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1. En el coche de...unos completos desconocidos (Aura)

1. En el coche de... unos completos desconocidos (Aura)

— ¿Estás segura de que no te has equivocado de familia? No recuerdo haberte visto nunca— me preguntó la pesada de Jazmín por cuarta vez en los cinco minutos que llevo sentada a su lado.

—Jazz, ya lo hemos hablado— le respondí yo, exasperada por tener que repetírselo de nuevo—. Soy Aurora, tu hermana mayor. Llevo ocho años en un internado en las afueras; la última vez que me viste tenías apenas un añito. Y no pienso repetirte otra vez lo mucho que has crecido y lo que te he echado de menos; porque creo que ya ha pasado el rato de decirte eso, no porque no me haya acordado del bebé castaño que me intentó meter el puño en la nariz mientras nos despedíamos.

Creo que se lo ha tragado de una vez. Con los padres ha sido mucho más sencillo; un conjuro de hipnosis y ya piensan que soy su hija. "¿Por qué?" se preguntará la mayoría. Pues porque, aunque no lo parezca para nada por la jerarquía familiar, esa niña tan pesada, de nueve años solamente, es la más poderosa integrante de la familia Runes presente en ese coche (yo me apellido Grace, no Runes, así que no cuento). Porque detrás de esos ojazos verdes y bajo ese cabello chocolate recogido en dos adorables coletas se esconde un cerebro capaz de interpretar la magia, aunque no de crearla (por ahora; quizá, si tiene más contacto con la magia, en el futuro llegue a ser una aztierdi). Es lo que llamamos una begirale; una miradora, si prefieren el idioma gizaki.

—No te creo, ¡impostora!— este viaje se me iba a hacer más largo de lo que creía.

Me coloqué los cascos en las orejas con la intención de ignorarla. Bueno, también para no tener que andar echándome el pelo hacía delante cada dos por tres; es bastante molesto tener que taparme mis orejas todo el rato mientras estoy en el mundo gizaki.

Bostecé disimuladamente. Estaba bastante cansada; llevo sin dormir desde mi decimoquinto cumpleaños, cuando me dieron el día libre. ¿Debería cogerme unas vacaciones? Sí. ¿Podría? No, estamos hasta arriba y Diane nos necesita a todos trabajando.

Mi "trabajillo" de hoy es reclutar a mis primos; no los primos de Jazz, si no a los de las dos. Me explico: Wesley y Layla Runes (los primos) son parientes míos en no-sé-cuanto grado, parte de una rama Grace que emigró al mundo gizaki y se quedó. Allí, más concretamente en el pueblo de Onades en Girona (vale; no era un pueblecito de granjeros, pero a mis ojos era demasiado pequeño para ser una ciudad), formaron familias con humanos y la rama en cuestión fue perdiendo sus poderes. Aún así, algo ha avivado la chispa de esta generación (quizá que otro miembro de la familia paterna, con la que no estoy emparentada, guarde esa chispa) y aquí estoy yo, para reclutar a la parejita de niños mimados que son mis primos (sí; son ricos, ¿y qué? ¿Acaso eso los hace más importantes? yo creo que no).

Además, el tema "familia" es difícil para mí (quizá algún siglo de estos diga el porqué).

La verdad, puede que sea posible aprovechar el viajecito para echar una cabezadita (total, no tengo nada mejor que hacer)...apoyé la cabeza en el respaldo del asiento y cerré los ojos.

Volvía a estar en el templo, con los pies encadenados (no sé a qué viene; conozco perfectamente las normas y tengo claro que no debo recorrer el templo hasta estar allí en físico). Aquello ya estaba empezando a hartarme; cada vez que me duermo, la pesada de Kalea me trae aquí (¿no se supone que tengo que llamarla yo y no al revés? Pues, como yo la ignoro y ella se aburre, no me deja en paz ¿es qué no entiende que, a pesar de ser una azti, necesito dormir?).

Hablando de la reina de Roma, la chica apareció flotando. Estaba idéntica a la primera vez que la vi; hasta seguía aparentando doce años, lo que resultaba exasperante.

— ¿Qué quieres esta vez, Lea?— pregunté, con una irritación bastante notoria en la voz.

— ¿Esas son maneras de saludar, jovencita?— inquirió, a su vez, la aludida. Una fugaz sonrisa traspasó mis labios, ya que no aparentaba tener la edad que tenía (siendo francos, aparentaba la edad que poseía el día de su muerte; el que también es la fecha de mi nacimiento) —. ¿Tanto cuesta decir hola?

—Hola, ¿para qué me molestas?— repliqué; lo sé, soy insufrible a veces. Aun así, sabía que, si discutíamos, este "sueño" se alargaría y no podría descansar; me tragué el orgullo (que, por cierto, sabe a caramelo rancio) e insté—. Ve al grano, si no te importa.

— ¡Serás maleducada!— masculló, pero se tragó la sarta de insultos (que, seguro, serían más duros que "maleducada") y habló—: tus primos corren peligro.

Mira; al cuerno con mis intenciones de no discutir.

—Por si no te has enterado, estamos en guerra; TODOS— le interrumpí, poniendo énfasis en la palabra "todos"— corremos peligro ¿es tan difícil asimilarlo?

—No me refiero a eso y lo sabes— dijo ella apretando los labios y clavándose las uñas en las palmas de sus manos.

— ¡Pues se más clara! ¡Explicas peor que un loro afónico!— le grité (no sé si lo habéis notado, pero me irrito con facilidad; sobre todo, si estoy que me caigo de sueño).

— ¡Aish, no me puedo creer que seas la giltz de la generación! ¡Eres insufrible!— se quejaba ella, alzando las manos al cielo del templo y echando leña al fuego que bullía en mi interior por culpa de las noches sin dormir. Por si no os habéis dado cuenta, estaba figuradamente incendiada.

— ¡Por lo menos no soy una pieza de repuesto, una cuerda que ata dos cadenas!— repliqué. Sabía que eso le dolía; aunque el primer día se había tomado con humor ser una giltz tarte, durante estos nueve años que la conozco ha mostrado sus verdaderos sentimientos al respecto (ya hace años que aprendí que giltz es "llave" y tarte "distancia", giltz tarte sería "la que cubre la distancia entre dos llaves"; quedó claro que ya no soy la niña tonta que conoció al principio).

— ¿Tengo yo la culpa de que asesinaran al anterior antes de tiempo? Entérate; si yo hubiese luchado por mi vida, no estarías aquí. Pero hice lo que Daniel dijo que era mejor para el mundo; dejar el destino en tus manos. Ahora, viendo cómo eres, me arrepiento.

Eso fue el balde de agua helada que necesitaba para apagar el incendio.

Después de sus palabras, la que se arrepentía era yo; nunca debí despreciarla. Por ahí existen muchos héroes, que luchan por premios u otras razones igual de absurdas, pero hay que ser valiente para morir por el bien de la humanidad. Lea era valiente y yo la estaba decepcionando.

—Lo siento. Damu— me disculpé, vocalizando "arrepentimiento" en el idioma arcaico para que supiera que iba en serio.

—Disculpas aceptadas— sonrió.

— ¿Por qué están específicamente ellos en peligro?— pregunté, tratando de retomar el hilo de la conversación antes de que fuera demasiado tarde.

—Ellos son...— comenzó a decir Kalea; pero, antes de poder vocalizar el final de la frase, el sueño se desvaneció.

— ¡Eh, impostora, hemos llegado!— me gritó Jazz para que la oyera, aún con los cascos puestos. Mientras, me zarandeaba el brazo de tal manera que no logro comprender como no me dislocó el hombro.

Solté mi brazo del agarre de aquella fierecilla con coletas, puse mis cascos alrededor de mi cuello (a la vez que me recolocaba el pelo de tal manera que no se me vieran las orejas) y dije, en el tono más dulce que me salió:

— Si no vas a llamarme hermana, pues llámame Aura ¿vale?

La niña hizo un puchero, pero aceptó (fiu, por lo menos así Wes y Layla no sospecharán desde el principio).

Mientras me quitaba el cinturón de seguridad, las palabras de Lea me golpearon: "tus primos corren peligro. Ellos son...". Nunca han usado sus poderes antes. ¿Y si... son como yo?

Nah, serán divagaciones mías.

Bajé del coche y encaré a mi próximo destino: la mansión Runes.

¡Hola! Siento muchiiiiisimo haber tardado tanto. ¿Como es posible que me organice mejor cuando tengo mucho que hacer?

Bueno, hoy vuelvo al colegio. Espero que eso signifique que pueda volver a mis ritmos de publicación de siempre (mente positiva).

Por cierto, si se me ha pasado explicar alguna palabra arcaica (las que especifico que ni siquiera Aura conoce no entran) preguntad sin temor.

Aio, hasta el sábado (espero),

Mireia

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