Detuvo su camioneta en el aparcamiento ya abarrotado de vehículos. Al bajarse, vio a una veintena de personas al lado del gran portón que servía de entrada al complejo. Todos hablando los unos con los otros, algunos nerviosos, otros tranquilos. Varios fumando cigarrillos, mientras que otros apuraban el almuerzo que traían. Todo porque nada más abrirse el portón, se iniciaría la subasta de los trasteros que había allí. Trasteros que sus dueños no pudieron pagar y ahora iban a ser vendidos al mejor postor. Ocultos en ellos, habrían toda clase de tesoros y objetos cuyo incalculable valor hacia que la puja por hacerse con ellos fuese encarnizada. Y eso era algo que Edward "Eddie" Stone sabia mejor que nadie.
Eddie llevaba más de 20 años metido en la compra de trasteros. Comenzó muy joven, junto con su padre, quien tenía una tienda donde vendía toda clase de objetos. Él fue quien le enseño como debía pujar, como engañar a los otros compradores, como diferenciar un trastero bueno de uno malo, como ser paciente para encontrar el premio gordo, cuando retirarse para que no te planten un paupérrimo lote por un precio elevado. Su padre se convirtió en su maestro y Eddie asimilo todos esos conocimientos, que le ayudarían en su día a día. De ese modo, a lo largo del os años, Eddie fue a muchas subastas. Algunas, acabaron con buenos lotes, donde había un buen surtido de objetos y muebles. Otras, acabaron siendo mortales trampas donde dejo su dinero y energía. Y en contadas ocasiones, unos pocos ocultaban valiosos tesoros que le reportaron miles de dólares. Al final, este trabajo consistía en algo más que habilidad e inteligencia para comprar trasteros. También había que destacar el factor suerte.
El lugar de la puja era un complejo de trasteros que se encontraba en los límites del desierto de Arizona. La aridez del lugar se notaba gracias al pegajoso calor y a las ráfagas de aire caliente capaces de asfixiar a cualquiera. El portón se abrió. Un tipo de pelo canoso, barriga incipiente y con una camisa de rayas azules dio la bienvenida a los compradores.
- Bien recuerden las normas.- Dijo el hombre. En su rostro se notaban las arrugas que adornaban la veteranía que el hombre tenia ya.- Se abrirá cada trastero para ver su interior, tendréis 5 minutos para verlo, pero no podréis entrar. Solo se aceptara una puja por persona. Quien de el precio mas alto se llevara el lote. El pago se hará en efectivo. ¿Lo habéis entendido?
Todos asintieron a la vez.
- Pues adelante.- Dijo el anciano.
Toda la gente se adentró en aquel complejo. Pasillos de trasteros cerrados herméticamente esperaban ser abiertos. Tras un pequeño paseo, se detuvieron en uno. El tercero del segundo pasillo. Un tipo armado con una sierra circular cortó el candado emitiendo un fuerte chirrido. La puerta se abrió hacia arriba y todos tuvieron acceso al trastero.
- Recordad, podéis observar, pero nada de meteros dentro.- Advirtió el anciano.
Eddie se quedo detrás del tumulto de gente que se acercaba al trastero. Desde su posición vio que no era un trastero muy bueno. Una vieja mesa, una estantería y un montón de bolsas de basura eran el contenido. Nada que le interesase. Comenzó la puja que tardo bastante en resolverse, Se vendió por 750 dólares. El habría dado menos de 150.
Pasaron al siguiente. Este era mejor. Algunos muebles de comedor ( sillas, mesa y una cómoda) en muy buen estado, una lavadora, una guitarra eléctrica metida en su funda con su amplificador al lado, además de varias cajas que parecían contener suculento material. Eddie decidió pujar por este. Comenzó la subasta. Un tipo de pelo largo negro y mugriento daba 200 dólares. Eddie dio 250. Una mujer de unos 50 años dio 300. La puja se volvió una batalla encarnizada a tres bandas. Al final, el precio se elevo a unos 950 dólares y amenazaba a elevarse a los 1000. Eddie decidió retirarse. De todos modos, su tienda estaba repleta de muebles, así que no había prisa por hacerse con este trastero. Además el precio era muy alto. No podía arriesgarse. Tenía que sacar beneficio. Finalmente, la cincuentona se llevo el trastero por unos 1200 dólares.
- Que te aproveche.- dijo Eddie por lo bajo.
Siguió y más trasteros se subastaron. Pero ninguno era de su gusto. Hasta que llegaron al último. “Este es el premio gordo” se dijo Eddie. Dentro había unos preciosos muebles de color caoba, un motor de coche en perfecto estado, varios aparatos de cocina y un cortacésped. Todo se subastaba y la gente parecía muy emocionada por la noticia. Eddie quería ese trastero, pero si dio cuenta de algo de lo que el resto de la gente no parecía haberse percatado. Detrás de los muebles de caoba, había una pequeña caja de madera, con los bordes recubiertos de un brillante metal dorado que le daban un cierto toque antiguo. De hecho, parecía que la caja tenía bastante tiempo y si algo sabía Eddie, era que lo antiguo se solía vender muy bien.
Comenzó la puja. Una pareja daban 200 dólares. Eddie subió a 300. Iría a por todas. La joven pareja daba 350. Para amedrentar a sus enemigos Eddie tenía que atacar con toda su artillería. Elevo el precio a 500. El tipo de la pareja miro a su esposa. Ella negó con la cabeza. Parecía que Eddie se lo iba a quedar, cuando un hombre salido de la nada dio 550. Eddie se giro para mirarlo. Se encontraba al final del grupo alejado. Vestía un traje negro y llevaba un sombrero del mismo color. Parecía mayor, tanto por las arrugas como por la mustia expresión de su rostro. Pero nadie le iba a arrebatar a Eddie lo que ya era suyo por derecho propio. El subió a 600 dólares. El tipo de negro a 700. Eddie a 800. El hombre a 850. Sin darse cuenta, lo que en un principio iba a venderse por un precio insignificante, ahora lo haría por uno en valor de 1200. Eddie iba ya a dar 1250, cuando el tipo de negro negó con la cabeza.
- No sigues con la puja.- dijo el anciano.- Vendido por 1200 dólares a Eddie.
Se sentía pletórico. Había sido una dura lucha, pero lo consiguió. El trastero era suyo. Mientras todos le aplaudían, el misterioso hombre de negro le otorgo una siniestra sonrisa. Eso inquieto a Eddie, pero le daba lo mismo. Tenía el trastero y eso era lo importante ahora. Sin más dilación se puso a trabajar. Nada mas entrar al trastero, fue directo a la caja. Lo cogió con sus manos. No era muy grande. Palpo la superficie de madera rugosa. Su olor era entre húmedo y rancio, dando constancia de su antigüedad. Paso los dedos por los rebordes dorados. Era realmente bonita y estaba bien conservada. Sacaría un muy buen precio por ella. Entonces, al moverla noto algo dentro. Meneó la caja y escucho algo moviéndose por el interior. Era algo esférico, como una bola que rodaba por el interior de la caja. Se disponía a abrirlo cuando noto una presencia detrás de él. Al girarse vio quien era. El tipo de negro lo observaba con sus profundos ojos negros. Tan oscuros que parecía perderse en ellos.
Eddie no dejo de mirarlo en ningún momento. El tipo estaba allí parado, sin decir nada, solo en silencio, observándolo, como si esperase a hacer algo. Era un mar de nervios. Estaba a punto de llamar a alguien, cuando el hombre de negro hablo.
- Buena puja.- Dijo con una voz ronca ya agrietada.
Eddie estaba paralizado. El tipo dibujo una rara mueca en su cara que le daba el aspecto de una monstruosa criatura de una película de terror. O de una historia de Stephen King. Ninguno se movió de donde estaba y el tipo continuó con la charla.
- Me ha sorprendido. Nunca imagine que alguien pudiese plantarme cara y por eso, he de reconocer mi admiración hacia su persona. Ha sido un digno contrincante y le felicito por su victoria.
Tras hablar, extendió su brazo. Eddie vio aquella huesuda mano con unos dedos muy delgados. No sabia si darle la suya, ya que le daba miedo, pero no quería ser descortés con el tipo. Estrechó su mano con la del hombre de negro, y al hacerlo, noto un frio helador atravesando repentinamente todo su cuerpo. Tan frio como el hielo, tan congelado como los glaciares del Polo Norte. Eddie sentía esa súbita bajada de temperatura que tuvo que zafarse de la mano del hombre. Este no dejaba de mirarlo con esos ojos negros como la oscuridad de la noche.
- Gracias por….la felicitación.- Dijo titubeante Eddie.
El tipo seguía allí parado. La expresión en su rostro no había cambiado. La piel terriblemente pálida contrastaba con los oscuros ropajes. Todo en aquel misterioso personaje resultaba cruelmente perturbador hasta un límite que parecía sobrepasar la propia realidad. Eddie estaba delante de él, y era como si estuviese hablando con una sombra, un ente que no es de este mundo, ni de ninguno conocido. Aun no sabía que quería, pero era obvio que no eran buenas sus intenciones.
- Pero a pesar de esta gran victoria, he de reconocer que mi interés por este trastero sigue siendo muy alto.- Interrumpió de forma repentina el silencio que hasta ahora se había establecido.
- ¿Y que quiere de mi trastero?- Pregunto temeroso Eddie.
El hombre de negro alargo uno sus huesudos dedos y señalo a la caja que Eddie tenía entre sus manos. Una leve sonrisa muy malévola se dibujo en su rostro al hacerlo. Al percatarse de esto, Eddie se puso a la defensiva. La caja parecía muy valiosa y no pensaba correr ningún riesgo por ello. Si ese tipo la quería, tendría que ser a un alto precio.
- Bien, ¿lo quiere?- Dijo mirando fijamente al tipo.- Pues tendrá que pagarme.
- Estoy dispuesto a pagar lo necesario por recuperarla.- Aquello ultimo inquieto un poco a Eddie. ¿Recuperar? ¿Acaso era suya?
Eddie respiro un poco de aire para aliviar sus nervios y se tomo un pequeño tiempo para pensar una cifra. El hombre de negro le lanzaba una penetrante mirada de expectación.
- Serán 2000 dólares.- Dijo Eddie con una amplia sonrisa en su cara. Una clara de burla.
La expresión del rostro del tipo de negro cambio. De la uniformidad que hasta ahora mostraba, paso a una de enfado. Sus arrugas se proyectaron mucho y una leve mueca revelo los dientes blancos impolutos y en apariencia afilados de su boca. Eddie comenzó a inquietarse. Se preguntaba si no habría provocado demasiado a tan extraño personaje. Noto los ojos negros de él mirándole fijamente, como si estuviera apuntando con un arma para dispararle. Sintió un súbito agobio en todo su cuerpo y un intenso helor de frio inundo la habitación. Era como si ese tipo expulsara alguna clase de aire mortal y peligroso que enrareciese cualquier lugar en donde se encontrara. Eddie estaba cada vez mas nervioso y esa inquietud parecía transmitírsela tan perturbador personaje.
- Amigo mio, solo tengo 1500 dólares, lamentablemente es lo que le puedo ofrecer.- Dijo el hombre, sereno, como si quisiese calmar tan tensa situación.
- Pues yo, lamentablemente, tendré que rechazar su oferta, o son 2000 dólares, o no hay trato.- Eddie aguanto la mirada al tipo mientras decía esto.
Para su sorpresa, no vio reacción de enfado en el hombre de negro, sino todo lo contrario, seguía sereno y tranquilo. Este se dio la vuelta y comenzó a andar. Al hacerlo, Eddie noto que todo el frio y la extraña inquietud que lo acompañaban se iban alejando.
- Bien, no pienso presionarlo.- Giro su cabeza y sus inquietantes ojos negros se posaron en Eddie. Este, se puso tenso.- Pero yo que usted no la abriría. Si lo hacen funestas consecuencias caerán sobre su persona.
Tras decir esto, se desvaneció tan rápido como apareció. Eddie se quedo en shock. Después, se volvió a la pequeña caja de madera con rebordes dorados que había dejado en el suelo al iniciar la conversación con tan misterioso tipo. Le lanzo una mirada, y no sabia porque, esto le perturbo.
Tras terminar de ver lo que había en el trastero, Eddie llamo a su colega Mark, para que apareciese con el camión y junto con sus muchachos echaran todo y lo llevasen a la tienda. Él era aun un hombre fuerte, pero entre la barriga cervecera que había empezado a surgirle y la espalda quebradiza que tenia gracias a años de malas posturas, Eddie no estaba para grandes trotes. Calculó que con los muebles y el motor de coche, recuperaría beneficio. Lo demás lo daría la pequeña y misteriosa caja que se llevo consigo a la tienda. En el camino de vuelta, no dejaba de mirarla y de pensar en las enigmáticas palabras del hombre de negro. ¿A que se refería con no abrirla? ¿Que terribles consecuencias traería de hacerlo? Así estuvo durante todo el trayecto y para cuando llego, lo único que deseaba era ver que demonios había dentro de ella. Llego a la tienda y fue derecho a su despacho. No quiso ayudar a Mark yal resto a descargar la mercancía. Se sentó en su sillón y puso la caja sobre el escritorio. Un pestillo de color dorado era lo que mantenía cerrada la tapa. Con sumo cuidado levanto el grillete y luego subió la tapa. Y lo que vio le dejo estupefacto.
Dentro de la caja, Eddie encontró una pequeña esfera de color naranja cobriza. Cogió la esfera con una mano y vio que le encajaba perfectamente en la palma. Con sus dedos la tomó y se puso las gafas para verla con mas detenimiento. Observo que una serie de hileras se repartían por toda la superficie, una al lado de la otra. Tenían forma diagonal y al posar sus dedos sobre una de ellas, parecía poder abrirlas, aunque solo un poco, Eran como placas que abrían una abertura al interior de la esfera. Se sorprendió por tan peculiar estructura, pero lo que mas le llamo la atención era que sobre ellas, había un extraño símbolo. Rayas que se superponían unas sobre otras, pero sin ningún sentido u orientación en concreto. Algunas formaban una cruz pero con la raya horizontal levemente torcida. Otra parecía una X y una casi formaba un cuadrado. Tan extraña serigrafía dejo muy sorprendido a Eddie. Se preguntaba quien podría haberlo hecho. ¿Un escultor o ingeniero perturbado? ¿Una antigua civilización con algún propósito desconocido? No tenia ni idea. Entonces pensó en llevárselo al viejo Callaham, un anticuario y experto en objetos extraños que vivía en un pueblecito entre la frontera entre Arizona y Utah. Él le daría alguna pista sobre la misteriosa esfera que había hallado. Así que la guardo y se fue a dormir, aunque con la inquietud de las palabras del hombre de negro en su cabeza.
El viaje fue largo y tedioso. El pueblo donde Callaham vivía se encontraba perdido en pleno corazón del desierto de Mojave. El incipiente calor del mediodía pillo desprevenido a Eddie, quien ahora sudaba como un condenado a muerte a punto de ser electrocutado en la silla eléctrica. Llego al destartalado pueblucho y tras aparcar, fue al a tienda del viejo Callaham, conocida simplemente como el Rincón de Callaham, un nombre escueto pero sencillo, no como Relic Store o Antique Sellers, que había visto en otros lugares. Entro y fue bien recibido por Callaham, un hombre de unos 70 años, pelo canoso donde lo había, ya que tenía bastantes entradas y cuerpo ya algo endeble.
- Vaya, quien tenemos aquí, si es mi amigo Eddie.- Dijo con tono hogareño.
La tienda de Callaham era amplia. Pasillos con estanterías plagadas de baratijas realmente antiguas. Desde carteles y señales de trafico de los lugares mas recónditos, pasando por latas y botellas de refrescos de todas las épocas habidas y por haber, a muebles en perfectas condiciones de los años 20 y 30 y juguetes con los que los niños de la Depresión se divertían, todos estos objetos hacían las delicias de los mas ambiciosos y obsesos coleccionistas. Y Callaham era todo un experto en ellas. No solo por su dilatada vida, que lo habían llevado a Vietnam o a asistir a la llegada del hombre a la Luna, sino porque entre sus manos había tenido los objetos mas raros imaginados. Así que si Eddie quería tener alguna idea de que demonios era esa extraña esfera, Callaham le daría la respuesta.
- He venido por lo del objeto del que te hable hace unos días.- Dijo mientras sacaba l enseñaba la caja.
- Hum, déjamela.- Callaham cogió la caja con sus manos.
La puso en varios ángulos y la miro desde varias perspectivas. Eddie lo miraba expectante.
- Es bonita, y antigua. La madera por su desgate, debe tener como mínimo 300 años.- Eddie se sorprendió con esta afirmación.
Callaham abrió la caja y cogió la esfera de dentro. La sopeso y tras mirarla durante un instante, saco una pequeña lupa y la observo. Paso un pequeño rato hasta que finalmente Callaham dejo la esfera dentro de la caja y la cerró.
- En mi vida he visto nada igual.- Sus palabras impresionaron a Eddie.
- ¿Qué ocurre?- Pregunto ya nervioso Eddie.
- La verdad es que estoy indeciso.- Callaham puso una pose pensativa, parecía un viejo erudito, y en verdad, lo era.- Te aseguro que el metal parece cobre, pero en vez de un brillo mas intenso parece mucho mas apagado. No se, es muy raro. Deberías llevárselo a alguien más especializado en minerales que yo para sacar algo más concluyente.
- ¿Y que de los símbolos?- Pregunto Eddie.
- No se.- Callaham apoyo su barbilla en una mano.- Podrían ser de antiguos nativos de aquí, o que se yo de alguna civilización muy vieja, egipcios, sumerios fenicios, quien sabe.
Estaba claro. De Callaham no sacaría nada concluyente. Así que con la ilusión con la que vino, se volvió más triste. Si no constataba que era ese extraño objeto, no sabría con que precio venderlo. Se acordó de la oferta del hombre de negro. 1500 dólares no parecía una mala cifra después de todo. Pero a pesar de ello, prefirió no darle mas vueltas. Ahora solo quería volver a casa y descansar. Había sido un viaje muy largo y ya habría tiempo de resolver este misterio. Per antes pasaría por la tienda, para resolver algunos asuntos.
No había nadie en la tienda. Era tarde, y los trabajadores se habían marchado hace rato. Todo estaba oscuro y en silencio. A Eddie le gustaba ese ambiente. Le hacia sentir relajado, aunque tenia que reconocer que también era algo perturbador. Fue a su oficina. Dejo la caja en su escritorio y fue a por unos papeles que había en su estantería. Pero en vez de ponerse con el papeleo, Eddie decidió volver de nuevo a mirar la caja. Algo se le escapaba. Algo que ni el ni el viejo Callaham había visto. Cogió la caja, la abrió y saco la pequeña esfera. La observo durante largo rato, la sopeso con ambas manos, jugueteó con sus dedos con ella e incluso la hizo rodar. Ya más que investigar parecía pasar el rato con ella. Pensó que si no conseguía venderla, al menos podría conservarla con un juguete. Y entonces, como una voz que lo llamara, alzo su vista a la caja. La cogió y bajo la tenue luz de su lámpara, miro en el interior. Sus ojos se abrieron como platos. Lo que encontró fue una secuencia de símbolos muy parecidos a los que tenía la esfera, tallados en la base de la caja. Algunos se repetían. Eddie sujetó la esfera y vio que las placas en realidad, debían de ser botones. Pero que hacían, eso ya a Eddie si le inquietaba. Se activaría como una maquina o estallaría como un arma. Era las dos hipótesis que Eddie cotejaba en su cabeza. Solo había una forma de averiguarlo. Y Eddie se dispuso a hacerlo.
