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18. Preguntas incómodas; mi especialidad (Wes)

18. Preguntas incómodas; mi especialidad (Wes)

Shauna y yo salimos del hospital los primeros. No era para menos; la chica corría como si le fuera la vida en ello. No estoy muy seguro, pero creo que lo hacía para dejar atrás a cierto chico azabache.

¿Qué que hacía yo? Pues la seguía entre los escombros, intentando no tropezar (¿Qué? No quiero partirme los dientes) y rojo hasta la raíz del cabello. Solo era mirarla y recordaba la vergonzosa escenita de antes; aún no lograba comprender del todo el porqué de mi acción.

Lo malo, que tenía que observarla para saber por dónde narices ir; eso no ayudaba mucho que digamos.

— Si sigues pensando en lo de antes— dijo Shauna, tomándome por sorpresa; siempre me consigue sobresaltar, no sé cómo. Además de que es algo perturbador que me leyera la mente de esa forma (no sabía si de verdad había usado algún tipo de telepatía o solo había sido suerte; también cabía la posibilidad de que lo dedujera gracias a mi cara de tomate atontado) —, está olvidado. Fue un desliz; ya está, finito. No te martirices por ello.

Solo pude murmurar un "vale". ¡Un "vale"! ¡Ni que me hubiera quedado mudo! Sacudí la cabeza; tenía que quitarme la tontería, incluso si parecía un perro mojado en el intento. Ella se limitó a reír con mi gesto.

Permanecimos callados un rato; se estaba volviendo incómodo y todo. Odio ser el que rompe el hielo; sin embargo, corríamos peligro de una nueva era glacial si seguíamos en ese plan.

— Entonces... ¿de qué conocías al chico en coma? ¿A ese tal Alexander?— no se me ocurrió otra cosa y creedme que tenía ganas de golpearme a mí mismo por soltar semejante estupidez. Ahora, Shauna se pondría sensible y melancólica; sería imposible contactar con ella de nuevo.

Como esperaba, dejó de andar por la impresión; perlas líquidas se deslizaban por sus morenas mejillas. Intentó secárselas con los mitones de nuevo. En vano; no lograba detener aquel riachuelo que fluía escaso pero imparable.

Lo que no me esperaba era que respondiera a aquella pregunta.

— Parece que el mundo me odia ¿sabes? Siendo honesta, deberías alejarte de mí; la gente a la que quiero acaba muerta, como mi madre, en estado vegetativo, Alexander por ejemplo, o desaparecida. Ironías del destino, todo pasa en mi cumpleaños; ¿no es esa suficiente razón como para sopesar una conspiración? Alex era un amigo, un chico de mi barrio. Le atacaron con esa bomba porque me tenía flechada, estoy segura; todo lo malo que pasa es mi culpa. Soy el gato negro de la ciudad; la maldita gafe.

Creo que dio el discurso para sí misma, pero lo escuché igual. Retrocedí un par de pasos hasta llegar a donde ella se había parado y la abracé, intentando consolarla.

— Eso no es verdad ni por asomo— le susurré al oído—. Tú eres fantástica y desde luego que no eres odiada por todo el planeta. Los que lanzan las bombas son unos idiotas sin corazón, nada que ver contigo. Y desde luego que no eres gafe; hay personas que te quieren por todas partes, lo que es una suerte. Además, si fueras un gato negro, serías la primera en ser adoptada; yo mismo me encargaría. Serías la gatita más adorable del mundo.

Se ve que la droga del hospital no se ha ido del todo; sigo diciendo cosas extrañas.

Shauna levantó la mirada; sus ojos eran trocitos de ámbar. Ellos la habían roto. Y yo voy y clavo el cincel en las grietas; ya me vale.

— ¿De veras piensas así?— inquirió, secándose los ojos de nuevo; esos mitones tienen más agua que cuero en estos momentos.

Asentí; no tenía nada más que añadir (además de que volvería a decir puras tontadas).

— Deberíamos seguir buscando; Aura es capaz de desaparecer de esta dimensión. Sabe abrir portales en donde le dé la gana, ¿recuerdas?

De mala gana asentí. Pateé un pedazo de vidrio y continuamos avanzando.

Tres minutos y 54 segundos después (¿qué? Saber la hora precisa se me da bien), Shauna dijo algo que me sorprendió:

— ¿Sabes qué? Por un instante he pensado que estabas celoso. Lo que no tendría sentido; es decir, apenas me conoces... y ya estoy divagando de nuevo. Pero me pica la curiosidad; ¿por qué has preguntado?

¿Alguien sabe qué responder? ¡Decidme una respuesta lógica ahora, por favor! ¿Es qué nos estamos turnando para hacernos preguntas incómodas? Cuando pensaba que mis mejillas ya se habían tornado en su color natural, volvieron a enrojecerse. Esto me pasa por preguntar bobadas.

Escaneé mi alrededor, en busca de una respuesta. O, en su defecto, de una excusa para no responder.

Por suerte, la segunda la logré encontrar.

— Emmm, Shauna, no es por ser tiquismiquis, pero ¿por qué vamos en dirección a tu casa? No creo que Aura sea tan tonta como para esconderse en su cuarto— la verdad, mi "querida prima" era muchas cosas (impulsiva, agresiva, mandona, mentirosa... ¿queréis que siga?), pero estúpida no estaba en la lista.

— No has respondido— contraatacó ella con una sonrisa reluciente iluminando su rostro. Bien, por lo menos no estaba triste.

— Esto es más importante— espeté, lo más serio que pude; bajo ninguna circunstancia debía ella notar que era una maldita excusa.

— Pues, para que lo sepas, vamos a encontrar a Aura en un tris si vamos por aquí.

¿Cómo estaba tan segura? Vale que sean amigas desde la infancia, pero eso no les aportaba telepatía; era imposible saberlo con tanta certeza.

No pude interrogarla sobre aquello; echó a correr entre risas, instándome a que la siguiera.

Bueno, no tenía otra opción; aceleré el paso hasta convertirlo en una carrera respetable.

Llegamos a su casa en un abrir y cerrar de ojos. Aquello no tenía mucho sentido. Es decir, ¿para qué buscar a Aura en su casa? Sabíamos de sobra que no se encontraba allí.

— Y bien, ¿por qué estamos aquí?— pregunté con recelo. Por muchas vueltas que le daba, no lograba verle la utilidad a estar allí.

— ¡No seas tan desconfiado! Sígueme y lo sabrás en menos de lo que tardas en decir "supercalifragilisticoespialidoso".

— Supercalifragilisticoespialidoso— respondí yo, cansado de sus evasivas. Mientras, ella me empujaba escaleras arriba. Como lo leéis: me empujó durante cada peldaño porque yo no me quería mover hasta escuchar la verdad—. Ya está; ahora, dime qué diantres hacemos aquí.

— ¡No es justo! ¡Pesas mucho!— exclamó, enojada (o eso parecía); sus mofletes estaban hinchados cuál globos, dándole una expresión adorable. Mejor olvidad eso último—. ¡Si fueses más ligero, ya habríamos llegado!

— ¿Estás insinuando que estoy gordo?— pregunté, conteniendo la risa; esta situación era graciosa a más no poder.

— ¡No! ¡Es que me enervas!— soltó. Respiró hondo (en ese momento, había un 20% menos de oxígeno en el aire que cinco segundos atrás; estoy seguro), en un intento de calmarse—. Estaré tras esa puerta— afirmó, señalando el final del pasillo; allí, una puerta de roble cerrada a cal y canto escondía el lo-que-sea que nos había traído de vuelta a la casa—, tú decides si acompañarme o no.

Vale; he de admitir que, a pesar de estar molesto, me picaba la curiosidad. Hay momentos en la vida en los que, cuando te pica, tienes que rascarte. Eso es lo que hice; seguí a Shauna por el pasillo.

— Sabía que vendrías— susurró, aunque lo pude escuchar perfectamente.

¿Cómo narices me conoce tan bien? Solo nos conocemos de un día; la verdad, no han pasado ni veinticuatro horas desde que la vi llegar a socorrer a su amiga.

El pasillo se me hizo corto comparado con la caminata de antes. Hablando con sinceridad, cualquier cosa era corta comparada a ese "paseo".

Shauna abrió la puerta con una llave. Tras ella, pude comprobar que había, para mi gran asombro... otra puerta, esta vez de metal (sí, lo de la sorpresa es sarcasmo; la chica tenía tendencia a exagerar las cosas y sus excesivas medidas de seguridad me las esperaba en el fondo).

Colocó su mano en el pomo, que se iluminó, abriéndonos paso a... otra puerta (¿es en serio? Voy a matar a esas malditas puertas).

Shauna introdujo un código. Esta vez sí, pude observar algo que (os lo aseguro) NO era una puerta.

Las paredes de aquel cuarto, oscuro como la boca del lobo, estaban cubiertas por "pc"s y cables. La gran pantalla plana del fondo se encendió tras un chasquido de dedos por parte de Shauna, revelando el logo de la aplicación ICICI (¿os acordáis?); el símbolo del wifi con dos alas angelicales, completando un semicírculo, todo en blanco sobre un fondo añil.

— Bienvenido a la sala de control— proclamó ella extendiendo los brazos, cerrándome la boca de paso—. Chula, ¿verdad?

— Guau— sólo pude decir eso; nunca había visto tanta tecnología junta en vivo y en directo—. ¿Es eso un robot?— pregunté, señalando a un aparato plateado de "ojos" grandes que rodaba de un lado para otro. Shauna lo recogió, supongo que para que no se dañase.

— Este es Optivi3— el pequeño autómata esférico reaccionó al nombre—. Es un prototipo de cámara metamórfica. ¿A qué mola? El 1 y el 2 tenían un montón de fallos; volaban por los aires cada tres por tres. Antes de que me corrijas— me paró mientras empezaba a abrir la boca—, he editado la expresión porque "dos por tres" era muy poca frecuencia en comparación con las veces que tuve que reconstruirlos; fue mejor tirarlos. El modelo 4 funciona mejor, pero no me he podido deshacer de éste; me lo quedé como mascota y lo reprogramé para... bueno, para limpiar— sacudió la cabeza; a continuación, golpeó sus mejillas—. Céntrate, Shauna— parecía hablar consigo misma (¿no me digas? Nunca lo hubiera supuesto). Dirigió su mirada hacia donde yo me encontraba, sonriendo como si no pasase nada—. Lo siento; me pongo a hablar de mis proyectos y acabo en la luna. Vamos; tenemos trabajo que hacer.

Ese "tenemos" fue un intento torpe para incluirme, o eso parecía al menos; ella hizo todo el trabajo. Colocó a la bolita en una especie de cargador (el O—lo—que—sea 3 comenzó a roncar y todo; contuve la risa en aquel momento); después, se puso a teclear a un millón de caracteres por minuto (exagero, pero movía los dedos a una velocidad sobrehumana; sí, aunque no sea humana, las metáforas siguen valiendo).

— Ya está— proclamó, alejando las manos de aquellas teclas. Una barra de carga había aparecido en la pantalla central—; en un rato tendremos lo localización del usuario "auroraG". Sólo tenemos que esperar.

Tres segundos después ya me aburría; no puedo evitarlo, soy muy (demasiado) impaciente. Ya lo he dicho, odio romper el hielo; sin embargo, lo prefiero a morir de tedio.

"Vamos, Wes, piensa en algo; cualquier cosa vale", insté en mi mente.

— ¿Por qué la aplicación tiene "Irrastreable" en el nombre?— cuestioné lo primero que pasó por mi cabeza. ¿Por qué sólo soy capaz de preguntar cosas incómodas?—. Es decir, estás rastreando a Aura. ¿No es, técnicamente, una mentira?

— Es que "Irrastreable Salvo por la Creadora desde un Ordenador Especial Inaccesible para Cualquier Otra Persona al Estar la Sala en Otra Dimensión" quedaba muy largo— soltó una risilla (por lo menos no se lo ha tomado mal)—. No pensé que fuera necesario concretar tanto— afirmó, alargando la "a" de "tanto"—. Sólo es posible localizar nombres de usuarios, y el único ordenador que puede hacerlo es éste de la dimensión Gordeleku. Y, hablando de nombres de usuario, creo que deberías cambiar el tuyo.

— ¿Qué?— la conversación había tomado un rumbo que no me esperaba; yo ni recordaba haber puesto ningún nombre de usuario. Al instante, mi "prima" apareció en mi cabeza; seguro que era su culpa. ¿Qué has hecho, Aura Grace?

Aún faltaba la mitad de la carga (vaya que iba rápido; en la Tierra suelen tardar una eternidad y media en cargarse por completo), así que tenía tiempo de comprobarlo. En efecto, en la parte superior de la pantalla se leía claramente el nombre. Uno que, a juzgar por lo dicho, Shauna había visto.

Mis mejillas volvieron a tornarse escarlatas.

— Ya me parecía a mí que no era cosa tuya; nadie en su sano juicio se llamaría a sí mismo "BurrodelOeste". Debí imaginar que fue Aura quien lo escribió; tiene un sentido del humor raro. Ven, que te ayudo a cambiarlo.

Tan pronto como editamos el nombre (ahora soy "Wes_RD"; no es original, pero tampoco es vergonzoso, que es lo que cuenta), la alarma de finalización sonó. Que gracia, parecía que los dos dispositivos estaban sincronizados y todo.

Shauna le echó un vistazo a la pantalla; acto seguido, mandó un mensaje al resto (creo que debería preguntar cómo consiguió mi número y el de Layla, pero no me pareció adecuado sacarlo a colación).

— Ya está; coordenadas enviadas— sonrió con suficiencia—. ¿Ves cómo era buena idea venir aquí?

— ¡Lo admito! ¡Lo admito!— exclamé, agobiado por la fijeza de su mirada de color miel—. Tenías razón y yo soy un idiota.

— Eso es verdad, pero sabes admitir la derrota; no muchos lo hacen. Anda, vámonos— me lanzó la espada (que ni recordaba, por cierto; han pasado tantas cosas que mi mente está hecha un lío). Logré de milagro no ensartarme con ella; tirarla así no fue muy inteligente que digamos—. Lo siento, lo siento, lo siento— se disculpó, casi atragantándose con las palabras por culpa de la velocidad en la que las decía—. ¡Casi te mato! Lo siento, de verdad...

— Calla o no nos iremos nunca— espeté, silenciándola con el índice—. Disculpas aceptadas.

Ella asintió y abrió la puerta. Corrimos escaleras abajo, cuidando no tropezar (no quería tener un accidente con aquel filo entre mis manos).

A punto de cruzar la puerta principal, Shauna se detuvo de golpe; una notificación en su móvil fue la causante. Levantó los ojos de la pantalla, con un horror en ellos que no pude interpretar.

— Tenemos que darnos prisa— soltó, enseñándome el teléfono.

En él se podía leer claramente:

Gabriel: Estoy cerca; voy para allá.

¡Hola caracola! Llevo sin actualizar una eternidad y media, pero ¡he vuelto! Espero que os haya gustado el capítulo y que esto siga en la biblioteca de alguien.

¿Qué os pareció? ¿Os cayó bien Optivi3? ¡A mí me parece muy cuco!

Un intento de dibujar al pequeñajo. No se me da bien esto de dibujar desde el ordenador, pero bueno...

¿Otra cosa? ¡Ah, sí! Gracias por seguir apoyándome. Vuestros votos y comentarios me alegran el día. ¡Os adoro!

Hasta otra,

Mireia

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