40. Un pequeño paso hacia el futuro (Wes)
40. Un pequeño paso hacia el futuro (Wes)
Allí estaba yo, tumbado en la arena, al otro lado de la barrera, observando el cielo carente de astros; mirando a la nada, pensando en todo.
Vale, debo admitir que parecía una copia barata de Aura en aquel instante, habiéndome escapado de esa manera (ojo, con una diferencia; yo no me he ido al quinto pino como una elfina que yo me sé, solo me he alejado un pelín, lo justo para atravesar la cúpula transparente), pero lo necesitaba. Las muertes, las desapariciones, las despedidas... mi cerebro no estaba preparado para tanta información junta, por lo que había emitido una señal de alarma; la respuesta de mi cuerpo fue correr para despejarme para acabar tumbado, rebozado de arena.
Ya un poco menos saturado, me puse a reflexionar. Había perdido un amigo y mis dos primas en distinto grado estaban en paradero desconocido, siendo torturadas por un loco. Además, estaba lo que acababa de ocurrir entre Shauna y Gabe.
Había que admitirlo: durante esa disputa, a Shauna se le había soltado un tornillo. Antes, solo eran pullas y acusaciones constantes sobre temas triviales, nada serio, pero culparle del secuestro de Aura era muy distinto a aquello; esa acusación se había pasado de la raya. Y no me vengáis con "deberías intentar comprenderla, tal vez tenga sus razones" porque ya he tratado de hacerlo en numerosas ocasiones, cuando Aura los mandaba a extremos opuestos del grupo porque no los aguantaba. Había escuchado sus desvaríos y locas teorías con atención, pero no lograba encontrar esa lógica que, según ella, era tan obvia; esas historias tenían más agujeros que un queso gruyere, incógnitas que ponían en entredicho toda la hipótesis.
Quería a Shauna; no obstante, ella no era capaz de ver la realidad en la que vivía. Si aquello no era señal de que necesitaba ayuda profesional, desconozco cual sí lo sería.
Como estaba tan sumergido en mi mundo, no noté que alguien había entrado a la playa. No, al menos, hasta que me glaseó de arena como si fuera un pastelito.
— ¿A qué ha venido eso?— pregunté a, como habréis supuesto ya, Layla (usando un poco de lógica, habréis recordado que ninguno de los presentes, aparte de mi gemela, era capaz atravesar esa barrera).
Ella se limitó a encogerse de hombros, tomándose mi enfado como algo que pasa todo los días (lo que, por supuesto, es falso; de los tres legendarios conocidos, soy al que le cuesta más enfurecerse).
—Te lo mereces por escapista— afirmó, señalándome con su dedo acusatorio. Dudo que hubiera usado bien la palabra "escapista", pero lo dejé pasar; no era el momento de las correcciones léxicas—. No queremos más desapariciones, ¿está claro?
Rodé los ojos; sonaba como la madre que ya no teníamos (lo que, si me paraba a pensarlo, traía una nostalgia terrible consigo; la echaba mucho de menos, aunque no me pase el día repitiéndolo).
—Como el agua, Lay— respondí, añadiendo aquel mote al final. Ella frunció el ceño, molesta por el apodo; nunca le agradó, así que yo lo usaba para chincharla de vez en cuando (¿qué? No hay porqué comportarse como niños de cuatro años; sin embargo tampoco viene mal un poco de humor infantil, pero sin pasarse).
—Déjate de chorradas, Calendario— continuaba exasperada (se ve que no comparte mi filosofía); aun así, una diminuta sonrisa de satisfacción no pudo evitar escaparse ante su invención. Vaya, al parecer mis poderes tenían sus desventajas; Layla no había tenido nunca tal variedad de sobrenombres a su disposición (no para mí, al menos). La seriedad volvió a su tono de voz para proclamar—: tenemos temas más importantes que tratar.
Teniendo en cuenta su versión de "temas importantes" en un pasado no muy lejano (con decir que en tuvo que realizar presentación sobre desastres de la humanidad el trimestre pasado y decidió hablar sobre desastres en el mundo de la moda ya dejo bastante claro el porqué), me vi obligado a interrogar.
— ¿Qué asuntos merecen esa atención prioritaria?— aunque sonara petulante, no me importaba; en el fondo, aunque no se lo fuese a decir a la cara tal cual, me molestaba que mi gemela hubiese irrumpido en mi recién lograda calma.
Ella gruñó por lo bajo un par de segundos. Luego, recuperó la compostura.
—No es tiempo para peleas tontas de hermanos, Layla; esto es serio— murmuró para sí, casi en una regañina interna (salvo que lo oí alto y claro; no tengo poderes telepáticos para saber lo que sucede en el interior de Layla). Después de ese pequeño auto-sermón, continuó hablando en voz alta—. Ese "asunto" del que tú te burlas es nuestro futuro, Wes, ¿o es que no te has percatado? No sabemos qué hacer ni cómo demonios hacerlo; estamos perdidos, sin nadie que nos guíe. Y, dado que Aura no está disponible, debemos tomar las riendas de la situación; es nuestra obligación, por lo de ser legendarios y todo eso.
La madurez de sus palabras me dejó patidifuso; se notaba a la legua que había evolucionado desde aquella niña caprichosa, la que tuvo su primer contacto con la magia hace dieciocho días justos.
Además, razón no le faltaba; después de todo, Aura era quien solía tomar la iniciativa en este tipo de situaciones. Tras su desaparición, nos habíamos quedado sin líder. ¡Ni siquiera poseíamos un plan decente! Sin ninguna de esas dos cosas, lo único que podíamos hacer era quedarnos de brazos cruzados; como podréis suponer, no era una opción viable.
Nos quedamos en silencio un rato, esperando a que el otro abriese la boca, con una idea brillante de cómo continuar. Al rato me di cuenta de que aguardar a sus siguientes palabras era una pérdida de tiempo (de lo que yo sé mucho), por lo que me tocó hablar.
—Y... ¿qué sugieres?— pregunté.
¿Qué esperabais? ¿Una genialidad? Lamento decepcionaros, pero no vivo en una lámpara.
Layla, entre la espada y la pared, suspiró como Aura solía hacerlo.
—Contaba con que a ti se te ocurriera algo. Por lo visto, estoy pidiendo peras al olmo— lo que sí vio fue mi cara, en la que se leía "OFENDIDO" con letras de neón, porque añadió lo siguiente—. No te lo tomes a mal, hombre; solo estoy frustrada. En la vida, siempre he tenido un plan: mis amigas hacían planes, el colegio planificaba nuestros días laborables... El mundo me ha dicho que hacer con mi vida hasta ahora; sin un camino marcado, no sé hacia donde comenzar a andar.
En definitiva, esa versión de Layla, filosofa y profunda, me resultaba desconocida; nunca la había escuchado hablar de esa forma. Aunque, quizá, era posible que ya existiera en el pasado, enterrada bajo capas de maquillaje y superficialidad y yo no la haya visto hasta ahora. De manera inconsciente, la abracé (un abrazo fraternal, no penséis cosas raras, que os veo capaces).
—Ya se nos ocurrirá algo— la consolé. Tras pensarlo un poco, propuse algo—. ¿Y si... vamos a buscar a Aura?
Como respuesta a mi pregunta, su mano impacto contra mi cráneo. Menuda forma de responder, ¿verdad? Y eso no fue todo.
— ¡Espabila!— exclamó a mi oreja, volviendo a remover lo que el golpe ya había descolocado—. ¡Necesitamos un portal para hacer eso y, por si no te has dado cuenta, la única que podía crearlos donde y cuando quisiera se ha esfumado!
Aun estando seguro de que mi cabeza no se recuperaría de aquella brutalidad, sonreí; esa reacción sí era propia de la Layla del pasado. Aunque hubiera madurado como persona, seguía siendo la niña mimada con la que crecí. Las personas son capaces de cambiar, es cierto, pero siempre serán fieles a su esencia, forjada por las vivencias y los recuerdos.
Continuaba con sus gritos, de los que yo desconocía el contenido. Sin embargo, ya me estaba hartando, así que la frené en seco.
—Todas las ideas cuentan, porque pueden mutar a otras mejores. Te toca.
Una pequeña guerra de miradas, de la que yo salí victorioso, hizo que desistiera.
—Vale...— no estaba muy convencida que digamos, pero eso no la detuvo. Empezó a exponer sus ideas—. ¿Y si buscamos el otro giltz? El de Raíces Eternas, quiero decir; allí por lo menos habrá portales públicos, no como en una cárcel de máxima seguridad.
¿Layla teniendo ideas más o menos buenas? Esta conversación se hacía más surrealista por momentos; lo único que restaba para transformarse en imposible sería una prueba irrefutable de la maldad de Gabriel Stone.
Por desgracia (o porque esto es la realidad y que Layla fuera ingeniosa sobrepasaba los límites de lo increíble), había algo en lo que no parecía haber caído.
—Siento bajarte de la nube, ya que era muy buena idea, pero Raíces Eternas cortó todo contacto con el exterior hace tiempo; los portales públicos fueron cerrados— aquello le sentó como un balde de agua al borde de la congelación.
— ¿Y de donde te sacas tú eso?— inquirió, rogando por dentro para que me lo hubiera inventado o no tuviera fuentes fiables; nada más lejos de la realidad.
—De prestar atención cuando el resto hablaba, hermanita— respondí, haciendo que sus esperanzas por que estuviera equivocado volaran lejos de ella—; siendo nativos, ellos saben más que nadie de esto.
—Genial— bufó, tirándose a la arena con brusquedad y, de paso, levantado una nube brillante (a este paso, voy a parecer un árbol de Navidad con tanta arena de purpurina) —, estamos donde empezamos. ¡Sí al menos pudiéramos ver lo que nuestros yo del futuro están haciendo! ¡Así podríamos seguirlos!
Esas palabras me encendieron lo que aún funcionaba (después de todo el maltrato recibido en los últimos diecinueve minutos) de mi cerebro. "¿Y si yo pudiera?", pensé para mis adentros. Tendría sentido, ya que mi poder era sobre el tiempo; por lógica, aquello debería incluir el futuro.
Que Nuria (mi vida pasada, ¿os suena?) me respondiera fue inesperado y aquella respuesta, cortante, fue más sorpresiva aún. Eso sí, su contenido desinfló mis ánimos como una aguja un globo.
"No, tú no puedes predecir el futuro", fue lo que dijo; concisa, como si no quisiera hablar del tema de las premoniciones. Eso me intrigó, lo que me impulsó a no rendirme; tenía que haber algo que no me estaba contando y no lo iba a ignorar.
"¿Hay alguien que pueda? Es un asunto de vida o muerte", esperé, rogando por que eso último diera resultado. Casi me había resignado a que hubiera abandonado mi mente; sin embargo, un resoplido en el fondo de esta me hizo reconsiderarlo. Iba a contarme algo crucial.
"Poder, había alguien que podía en Inorenlur, pero ella...", fue oír eso y cortar la transmisión, aunque estuviera claro que tenía mucho más que decir sobre el tema. ¡Había alguien! ¡Una persona (o ser) era capaz de visualizar el destino!
Si, en medio de esa emoción, hubiera recordado que Inorenlur y la isla "no-tan-isleña" eran lo mismo, quizá me hubiese planteado lo de ilusionarme a tal velocidad; sobre todo teniendo en cuenta que Nuria había dicho "ella" y el único ser femenino que había visto allí era la chica medio pato que intentó ahorcarme en sueños. No obstante, aquello no estaba en mi mente en ese instante; la felicidad por mi descubrimiento no me permitía sopesar esa opción.
— ¿A qué viene esa sonrisa tonta?— preguntó Layla, arrugando la nariz en su confusión; claro, ella desconocía lo que acababa de ocurrir en mi mente, así que era racional reaccionar así.
— ¡Haz tu hechizo raro con el mapa!— insté, sin dar explicaciones; después de todo, ya tendría tiempo de aclararlo todo de camino—. ¡Tenemos una nueva meta! ¡Inorenlur!
Visitar a la anónima adivina podía ser un paso pequeño, pero un viejo proverbio narra que "para andar diez kilómetros debes dar el primer paso". Aquel era el primero, el comienzo de algo importante.
Y, como todo lo importante, no iba a ser fácil y seguro; eso ya lo sabíamos desde antes, cuando acompañamos a Aura hasta aquí. Sin embargo, el viaje que íbamos a emprender era de otro calibre; del calibre de tres dimensiones enteras, para ser exactos.
Solo queda decir: deseadnos suerte, porque seguro que la necesitaremos.
Con esto finalizó el primer libro de la trilogía Denborazioa. Espero que haya sido de vuestro agrado. El segundo comenzará durante estas vacaciones de Navidad. ¡Estad atentos si queréis saber como continua!
Mireia
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro