Obsesión
Capítulo 3
La reunión había sido tensa. Un aura de poder e intimidación emanó de cada agente que había estado presente en la sala. Oryn se sintió como una pequeña sombra frente a la imponente presencia de Paul, Legna, Ragna, Expi y Garden. Todos con habilidades extraordinarias y cada uno más sorprendente que el otro. Pero, Garden, en especial, mantenía una mirada calculadora y penetrante.
Los agentes como Oryn siempre habían cuestionado a FACTORY como una empresa un poco hipócrita. Cazaba a los mutantes, pero algunos se hacían parte de ellos y eran usados como herramientas. El problema radicaba en que estos representaban la cúspide de mando. Y los agentes como él, o más bien, como otros que aspiraban hacer un bien a la humanidad con convicciones reales, pasaban a ser un peón más dentro de un juego que ni siquiera conocían, sin esperanza siquiera de escalar en el organigrama de la empresa.
¡Qué chiste! Usar gente con habilidades sobrenaturales para controlar a otros.
Todos sabían que Garden podía controlar las sombras, como si hubiera nacido de la misma oscuridad. Legna tenía la capacidad de absorber poderes y usarlos para aumentar su velocidad, y procrear una energía que le permitiera atacar, era un parásito. Paul, creaba y controlaba el fuego a su antojo, como le vio en el bosque; Ragna, el gemelo de Expi, era un hombre con súperfuerza e indestructibilidad, y su hermano, era un cambia-formas con la capacidad de convertir su cuerpo en una bestia sin ojos, que con su simple olfato parecía capaz de ver; decían que sus garras eran navajas afiladas, con una descomunal fuerza bruta. Como fuera, todos eran excentricidades de FACTORY que alzaba con orgullo La Fuente C.
—Se-señores... —titubeó un poco, tragó saliva con fuerza, e intentó no mirar a nadie fijamente a los ojos—. Pido solicitud para infiltrarme entre los reclusos.
Nadie parecía prestarle atención hasta que mencionó esa petición. Paul lo reconoció de inmediato. Era el agente de rastreo más hábil que vio en su última expedición.
Con una sonrisa socarrona, inquirió sobre sus motivos:
—¿Por qué te enviaríamos como un espía nuestro entre los reclusos? Ellos son mutantes y tú un simple humano, te devorarían. —No lo admitía, pero su tono de voz reflejaba diversión por la mera idea de poner a Oryn en aprietos.
Oryn tomó aire en sus pulmones, titubeante, se inclinó hacia Paul y susurró:
—Oí a varios reclusos hablar sobre Qarukkin Minninsha.
Era una mentira calculada sobre escuchar rumores de los reclusos, pero sabía que, si se trataba de un asunto clasificado eso le alertaría y, si salía todo como pensaba, le darían el permiso.
La tensión en la sala aumentó exponencialmente. Paul se crispó visiblemente, frunciendo el ceño.
—¿¡Cómo es que los reclusos pueden saber algo como eso!? —vociferó, con enojo.
—¿Qué sucede Paul? —preguntó Garden, con autoridad.
—Sí, habla de una vez y sin rodeos —admitió Legna, desde el otro punto, con aquella mirada oscura y labios rojos.
—No sé porque se alarman si saben lo iracundo que puede ser Paul —admitió Expi, fastidiado.
—Pero siempre es divertido verle de esa forma —añadió Ragna, con una irónica diversión.
—Este agente oyó a los reclusos hablar sobre Qarukkin Minninsha —confesó Paul, incrédulo de que pudieran saber algo sobre eso.
Por supuesto, esto alarmó a todos, y las risas divertidas se acallaron. Se miraron entre sí, pero la vista de todos paró de inmediato en Garden. La líder dirigió su mirada hacia Oryn, con una expresión indescifrable:
—Un agente de rastreo como tú no debería tener conocimiento de eso —dijo ella, su voz resonando con tal imponencia que le heló los huesos—. Sin embargo, si estás dispuesto a sumergirte entre los reclusos, indagaremos sobre lo que saben. No queremos otro incidente como el de los hermanos Notherway.
—Puedo darle fe de que es un agente genuino y habilidoso —admitió Paul, quién ya había trabajado con él de primera mano.
—Es lo segundo lo que me preocupa —añadió Garden, colocando todo el peso de su mirada sobre Oryn...
Y así, fue como en ese momento se encontraba acostado sobre la litera, observando fijamente el colchón frente a él, rememorando aquel tenso encuentro con los agentes que no solo le recordaron lo pequeño que era delante de ellos, sino el peligro que representaba traicionarlos.
—¿Estás bien? —la voz de su compañero de cuarto le alarmó. Si algo sabía era que había mutantes que podían leer mentes y temía que se viera en una situación complicada por eso—. Puedo sentir las cosas a mi alrededor de manera distinta. Es difícil de explicar, pero puedo notar cambios en el aire, la respiración, en los sonidos... sé cuándo alguien está más alerta.
El chico se asomó desde su cama. Oryn se incorporó, mirando sorprendido hacia donde se encontraba el chico sapo, con los ojos abiertos pero iluminados por la curiosidad.
—Así que es eso —admitió el agente infiltrado como si nada, intentando no demostrar su nerviosismo.
David, con una sonrisa tranquila, se giró ligeramente hacia él, su piel brillando por la tenue luz de la habitación.
—Tú llevas más tiempo aquí, ¿verdad? —David asintió ante la pregunta, pero no con orgullo precisamente—. ¿Has oído algo sobre los hermanos Notherway?
El muchacho se quedó en silencio por un momento, sus ojos observando fijamente a Oryn, como si evaluara la sinceridad en sus palabras:
—Así que ya oíste de ellos... —respondió David, su sonrisa apenas esbozando un destello de complicidad—. Los Notherway eran... algo así como leyendas entre los reclusos. Unos tipos con habilidades fuera de lo común, como nosotros, pero aún más especiales.
Oryn se inclinó hacia adelante, con sus ojos ávidos de información. Había encontrado un hilo del que tirar en su búsqueda de respuestas.
—A la que más se conoció fue a Ransell Notherway, la menor. Era una chica que, según dicen, era triste, deprimida y nerviosa. Pero este lugar nos cambia a todos ¿Sabes? Ella no fue la excepción, en pocos días entendió que debía darse a respetar sino quería convertirse en víctima de los propios reclusos. Tú mismo tendrás que hacerlo, Oryn, ya lo verás. De igual forma, yo te respaldaré compañero.
»Como sea, Ransell se convirtió en una leyenda. No solo con el tiempo se le veía entrenar en el patio, sino que comenzó a desarrollar sus propias habilidades. Era solitaria, pero esa soledad se debía a la envidia que todos nosotros teníamos —admitió con pesar—. Éramos unos idiotas en ese tiempo.
—¿A qué te refieres? —preguntó Oryn con la misma curiosidad inicial.
—Verás, somos mutantes, Oryn. Esta gente, FACTORY, son el enemigo número uno para nosotros. No sirve de nada adentrarse a una disputa entre nosotros, cuando el enemigo real es ese que nos oprime. No tiene sentido. Ninguno de nosotros deseamos estar infectados. Además, no veo como mis poderes represente un peligro, si tengo control sobre ellos.
—¿Nunca has asesinado? —preguntó Oryn, recordando como varios de sus compañeros murieron en el bosque por su culpa.
David le miró por un momento, y por primera vez vio el peso de la culpa en sus ojos.
—Sí, y no me siento bien con ello. Pero en la vida, muchas veces debemos hacer actos que nos permitan la supervivencia. Yo solo me he defendió a la violencia que me ha infundado —añadió, suspirando. Saltó de la cama hasta le suelo en un parpadeo, y recostando sobre la pared grisácea, le miró fijamente—. El punto es que envidiábamos a los Notherway por ser especiales. Ransell y Christopher eran los únicos que habían durado más de un año en esta pocilga, claro, en su momento creímos que esa era una maldición, pero... con el tiempo descubrimos que era una bendición. Se decía que en 40 días nos soltarían y nos liberarían, completamente curados, pero fue una mentira.
»Audición, un chico al que asesinaron hace tiempo, tenía la capacidad de oír lo que quisiera, era como tener literalmente oídos u ojos en todos lados. Él nos confesó que la cuarentena era una mentira. Todo el que cumplía esos 40 días, terminaba muerto. Cuando supimos eso, obviamente vimos a los hermanos Notherway con otros ojos. ¿Por qué eran privilegiados?
Oryn, estaba tan curioso por esa pregunta como el mismo David.
—Al final, nunca supimos por qué lo eran. Yo, junto a otros chicos mutantes, incluso intentábamos hacerle la estancia a la pobre chica lo menos agradable posible. Pero Gerald era todavía más idiota, parecía obsesionado con ella. Recuerdo un enfrentamiento, justo cuando su hermano despertó del coma, y Gerald creyó que era su novio. Se sintió tan celoso que fue a molestarla y la llamó hasta puta. —David, parecía recordar aquello como una tortura—. Noa, River y yo fuimos detrás de él como si fuéramos una vil pandilla.
»Pero la paliza que nos dieron nos hizo saber que, en definitiva, ellos no eran como nosotros. Ransell derribó a Gerald con un golpe directo a su garganta y con una patada que, para ser una chica tan delicada en apariencia, no hubieras esperado ver. Recuerdo a Noa crear llamas con sus brazos, River creo cuchillas de la nada y yo estaba listo para usar mi destreza anfibia. Nos abalanzamos los tres para atacarla y abarcar todos sus ángulos, y esta forjó una cúpula acuática que los protegió. Las bolas de fuego de Noa, los cuchillos de River y mi escupitajo ácido, todo fue completamente inútil contra su defensa.
»No esperábamos que dicha defensa de agua, se desplegara en tres esferas que nos derribó. Allí supimos que no teníamos forma de ganar. Fue entonces, cuando vi a Gerald desparecer con su habilidad de invisibilidad, y fue cuando descubrimos que el chico, Christopher, era tan especial como ella, pues, aunque no hubiera forma de saber dónde estaba Gerald, este le encontró, tal vez con una habilidad psíquica, y envió una poderosa energía que lo arrojó contra las mesas del comedor.
»Por supuesto, fuimos enviado a las celdas de inmediato. Ese tipo de pelea que tuvimos suele ser usual en el patio. Pero, lo que no vimos, es que esos chicos tenían el poder suficiente para escapar de aquí. De haberlo sabido, creo que todos hubieran intentado tomar partida. Con la muerte de Audición por parte de Paul cuando llegó tarde para el encierro rutinario, las cosas cambiaron. Los hermanos Notherway encontraron una forma de escapar. Pero, para hacer más caos, se infiltraron al cuarto de sistema y abrieron todas las puertas. Eso llevó a una escapada masiva de todos los mutantes, incluyéndome a mí y a mis amigos...
Con ese último argumento, Oryn entendió por qué Gilbert estaba tan reacio en el cuarto de sistema. Se cuidaba a sí mismo de que ocurriera algo parecido, de nuevo.
—Debimos seguir a los hermanos, o, al menos intentar contactarles, pero entenderás que el sentimiento de sentirse libre después de tantos días contenido, sin ver sol o luna, más que estas paredes, es un tema tan avasallante que no te hace pensar con claridad; te hace creer, incluso, que tienes el poder suficiente para escapar y hacer tu vida, y más si tienes estos poderes —admitió David, mirándose las manos—. Asesinaron a mis amigos, Gerlad, Neo y a River cuando justo habíamos pisado terreno exterior. No lograron alcanzarme, solo por mis sentidos desarrollados, pero después de meses huyendo, mírame, he vuelto a estar en esta maldita pocilga.
—Lo lamento mucho —dijo Oryn, entendiendo lo que representaba la pérdida—. Dime algo ¿Conociste en tu estancia a una chica llamada Dana Fallin?
—¿Dana? —cuestionó David—. La verdad es que...
Iba a decir algo, cuando de pronto las puertas se abrieron sin más. Se dieron cuenta que había estado hablando por mucho tiempo, porque las luces del exterior habían sido encendidas. Era momento de salir.
Oryn aguardaba en la larga fila del comedor, con la mirada fija en la avena grisácea que servían día tras día. Era una imagen desagradable que reflejaba la monotonía y la opresión del lugar. Los murmullos y las miradas furtivas de los reclusos no pasaban desapercibidos. Él era "el nuevo" y eso era suficiente para ser el centro de atención en aquel desolado ambiente.
El desayuno, insípido, era un símbolo de una rutina que había aprendido en apenas una semana. Las reglas, tan rígidas como que las puertas se abrían a las 7 de la mañana y que se cerraban puntualmente a las 7 de la noche, imponían un orden brutal. Saltarse ese requerimiento significaba una ejecución pública por los agentes especiales, un recordatorio constante del control y la crueldad.
La quietud se rompió cuando se sentó junto a David para desayunar.
Dio el primer sorbo, cuando escuchó detrás de él:
—He oído que eres una puta obediente. —Según el relato de David, Oryn debió considerarse afortunado porque no había tenido inconvenientes ni en el comedor ni en el patio con ninguno de los reclusos, tampoco trató de llamar mucho la atención; si le exigían algo cedía, si le preguntaban algo contestaba, si le pedían ayuda lo hacía, todo con la finalidad de estar políticamente en paz con todos, hasta ese momento—. Hoy amanecí con mucha hambre, así que quiero tu desayuno.
El hombre a su espalda, era intimidante, no solo parecía estar construido en fibras musculares, sino que estaba lleno de tatuajes, con una calvicie reluciente, y una mirada que parecía perforarle la espalda. No necesitaba volverse a mirarlo, para sentir el aire de peligro.
—Antonie, él es mi compañero, toma mi plato si quieres, pero déjale en paz —Sí, era obvio que David intentaba mediar.
—Así que, ahora tú eres su puta. Eso tiene sentido. Que decepción, David, y eso que todos aquí señalan que fuiste un gamberro lleno de gloria, incluso hablan cosas interesantes sobre tu captura y que asesinas...
Oryn entendió entonces, que era el momento de cambiar las reglas no escritas del lugar, de ganarse el respeto que David mencionó. Antonie no había terminado su frase, cuando Oryn con una acción rápida y precisa, convirtió su plato de avena en un proyectil improvisado que estalló en el rostro del hombre, con un solo movimiento de su bazo izquierdo. Y observando su nuca, la distancia y la fuerza, dio un golpe preciso que no solo hizo caer estrepitosamente a Antonie, sino que lo dejó inconsciente en el suelo.
La sorpresa se apoderó de todos, incluso de David, quien observaba con incredulidad. Los ojos se volvieron hacia Oryn, mientras la adrenalina cedía ante la realidad de lo que había hecho. Alzó su vista a los pasillos superiores, donde estaban los agentes supervisando el orden, y para su sorpresa, se encontró con las sonrisas de los agentes especiales. Sin embargo, se inquietó porque la única que no sonreía era Garden, quien le miraba más bien con una mirada escrutadora.
Decidió retirarse de inmediato a su celda.
—¡Mierda! ¡Eso ha sido increíble! —escuchó a David detrás de él, sabiendo que había abandonado su desayuno por seguirle—. ¡Mira que acabar con Antonie con un solo golpe... Dime qué es ¿Súperfuerza, electricidad, hipnosis? Hubo un chico una vez aquí que...
—Lo sabemos —dijo de pronto una chica, de cabellera oscura y ondulada, y piel morena. Un chico de aspecto asiático estaba a su lado.
—Permiso, debo...
Oryn iba a seguir, cuando escuchó el susurro de sus labios:
—Sabemos quién eres y podemos ayudarte si nos ayudas a escapar.
Oryn la miró aterrado, incrédulo de lo que ella decía.
David, al ver tal reacción, frunció el ceño, intentando entender.
—¿A qué se refieren, Dalia, Lwong? —preguntó el chico sapo, mirando a los chicos primero, y luego a Oryn.
—¿No lo sabes? —Lwong, el asiático, miró directamente a David—. Tu compañero de cuarto es un agente de FACTORY infiltrado buscando respuestas sobre Dana Fallin, su novia, y sobre Qarukkin Minninsha.
Oryn abrió sus ojos con demasía al oír esa revelación. Al final, si había un telépata entre ellos.
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