haber partido la cabeza de alguno de los dos, pero que fue a dar en el suelo, tirando montones de sal y trozos de cerámica.
La chica rió, divirtiéndose de lo lindo, e imprimiendo en sus carcajadas un tono que sabía que irritaba sobremanera a su enemigo. De pronto se puso seria y le lanzó una mirada fulminante. Una mirada suya que era famosa por su poder; penetrante hasta los huesos y que te hacía sentir miedo de la muerte. Cuando habló, lo hizo despacio, como tirando balas de ira contenida en cada palabra.
—La próxima mejoras la puntería. Solo te daré una oportunidad, luego eres rey en jaque mate.
Y manteniendo la mirada asesina enseñó los dientes a su contrario, que había quedado como paralizado. Por su parte, el compañero de la reina se mantenía al margen admirando tranquilamente el hacer de su señora.
—Serás.... serás... —empezó su enemigo, como si intentara sobreponerse a algo más fuerte que él recuperando el habla, buscando en vano algo lo suficientemente fuerte que decirle a la perra máxima.
Ella rió, esta vez más bajito, de forma casi sarcástica, lo que hizo al otro volver a perder los nervios.
Les lanzó un jarrón terriblemente hortera que contenía unas pobres rosas, y que corrió la misma suerte que el salero.
—¡¡Fuera de mi vista!! —empezó a chillar histérico y con la voz hiper aguda, como de damisela imbécil—. ¡¡Fuera, fuera, estúpidos, no quiero volver a veros!! ¡Y si vuelves por aquí... si vuelves por aquí verás, sí, ya verás!
La Reina se limitó a reír de nuevo e hizo dar media vuelta a su corcel, siendo imitada por su compañero. Ambos se fueron de allí al trote como si no hubiera pasado nada.
Y si os parece curioso que haya ocurrido todo esto, que ha empezado simplemente con una Reina aburrida y sin saber qué iba a hacer, pues os diré que a mí también me lo parece. Lo que puede hacer el aburrimiento, ¿eh? Y las calabazas sin cabeza. Como esa que hay por ahí.
Efectivamente la reina y su acompañante se cruzaron con una tipa que había perdido la cabeza, la cual era una calabaza. Iba corriendo y gritando cosas incoherentes.
—¡CALABAZA SIN CABEZA! —gritó la Reina—. ESTA NOCHE HAY FIESTA EN MI PALACIO, HAZ QUE VENGAN LOS QUE TENGAN QUE VENIR. Y quiero un vodka con limón. Chao.
—¿Por qué gritas? —comentó el chaval.
—Eso no era gritar. Solo hablo en voz alta para que cuele más hondo la idea.
FIUUUUUUUUMMMMMM
¿Fin?
NAAAAAHH.
Nadie esperaba que de una cosa tan random fuera a salir esto, en plan, ¡son 1240 palabras y es algo coherente! ¡Yo no me lo esperaba!
Fula, para ti miamor, ahora me pisas la cara. Digo-
MI VODKA CON LIMÓN, CHAO.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro