19. Eslabones de la misma cadena (Aura)
19. Eslabones de la misma cadena (Aura)
Me dolían los pies de correr. Media hora corriendo pasan factura, después de todo.
Miré atrás. No había nadie a la vista, por lo que aminoré el paso.
Mala idea; mientras mi mente estaba concentrada en el hecho de que mis pies serían una masa amorfa a estas alturas, la aguda voz de Lea se había silenciado. Ahora que iba a una velocidad "normal", tenía vía libre para volver a la carga.
"¿Se puede saber qué demonios haces escapándote así?", me acusó, "¿Sabes la mala imagen qué nos estás dando a los giltz del pasado? Y pensar que perdí la vida para que nacieras... ¡Cobarde! ¡Eso es lo que eres!", podía escucharla sollozar dentro de mi cráneo, pero yo no estaba como para ponerme compasiva.
"¿Puedes callarte de una maldita vez?", le solté. "Hay una gran diferencia entre tú y yo: tú estás muerta; yo no, por lo que le temo a la muerte. Y no me vengas con que el Leviatán no me va a matar porque no lo sabes. ¡Moriste a los malditos doce años! ¡Hay muchas cosas que no sabes! Y no vuelvas a decir que tú estás muerta por mi culpa; ya no me inspiras lástima".
Intenté mantener mi mente ocupada mientras andaba por el laberinto de escombros. Pensamientos como "Vaya, los estudios Blue han sido reabiertos; ojalá retomen ¿De veras quieres ser invisible? pronto, adoro esa serie" o "Mira, el mercadillo tiene un 20% de descuento en amuletos" hicieron de barrera entre Kalea y yo.
También me detuve un momento a comprar algo en el mercadillo; comprendedlo, eran una ganga. Rara vez hacen los elfos ofertas como esas (y no, no hacen descuentos para familiares; como vuelva a oír una broma más, juro que mato al maldito graciosillo); hay que aprovecharlas. Conseguí una pulsera de piedras lasai (calmantes) por ocho dirus (cuatro euros humanos; eso es poco para una joya encantada, por si no lo sabíais). Admito que eso ayudó un poco a tranquilizar mis nervios; sin embargo, no estaba lista para volver aún. La realidad seguía estando a años luz; no me era posible afrontarla.
Continué con mi camino. Por supuesto, seguí pensando en banalidades para mantener a Kalea en modo silencio.
Adelantemos siete minutos, ¿os parece? No quiero repetir todas las tonterías que pasaron por mi cabeza y seguro que os aburrís hasta la muerte leyéndolas.
"¿Y por qué siete?", no me intentéis engañar, esta pregunta a traspasado vuestro cerebro hace un momento. Hablando con sinceridad, ¿no es bastante obvia la respuesta? ¡Mira que sois lentos si os lo proponéis! He parado la cámara rápida porque ya estoy donde se suponía que debía estar (bueno, técnicamente hablando, no debería estar aquí porque me he escapado; da igual, entendéis mi punto).
No hay día en el que entre esa plaza sin quedarme patidifusa. No os equivoquéis, el lugar sin duda se merecía tal reacción.
La plaza era circular, rodeada por farolas (vale, esta parte no es tan impresionante). Brotando desde el suelo, trepando como enredaderas por las farolas y formando una cúpula sobre las cabezas de los transeúntes, miles de cadenas creaban preciosas formas geométricas; pequeños haces de luz teñían el aire de tonalidades azuladas.
Lo mejor de ese lugar era su significado, más allá de lo visible. Cada eslabón de aquellas cadenas simbolizaba una relación.
Mejor os paro, que empezáis a malpensar. Con "una relación" no me refiero de forma exclusiva a una amorosa. No sé si lo sabéis, pero existen otro tipo de relaciones: amistosa, fraternal... ¡incluso la relación con tu mayor enemigo cuenta! ¿Entendido? De verdad, a veces siento que tengo que explicároslo todo.
Bueno, mejor sigo que me distraigo y luego no sé qué estaba haciendo.
Como he dicho, cada eslabón era una relación; un roce creaba uno nuevo. Si observaras con atención uno al azar, notarías que el metal posee dos colores; símbolo de la unidad.
Normalmente, éstos son distintas tonalidades de azul (como creo que habréis deducido, ese es el color identificativo de la Cadena Infinita); aún así, el rojo (el color sombrío... el de Sombra de la Verdad, por si no he sido clara) se abría paso en algunos rincones, producto de roces con nuestros enemigos (durante puñetazos, patadas, intentos de estrangulamiento... etcétera, etcétera). Algunas motas de amarillo existían (Raíces Eternas... sin comentarios), pero eran escasas. Más escasas aún eran las verdes, híbridos o transferidos enraizados; en efecto, mi hermano es el único "verde" que conozco (larga historia). Y, si el morado existe, no he visto nada de este en los eslabones.
En conjunto, una sensación de comunidad, unidad y paz flotaba en aquel lugar. Éramos uno sólo; toda la Cadena Infinita contra el mundo.
Un secreto no tan bien guardado: no soy muy sociable que digamos. Ponerme a la defensiva por cualquier cosa y enfadarme cada dos por tres tampoco es que me ayude a hacer más amistades. Aún así, ver pedacitos de azul fosforito en aquella cúpula me hacía sentir... no sé como describirlo. ¿Parte de la comunidad? Ahuyentaba la soledad que, aún rodeada de gente, atenazaba mi corazón; nadie me comprendía, puesto que nadie era como yo.
"Ellos lo son", me recordó mi subconsciente (y sí, sé distinguir entre mi subconsciente y Kalea; sus voces son muy diferentes). Era verdad. Wes y Layla eran parte de la leyenda, también lo habían perdido todo. ¡Hasta tenían mi sangre! Quizá, sólo quizá, tuviéramos más en común de lo que aparentamos.
En definitiva, se sentía bien ser parte de aquello. Hacía que los problemas se vieran más pequeños (y conseguir que un monstruo pareciera pequeño no era que digamos fácil; no me importa si era "bondadoso" según una niña de doce años); cambiaba tu perspectiva.
Entre aquello y la pulsera calmante, logré disipar parte de mi temor; la parte irracional, la que me dañaba.
Me senté en un banco a pensar, suplicándole a Kalea para que no hiciera acto de presencia. Suerte que, por una vez en la vida (¿muerte? Sigo sin saber cómo nombrar al estado exacto en el que se encontraba), me hizo caso.
El Leviatán es un monstruo, ese punto es indiscutible, y mi fuente, la que afirma que no me dañará, no es fiable. Con esos datos, el miedo es normal. Sin embargo, no puedo dejar que ese temor me paralice; eso no me va a hacer bien. El pavor me mantendría alerta; ese es el único cometido que debe desempeñar en mi futuro. Una vez habiendo aclarado esto conmigo misma, me sentí más aliviada; me había quitado un peso de encima.
Ahora tenía que pensar como miraría a la cara al resto tras mi berrinche; los que me conocían sabían que no era normal en mí. Seguro que en sus cerebros se han formado todo tipo de teorías conspiratorias (en la mente de una que yo conozco, por lo menos); daba un poco de corte decir que me marché sin decir nada porque no quería llevar a cabo una misión de la que me habían informado por telepatía. Quedaba ridícula.
Y luego estaba el hecho de que desconocía el paradero del templo, además de ignorar por completo el porqué de aquella misión. Creo que debí preguntar antes. ¿Qué clase de "elegida" para un cometido no sabe qué tiene que hacer y dónde debe hacerlo? Esta es una de esas ocasiones en las que sale a relucir que Wes y yo compartimos algún que otro gen.
Apoyé mi cabeza en mis manos; incluso bajo el efecto tranquilizante de la plaza central, me estaba agobiando. Odiaba pensar que Lea estaba en lo cierto, que no estaba a la altura; sin embargo, admitámoslo, tal vez tenga un poco de razón. Soy un asco de giltz. ¡Para una cosa que tengo que hacer, y me marcho porque no soy capaz! Puede que sea mejor pasar el testigo; morir y que se encargue el siguiente. Sí, sería todo mucho más sencillo si yo fuera la vocecita consejera. Sólo tenía que coger cualquier arma de mi bolsillo y atravesarme con ella; ya está, otro cadáver más a aquella larga lista que acabaría al fin.
Una mano en mi mejilla me sacó de aquellos pensamientos suicidas. Me levanté lo justo para fulminar con la mirada a quien quiera que sea el que me estaba sobando sin permiso cuando sus ojos me atraparon; aquellos ojos grises, que parecían ser ventanas a su propia tormenta interior, que me congelaron el alma.
Literalmente. Mi sangre se volvió espesa y fría, mi temperatura corporal bajó en picado y os puedo asegurar que mi corazón se detuvo un par de segundos. No entendía el porqué, pero tengo claro lo que sentí.
Intenté que el enemigo (porque ese chico tenía que ser a la fuerza malvado; eso era un hechizo, y dudo que lo lanzara el aire) no notara mi dolor, mas una extraña mueca se formó en mi rostro sin poder remediarlo.
— Oye, chica, ¿qué te ocurre?— preguntó, fingiendo inocencia.
— ¡Maldito! ¡Cómo si no lo supieras, estúpido sombrío!— le solté. El dolor había remitido un poco, así que me levanté para defenderme.
El chico, por su parte, abrió los ojos como platos; un gesto de sorpresa muy convincente, a decir verdad. No me lo tragaba, pero bueno... no estaba mal del todo.
— ¿Qué?— inquirió—. ¿Esto es por intentar consolarte? No sabía que te lo tomarías tan mal. Pero, ¿no crees qué es pasarse acusarme de eso?— mostró su mano tatuada, lo que me confundió. ¿Acaso no era un encapuchado sin capucha y yo estaba montando un numerito? Menos mal que el lugar estaba vacío a estas horas—. Soy de los tuyos— con eso lo dejó más que claro.
— Lo siento— me disculpé en cuanto mi lengua se dignó a reaccionar—, he hecho el ridículo; ya van varias veces el día de hoy.
— Tranquila— afirmó—, está última vez sólo la he visto yo. ¿Y si empezamos de nuevo y olvidamos esto? Hola, soy Nathan Jones, miembro de la Cadena Infinita desde hace apenas una semana.
Me tendió la mano, con una promesa de volver al comienzo; yo la acepté, un error menos del que preocuparse.
— Aurora Grace, miembro desde mi nacimiento— me presenté—. Aunque prefiero que me llamen Aura, si no es mucha molestia.
— Claro que no; además, es más corto— reí; era lo mismo que solía decir yo—. Tu nombre me suena, ¿eres famosa o algo así? ¿Me firmas un autógrafo?
Me puse nerviosa. Gabe, Seth y Shauna no me tratan distinto por saber quién soy, pero un recluta impresionable es otra historia; ser giltz, en este tipo de situaciones, es como ser cantante de incógnito. Además, no parecía que Nathan supiera de las leyendas; no me apetecía tener que explicárselas.
— Famosa, ¿yo? Lo seré por mi legendaria torpeza social, porque otra cosa no se me ocurre— eso no fue mentir; más bien, una media verdad.
El chico negó con la cabeza.
— No, eso no es; no me lo trago— ¿es qué había olvidado lo de hace un momento? Ah, sí; borrón y cuenta nueva—. ¿Estás segura de que no eres modelo o algo?
Tras esa pregunta no pude evitar reírme. Nathan no podía estar más alejado de la realidad.
Un momento... ¿era un intento de halago?
Sacudí la cabeza, tanto como para negar como para desechar esas ideas tan tontas.
— ¿Estás segura? Pues yo te veo pinta de modelo. ¿Me permites?— no sabía que se proponía, así que me quedé inmóvil—. Me lo tomaré como un sí.
Tras pronunciar la última sílaba, sus manos se deslizaron a mi rostro. Sin saber que hacía, posó sus dedos en zonas que conocía demasiado bien; cada una de sus yemas estaba sobre un par de mis granos.
Me aparté tan pronto como mis músculos me dejaron. ¿Para qué narices había hecho eso?
— ¡Lo sabía!— festejó—. ¡Sin esos granos, eres perfecta al cien por cien!— seguía sin entender, pero me estaba ofendiendo, creo. ¡Cómo si fuera fácil deshacerse de esos demonios rojos! Ya estaba maquinando algún tipo de venganza, cuando añadió—: Menos mal que están ahí; significa que no eres completamente inalcanzable. Eso sí, me falta mucho para llegar a tu altura.
Vale, no supe como tomarme eso. ¿Un cumplido? No sé; el chico de cabello cobrizo no fue muy claro al respecto.
Unos pasos apresurados se oyeron en la lejanía. Nathan se tensó al oírlos.
— Parece que vienen en tu busca— susurró—; ya sabía yo que no estabas sola. Bueno, debería marcharme; a él no le gustará que esté aquí.
— ¿A quién?— lo había oído perfectamente, y no pensaba quedarme con las dudas.
— A mi reclutador, Gabriel; debería estar en la casa entrenando. ¡Chao! ¡No le digas que he estado aquí!— me cogió la mano, la besó cuál príncipe, y salió por patas cuál conejo.
Sonreí. Es muy raro, pero me saca los colores. ¿Me habrá echado alguna poción de amor? Es extraño que yo me comporte así. No es broma; conseguir ese tipo de magia es más fácil de lo que debería (y no miro a ninguna alcohólica que echa cosas en el café ajeno para acostarse con ellos y de paso tener un hijo; lo dicho, no miro a nadie en particular).
— ¿Podrías ir más despacio?— esa pregunta me sacó de mi ensoñación—. ¡Tengo las piernas más cortas que tú!
Reconocía esa voz, era...
— ¡Vamos Jazz, no seas quejica! ¡Ambos sabemos que puedes hasta adelantarme si te lo propones!— gritó otra voz más grave.
— ¡No vale, Gabe! ¡Has salido con ventaja!— sin duda, la que protestaba era la pequeña Jazmín.
Es más, era imposible no darse cuenta; después de todo, acababa de doblar la esquina. Y Gabriel también; intenté darle la menor importancia posible a ese hecho (hazaña complicada con esos preciosos ojos verdes mirándome; olvidad eso último).
Llegaron a donde estaba en tiempo récord. De verdad, creo que destronaron a Usain Bolt con aquella carrera. Y lo primero que hizo Jazz al alcanzarme fue darme una colleja (me la merecía, pero eso no mengua el dolor).
— ¿Sabes lo preocupados qué estábamos por ti?— me recriminó con su vocecita aguda—. ¿Por qué narices te has ido de esa forma? ¡Eres una estúpida!
No tenía que jurarlo; eso ya lo sabía de antes. Suspiré, resignada, y me dejé caer en el banco de nuevo.
— Ya lo explicaré luego, cuando estemos todos; no me da la gana andar repitiendo esta información— seguía sin saber cómo contarles lo ocurrido sin quedar como una imbécil integral (bueno, más aún de lo que ya estaba aparentando ser), pero confiaba en que se me ocurriría algo.
— Hablando de ellos, será mejor que los avise; deben saber que estás viva y no secuestrada— dicho esto, Gabe se alejó, móvil en mano.
Ya a solas, mi hermana de pega (no tenía mucha más familia, por lo que me hacía sentir mal cortar ese lazo ficticio que nos unía) se encaramó al banco y me susurró una confidencia. Una tercera persona podría pensar que éramos hermanas de verdad viendo aquella escena.
— Gabe se volvió loco cuando desapareciste. De verdad, estaba súper duper preocupado por ti.
— ¿Y para qué me lo cuentas?— pregunté a su vez, en voz baja.
— Shauna me dijo que te gustaba; supuse que te gustaría saberlo— respondió, encogiéndose de hombros.
Shauna Collins, juro por todos los universos que no sales viva de esta; cuando pueda, me aseguro de ello.
En mitad de mi amenaza mental, Gabe regresó. Una mirada, una pregunta; ninguna de las dos era esperada.
— ¿Has estado acompañada?
No me preguntéis de donde salió esa pregunta; ni hoy consigo explicármela. Tanto Layla como Jazz me dirían que estaba celoso (de hecho, la niña estaba vocalizando la palabra en cuestión sin proferir sonido en aquel momento). Sin embargo, yo sentía que había algo más en esa pregunta; algo más oscuro (también es verdad que divago mucho; además, vivir bajo el mismo techo con Shauna y sus paranoias podría estar influyendo en mi percepción de la realidad). Aún así, no tenía ni la menor idea de que podía ser aquello.
No sé que me empujó a mentir. Tengo la ligera sospecha de que la poción sigue teniéndome bajo su influjo (insisto, tiene muchos formatos; podría haberla escuchado o incluso olisqueado sin darme cuenta y ¡puf! hechizada), pero no estoy segura.
— ¿Cuenta una irritante niña de doce años que me habla desde mi cráneo? Si es que no, entonces he estado sola.
"Cuando piense con claridad decidiré si delatarlo o no", pensé, "entonces, cuando su reclutador se entere, se le va a caer el pelo al chaval".
Una pregunta, ¿cuándo, en toda mi corta vida, he pensado yo con claridad?
Antes de leer el próximo capítulo, ¿Gaura (GabexAura) o Naura (NathanxAura)?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro