9. Interrogando a un espía... creo yo (Shauna)
9. Interrogando a un espía... creo yo (Shauna)
— ¡Confiesa, idiota!— le grité a ese imbécil mientras le mojaba con la manguera. ¿Y qué si el suelo de madera de mi habitación acababa encharcado? Lo que sea por sacarle la verdad a ese memo—. ¿Qué hacías entre las once y la una de esta noche?
El chico de cabellos negros escupió agua y sonrió. Con esa estúpida sonrisa de prepotencia que hacía que me dieran ganas de romperle todos los dientes.
¿Exagerada? Que te lo crees tú. La gente piensa que estoy pirada, pero yo he visto la maldad en esos ojos verdes. Estoy un 99% segura de que no son imaginaciones mías; incluso si todo ser que se menea dice lo contrario.
—Emmm... déjame pensar— fingió cavilar, aunque yo sabía que tenía una mentira más que preparada—. ¡Ah, sí! Intentaba dormir; pero, hacia la una o así, decidí salir a pasear para despejarme las ideas. Ya sabes, a la mayoría le cuesta conciliar el sueño desde el 4-A.
El 4-A, los bombardeos de abril. Un tema delicado. ¡Maldito! ¿Por qué tenía que mencionarlo? Una bomba mágica, una vez cada cinco años; un destrozo en mi vida.
Hace diez años perdí a mi madre (bueno, creo que eso lo sabíais). Ella estaba en su trabajo, en el hospital, cuando todo pasó; era enfermera. Aún recuerdo lo último que le dije: "¿Si una estrella cae del cielo, puedo tener un poni?". Unas últimas palabras realmente tontas para decirle a una madre, lo sé; si hubiera sabido que iba a pasar, le hubiese dicho "te quiero, mami" o algo así. Después de la bomba, para rematar la faena, mi padre me regaló un peluche con forma de poni (¿de verdad, papá, de verdad? ¿Es qué querías hacerme llorar?).
Hace cinco, mi vecino/chico que me gustaba, Alexander, quedó en coma. ¡El maldito día en el que le iba a decir, a mis 10 años, lo que sentía! Vaya; decirlo así, tan resumido, hace que mi vida suene a cliché. Da igual, es la verdad. Lo de después está borroso, pero mi padre dijo que casi vuelo por los aires; me desperté con un tatuaje en la mano derecha. Sí, fue un día intenso.
En el bombardeo de hace unas semanas mi padre, Will Collins, desapareció. No sé donde está, pero dudo que esté muerto; los cadáveres se terminaron de identificar hace unos días. Se nota a la legua que quien lanza las bombas tiene algo contra mí; quizás se demasiado sobre el tema del espía (ajá, yo sigo con lo mío).
Eso último, lo de la desaparición digo, Aura no lo sabe. La tienen muy, pero que muy, ocupada con sus misiones y no encuentro el momento para decirle que su padre de pega está en "paradero desconocido"; se hace la dura, pero yo sé que nunca superó del todo lo de sus padres biológicos.
4 de abril; un día maldito donde los haya. Un cumpleaños maldito donde los haya. Y una ironía maldita, pues también.
¡Y ese estúpido de Gabriel Stone ha tenido que sacarlo a colación! Le mojé con la manguera de nuevo, poniéndole más presión.
— ¡Mientes!- grité, por encima del estruendo del agua—. ¡Siempre mientes! ¡Y desapareces cada dos por tres! ¡Eres un maldito traidor, un agente infiltrado en nuestra comunidad para vender nuestros secretos militares!
Él me miró con cara de "¿en serio?".
—Cada dos por tres, como dices tú, tengo que visitar a mi padre por lo de la custodia compartida; es lo que tiene ser yo. Te enseñé fotos la última vez, ¿recuerdas?— dijo cuando solté el botón de mi "arma".
Oh, no, no, no, no me la iba a colar. Todos los demás se creen su historia de "hijo de divorciados", incluso Aura. Aunque ella creo que no cuenta; nunca lo va a admitir, pero estoy segura de que está colgada de él (creo que miradas desafiantes y participar en pareja en un par de torneos de magia no es la manera más eficaz de ligar, pero yo no pienso aconsejarle para que a ese estúpido demonio le guste).
Sin embargo, no me dio tiempo a seguir con el interrogatorio a manguerazos porque el tatuaje de hiedra que tenía en el brazo (idéntico al de mi mejor amiga) comenzó a calentarse como si tuviera metal al rojo vivo en el bíceps.
La mayoría, en mi misma situación, se asustaría, gritaría y cogería la manguera para enfriar el brazo. Yo, como no soy la mayoría (y, aparte, no quería quedar como una debilucha frente a mi prisionero), miré a Gabriel con todo el odio que pude acumular en mis ojos ambarinos y susurré:
—Esto no ha acabado— antes de marcharme. Él me devolvió una mirada de superioridad con sus repugnantes ojos verdes.
Suspiré. Ambos sabíamos que SÍ había terminado. El "hipotético" espía se escaparía de mi cuarto y no lo volvería a ver hasta la próxima vez que hiciera algo "sospechoso" de lo que se volvería a librar. Era un odioso muy astuto, por más que me rabie admitirlo.
Me coloqué mi chaqueta vaquera sobre mi aún mojado niqui a rayas, apreté más mi cola de caballo para que ninguna hebra castaño-dorada estuviera fuera de lugar y, con un chasquido, transformé mi falda en unos cómodos leggings; cosas de magia.
Estuve como un cuarto de hora siguiendo el rastro del calor. Lo digo en serio; si me apartaba del camino la temperatura del aire bajaba a bajo cero. Era un poco molesto; por no hablar del daño que les hacía a mis defensas.
Salté entre los escombros de un par de edificios derruidos y esquivé las zonas contaminadas (no quiero acabar como una mutante rarita, con cabeza de perro o con alas de murciélago en las muñecas; estos son sólo ejemplos).
Por fin encontré mi destino. Bueno, dicho así suena muy épico; lo único que encontré fue a dos adolescentes (supongo que los reclutas de Aura), una niña (que, siendo sinceros, no tenía ni la más remota idea de que hacía allí) y a mi amiga desmayada. Siendo honestos, los demás tampoco estaban de pie pero, aparte de que la chica del vestido rojo tenía ojos de panda (supongo que por llorar de miedo), estaban ilesos.
No les pregunté qué narices había pasado; ellos no lo sabían.
Me dirigí directamente a donde mi hermanita (¿qué? Lleva viviendo en mi casa doce años y la considero como tal) se encontraba, tendida en el frío asfalto. Al tocarla, la quemazón de mi brazo se desvaneció; claro, ya había cumplido su misión.
Me arrodillé a su lado y medí su pulso; era débil, mas existía. Sabía lo que tenía que hacer.
Miré a los reclutas:
—Payasa panda— llamé con voz monótona, lanzándole una cantimplora vacía que había materializado con el hechizo "Sortu"—, rellena esto en la tienda de en frente— ella se fue, refunfuñando por culpa del mote—. El del chándal— dije después, al ver que el chico se partía de risa—, ven para aquí y repite conmigo: Sendakuntza.
—Pero...— protestó— ¿eso no pondría en peligro mi vida?
Desconfía de las órdenes dudosas... a cualquier otro líder eso le hubiera mosqueado. Pero yo no soy cualquier otro, por lo que me pareció un signo de inteligencia.
—Haces bien en no seguir ciegamente lo que digo, chico— afirmé.
—Me llamo Wes— musitó.
—Vale, Wes; yo soy Shauna, encantada— me presenté, obviando su interrupción—. Como decía, eres listo por desconfiar, pero no tienes porque hacerlo; soy de fiar, lo prometo— juré levantando la palma derecha—. Es sólo que necesito formar un círculo con las manos y no puedo hacerlo sola. Juro por mi vida que no arderás en una combustión espontánea.
— ¿No era explotar?— preguntó, aún con cara de desconfiado. Me está cayendo de fabula.
—Depende de la persona— respondí mientras una sonrillisa traviesa se extendía por mi rostro—, pero eso no es lo importante; el caso es que no morirás hoy.
El chico, digo, Wes cedió y me cogió de los mitones (los llevo por protección, pues mis nudillos son algo... sensibles; de la misma manera de que lo son las orejas de Aura). La chica "payasa panda" (la llamaré así sólo por hacerla rabiar) trajo el agua, que vertí sobre la frente y el pecho de Aura. Clavé mi mirada en los ojos del chico, de un color chocolate, y él me devolvió el gesto. Abrimos la boca al unísono y vocalizamos aquella palabra como si lo hubiéramos ensayado un millón de veces:
—Sendakuntza— fue un momento extraño, como si estuviéramos conectados.
Bajo nuestra línea visual el agua se había vuelto azul pastel y había entrado en su torrente sanguíneo con la intención de normalizar su pulso; vamos, lo normal.
Mas, a mí por lo menos, me daba igual. En ese momento mi mente no se alejaba ni un milímetro de sus ojos. Era un instante mágico sin ningún tipo de brujería de por medio. Los humanos lo llamarán flechazo, por lo de vuestras leyendas con Cupido; aquí lo conocemos como la encadenación de almas.
Sí, estoy sonando tan cursi que me da en la nariz que vais a potar arcoíris de un momento a otro. No me importa; así es exactamente como me sentía.
El brillo azul cesó, pero Aura no despertó. Gracias al infinito, sus ronquidos dejaban claro que estaba en el quinto sueño.
Me levanté y sacudí el polvillo de mis rodillas. Le tendí la mano a Wes con la intención de ayudarlo a incorporarse. El negó:
—Ya puedo sólo— esas tres simples palabras me hicieron más daño del que deberían.
Mi cabeza se puso a trabajar a mil por hora "¿Y si ese momento de antes le ha parecido incómodo? ¿Y si él no ha sentido lo mismo? ¿Y si no le gusto?". Millones de ¿y si...? se agolpaban en mi mente, girando alrededor de un mismo tema. Sin duda alguna, el último era el más relevante; necesitaba una respuesta, pero ¿cómo descubrirla?
Lamentablemente, ahora no puedo; tengo una responsabilidad y debo cumplirla. "Primero el deber, luego el placer" solía decir mi padre. Genial, otra punzada de dolor al montón.
Puse la mejor sonrisa que pude y pregunté:
— ¿Quién me ayuda a transportar a la bella durmiente en vaqueros?
¡Hola! ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Demasiada información para procesarla de golpe? ¿O así está bien? ¿Qué os ha parecido Shaunna? ¿Está loca o no? ¿Alguien shipea Shaunes (Shauna x Wes) ya? El ship no es definitivo, es lo primero que se me ocurrió; acepto ideas originales.
Ok, dejo ya de hablar que seguro que tenéis cosas mejores que hacer.
Se despide,
Mireia
PD.: ¡Gracias izenipe por tus votos y comentarios! ¡Me alegran el día! (Uf, casi se me olvida)
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