Con la luz de la lámpara iluminando su escritorio, Eddie coloco la caja y la esfera una al lado de la otra. Tomó la esfera y miro la caja, para ver la secuencia. Trago saliva, no estaba seguro de lo que iba a hacer, pero como decía su padre, de perdidos al rio. Así que miro el primer símbolo y pulsó el botón que correspondía a este. Luego al siguiente, y así sucesivamente. Cada botón pulsado lo notaba en su cuerpo. Su corazón se aceleraba como el motor de una moto que fuera aumentando sus revoluciones, Sudaba copiosamente. Concluyo los ocho símbolos y no paso nada. Eddie se sentía decepcionado. Ya iba a girarse cuando un leve sonido le hizo volverse. Ante sus ojos vio como del interior de la esfera surgía una leve luz de color amarillento intenso que comenzó a brillar cada vez con más fuerza. Todo comenzó a temblar y de repente la esfera empezó a elevarse del escritorio. Eddie no podía creérselo. ¡¡ La esfera flotaba en el aire!!!! Todo su cuerpo quedo paralizado cuando las placas comenzaron a abrirse y una luz mucho mas intensa brillo en la habitación inundándola de destellos amarillentos y blancos. Eddie sentía que su corazón le iba a estallar. La emoción y el terror que le invadían eran inimaginables. Y de repente, de al esfera una todopoderosa y omnipresente voz sonó. Eddie la escucho, pero mas que oírla, era como si esta surgiera del interior de su mente. La esfera parecía hacer de amplificador.
- ¿¡¿¡¿ Quien osa despertar de su largo letargo al gran dios Yurath Naggoth?¡?¡?- Dijo aquella milenaria voz con una ira irrefrenable.
Eddie quiso contestar pero estaba tan aterrado que ni podía articular palabra.
- ¡¡¡¡Has sido tu, insignificante humano!!!!!- Dijo la voz, que parecía reventar sus tímpanos.
Eddie se echo hacia atrás y sintió la pared tras el. La esfera se fue acercando hasta quedar justo delante de él. Tembloroso, no sabía que iba a ocurrir, pero el gran destello que lo cegó, le abrió todo. Eddie enseguida tuvo una visión. Una visión de horror y muerte. Del terror mas inimaginable que un ser humano jamás podría ver. Vio cantidades de inmensos y horrendos mundos. Lugares decrépitos y muertos, cuya magnificencia hacían insignificante al ser humano. Y finalmente, el vio lo vio. Al todopoderoso Yurath naggoth. Un dios alienígena con millones de años de antigüedad que llevaba dormido desde tiempos inmemoriales y que ahora había decidido despertar. Una gran criatura más grande que la más inmensa de las montañas. Una maraña de tentáculos pegajosos, enrollados unos sobre otros. Y un gran ojo amarillento con un único punto negro perdido en al inmensidad del cosmos que lo observaba fijamente. Y Eddie emitió el más horrendo de todos los gritos que un hombre ha podido emitir jamás.
Murió de un infarto. El hombre de negro lo miraba tendido en el suelo, ya inerte y sin vida. Recogió la pequeña esfera que había a su lado, la metió en al caja y se marcho de allí. Y mientras hacia su camino, el hombre de negro pensó en lo cerca que ya estaba de recomponer el artefacto que le permitiría traer de vuelta al su señor, Yurath Naggoth. En lo que a la raza humana le pasaría, cuando su todopoderosa presencia se personificase ante ellos. Ni la milésima parte de lo que le había pasado a Eddie.
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