II "Primer paso"
La nieve cubría de un blanco espeso todo el paisaje, los muros del Clan Azul Inferior se alzaban visibles a la distancia, pero Morgan no quería llegar allí, sino que deseaba bajar. El problema era que no sabía cómo hacerlo. No podían solo explotar algo y derrumbar el suelo sobre las cabezas de quienes habitaban la fábrica, tampoco podían demorarse demasiado, pues llamarían la atención de los Rojos.
—¿Qué hacemos? —preguntó Jasper, esperando órdenes directas de ella. El equipo era suyo, pero si Morgan estaba presente, entonces ella era la líder.
—El escaneo no reveló ninguna entrada, pero debe de haber alguna forma —comentó, con ese pensamiento analítico que la caracterizaba.
—Sin embargo, ellos pueden estar allí abajo desde hace mucho, puede que no hayan salido en años —puntualizó Jasper, dando voz a los temores de la morena.
Morgan miró el paisaje, recordando tiempos antiguos, épocas en las que Max la había traído a entrenar, alegando que tenía que prepararla para todos los climas existentes por si algún día la situación lo ameritaba. No recordaba que Max le hubiese dicho nada de entradas a las fábricas. Algo debía de haber cambiado, o quizás siempre estuvo a la vista de todos, pero nadie lo vio.
—¿Qué harías si quieres llegar a un lugar, pero no quieres que descubran tu entrada? —le había preguntado Max a una ella de 10 años.
—Probablemente tomaría el camino más largo, es el menos lógico —había respondido con seguridad.
—Cierto, pero ¿por qué eso beneficiaría que nadie viera la entrada? —había insistido Max.
—Porque… —ella lo había pensado, verdaderamente había mirado en derredor en busca de la respuesta, encontrándola mientras miraba a un conejo entrar a su madriguera para huir de un zorro—, porque nadie mirará más allá de la zona que saben que necesitas. Si se sale del rango, no le prestarán atención.
—Muy bien —la había felicitado Max, dándole palmadas en la cabeza con una sonrisa resplandeciente.
Volvió a mirar alrededor. El rango de búsqueda era relativamente pequeño, pero Jasper había afirmado que no había escaneado todo por falta de tiempo. Arrancó la moto sin explicar nada, sintiendo los motores rugir bajamente mientras los otros la seguían. Sus ojos escaneaban el paisaje y la moto aceleraba, flotando con presión sobre la nieve, sin dejar rastro de su paso por esta; avanzó sin miedo, alejándose de la aldea y del perímetro de la fábrica hasta que los muros ya no fueron visibles. Solo entonces se detuvo.
—Escanea la zona —ordenó, viendo como Jasper sacaba el dron, obedeciéndola sin reclamar; nunca lo hacía, confiaba en ella.
El pequeño planeador sobrevoló la zona, escaneando cada región por fragmentos hasta tener una imagen completa, regresando a donde Jasper y deteniéndose en el aire, justo frente a él. El rubio activó la imagen para las pantallas de las motos, dejando que todos vieran lo que el dron había obtenido. Se podía vislumbrar una estructura cilíndrica que se extendía, interrumpiendo la tierra a unos tres metros de profundidad, cuya entrada estaba a treinta metros de donde ellos se habían detenido.
—¿Cómo lo supiste? —cuestionó Jared, el hermano menor de Jasper y, por momentos, el más sensato.
—Debemos movernos —contestó Morgan, ignorando a propósito la pregunta del chico y desplazando la moto nuevamente, esta vez hasta quedar al lado de la entrada, que pronto los demás estuvieron rodeando.
—¿Cómo vamos a entrar sin dejar la entrada descubierta? —preguntó Claudia, la otra mujer del grupo; una joven de rostro en forma de corazón, enmarcado por su cabello oscuro. Samira, quien hacía dúo con ella, había sido lesionada en la última misión a la Gran Ciudad; el centro de la vida de los líderes de clanes que gobernaban.
—Alguien tiene que quedarse fuera —explicó Morgan, bajando de la moto y sacando del compartimento lateral un traje negro de cuerpo entero que le otorgaba invisibilidad durante una hora a quien lo portara.
—¿Solo? —inquirió alarmado Alan; el muchacho pecoso de cabellos anaranjados que siempre parecía asustado, pero que tenía una maníaca habilidad disparando artefactos explosivos.
—No Alan, con Dios y el espíritu santo si quiere —soltó Jasper sardónicamente, sacando su propio traje y poniéndoselo, siendo imitado por los demás.
—¿Quién se queda? —interrogó Izan, cerrando su traje totalmente y acomodando sus rastas en un moño alto con una liga rosada, que contrastaba con su piel oscura.
—Primero: tú tienes que decirle a tu hermana que te regale cosas menos llamativas como amuletos de buena suerte para las misiones —dijo Morgan, tomando el casco que se conectaba al traje y dejaba invisibles sus cabezas—. Y segundo: se quedará Claudia.
—¿Por qué yo? —cuestionó ella, frustrada por perderse la parte divertida de la misión, como ella las consideraba.
—Porque eres la más miedosa, lo que hace que estés alerta, y sabes cubrir tus pasos, por lo que taparás bien la entrada; además, si te llegan a atacar no responderás con explosivos que derrumben el túnel y nos entierren vivos —explicó Morgan, sellando el casco y activando la oxigenación del traje.
—¡Oye, eso solo pasó una vez! —protestó Alan, colocando su propio casco.
—Vamos, es hora de actuar —indicó Jasper, ignorando a Alan.
Usaron sus propias manos para apartar la capa externa de nieve, dejando la más gruesa debajo, a la cual dispararon con arpones de colección que atraían las partículas que los rodeaban y creaban bloques compactos de pequeños tamaños, usándolos para remover la nieve hasta que la puerta de hierro quedó a la vista.
Izan sacó el equipo de sensores de frío que activaban un sistema de calefacción, que había traído en su moto, usándolo para derretir el hielo de la puerta y dejarla a una temperatura donde esta fuera fácil de mover; permitiendo que Jasper, Alan y Jared se encargaran de abrirla, girando la manivela circular que sellaba el compartimento.
La tapa redonda cedió, siendo levantada por los hombres y dejando a la vista una caída de tres metros hacia la oscuridad. Morgan usó los drones controlados por el sistema de los cascos; pequeños objetos voladores de forma circular, con la capacidad de lanzar rayos láser que derretían puertas de hierro reforzado en el tiempo adecuado; para escanear el área, activando la visión nocturna y mostrando imágenes del túnel.
No había trampas ni sensores, simplemente era una entrada y nada más. Se miraron unos a otros, sabiendo que tenían poco tiempo y debían de apurarse, activaron la función de invisibilidad de las motos y luego la de los trajes, dejando a Claudia cuidando los vehículos y desapareciendo todos por la entrada del túnel.
🖤
Los jefes el Clan Azul Inferior corrían en todas direcciones, dando órdenes a sus empleados de despejar el camino, preparar café caliente y bebidas, organizar la tienda principal donde el Gran Jefe recibía las visitas importantes y otros arreglos necesarios ante la imprevista llegada de la líder del Clan Rojo.
Johana avanzaba por la tierra de la tribu como si la poseyera; de cierta forma lo hacía, si tomaba en cuenta la deuda fiscal que habían creado con ella para mantener la división con el Clan Azul Superior, que costaba más de lo que los Inferiores podían permitirse. No esperó a ser anunciada, simplemente entró en la tienda principal, donde el Gran Jefe Jotu la esperaba sentado en su petate.
—Bienvenida, Johana Tyson, Líder del Clan Rojo —saludó el Gran Jefe, bajando la cabeza ante ella, aún sentado.
—Jotu, dejémonos de juegos, me tomo demasiado enserio a mí misma como para eso —dijo Johana, mirando a todos en la habitación con una clara invitación a retirarse. En otras condiciones, estos hubieran esperado órdenes de su jefe, pero ante la presencia de Johana nadie dudó en salir de la tienda de inmediato.
—Supongo que vienes por el grupo que estuvo escaneando la zona recientemente —comentó Jotu, mirándola con sus ojos oscuros y envejecidos por los años.
—¿Por qué no me dijiste que La Fábrica estaba en tus tierras y que todavía estaba activa? —cuestionó Johana, sacando una cajetilla de cigarros y un encendedor, prendiendo uno de estos y dejando que el humo nicotínico amentolado llenara sus pulmones.
—Hay personas allí dentro, las matarías a todas si te lo decía —admitió Jotu, sabedor de que su fachada había caído finalmente.
—Tienes razón, eso haré —concedió Johana, dejando escapar el humo en una exhalación—. Pero antes tengo que hacer limpieza —comentó, mirando de reojo hacia Jotu mientras se apoyaba en uno de los postes de sostén de la tienda.
—Sé cuál es tu plan, Johana, y no creo que sea sabio —dijo Jotu, inmutable ante el inminente peligro.
—No pregunté tu opinión, Jotu —repuso ella, tomando el cigarro entre sus rojos labios.
—El mundo ha funcionado de esta forma mucho tiempo, el cambio que quieres es peligroso —insistió él, queriendo hacerla razonar.
—El peligro es parte de la vida —afirmó Johana, sacado el arma que traía en la trabilla del cinturón de sus pantalones térmicos de color negro—. Has vivido mucho y bien. Es hora de que descanses, viejo amigo.
—Espero que sepas el camino que escoges y a lo que renuncias en el proceso —dijo Jotu, cerrando los ojos.
El disparo rompió el silencio del aire, atravesando entre los ojos del Gran Jefe en una entrada limpia y salpicando de sangre la cortina que colgaba detrás de él. Su cuerpo cayó hacia el lado, un charco de un rojo oscuro creciente rodeando su cabeza, mientras Johana observaba el signo de la tribu manchado del líquido caliente que se coagulaba en la tela. Dejó escapar un suspiro ligero y le dio una última calada al cigarro antes de dejarlo caer al frío suelo y aplastarlo con la suela de su bota.
—Mi señora —llamó Bruno desde la puerta, pasando por las telas de la entrada y adentrándose en la tienda—. Hay movimiento de cuerpos de calor en un área cercana a la posición de La Fábrica. Van subterráneamente, al parecer es un túnel.
—Prepara a los hombres. Deja la mitad aquí controlando al Clan, pronto deben llegar las fuerzas del Clan Azul Superior; envía a los otros hacia allí, pero nadie haga nada. Deja que ellos hagan parte del trabajo por nosotros, pero ten en cuenta que quiero estar cerca cuando llegue el momento —ordenó Johana sin mirarlo, pero sabiendo que Bruno se había inclinado hacia adelante un instante, antes de salir de la tienda y hacer realidad a sus órdenes claras.
Johana avanzó por la tienda, parándose delante del cuerpo del viejo Jotu y observándolo detalladamente, hasta que sus ojos notaron lo que buscaba: la marca en forma del signo alquímico del agua tatuada en su cuello. Sacó el cuchillo de su bota y se agachó, inclinando la cabeza de quien ahora era un cadáver, y cortando profundo; machando sus guantes con la escasa sangre que todavía brotaba. La herida fue grande, para facilitar el trabajo, y Johana abrió la carne lo suficiente como para que sus dedos entraran y tocaran, en búsqueda el objeto pequeño y duro que encontró en solo segundos, extrayéndolo en un movimiento rápido.
El chip estaba entero y dentro contenía toda la información que Johana necesitaba. Era hora de irse. Limpió con un pañuelo rojo la sangre del chip y de sus guantes, bajando el zíper de su abrigo y extrayendo el guardapelo en el cual depositó el chip, volviendo a cerrar su abrigo rojo y caminando fuera de la tienda. La luz del sol golpeó su rostro y calentó ligeramente su cuerpo; detestaba el frío severo en el que habitaban los clanes azules. Miró en derredor, notando a sus hombres desplegados por el lugar y a los otros en las motos, esperándola.
—Espero que ocho años de espera hayan valido la pena —susurró Johana por debajo de su aliento, avanzando hacia su moto y activando el sistema, arrancando a una velocidad insensata sobre la nieve. Su destino fijado en aquella fábrica que había sido su obsesión por tantos años, y la esperanza de encontrar en ella, no solo la catarsis que tanto necesitaba, sino a la mujer que había estado esperando.
********
He regresado por aquí, ¿qué tal han estado? Espero que bien.
Estoy ansiosa por leer sus comentarios, recuerden que eso es lo más importante para mí. Dejen sus opiniones, yo las responderé todas. Besitos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro