Prólogo
La lluvia caía inmisericorde, los relámpagos iluminaban el cielo y cada trueno hacía eco en la distancia. El almacén era escenario de una imagen dantesca de cuerpos destrozados y sangre por doquier. Cada paso que ella daba resonaba en el silencio que dominaba el ambiente, segundos antes de que el próximo trueno tomara posesión del sonido en el aire. Sus botas negras pasaban entre las extremidades deformadas en posiciones inhumanas, la sangre todavía caliente que brillaba en el suelo, y las armas de los que habían caído. Detuvo su andar frente al hombre que había sido sometido, arrodillado delante de ella, ambas muñecas fracturadas e inservibles. Era un pequeño animal indefenso, o eso parecía.
—Me alegra que nos veamos de nuevo, Maxwell —dijo ella, su voz clara y tono firme hicieron que el hombre de oscuro cabello dejara de mirar el suelo y alzara la vista hasta detenerse en ella. Una sonrisa, que dejó escapar un hilo de sangre por la comisura de su labio, adornó su rostro al verla.
—Siempre tan asertiva, Johana —repuso Maxwell, su voz rasposa arrastrándose entre palabras—. Dejémonos de mierdas. Mátame ya y terminemos con esto.
—Poco quiero yo más que terminar nuestra nada placentera reunión, Max, pero no puedo hacerlo si no me dices donde está La Fábrica —comentó Johana con un fingido tono de arrepentimiento; sus manos deslizando la chaqueta de cuero negro por sus brazos, lanzándola hacia uno de sus hombres mientras desvelaba la camiseta negra de tirantes, la cual no escondía el arma en su cadera.
—¿Piensas intimidarme con una pistola? —preguntó Max burlesco, mirándola con ojos vidriosos.
—No —negó ella suavemente.
Una sonrisa ladina se manifestó en sus labios teñidos de un hermoso carmín, mientras dos hombres traían a una tercera persona amarrada, sometida ante su fuerza. La postraron a unos metros de distancia de ellos dos, haciéndola permanecer de rodillas y alzando la parte superior de su cuerpo a través de un rudo agarre en su corto cabello oscuro.
—¡Hija de puta! —gritó Maxwell al reconocer a su hermana menor, con el aniñado rostro amoratado y sangre resbalando desde su frente y parte de su labio—. ¡Ella no tiene nada que ver en esto, Johana! ¡Ella es inocente! —bramó él, haciendo un vago intento por arrastrarse hacia Johana, el cual fue detenido por el fuerte agarre en su hombro por parte de uno de los hombres que lo custodiaba.
—¿Inocente, dices? —preguntó Johana en un tono divertido de duda, caminando lejos de Maxwell y acercándose a la muchacha—. Megan Ayers, hermana menor de Maxwell Ayers, ejecutora de trece crímenes masivos, experta en bombas, asalto con armas de fuego y practicante de más de siete artes marciales y estilos de defensa personal. Se le acreditan hasta la fecha cuatrocientas sesenta y cuatro muertes; sin contar los hombres que asesinó esta noche, pertenecientes a mis filas. Todo bajo tu comando, Max —Johana habló sin vacilaciones ni apuro, sus palabras penetrando en los hermanos que se mantenían de rodillas en el ensangrentado suelo—. ¿Qué edad tiene? ¿Trece? ¿Catorce? —preguntó burlescamente, mirando a Max nuevamente con una expresión relajada—. No es una inocente —negó con suavidad, su mano tomando el arma de su cadera y sacándola, quitándole el seguro con un lento movimiento de su pulgar.
—No lo hagas, ella no tiene culpa en esto —suplicó Max, su voz rompiéndose en el llanto controlado ante la desesperación.
—En eso tienes razón —concedió Johana, avanzando hacia Maxwell nuevamente, su expresión cambiando a una más irónica mientras un nuevo trueno resonaba contra el viento—. La culpa es tuya. Tú la convertiste en una máquina de matar bajo tus órdenes. Creo recordar que lo que le dijiste antes de entrar aquí esta noche fue: Si esta noche muero, el próximo cadáver que recaiga en tus manos debe ser de la persona que me mate. Ella no es más que una víctima de tus trucos mentales, pero eso no la hace inocente, Max.
—Te diré lo que quieras, solo déjala ir —accedió Maxwell, reconociendo el momento en que había perdido, sabiéndose en el extremo del abismo.
—Verás, Maxwell, ya no necesito que me digas nada, acabo de averiguarlo sola —explicó Johana de forma relajada, su voz no más que un susurro acomodado entre el sonido de la lluvia contra el techo metálico del almacén.
—¡No! —el grito provino de Megan, quien se rebatió contra sus cuerdas mientras veía a Johana subir el brazo. El cañón de la pistola apuntó directo hacia la cabeza de Maxwell, los delicados dedos con manicura roja apretaron el gatillo, la bala salió e impactó en su objetivo de forma limpia—. ¡No! ¡Maldita! ¡No! —Su cuerpo luchaba contra las amarras de forma errática, sin pensar en alguna manera de zafarse, sus emociones controlándola absolutamente.
—Déjenla —ordenó Johana, sus hombres soltando el cabello de Megan y el cuerpo de la joven impactando contra el suelo. La sangre manchó su ropa y piel, y ella se contorsionó en un vano intento de arrastrarse hacia su hermano, que yacía sin vida a tres metros de distancia.
Johana esperó hasta que los gritos cesaron, dejando en el aire no más que sollozos roncos que se mezclaban con la lluvia. Los truenos ya habían parado y el cielo era totalmente negro, no había ni un relámpago. Su mano libre peinó ligeramente su cabello negro ondulado que colgaba de una coleta, una maña antigua que nunca se iba ni controlaba; su pecho hinchándose ante la respiración profunda que tomó, impregnando sus pulmones con el escaso aire en medio del desagradable olor metálico de la sangre y la pólvora humeante.
Sus pasos parsimoniosos avanzaron hasta detenerse delante del cuerpo amarrado de Megan. Sus ojos se fijaron en la joven que mantenía su rostro pegado al suelo, permitiendo a las lágrimas deslizarse por su piel, dejando un rastro de suciedad hasta mezclarse con la sangre en el frío cemento. Se agachó, sus codos apoyándose en sus muslos, su mano sosteniendo la pistola de forma relajada, como si no fuera un objeto letal en su posesión. Johana dejó salir un suspiro suave, marcado por el cansancio de los eventos ocurridos; su mano libre viajó hasta el cabello castaño de Megan, enredándose en sus lacios mechones y peinándola con una gentileza casi surrealista después de lo acontecido.
—Megan, quiero que te lleves un mensaje importante de esto que ha ocurrido hoy —dijo Johana, su voz apenas un murmullo suave, pero firme.
Sus dedos se cerraron en el cabello de Megan, tirando de este lo suficiente para alzar la cabeza de la joven hasta que sus azules ojos, que contrastaban con su piel morena clara, se fijaron con odio en los verdes de Johana. Una sonrisa adornó los labios rojos ante la fiereza de esa mirada.
—Te mataré —espetó Megan en un gruñido casi inentendible.
—Mírame bien, Megan. Grábate mi rostro en tu memoria como si fuera un tatuaje, aprende mis gestos, repite el sonido de mi voz en el eco de tu mente y no olvides nunca quién soy —respondió Johana con una sonrisa, sus ojos fijos en el mar azul lleno de odio que la condenaban al infierno—. Yo soy tu siguiente muerte. No matarás hasta matarme, porque nadie te complacerá, porque yo soy lo que buscas y tu única oportunidad catártica de recuperar el disfrute por la vida. Así que ven, cázame, rastrea cada una de mis acciones. Te estaré esperando. Yo soy tu objetivo. Ahora tú eres el cazador y yo la presa.
Johana guardó silencio unos instantes más, en los que se permitió a sí misma embeber el odio y la seguridad de venganza en aquellos aniñados rasgos, que le recordaban tanto a una ella de antaño. Esos ojos estaban desprovistos de toda inocencia o infantilismo, hacía mucho los habían perdido.
Su mano soltó el cabello de Megan, cuya cabeza cayó nuevamente hacia el suelo. Esos ojos azules se quedaron fijos en la figura de Johana incorporándose en toda su altura. Ante la atenta mirada, Johana llevó su mano hacia el bolsillo trasero de sus jeans negros y le dedicó una última sonrisa a Megan; una que denotaba suficiencia y un reto no verbal escrito en su expresión; y luego se fue, dejando en el almacén solo el eco de la navaja de plata con sus iniciales grabadas que había dejado caer delante de Megan. La llave para su liberación, dándole inicio a la cacería.
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Bienvenidos a un nuevo libro original 😊. Haré unas aclaraciones básicas:
●La historia trata la diferencia de edad, pero no la pederastia ni pedofilia. Esto es el prólogo, o sea, algo que ocurre tiempo antes del primer capítulo del libro.
●Es una historia GL/yuri/lésbica o como ustedes le digan, aquí no se discrimina por la terminología.
●Tratará temas violentos, tragedias, asesinatos y demás, por ende es obviamente de contenido adulto que no se reduce al sexo. Lo tendrá, pero la etiqueta +18 luce en todo su apogeo aquí.
●Si la obra no te gusta, deja de leerla. No aceptaré comentarios destructivos ni pasivo-agresivos. En cambio, si quieres dar una crítica constructiva, adelante.
Dicho todo esto, si les ha gustado déjenme algún comentario. Si consideran que quieren votar, pueden hacerlo y lo agradeceré, pero lo que más quisiera es leer qué opinan.
Pronto estaré actualizando, nos leemos, besos, pequepinkypitufibolas.
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