34. La familia no se abandona (Wes)
34. La familia no se abandona (Wes)
Esa maldita escalera se me estaba haciendo eterna (¿o sería más correcto decir "infinita"?). No veía el momento de que acabase. Que sí, los peldaños de turquesa pulida eran preciosos, pero también resultaban resbaladizos en extremo (varias veces estuvo Layla a punto de rodar escaleras abajo en un descuido); además, la escasa luz añil proveniente de las paredes (que, usando mis dedos como única referencia, estaban decoradas en relieve) no ayudaba en la seguridad del trayecto y en la estimación de su duración.
Os juro que ni siquiera yo fui capaz de calcular el tiempo del descenso; lo único en claro que tengo es que fue largo y altamente tedioso.
El instante el que mis pies tocaron tierra firme, estuve a punto de soltar un grito de alegría. No lo hice, claro, por la solemnidad de la situación.
Un pasillo adoquinado, que a duras penas era visible entre las nubes de niebla fosforescente, es extendía hasta el pie de una enorme cascada cristalina. Paredes de color azul marino, recubiertas de runas en el mismo formato de la roca/puerta, flanqueaban en camino. Asimismo, de aquellos flancos brotaban otras cataratas, que fluían de forma intercalada.
Si la playa me había sorprendido por su exótica belleza natural, este lugar me había dejado patidifuso por su arquitectura y su cuidado a los detalles. Lo único que tenían en común esos dos lugares legendarios era la magia que emanaban (y la indiscutible capacidad de dejarme sin aliento, pero esos dos rasgos van de la mano).
—Con que era real después de todo... mi yo de hace nueve años no se lo hubiera creído— murmuró Aura. Si no hubiese estado allí, de pie a mi lado, no habría podido escucharla.
La miré. Aparentaba estar segura de sí misma, con esa mirada desafiante y esa sonrisa ladeada. No obstante, sus manos la delataban; temblaban como si fueran de gelatina con un móvil en modo vibración sonando dentro.
— ¿Tienes miedo?— cuestioné, intentando picarla. Muy infantil, no hace falta que lo saquéis a relucir.
Ella suspiró.
—Creo que es evidente, cabeza de chorlito— afirmó. Pensaba que me iba a dejar así, por lo que su repentina exclamación me sorprendió—. ¡Pues claro que sí! Si no le tuviera pavor a justo esto no hubiese huido cuando me enteré que tenía que venir. No te equivoques, es mi sentido del deber lo que me ha llevado hasta aquí; ninguna magia extraña se ha deshecho de mis temores. Ahora, continuemos antes de que me eche atrás.
Asentí, y seguimos avanzando. El temblor de sus manos se fue trasladando al resto de su cuerpo; sin embargo, no aminoró el paso, lo que tenía su mérito. ¿Por qué me caería tan mal antes? Ah, sí, las mentiras y esa estúpida tapadera; todo eso resulta tan lejano que casi lo había olvidado.
Aura ya era más un flan que una azti cuando llegamos a la base de la cascada del fondo. Era imponente, el cuádruple de alta que nosotros tres juntos; una especie de sala podía ser vislumbrada tras ella.
—Aquí está...— musitó, hecha un manojo de nervios.
—Tranquila, Aura; estamos contigo, ¿recuerdas? La familia no se abandona.
Las palabras motivadoras de Layla la ayudaron, supongo (nunca he ejercido de psicólogo ni estudiado la profesión. ¿Qué sabré yo?). Suspiró como era usual y se dispuso a atravesar la cascada con decisión. El agua se apartó a los lados, como si de un telón se tratara, dejándola pasar.
En un afán de seguirla y poder apoyarla, dimos un paso al frente. Craso error.
Creo que me rompí la nariz; es más, estoy seguro de que me la rompí.
— ¿Otra barrera? ¿Es en serio, multiverso?— se desgañitó Layla. Su voz, no lo voy a negar, sonaba graciosa; supuse que algo similar le había sucedido a su nariz—. ¡Esto no tiene ningún sentido!
Estaba de acuerdo. ¿Para qué dejarnos traspasar la barrera antes, si ésta nos iba a detener? Para eso, ¡habernos frenado a todos en el mismo sitio!
Aura echó la vista atrás, con el temor impregnado en sus ojos.
—Entonces... ¿es-estoy sola?— tartamudeó.
Verla así, asustada, sola, desamparada... despertó mi instinto de hermano mayor (y no me vengáis con que ella es un par de meses mayor que yo porque no me importa lo más mínimo).
— ¡Estamos a unos pasos!— solté. Mi ceño se frunció de forma automática al escuchar mi propia voz (sonaba como si me hubiese constipado), pero seguí diciendo lo que mi mente había improvisado—. ¡No te preocupes! ¡No pensamos movernos aquí bajo ningún concepto! ¡La familia no se abandona!
Soy consciente de que reciclé una frase de Layla y de que es probable que ella quiera demandarme, aunque es secundario. La frase consiguió el efecto deseado, que era tranquilizar a Aura; eso sí que era relevante.
—Mira, es la primera vez que no te prefiero en silencio— sonrió y yo le devolví la sonrisa; entonces, entró.
—Yo. Te. Denuncio— susurró entre dientes mi hermana, para después prestar atención a la escena de la que éramos simples espectadores.
La cortina de agua no se había cerrado, por lo que una habitación con forma de burbuja era perfectamente visible. En el centro de la estancia, el Leviatán dormía (y roncaba que no veas, pero eso no lo he dicho yo; no quiero morir tan joven).
Aura ya lo había descrito como ballena dragón; esa descripción dejaba mucho que desear. El ser que tenía a tan solo unos metros poseía las fauces de un dragón (abiertas de par en par), varias aletas membranosas distribuidas por el cuerpo y cola de tiburón. Su piel, azul grisácea con motas más oscuras por doquier, sin duda pertenecía a una ballena. No quería ni imaginarme como serían sus ojos, aún cerrados.
Definitivamente, Aura no tenía de qué avergonzarse a temerle.
—Se-señor Leviatán— su voz se oía con un ligero retardo, impregnada de eco; sin embargo, podíamos seguirla sin problema alguno.
La monstruosa criatura levantó un párpado, dejando al descubierto su ojo saturado de azul. Aspiré con fuerza; daba aún más miedo de esa manera.
—Aurora Grace... ¿me equivoco?— su voz, grave y profunda como una fosa abisal, retumbó en la burbuja.
Aura cerró los ojos, en un intento de tranquilizarse. Por su voz, no lo logró.
—S-sí, soy yo— consiguió vocalizar.
—Has tardado mucho en aparecer; el anuncio del viaje te habrá pillado muy lejos...— era extraño. Su tono sonaba ¿amable? Aura también parecía sorprendida.
—S-sí, la capital está a varias semanas de aquí; siento haberle hecho esperar, señor— se disculpó, aún más nerviosa si cabe.
—La capital, ¿eh?— habló él, con añoranza que tintaba su voz—. Hace mucho que no la veo... Presencié su construcción, ¿sabes? Antes de la guerra, todos los guardianes éramos libres y vagábamos por ahí... No obstante, tú no has venido para escuchar mis batallitas del pasado, ¿me equivoco?
Ella tragó saliva. El tamborileo de sus dedos se podía oír a kilómetros.
—E-en realidad, desconozco el motivo de mi presencia; mi antecesora fue muy ambigua al respecto.
—Vaya... Supongo que es algo que puede suceder cuando tu mentora es una giltz tarte. ¡Qué remedio!— el tal Leviatán, a pesar de su atemorizante aspecto, no parecía mala persona. Digo bicho. Digo ser. ¡Ugh! Da igual, entendéis el punto.
—Si-siento haberlo importunado— murmuró Aura, que seguía en sus trece; el miedo seguía presente.
— ¡No importa! ¡Adoro la compañía!— creedme, esto suena muy raro con el vozarrón que él posee—. No me visita nadie desde hace unos veinticinco años, y él tampoco es que se quedara a charlar; tenía prisa, que se le va a hacer. Te lo explicaré todo, pequeña. ¿Estás lista?
Aura sacó un lápiz y su libreta, dispuesta a apuntar hasta la última palabra.
—Preparada— bien, parecía que la perspectiva de una clase teórica había disipado parte de su temor.
El Leviatán empezó a narrar:
—Como sabrás, en este loco multiverso las fases son cruciales: gizaki, begirale, aztierdi, azti... Las conoces, ¿verdad?
—Sí, es una de las primeras materias que se aprenden en el colegio— afirmó ella; se notaba a la legua que estaba en su salsa.
—Pues, para los cinco legendarios que habitan en él, azti no es la última fase. Existe la llamada etapa kondair; es decir, leyenda en su estado pleno. ¿Habías oído hablar de ello?
—Lo mencionaron en algún libro de pasada, pero nunca profundizaron— ella parecía no darse cuenta, pero ya no había temblor en su voz.
—Pues profundizaré yo entonces— prosiguió él—. Kondair es el poder puro, sin restricciones; en otras palabras, es el verdadero significado de tu condición de giltz. Cuando el multiverso lo ve oportuno, es comunica con el legendario en cuestión por medio de su mentor y le insta a acudir al centro de su poder. Aurora Grace, el multiverso estima que estás lista para dar ese paso.
El silencio se apoderó de la sala. Tan solo se escuchaba al agua fluir con la gravedad.
De repente, un chasquido resonó por todo el pasillo.
Aura observó su mano, aterrorizada de nuevo. Desde la distancia, pude apreciar que su tatuaje, el de la cadena infinita, solo poseía cuatro aros. Se estaba borrando.
—Ya comenzó— sentenció el Leviatán.
Otro chasquido; otro eslabón perdido.
Aura giró la cabeza para mirarnos. Estaba asustada de nuevo. Vocalizó la palabra "iros" con desesperación.
El tercer chasquido se escuchó; solo quedaban dos.
Layla y yo nos miramos a los ojos. Puede que, como ella ha recalcada una y otra vez, no tuviéramos telepatía; sin embargo, fuimos capaces de tomar una decisión sin cruzar palabra.
El penúltimo chasquido llegó a nuestros oídos; era ahora o nunca.
Inhalamos con fuerza y gritamos a pleno pulmón:
— ¡La familia no se abandona!
El último chasquido hizo desaparecer el tatuaje.
La luz nos cegó; si hubiese presenciado supernovas azules, diría que esto era parecido.
Cuando (por fin) logré enfocar la vista de nuevo, presencié algo que no pensaba que vería nunca.
Aura. Con. Vestido.
¡Hola caracola! Al final, logré escribir un capítulo decente en tiempo record.
¡No me puedo creer que sean 1,04K leídos! ¡Es qué no me lo creo! Woa, estoy flipando.
¿Qué os ha parecido? Yo con el final me he reído. Es decir, después de toda la tensión del capítulo, va Wes y dice eso... En fin, Wes es Wes y no hay más que añadir.
¡Hasta otra!
Mireia
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