IV "El encuentro"
El retumbar de las alarmas llegó a ellos cuando pasaron por encima de la fábrica. Johana sintió su pulso acelerarse ante la inminente lucha. El tiempo se había acabado. Aceleró su moto, siendo seguida de inmediato por los demás hombres que iban con ella, hasta que se volvieron no más que un borrón negro y rojo sobre la blanca nieve del Sur. Activó la visión térmica de sus gafas, notando la figura agazapada detrás de algo invisible que se encontraba en un punto específico más allá.
—¿Qué desea hacer? —preguntó Bruno a través del intercomunicador que traían en los oídos.
—Envía dos hacia ella, los demás deténganse y coloquen los explosivos. Abriremos nuestra propia puerta —ordenó Johana, deteniendo su moto abruptamente y siendo imitada por los otros, excepto dos de los más jóvenes, a quienes Bruno ordenó que capturaran a la muchacha escondida.
Todos bajaron de las motos, sacando sus armas de las cajuelas ocultas mientras el Equipo de Explosivos, conformado por tres hombres, colocaba las bombas usando el escáner para saber la posición adecuada. Se refugiaron detrás de las motos cuando estos dieron la indicación, activando el sistema y haciendo una explosión interna que causó un derrumbe en el túnel debajo de ellos, acortándoles veinte minutos de camino.
—Mi señora —llamó Brandon, el encargado de la vigilancia y escaneo de la zona—, por los planos que nos dieron de las fábricas hace años, los drones se desactivarán cuanto más nos adentremos en ella. En el túnel no es tan grande, pero dentro de la fábrica las paredes de cemento están recubiertas de vidrio polarizado y capas de metal que se engruesan a medida que se avanza en esta.
—Tomen las armas que funcionan de forma manual y dejen los drones. No podemos permitirnos cargamento inútil —indicó Johana, tomando una ametralladora de entre sus armas—. Sea lo que sea que vean allá abajo, disparen a matar.
Ella fue la primera en descender, deslizándose a tropezones premeditados por encima de los escombros y corriendo por el túnel con la visión nocturna de sus gafas activada. Incluso desde donde estaba, podía escuchar el sonido inconfundible de los disparos, los estallidos y los gritos.
Avanzaron velozmente, en una carrera organizada que los llevó a la puerta que se mantenía sujeta por drones. Johana vislumbró que estos fallaban por momentos, el equipo anterior que entró no pareció percatarse de que la fábrica inutilizaba sus sistemas.
El sonido de disparos provenientes de la zona a su derecha les hizo saber por dónde debían de tomar. Bruno se adelantó con otros cinco hombres, dejando a Johana detrás con Brandon, Sebastian y Alí; los dos últimos eran los especialistas de explosivos.
Corrieron en dirección al ajetreo, encontrando tres cadáveres sin heridas en el suelo, otro más con una gran mordida en el cuello y a un chico rubio disparando aterrado hacia una figura humanoide de color violáceo. No tuvo que ordenarlo, sus hombres sabían que debían disparar a matar y eso hicieron, agujerando a la bestia en diferentes lugares mientras el chico se tiraba el suelo y se refugiaba de los disparos.
—Ve a por el muchacho —indicó Johana, señalando a Brandon, quien se deslizó por los laterales del pasillo para llegar al chico y tomarlo de un brazo, tirando de él con fuerza.
Las balas parecían no afectar al monstruo, pero los disparos eran tan continuos que tampoco le permitían moverse. Johana no se quedó a observar qué pasaba, avanzó por el pasillo contrario, siguiendo el sonido de gruñidos y gritos que se acallaron hasta dejar todo el silencio, con el fondo de los disparos lejanos atravesando la acústica de los pasillos.
Johana mantuvo su arma lista, observando con detenimiento en todas direcciones, encontrándose otros cinco cuerpos más en la siguiente habitación llena de computadoras. Todos íntegros, pero muertos.
—Estos hijos de puta se suicidaron —murmuró para sí misma.
El ruido sordo a su derecha la sobresaltó, apuntando directo hacia las dos bestias humanoides que se encontraban aferradas a la pared, sus garras travesando el metal y sujetándose en contra de la fuerza de gravedad. Disparó, hiriéndolos continuamente, pero observando como esto no los afectaba; fue retrocediendo entre disparos, intentando regresar por la puerta por la que había entrado.
Las bestias se tiraron hacia el suelo, avanzando hacia ella, ignorantes de las heridas sangrantes en sus cuerpos. La desesperación la alcanzó cuando su espalda tocó la pared, sabiendo que no había nada que la salvara en ese instante.
Saltó hacia el lado, rodando por el suelo e incorporándose rápidamente. Corrió por el pasillo, sintiendo sus gruñidos y garras raspando el metal a medida que la perseguían. Se adentró en una de las puertas que quedaba a su izquierda; trabando la puerta con su ametralladora, que poco útil le era contra los monstruos.
Johana respiraba erráticamente y estaba sudada. Retiró la chaqueta de su cuerpo y las gafas, adentrándose de espaldas en la habitación a medida que sentía los golpes de las bestias, que deformaban la puerta.
Se giró, en busca de una salida, aterrándose ante la imagen que se desenvolvía delante de ella. Habían decenas de cápsulas que contenían lo que parecían ser fetos deformes, nadando en un líquido violáceo que entraba por unos tubos que venían de la pared.
Todas estaban intactas y al parecer estos eran los criaderos de las bestias que estaban cazándola. Avanzó por la habitación, pasando entre las cápsulas de forma apresurada; no podía quedarse a observarlos; hasta que encontró las computadoras apagadas al final de esta y un almacén con unas balas extrañas.
—¿Qué demonios? —farfulló por lo bajo, acercándose y observando las balas con contenido líquido dentro, de un extraño y brillante color azul.
Miró a su alrededor, notando los fusiles de emergencia y los tres cuerpos a los pies de las computadoras. Su mente empezó a unir los puntos: no crías monstruos salvajes sin tener cómo controlarlos. Se giró hacia las mesas, alcanzando una de las sillas y arrojándola contra el cristal que contenía aislados los fusiles, tomando uno y cargándolo con las balas de líquido azul. Sintió la puerta derrumbarse, cediendo ante los golpes de las criaturas, y se ocultó detrás de una de las cápsulas.
Podía escucharlos adentrándose en la habitación, pasando entre las cápsulas. Sintió el acuoso sonido cuando uno de ellos se trepó por las paredes, enterrando sus garras en uno de los tubos y haciendo que el líquido violeta saliera hasta chocar el suelo. Contuvo su respiración, moderándola para mantenerse oculta, hasta que los pasos de uno de los seres humanoides estuvo cerca. Tenía que tomar una decisión, el tiempo apremiaba y no podía permitirse más demora.
Salió de detrás de la cápsula, disparando automáticamente hacia el cuerpo violáceo que estaba a dos metros de donde ella había estado escondida. La bestia lanzó un grito entrecortado que resonó en la habitación, cayendo al suelo en un charco de sangre negra creciente que salpicó a Johana. El gruñido a su izquierda le hizo acordarse del otro monstruo, pero cuando giró para disparar este ya había saltado hacia ella, sus garras extendidas y fauces abiertas, dispuesto a devorarla.
El empujón vino de la izquierda, tirándola al suelo y haciéndola rodar sobre la sangre del primer monstruo junto con otro cuerpo pesado encima. Ella quedó debajo, sintiendo la rodilla de aquella persona hundirse en su abdomen mientras se incorporaba arrodillada y disparaba hacia la bestia restante, derribándola de forma letal. Johana tosió, gimiendo de dolor ante la presión de la rodilla en la zona de su estómago, sintiendo como inmediatamente esta era retirada.
—Lo lamento —dijo una voz femenina, sus manos pasando bajo los brazos de Johana y ayudándola a sentarse, apoyando su espalda contra el cristal de una de las cápsulas y luego desplomándose en el suelo, sentada.
—Está bien, me salvaste —dijo Johana, tosiendo un par de veces y limpiando la sangre negra de su rostro, alzando la mirada para encontrar esos ojos azules que la dejaron fría por un instante.
Se miraron, ambas con expresiones mudas y atónitas, estudiando la imagen que tenían delante; el verde y el azul conflictuando en la búsqueda de respuestas a preguntas no dichas. Johana fue la primera en soltar un suspiro, dejando de buscar en los rasgos adultos de esa muchacha los trazos aniñados de años atrás, cerrando los ojos ante el recuerdo.
—Soy Johana —se presentó, estirando su mano hacia el frente, apoyando su brazo en su rodilla al doblar la pierna. Observó la indecisión en los ojos azules, que iban de la mano de Johana a su rostro en movimientos alternantes.
—Morgan —dijo, con aquella voz gruesa que arrastraba un trazo dolido, mientras su mano se cerraba en un apretón con el de Johana.
—Muy bien, Morgan, ¿qué te parece si salimos de aquí? —preguntó Johana entre jadeos, señalando con la cabeza hacia la puerta.
Morgan asintió, levantándose y dándole la mano a Johana para que se incorporara, soltándola tan rápido que su piel parecía quemar. Antes de que salieran de la habitación, Johana lanzó su fusil a Morgan, regresando para girar las manillas de las tuberías y desviar el líquido azul hacia los tanques con los fetos dentro.
Observaron cómo estos se llenaban de este líquido y los fetos empezaban a moverse de forma espasmódica en lo que parecían convulsiones, hasta que fueron mezclando el azul con el rojo negruzco de la sangre que salió de sus bocas, narices, ojos y anos, asegurando sus muertes.
Johana retomó su fusil, saliendo con Morgan de la habitación y entrando al pasillo, notando el remarcable silencio que había por todas partes. Con un gesto de su cabeza Johana le indicó el camino a Morgan, regresando por los corredores precariamente iluminados en tonos rojizos hasta que empujó la puerta del primer salón, donde estaban las maquinarias pesadas, encontrando a todo su equipo junto con dos chicos rubios que estaban amarrados en el suelo y el cuerpo de un chico moreno con rastas.
—¿Por qué están atados? —preguntó Johana, mirando hacia los muchachos.
—El de la izquierda quiso atacarnos, pensó que estábamos secuestrando a su hermano, y el menor se le unió cuando lo neutralizamos —explicó Bruno, avanzando hacia Johana cubierto de sangre negra y lo que parecían ser pedazos de viseras.
—¿Cómo vencieron a la bestia? —indagó ella, viendo de reojo a Morgan acercarse al cadáver del muchacho y quitarle de las rastas una liga rosada intensa que llamaba mucho la atención.
—El chico de las rastas entró disparando, la bestia lo atacó y nosotros continuamos disparando sin cesar hasta desprenderle la cabeza —respondió Bruno, quitándose un pedazo de intestino del hombro.
—Otra bestia apareció por detrás, mordiéndolo en el cuello; Sebastian le disparó un explosivo y por eso estamos cubiertos de… bueno... —contestó Alí, señalando las vísceras fragmentadas que los cubrían desde la cabeza hasta los pies.
—¿Qué estaban haciendo ustedes aquí? —preguntó Jasper de forma acusatoria, mirando directamente a Johana.
—Las preguntas las hacemos nosotros, querido, porque te recuerdo que ustedes son los que están fuera del distrito pertinente, ¿o no? Demoledor —rebatió Johana, acercándose a él a paso lento—. ¿Crees que no sé quién eres? Jasper O’Conner.
—Y yo sé que tú eres una perra asquerosa y malvada, Johana Tyson —repuso Jasper, escupiendo a los pies de Johana con enojo.
—Sédenlos y llévenlos a las motos, irán con nosotros a la Gran Ciudad y serán juzgados por sus crímenes allí —ordenó Johana, viendo como Brandon y Elián cumplían su orden de inmediato, aun en contra de los gritos y blasfemias de Jasper y Jared.
—¿Qué hacemos con ella? —preguntó Bruno, señalando hacia Morgan.
—Tú venías con ellos —dijo Johana, mirando directamente a Morgan.
—Soy una caza recompensas, dame el dinero necesario y voy a donde tenga que ir —respondió Morgan, con un aire desinteresado que a Johana le resultó intrigante.
—Salvaste mi vida allá dentro, estoy en deuda contigo —afirmó Johana, perdiéndose durante un momento en esos ojos azules—, así que te ofrezco que me pidas algo. Lo que quieras.
Se miraron mutuamente durante un momento, el mundo desapareciendo alrededor de Morgan a medida que se adentraba en aquellos ojos verdes, que habían sido la última imagen de tantas personas muertas. La crueldad y frialdad en ellos era palpable, pero también habían matices extraños que Morgan no lograba definir. Cuando su mente regresó a la realidad, abstrayéndose de aquella mirada hipnótica y notando que debía responder, su decisión ya estaba tomada.
—Quiero unirme a tu equipo —afirmó, observando el destello orgulloso, e incluso feliz, de aquella mirada iridiscente.
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Epa, al fin se encuentraaaan. ¿Qué opinan? ¿Les ha gustado?
Déjenme saber sus opiniones y nos leemos pronto, tengo otra actualización preparada.
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