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4. Menos mal que me tomé el café (Aura)

4. Menos mal que me tomé el café (Aura)

No me sentó muy bien que digamos tener que irme de la casa para proteger mi tapadera; los encapuchados podrían atacar en cualquier momento y...

"Basta Aura, te estás volviendo tan paranoica como Shauna", me reprimí. Los Runes habían sobrevivido sin mí quince años; se las arreglarían durante media hora. Y, en definitiva, necesitaba ese café; dudaba si conseguiría mantener los ojos abiertos mucho más tiempo.

Caminamos un rato por las calles de Onades (el Starbucks no estaba precisamente a la vuelta de la esquina). Ricitos castaños (o Layla, como prefiráis) habló de no-sé-que que le pasaba a la amiga de la hermana de una tal Maia (súper interesante; nótese el sarcasmo), de que Jazz era un monstruito (yo no diría tanto, pero un poco cargante sí que es. Me he contenido para no asestarle una bofetada durante su charla sobre la clase de seguridad vial; desde luego, esta familia tiene un don para elegir los temas más interesantes a la hora de hablar) y me preguntó por el internado. Yo respondí sólo a lo último, pero utilizando únicamente monosílabos; estaba cansada y, además, debía actuar como si no quisiera hablar de los supuestos siete años que pasé lejos de mi familia (hablando en serio: si te hubieses pasado media vida en una cárcel educativa, ¿hubieras querido recordarlo? Si iba a actuar debía meterme en el papel lo mejor que pudiera). En lo que sí me fijé, puesto que era en verdad de mi interés, fue en un portal de la esquina de la avenida principal con la calle Julio Urquijo (ni idea de quién es, pero tiene una calle); podía serme útil si pasaba algún imprevisto.

Llegamos al edificio en cuestión, un local con el logo característico del Starbucks. Entramos, pedimos un Caramel Macchiato para Layla y un Caffè Mocca para mí y nos sentamos.

—Se ve que te gusta la espuma— mencionó. Yo pegué un sorbo y sonreí; si supiera qué he bebido en la comunidad de la Cadena Infinita (sólo diré que llevaba nubes de vapor sabor vainilla y que estaba delicioso). Ella río— ¡Tienes un bigote de espuma!—explicó a voz de grito.

Cuando sorbió de su café, aproveché la oportunidad de vengarme:

—Habla la de la barba de caramelo— dije. Luego, susurré "Gozoki bizar" (literalmente, barba de caramelo) y el dulce sabor de la victoria me inundó mientras la cara perfecta de Layla se pringaba de ese líquido azucarado. Luego tuve que ayudarla a limpiarse, pero mereció la pena.

Aún así, todo lo bueno está destinado a acabar; y, en nuestro caso, de una forma muy pero que muy brusca.

Un ruido fue el causante; un grito, para ser exactos. Un sonido que dudo que Layla oyera, pues sonaba lejano (una de las ventajas de mis flamantes orejas de murciélago). Intenté localizarlo y lo logré; provenía de la mansión Runes.

Me levanté a tal velocidad que no sé como la mesa no se volcó y salí corriendo (sin pagar, pero Layla se encargará de la cuenta; después de todo, es rica). En aquel momento, di gracias por haberme tomado el café.

Ya en la calle, la culpabilidad golpeó mi mente. "¿Cómo pude ser tan estúpida? ¡Si yo hubiera estado allí, nada hubiese pasado!", pensé. Lea ya me advirtió; estaban en peligro y yo los había dejado separarse para proteger mi tapadera. Layla no sé hubiese ido sola y estarían todos a salvo...

— ¡Aura!— me gritó alguien cuya voz reconocí muy bien. La chica de rizos castaños me alcanzó (a pesar de sus tacones) y preguntó—: ¿Qué te ha pasado? ¡Te has ido sin pagar!

Ajá, habéis leído bien; lo que más le importó de mi reacción fue que no pagara mi parte. Como si tú no pudieras permitírtelo, niña rica.

No tenía tiempo para esto. Y, claro está, no le iba a contar lo que pensaba que pasaba (la verdad es que todo eran conjeturas; me estaba poniendo en lo peor); sólo lograría preocuparla. No iba a arriesgar su vida por mi negligencia. "Piensa, Aura, piensa", me presioné las sienes (ni que decir que Layla me miraba raro).

Entonces se me encendió la bombilla. No quería usarlo aún, pero no tenía otra opción; no, al menos sin poner en peligro la vida de Layla y/o retrasar demasiado la hipotética "misión de rescate". Susurré las palabras "gordeleku" y giré el dedo meñique.

—Lo siento— dije antes de empujarla a la dimensión de guardado. Un lugar seguro.

Llegué a la casa lo más rápido que pude y, ya desde la puerta del patio, me encontré con la escena que no quería ver y que, sin embargo, tenía la corazonada de que presenciaría.

Cadáveres, sangre y encapuchados. Integrantes de Sombra de Verdad que se disponían a atacar a Wes.

¡Babes!— grité, haciendo aparecer un escudo protector. Aún así, sabía que no sería eterno; tendría que sacarlos de allí corriendo—. ¡Daos prisa y seguidme!- exclamé cuando llegué a su altura (genial, ya hablaba como el entrenador Collins; hace semanas que no lo veo, culpad a mi apretada agenda salvando aztierdis) —. ¡El escudo no aguantará mucho más!

— ¿Dónde está mi hermana?— preguntó Wes.

— ¡Las preguntas luego, soldado!— le solté (¿el entrenador se ha metido en mi cerebro o qué?). En el espejo del fondo se veía que me brillaban los ojos; parecía un alienígena de esos de las pelis (aunque sea un rasgo familiar; tengo una herencia genética extrañísima).

Les agarré del brazo (a Jazz un poco más fuerte que a Wes; además de para que la niña flan, por lo que temblaba digo, no se cayera, un pelín por venganza por lo de casi dislocarme el hombro) y los arrastré al exterior lo más velozmente que pude.

"Esto es culpa mía", me repetía una y otra vez mi subconsciente, "si no hubiera abandonado la casa, podría haberles salvado la vida". Estaba segura de que sus fantasmas me perseguirían toda mi existencia.

— ¿Nos puedes decir qué demonios pasa aquí?— Wes me sacó de mis pensamientos autodestructivos (lo que le agradecí; ¡ni se os ocurra decírselo!). Me dio gracia su pregunta; el crío rico no está acostumbrado a que no le den las respuestas que quiere en el momento que pregunta.

Miré a mí alrededor. Estábamos ya donde dejé a Layla (aunque el niño mimado no lo sepa).

Dejé escapar una risilla (que a Wes no le gustó, a juzgar por su expresión; parecía yo cuando me llaman elfo) y dije:

—Ten cuidado con el aterrizaje— y los empujé al vórtice. Desaparecieron en su interior antes de poder quejarse (todos sabemos que tenían ganas de replicar).

Suspiré. "Decidido", me dije, "mañana pido, mejor dicho, exijo unas vacaciones".

Y salté; directa al vórtice de niebla azul en el que los Runes desaparecieron (yo sé donde están, pero en esta dimensión no).

Buenos días/tardes/noches/inserte hora de lectura, ¿qué os ha parecido el capítulo?

Os recuerdo que podéis comentar (o simplemente darle a la estrellita) sin problemas.

Se despide,

Mireia

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